Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com


Juntos es mejor, las dificultades son más llevaderas en compañía. Garante de la supervivencia son las agrupaciones de cualquier especie, la comunidad nos hace más fuertes. Yo soy el otro con quien me reafirmo. El estar solo es una declaratoria de muerte como suele suceder con los exiliados, los amnistiados, palabra que connota olvido, la amnistía, la amnesia hacia ese otro que ha sido discriminado, arrancado de su comunidad. El aislamiento y la inmovilidad matan.

Preservar el espíritu comunitario es una de las mayores lecciones aprendidas por el exitoso político y otrora guerrillero Antonio Navarro Wolff. Hace veinticinco años sabía mucho de la nada buena guerra, hoy sabe más de política, de cómo construir país a la luz de los argumentos. Lamenta no haber podido sostener ese espíritu de cuerpo para todos aquellos miembros de su grupo, haber mantenido una comunidad de sentido para continuar soñando por un país más justo, desde las tribunas discutiendo, debatiendo para encontrar fórmulas para una mejor sociedad, evitando su dispersión.

Considera un mayúsculo equívoco los senderos del empresarismo incluido el cooperativismo para los excombatientes, es mejor brindar acceso al estudio hasta lograr su profesionalización. Aventurar empresa en desmovilizados es inducirlos por la destrucción del espíritu colectivo. Sabido es que el capitalismo se nutre de la competencia desleal, prospera el egoísmo, apaga la llama del gregarismo. Por ello es recomendable continuar haciendo política.  ¡Zapatero a sus zapatos!

Ejemplo emblemático del rompimiento del espíritu colectivo, es el mecanismo de participación denominado Juntas de Acción Comunal.  Iniciadas en  década de los años cincuenta, para muchos líderes esto significó construir  más de medio país. La comunidad organizaba convites comunitarios y con pala en mano construyeron carreteras, pavimentaban, acometieron acueductos, llevaban energía eléctrica, construían escuelas, iglesias. Ese espíritu de colectividad materializaba los sueños de una comunidad. Interesante anotar el concepto de barrio, con casas de una planta, todos salían a la calle a la vista de todos, el saludarse era tan común como compartir algún ingrediente faltante para preparar la cena o para hacer los famosos sancochos comunitarios, integradores de toda la barriada.

Pero ¿en qué momento se rompió este tejido social? ¿Qué contribuyó a fragilizar los lazos de comunidad? Hoy el vecino es un extraño, los encuentros más comunes son para reñirse, las inspecciones de Policía están atestadas de querellas por violencia intrafamiliar, esposos maltratadores, incumplimiento de las cuotas alimentarias, abusos sexuales a niños, en las calles la vida la definen las bandas criminales que patrullan e imponen su ley, obligan pagos para sus rentas criminales, ciudadanos de a pie, transportadores y todo tipo de comerciantes son asfixiados con las extorsiones.

Favorece el destejido social la tendencia de los diseños de las construcciones modernas en vertical, los vecinos apiñados se perciben como extraños unos a otros, especie de anacoretas, que a fuerza de tanto verse, apenas si contestan un saludo. Otro tanto se experimenta con las vías diseñadas para viajar rápido (en cápsulas llamadas automóviles) y no hacer paradas en donde compartir un café con los amigos, afanan en llegar al apartamento en donde los espera una silla y al frente la pantalla chica que los enajena, no quieren saber de problemas, como los turistas.

Razón tiene Navarro en objetar el empresarismo. Las experiencias han llevado a la destrucción del tejido social provenientes del gran capital. Un ejemplo registrado por la prensa ha sido el emprendimiento de algunos desmovilizados, los recursos dados por el Estado fueron apropiados por un puñado de comandantes que han prosperado en cadenas de hoteles y de Ongs, dejando a la mayoría de la militancia sumidos en la frustración y en la miseria, una decepción que contrasta con sus otrora sueños de luchar por un mundo mejor, que resultó ser peor. El capitalismo enseña la usura, enriquecerse con las ganancias ajenas, enseña a no compartir. Muchos mecanismos de participación conllevan al deterioro del tejido social, mucho que ver con el presupuesto participativo en Medellín, definido por los mismos líderes sociales como un campo de batalla en donde se dan cualquier tipo de rebatiñas por acaparar unos pesos, buenos aprendices de las máquinas clientelares.

El sentido comunitario se trenza con los sueños por los cuales luchamos (si hay vida, hay lucha. Las ganas de vivir... que nunca falten). El dinero sin esfuerzo corroe, el capitalismo conduce por los senderos de la competencia desleal, no importa que tenga que pasar por encima de mis semejantes. El sentido de comunidad está ligado al trabajo, éste, en sí mismo, es el tesoro como en la fábula de La Fontaine. Por eso viene a bien preservar el espíritu de comunidad, no dispersarlos como sucedió con los desmovilizados paramilitares, que luego engrosaron las filas de las bandas criminales que hoy jaquean a las ciudades con sus rentas criminales.


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