La instrucción se diferencia de la educación porque se refiere a la transmisión de conocimientos técnicos específicos tendientes a dominar algún campo técnico en particular, esto equivale a la apropiación técnica para entrar al mundo laboral. Educación por el contrario está referido a afianzar valores de saber vivir en sociedad, moviliza hábitos y costumbres propios de una región o país, lo propio que los diferencia de otros. El primero, la instrucción, es un campo abierto de aprendizaje, es flexible, se adapta a las fronteras técnicas y científicas de lo que se nos propone como novedoso y mejor, a lo siempre flexible. La educación se aferra a los hábitos y costumbres, es inflexible, aunque la vida se distingue por lo cambiante y flexibilidad.


En la educación por el contrario se insiste en afianzar valores si se quiere éticos o morales de larga duración. «En las sociedades modernas - allí donde se intensifica la violencia y donde se multiplican los conflictos- le es exigido a la escuela desarrollar lo que regulariza la conducta y abre la vía a la ciudadanía; los docentes se vuelven entonces atentos a la solidez del grupo cuya carga soportan y cuya vitalidad favorecen (por medio de encuentros, de explicaciones, de intercambios, de proyectos comunes variados). La educación se vuelve tan importante que debilita la instrucción». 


Hasta acá nuestro preámbulo, demos la palabra a Dogognet.


Instrucción


Por Francois Dagognet


La instrucción consiste en comunicar - al niño en particular- un conjunto de conocimientos, estos están incluso consignados en un programa. Los oponemos a la educación que tiende a desarrollar hábitos del carácter y de moralidad.


En las sociedades modernas, allí donde se intensifica la violencia y donde se multiplican los conflictos, le es exigido a la escuela desarrollar lo que regulariza la conducta y abre la vía a la ciudadanía; los docentes se vuelven entonces atentos a la solidez del grupo cuya carga soportan y cuya vitalidad favorecen (por medio de encuentros, de explicaciones, de intercambios, de proyectos comunes variados). La educación se vuelve tan importante que se debilita la instrucción.


Expresamos nuestro profundo desacuerdo. Este método conduce al fracaso; primero porque reposa sobre hábitos; ahora bien, éstos serán barridos pronto por otros que el medio social favorecerá. Luego el niño instruído resistirá más porque porque el saber y la cultura pueden expulsar lo instintual, abriendo a la variedad, a la tolerancia y sobre todo a la reflexión.


A nuestros ojos, importa menos «educar» que trabajar en la transmisión de conocimientos; algo que en nuestros días es particularmente difícil porque, por una parte, la calle facilita la propagación de lo peor, y por tanto la facilidad y la corrupción; por la otra, los lugares culturales de la ciudad (cine, televisión, periódicos) no se separan de lo que dominan, y lejos de desviarnos, lo diseminan con insistencia.


La instrucción va a consistir precisamente en filtrarse en los espíritus y convertirlos a las obligaciones del pensamiento. En esta perspectiva, conviene urgentemente simplificar los programas y modernizarlos. Hoy no dudamos que la escuela fracasa: reproduce los cortes sociales, mientras que debería impedirlos si todos fuesen llamados a entrar en el saber; la mayor parte son apartados del buen camino.


En resumen, asistimos al triunfo de un doble erre: primero una enseñanza que distribuye «al lado» (los hábitos cívicos, la moralidad) en lugar de lo esencial. Otro disfuncionamiento: el saber no llega a todos los alumnos debido a su complicación y a su carga. Convendría disminuirlo en cantidad como en dificultad (en caso contrario sólo sirve para discriminar). Hemos preconizado, por nuestra parte, acrecentar los trabajos de los trabajos manuales de acompañamiento así como la práctica del deporte o la gimnasia.


No es que queramos «desintelectualuzar» las enseñanzas, sino que deseamos crear una escuela que pueda rivalizar con un afuera que la debilita. Es menester que aceptemos robarle a nuestro enemigo (la calle, la televisión, el periódico) sus propios sortilegios.


En suma, la instrucción profundamente renovada (no elitista) trabaja indirectamente pero de manera segura por la educación, mientras que ésta cultivada por sí misma, no aportará más que decepción.


(Dagognet, Cien palabras para filosofar, Ed. Piedrarosstta).


Próxima columna: Enfermedades del Espíritu

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