Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

En el amor está la intensidad, flujos de deseo hacia una otredad, hacia un otro que nos atrae y sentimos que le amamos más allá de un goce narcisista. El caos, lo contingente, lo inédito junto a los diferente es lo propio de la experiencia amorosa. Leo a Alain Badiou en el libro Elogio del Amor y nos define este sentimiento amoroso como el acto entre dos que se da en la diferencia. El más común, el más mencionado es el amor en pareja,  es la unidad mínima, porque ha de recordarse que somos seres sociales, donde se celebra un acto entre dos, se construye la diferencia. El amor se reinventa en el riesgo y la inseguridad. Así el amor es una reinvención permanente. 


El amor es una confianza hecha en el azar. La materia prima del amor es la reinvención, todo está por hacerse porque en el tedio morimos. Lo recíproco también es lo propio del amor. Eres la roca firme sobre la cual construyo mis sueños. El amor es hacerse a una experiencia en el mundo teniendo a un otro de compañía. El amor es una potencia, todo está camino a realizarse, el amor es un encuentro de dos diferencias. Dos vidas que aceptan construirse, hacerse en un flujo de intensidades, en lo contingente.


Más allá del primer éxtasis de los primeros momentos, está la construcción permanente y duradera del te amo por siempre, el siempre equivale a una eternidad personal, a esa eternidad del pliegue de tiempo de dos que decidieron caminar juntos sin desfallecer ante los primeros obstáculos. Todo por una experiencia... acostumbra decirse, las nuevas experiencias que renuevan, transforman, lo distinto, lo inédito, lo contingente, es el caos en sí que vivifica una relación, muy contrario al estribillo que dice: se casaron, comieron perdices y fueron felices


En el amor se inventa un nuevo tiempo de duración, es una temporalidad nueva, te amo por siempre es el equivalente de toda una eternidad en la contingencia de ese acto de dos, de ese amor a dúo, es el deseo de durar en lo desconocido, en lo inédito. En la promesa de felicidad se alberga esa eternidad. El enemigo del amor no es un otro, soy yo mismo, mi narcisismo que sumerge el cuerpo en la resonancia del goce. Por eso el amor trasciende ese placer, ese mero goce, esa pequeña muerte del éxtasis, caer en el caos del vacío.


Los amantes están solos en el mundo, son los únicos depositarios de una diferencia a través de la cual  ellos experimentan el mundo. El amor puede triunfar, no su duración. Por eso la contingencia, la haecceidad, los flujos de intensidades que atraviesan los cuerpos, es el devenir de las parejas que en cada momento piden cuidados, refrendan la diferencia y la repetición, es una lucha contra la separación: “Dime otra vez que me amas”, y también muy a menudo: “dímelo mejor”. Y el deseo siempre recomienza. Bajo la caricia se puede escuchar, si está encantada por el amor, “¡Más! ¡Una vez más!.” Se ama la diferencia, la que nunca verá dos veces. “Vas a cumplir ochenta años. Has empequeñecido seis centímetros, sólo pesas cuarenta y cinco kilos y siempre eres bella, graciosa y deseable. Hace cincuenta y nueve años que vivimos juntos y te amo más que nunca. De nuevo llevo en el hueco de mi pecho un vacío devorador que sólo calma el calor de tu cuerpo contra el mío.” André Gorz.


Todo es fluir, es flujo, es caos y el amor se construye y se reinventa momento a momento en la diferencia que enriquece la vida más que disminuirla.

You can leave a response , or trackback from your own site.

0 Response to " Elogio del Amor "

Publicar un comentario

Formemos Red

Preferencias de los Lectores

Todos los Escritos

Rincón Poético

Seguidores