Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


El humano es inacabado, nunca termina de formarse, está en permanente hacerse. El devenir y la variación le definen bien. El tiempo y el espacio nos configuran, nos moldean. A dónde fueres, haz lo que vieres, las costumbres, los ritos, las rutinas hacen a las sociedades, son la materia prima de las comunidades, con ello modelan a sus miembros. Es todo un formateo. Se construye una cierta autonomía individual desarrollándose en sociedad, interactuando con los otros, se aprende de ellos intercambiando, compartiendo, siempre en coexistencia, lo uno y lo múltiple.


Somos seres sociales, no existen islas sociales de individuos, no hay hombres que sean islas. El hombre existe si está con otros. Yo soy el otro. Somos flujos de efectos. Los afectos son una red de intercambios «El hombre, con esta capacidad de repartir afecto, de construirse sobre el afecto, en intercambio permanente con el afecto del otro, participa así en una especie de conexión en red con el otro, que es lo propio de este individuo singular.» Pascal Picq en: ¿Qué es lo humano? 


Una sociedad mantiene sus pilares con los hábitos, las costumbres en su repetición se aprenden por imitación. Los rituales son recursos para el apaciguamiento o para fortalecer la valentía, cuando la fuerza es aconsejable, conveniente. Es ejemplo de imitación, las modas que no incomodan, la manera de caminar de los individuos que se aprende en el grupo, y varían de un país a otro, a decir de Gabriel Tarde en la Leyes de la Imitación. 


“Nacemos monos, es la educación la que nos hace hombres.” Julien-Joseph Virey. «El hombre es un animal, un animal que se toma por hombre. El tiene una alta opinión de sí mismo que lo empuja a interrogarse y a averiguar sobre sus orígenes» Picq. El hombre es un animal que habla, la biología no tiene dudas de ello. No así para el filósofo que pone el énfasis en el hombre que manda porque habla, el lenguaje es Poder, es mandato, el jefe habla, con su discurso orienta, comanda, da instrucciones, habla para convencer, los demás callan, veneran, consienten. 


Todo lo anterior no es más que decir el viviente y su medio, naturaleza y cultura. Naturaleza designa lo que nace, natus, nacimiento, así como cultura proviene de cultivar, una y otra no son más que la cara de una misma moneda. Naturaleza se dice de la suma de nacimientos. No hay nada puro, todo es mezcla, es devenir. Lo duro y lo blando, corporales e incorporales, ciencias de la materia y ciencias del espíritu, de lo inmaterial.


A todas estas, si la sociedad y el territorio nos enmarcan, nos condicionan, la pregunta por resolver es ¿en donde queda la libertad individual? ¿Cuáles son los límites del Poder, del Gobierno de los otros? ¿Cómo poner control al abuso del Poder? ¿Cómo garantizar lo justo, la justa distribución para evitar la miseria humana? ¿Cómo es una sociedad justa? Lo cierto es que el grupo social tiene un margen de libre desarrollo del individuo, todos necesitamos de una isla de intimidad sin la cual naufragamos, necesitamos espacios propios, la propia habitación para exorcizar nuestros demonios, para salirnos de nosotros mismos y reingresar renovados. 


Hay grados de libertad, no estamos totalmente amarrados, condicionados al punto de la asfixia, de la esclavitud, de la servidumbre voluntaria. El cerebro bien se sabe es un aparato de confrontaciones. Y también la misma innovación, la estética y la creatividad empujan a cambios que se creen mejores a los existentes. Pero sobre todo están las pequeñas luchas para hacernos a un lugar en este mundo cambiante, porque somos seres inacabados, no paramos de rehacernos constantemente. Pero sobre todo viene a bien esa estética de la existencia que aboga por una cultura crítica que edifica la vida.

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