Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com

Hombres sin presente. Pasamos la vida entera angustiados por el mundo venidero y por el que ya pasó. Cuando menos se piensa el tiempo se nos vino encima, y todo aquello postergado se ha vuelto irrealizable: cuando me jubile leeré los mejores libros, pasearé… y esas miles de cosas más con las que se sueña el hombre del común. Desde la cuna y en la escuela se nos enseña a trabajar duro para ser alguien en el futuro, prepararnos para un hipotético mejor mañana. Ser buen hijo, buen estudiante, buen miliciano, buen trabajador. Y el presente no aparece por ningún lado, ha sido desterrado de nuestra propia cultura. 

Pero esto no siempre fue así. Fueron los estoicos quienes comprendieron y vivieron en un presente extendido en donde confluían el pasado y el futuro. El presente es corporal, pertenece al mundo de lo concreto y no de lo intangible o de lo incorpóreo. El presente es el tiempo de las mezclas o de las incorporaciones, es el proceso de la incorporación misma. Temperar, temporalizar es mezclar. El presente mide la acción de los cuerpos o de las causas. El futuro y el pasado son más bien lo que queda de pasión de un cuerpo. El presente no salta por encima del instante, anulando el Ser para que emerja el devenir, el futuro. Estas ideas son presentadas en el texto la Lógica del sentido de Gilles Deleuze. 

Vivir en y por el presente conlleva a la liberación de sí mismo, no culpar a otros de lo que pueda pasar o de lo que pudo haber sido y no fue. «Mi gusto por la muerte que era el fracaso de la voluntad, lo sustituiré por un deseo de morir, que sea la apoteosis de la voluntad... Conviértete en el hombre de tus desgracias, aprende a encarnar su perfección y su estallido», dice Bousquet. O en palabras de Nietzsche: Lo que convierte las llagas en repugnantes es nuestro desprecio por ellas. Aprender a vivir mí tiempo, tomar las riendas de mi propia vida, ejercer mi voluntad y no responsabilizar a nadie de mis acciones o de lo que he dejado de hacer, tiene el efecto de producir espíritus altivos y libres. Por ejemplo, cuando el cuerpo se encuentra en condiciones mermadas de salud, bien aconseja la sabiduría en disponerse para habitar la enfermedad, incorporar nuevas prácticas convenientes y atrás dejar la mala voluntad, el estar renegando y responsabilizando a otros de nuestras propias desgracias. Así, la libertad individual destituye el resentimiento y una supuesta opresión de la sociedad. No es una voluntad externa, es mi voluntad. Encarnar mi propia herida

Es la habilitación de una ética ciudadana, una ética de sí, una ética de la existencia, ciudadanos constructores, forjadores de sus propios destinos, sin tener necesidad responsabilizar a otros de lo que pueda pasar, mis acciones me competen sólo a mí. Esto es, en pocas palabras las consecuencias sobre la cultura y sobre la existencia que determinan las concepciones del tempo en nuestras vidas. 

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