La Imitación
Por Mauricio Castaño H

En la política y en sus líderes, la sociedad se dinamiza y se agita. La política porque es una de las formas más organizadas que han encontrado las sociedades para el ejercicio del poder. En sus líderes porque son ellos quienes encarnan las expresiones políticas. Y como en todo lo que es dinámico, todo cambia, un hecho da lugar a otro mejor o peor, lo importante es la evidencia del cambio. Otro tanto sucede con los liderazgos, permanentemente se renuevan a la par de las exigencias que la sociedad misma demanda.


Citemos en la superficie el cambio de liderazgo presidencial que se ha dado en Colombia: al presidente Uribe le sucedió Santos, que pese a la promesa de continuismo, el tiempo y la vanidad misma, empujan a que el último se venda como el mejor para la sociedad que así lo desea. Aquí no valen ni la gratitud ni la lealtad, vale más el deseo de saciar a un pueblo que ha pedido cambio. Existe un dicho tan antiguo como popular que denota la importancia que se le da al poder vigente, en el cual se anuncia la muerte del rey, pero inmediatamente (sin lugar a elaborar el duelo) se grita un ¡Viva! al rey nuevo, este dicho es: «El rey ha muerto. - ¡Que viva el Rey! » u otro equivalente: «A Rey muerto, rey puesto». Nuestra sabiduría popular expesaría: «se sube como palma y se cae como coco».



Pero más que hablar de lo efímero que son los hombres en el paso por el poder, interesa más resaltar la idea de imitación que hacen unos seres de otros. Fue el sociólogo francés, Gabriel Tarde, quien hiciera notar cómo la obediencia y la confianza, tienen su origen en la imitación que se hace de un hombre que se estima superior, bien sea por su abolengo o por su propia dignidad ubicada en la escala más alta del prestigio social.

Esta imitación tiene «por móvil una admiración devota y, por decirlo así, amorosa». Pero así como se ama, también se llega a la envidia (que puede ser disimulada), se pasa de la admiración al desprecio. Lo que importa resaltar es el proceso dinámico que existe en toda persona para experimentar un ascenso hacia lo que se estima el progreso de su condición indiviual. No importa si hay que destruir a ídolos pasados, lo que urge es la necesidad de instaurar unos nuevos. La gran masa los desea para copiarlos.


«Un hombre enérgico y autoritario ejerce, sobre las naturalezas débiles, un poder irresistible, ofreciéndole lo que les falta: una dirección (el subrayado es nuestro). Obedecerle no es un deber, sino una necesidad: de este modo comienza todo lazo social. La obediencia en suma, es hermana de la fe. Los pueblos obedecen por la misma razón que creen; y así como su fe es el reflejo de la de un apóstol, su actividad no es otra cosa que la propagación de la voluntad de un dueño. Lo que el dueño quiere o ha querido, lo quieren ellos; lo que el apóstol cree o ha creído, eso creen ellos; esta es la razón por qué enseguida que el amo o el apóstol hace o dice, ellos lo hacen o dicen o tienden a hacerlo o adecirlo». La cita es del autor en mención del texto Las leyes de la Imitación, página 232.

A este argumento de la obediencia como un acto de fé, y al deseo de imitar por parte de una gran masa de hombres a otro hombre que se considera un líder, se podría objetar que es contrario a las prácticas democráticas en tanto que tal actuación parece ser más de la inconsciencia. A lo que se puede responder, al menos, por poner un ejemplo, que es un imposible democrático una igualdad de todos los hombres en una disputa de poder, pués habrá quien se destaqué más para poder aspirar a una representación. O mejor aún, si una multitud de hombres son iguales en todas las proporciones, es casi que imposible que una mayoría esté dispuesta a conceder el benecio a uno de ellos como el mejor de entre la multitud. Por esta razón es que se dice que un triunfo electoral, no es más que el eco de una imitación de esa multitud hacia un individuo, al cual se le han asignado cualidades superiores.



Si la imitación es ley social, que va desde un mismo caminar uniforme para los indiviudos de un mismo poblado hasta preferir la esperanza a un sentimiento de destrucción. Digamos que los liderazgos también están presos o avocados de impregnarse de virtudes para hacersen dignos objetos de la imitación. Siguiendo con el ejemplo del territorio que es Colombia, el nuevo líder presidente se resiste a ser copia o sombra de su antecesor, mientras que otros nuevos indagan o fuerzan las grietas por las cuales renaceran otros nuevos, y así se va en la espiral de la construcción que se cree se hace del País, Ciudad o Municipio.


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