Historiador
Colombiakrítica
La tierra es hija del Big Bang, el azar está allí. Las montañas tienen sus formas caprichosas así como las corrientes de vientos son impredecibles que corretean veloces por el cañón, por el valle, por los riscos. Venimos de esa gran explosión del Universo, somos hijos del trueno, del caos, del azar y de la necesidad, nuestra vida en cada momento se sortea con las dificultades del territorio y su medio favorable. El hombre, al igual que otras especies, luchan por sobrevivir tomando lo que la naturaleza les ofrece, somos seres interdependientes. Pero es cosa bien sabida que el hombre es el que más come tierra, es el mayor depredador, la civilización no es más que la doma, el dominio, la conquista del territorio por parte del homo sapiens.
Cada día viene con sus ruidos de motores propios de la civilización, su intensidad se va apaciguando con el atardecer, al menos en las ciudades que aún no son de vida nocturna. Un atardecer si es en zona más bien campestre, el viento y el canto de los pájaros es más acentuado. Las miradas suelen ser más distraídas, algo desprevenidas ante un paisaje que trae solaz al espíritu. Las nubes fugaces y caprichosas hacen virar hacia otro lado. Pronto la noche se a cerca y con ella se va el tedio del día.
Desde la altura la noche y la oscuridad enfatizan pequeñas luces numerosas que resumen un barrio, unidades residenciales que forman una especie de cúpula de una iglesia, una estrella deformada. Para las viajeros astronautas mirar la tierra desde allá arriba es similar cuando se está acá abajo, es una especie de imagen invertida con sus diferencias de forma, pero lo esencial de los puntos luminosos se mantienen: arriba en el firmamento los astros, las estrellas, abajo en la tierra formas luminosas que contienen islas, barrios, ciudades.
Todo depende de todo, somos seres interdependientes. Todo nos constituye, el caos implota en lo más profundo de nuestro ser. La naturaleza nos impone sus ritmos pero a la vez nosotros la intervenimos hasta transformarla, incluso domarla fue el propósito de la era del antropoceno que alerta de los recursos finitos y nos reta a nuevas invenciones porque se augura que todo es irreversible. Pero la naturaleza es caos, es caprichosa y por supuesto no necesita del hombre, sin él, de seguro todo prevalece, se impone el más fuerte, el más adaptable, nada raro, nada del otro mundo.
De allí vienen los que hacen eco del tiempo irreversible, las transformaciones simplemente suceden y sólo queda adaptarse a las nuevas condiciones, a nuevas energías como lo es la nuclear, dejando atrás el petróleo, por ejemplo. En su presidencia Obama agitaba la bandera conservacionista, lideraba los acuerdos climáticos. Hoy por el contrario, el hoy mandatario de EEUU Troump, no mira hacia atrás sino hacia adelante... si el tiempo no es reversible, entonces las apuestas están en las nuevas tecnologías, por eso tiene tan cerca a los gigantes de GAFA: Google, Amazon, Facebook, Apple, Twitter… La Inteligencia Artificial es su gran apuesta y sus ciudadanos blancos, por supuesto. Mientras tanto para el ciudadano de a pié pasa un día, una noche, una vida, un batallar en estos tiempos irreversibles.
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