Historiador
Colombiakrítica
En el graffiti la memoria de las víctimas de las madres de la comuna trece, del año dos mil veinte se leía: Nos están matando, y borrado este comienzo de año de 2025 por la presente alcaldía de Medellín, y vuelto a pintar por ciudadanía ofendida y resistente con nuevo titular de sus protagonistas: Las Cuchas tienen razón, en referencia a la búsqueda de 522 desaparecidos en la Operación Orión, ello nos retrotrae recuerdos algo dispersos. Perdone el lector esta osadía de síntesis, pero nos pudo más la emoción de los hechos..
La memoria de la violencia enseña a la no repetición de la crueldad que emerge de lo peor de la condición humana. Sea ésta una intención de los presentes recuerdos. La violencia es de tiempos inmemoriales, nuestros hermanos Caín y Abel nos lo recuerdan, aquel agricultor, éste pastor o granjero. Uno quiere extender su territorio para mayor y mejor explotación pero en desmedro del pastoreo de aquel. Allí empiezan las diferencias de correr el cerco, para ganar territorio, para sacar ventajas saldadas con el asesinato del provocador y ventajoso Abel.
Conquista
La violencia de nuestra historia se resalta con los conquistadores españoles de espada y bayoneta descargadas sobre los indígenas hasta aterrorizarlos, someterlos, apoderarse del territorio y del oro para enviarse a los reyes de la corona allá en España. El baño de sangre corrió hasta que los españoles y criollos se impusieron. A renglón seguido una anotación de ingratitud del colonizador: mientras los indios veían a los españoles como dioses, una especie de unicornios elevados en sus caballos, éstos veían a los indígenas como a lo peor, a las peores bestias salvajes a domar o asesinar en la crueldad mayor desatada.
A partir de allí el valor indígena fue devaluado y se impuso el español. Aunque el mestizo al pasar el tiempo fue lo común, pero todos querían ser descendientes de españoles puros, el mito de sangre azul fue promovido pese a que toda la sangre es roja. Todos querían renegar del pasado indígena y blanquearse a lo español, padres casaban a sus hijos con alguien creyeran fuera de mejor familia en rebuscado árbol genealógico. Y fue así como el mestizo, el negro petrendió ser blanqueado. De allí, aún en nuestros días, eso horroroso del árbol genealógico y de pretender ser descendientes españoles, grandes feudos, grandes terratenientes que reclaman derechos sobre grandes y mejores extensiones de tierra.
La población indígena fue diezmada y los españoles fueron los triunfadores, los vencedores. Estos territorios fueron colonias que con sudor y lágrimas tributaron oro al Reino Español. Damos otro salto mortal a otro hecho violento: los criollos se rebelan contra esa corona española y gritan independencia instaurando la República de Colombia.
La República de Colombia
Sobresalen dos grupos de poder que hasta el momento persisten: los de ideas liberales o que procuran el libre mercado basado en lo fabril. Y los conservadores que defienden el valor del terruño, la explotación del campo, lo tradicional con camándula en mano. Ciudad versus campo, valores conservadores versus valores libertarios será el caballito de batalla, será la leña que avivará el fuego de la violencia de nuevas matanzas. Ese río de sangre calará en la posteridad de la emblemática violencia de los años 1948 con la matanza del populista liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Violencia Bipartidista y Guerrilla
Acá permítasenos otro salto al XX con la violencia bipartidista desatada desde 1948. Fue la violencia guerrillera desatada por la exclusión económica y política, signada por el robo de sus gallinas y marranos al entonces guerrillero Manuel Marulanda o Pedro Marín proveniente de esta violencia bipartidista entre liberales y conservadores que derivó en violencia subversiva. La exclusión del campesinado los lleva contra las cuerdas. Esa fue la cuota inicial para lo que fueran las guerrillas más numerosas de Colombia que calcularon en su época con más de veinticinco mil guerrilleros. Fue la puja existente entre revolucionarios campesinos y revolucionarios de ciudad, aquellos luchadores de hacha, machete, escopetas y luego fusiles, y los otros citadinos de corbata, bolígrafo y lengueriles, unos de acción y otros de verbo, ideólogos o demagogos que desde sus oficinas alentaban la lucha.
Acá vale la pena otro énfasis para diferenciar dos momentos de la lucha guerrillera. La primera tienen que ver con la lucha de guerrilla campesina, con un ejército fuerte en las montañas, en el campo que calibraba el momento ideal para tomarse el poder en la vuelta de la esquina de la ciudad con el apoyo de los cuadros citadinos, ese era el ideario del legendario guerrillero Manuel Marulanda.
Mono Jojoy
El otro momento bien diferente estuvo liderado por el avezado y sanguinario alias Mono Jojoy, el mismo de los collares bomba puestos a los secuestrados. Fue quien desestimó los revolucionarios de ciudad o burócratas de izquierda que según él no sabían coger un fusil ni sabían que era cargar un morral pesado monte arriba. En ésta discusión, y muerto Marulanda o Tirofijo, triunfa el ala militar del Mono Jojoy de llevar la guerra a la ciudad. Recordar que con Marulanda se contemplaba la acción armada en el campo y en la ciudad sólo se tenían los cuadros o aliados ilustrados haciendo la propaganda y preparando el terreno para cuando se diera la toma del poder. Otras guerrillas con influencia en la ciudad fueron el M-19, sigla que quiere decir movimiento del 19 de abril en conmemoración de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. Otra guerrilla es el ELN, habrá otros inspirados en vertientes ideológicas derivadas de sus líderes tales como Mal tse Tung, Lenin, Carlos Marx entre otros, tantos como capillas puedan haber.
La lucha en la ciudad
Las guerrillas urbanas tomaron su asiento en los barrios más marginales y periféricos de la ciudad, sólo mencionamos el Ocho de Marzo, Belencito y resaltamos la Comuna Trece. Allí las guerrillas urbanas se instalaron por ser un corredor estratégico de engorde de finanzas con el comercio ilegal de armas y de drogas. Con todo este rodeo se quiere aterrizar en esa disputa territorial por la comuna trece. Allí las guerrillas urbanas se asentaron y dirigieron operaciones.
Operación Orión
Frente a esta toma estratégica del territorio por parte de las guerrillas izquierdistas, en el 2002 el gobierno nacional con el presidente Alvaro Uribe a bordo, decide entrar en disputa por ese territorio o corredor estratégico de la Comuna Trece. Las fuerzas militares, de policía y paramilitares entraron al territorio con hombres encapuchados que iban dando dedo, iban señalando a quien matar: este es guerrillero, este auxiliar. Balas iban, balas venían.
Otro tanto hace la guerrilla quiénes habían destinado un comando élite especial de francotiradores de sus mejores hombres y mejores armas para repeler en tierra y en aire, su objetivo fue auxiliar a sus milicianos, era un cordón, un anillo de seguridad para sus milicias apalancadas allí resistieran, se defendieran y triunfaran. Su función lógica como ha de entenderse era de coadyuvar a los milicianos que se defendían de la arremetida estatal, de la fuerza pública.
Pero en la estrategia de la guerra, la correlación de fuerzas es desnivelada para algún bando que sufre desventajas, saldrán vencedores y vencidos, es lo que se cree. El ejército, la policía y los paramilitares hicieron lluvia de balas hasta hacer que a su otro bando se les agotara la munición. Y así fue. Asfixiaron al enemigo, el comando de élite guerrillero desistió, no tenían más de otra que retirarse, estos hombres de alto valor hicieron su retirada, dejando que los leones se comieran vivas a las ovejas, a los milicianos urbanos.
En todo vale de la Guerra, los mercenarios
Preguntarán por las razones de esos hombres incógnitos que iban dando dedo, iban señalando a este sí, a este no, este muere, aquel no. Solo basta decir que en la guerra todo se vale. Allí la inteligencia militar hace posible lo imposible, que el enemigo sea amigo, el soborno que entra por la puerta grande de la ambición. También preguntarán porqué ambos bandos enfrentados tenían las mismas listas que señalaban a quién debían matar. También atinamos a decir que existen los mercenarios de guerra. Un actor armado legal hizo su agosto vendiendo a unos y a otros información recabada y acopiada con inteligencia de campo en el territorio. A los traidores prometieron impunidad, licencia delincuencial para atracar bancos, asaltar carros de valores, ciertos almacenes, en fin, ciertos privilegios que se negocian en esa lógica de la guerra.
El poder y sobre todo la guerra sólo distingue amigos y enemigos. La sociedad entera está inmersa en ese infierno de la guerra que para muchos es una fiesta o por lo menos un juego al que todos estamos condenados a jugar, a tomar partido. La historia reciente conoce los magnicidios de candidatos presidenciales en los cuales la ultraderecha vio peligrosos y a los cuales les truncaron su camino, fueron ellos: el liberal Carlos Galán, los de izquierda Pizarro, Bernardo Jaramillo Ossa, Pardo Leal. Y emblemático fue el exterminio del Partido Unión Patriótica con por lo menos cinco mil militantes asesinados.
En nuestros tiempos no parece que se haya aprendido lecciones del baño de sangre. En muchos países del mundo emerge la ultraderecha que patea las instituciones democráticas y sus órganos de representación, se impone la razón de mercado y de la tecnocracia, es claro ejemplo el triunfo de Troump en los Estados Unidos. Éste es un paneo síntesis de la violencia criolla.
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