Por Mauricio Castaño H
Historiador
Quien mucho habla poco sabe. Con la boca llena de palabras, no hay lugar a saborear, a degustar, oír, ver, tocar, escuchar, olfatear. Platón invitó a sus amigos al banquete pero no se entregaron al disfrute de la buena mesa, sus bocas y lenguas las embutieron de palabras, a largos diálogos, a interminables conversaciones, al sólo verbo. Comida y degustación quedan por fuera, los cuerpos con la verborrea anestesiados están; la estesia, el sentir dormita. A falta de pan, sólo se ofrece circo. Platón habla del amor, pero no hace el amor. Amar comienza por consentir, por oler con el otro, mezcla de olores. Los amantes se entrelazan, se mezclan, se funden en uno solo, poco o nada hablan. El homo sapiens quiere decir que tiene sapiencia, el hombre que sabe, que saborea, que conoce, que experimenta a través de los sentidos.
El verbo, el lenguaje que todo lo cubre, mata la experimentación, el empirismo; él prohíbe, inhibe los sentidos, sumerge en la inactividad, aparece el parasitismo, donde no se tiene nada que hacer, se allega la organización social de la anorexia y del desgano. La lengua que habla, mata a la lengua que degusta. Ejemplo: Norteamérica come fofo. Y bebe insípido, se ataruga desabrido. Helado, refrigerado además para adormecer las pupilas. Bebe y come en demasía hasta quedar como un barril, pues la sola calidad pone límites. Hay saciedad cuando se degusta, las papilas nos llevan al disfrute irrepetible. El animal come rápido, el hombre saborea, disfruta los olores, ya no caza.
La anestesia hace a los cuerpos horrendos, las palabras drogan los cuerpos y las cosas. Piel endurecida de los alcohólicos. Cuerpos con piel escamosa, esclerótica, rígida, insensible, cuerpos convertidos en estatuas, tumbas de cadáveres. Los hombres que sólo hablan y hablan, los que se dicen sabiondos, son hombres feos, sus cuerpos endurecidos por la inactividad, son torpes en movimientos, no saben bailar, no sienten, no saben amar. El buen vino protege del alcoholismo, la sapidez de los manjares salva de la obesidad. Lo que no despierta los sentidos, los droga. El empirismo prescinde de la farmacia.
El imperio del lenguaje se instala, viene la administración del verbo, los media atraen por su seducción, la ciencia por su juicio de verdad, por su producción de verdad. Se condenó a Galileo en nombre de las Escrituras. El verbo produce una clase dominante abstracta, ebria de códigos: legista, informática, rigurosa, tres veces eficaz, productora de mundo, de consumo. La gramática olvida la física y la biología, además las pasiones y toda la literatura. La filosofía abandona la dureza sublime para que la lengua no muera por sofocamiento. La lengua ha producido la ciencia, la ciencia ha hecho posible mil técnicas, éstas hacen bastante ruido para que se pueda finalmente decir que el mundo clama lengua. La enseñanza pasa por el discurso, lengueril, sólo espíritu, ignoran la presencia del vino y del pan. Priorizan el verbo. Producen ciencias distribuidas en Facultades universitarias, partición disciplinaria, conflictos de secta, heréticos, riñen por tener la voz, por defender la idea.
En suma, el verbo opaca el cuerpo, lo sólido, la experiencia, la empiria, el contacto con el mundo material, y las ciencias duras y blandas lo perfeccionaron, siendo las ciencias humanas campeonas, drogas en las habladurías. Así, las ciencias toman el camino del Juicio, de juzgar, de la crítica. Vigilar, observar. El que vigila es sagaz: que sabe olfatear, un zorro para el engaño. Vicio es la astucia. Las ciencias humanas vigilan, las ciencias exactas observan. En la ausencia de Objetos, sólo vigilan se consagran a las delicias de la policía, a la prisión política, se condenan al infierno de las relaciones, nos lanzan al belicismo, a las olimpiadas. Las unas de las edades míticas, la otra con la edad de nuestra historia. Análisis reproduce el verbo griego que significa desligar. Analizar exige que se deshaga un nudo, deshacer vínculos, deconstruir, despedazar. Desmenuzar, quebrar, romper esto es el análisis. Pensar en desligar, desanudar, romper, destruir es la Dialéctica de la dualidad, de la guerra. Metodologías científicas del abandono de las cosas y del cuerpo, del discurso de lo puro Abstracto.
Es la vía horrorosa de las Olimpiadas, de competir, de empeñarse en ser mejor que el otro. El que engaña y trampea lo hace porque quiere ganar. La carrera nos lleva a pasar por encima de los demás, a estrujones, quitándolos a la fuerza del camino. Despliegue de astucias extremas. Es el camino de la dialéctica, de la guerra, si no estás conmigo, estás en mi contra, entonces te declaro la guerra, y si te logro dominar, sólo te declaro una paz relativa. El pregonar guerrerista: la guerra es la madre de todas las cosas. Adoran batirse. Pero nada más mentiroso. De ella solo queda devastación y muerte, solo sale Destrucción. No se verá guerrerista inventor o constructor, sólo miserables hombres, rugir de bestias. La guerra es la madre de las bestias. No existe belleza en la guerra. La crueldad sólo hace brotar la sangre. La vida son las fuerzas que contrarrestan la muerte.
Ante un mundo lleno de ruido, colmado de lenguaje que todo lo encubre, viene a bien el silencio. La salud es el silencio de los órganos, si escucho los órganos es señal de enfermedad. La cura es el silencio a la enfermedad del imperio del lenguaje. Toda buena obra nace en el silencio y en paz. Esquivar las luchas, batallas, evitad la droga lengueril que nos endurecen la piel, salir a caminar, como lo hacen los espíritus libres, libres de amarras y de esa horrenda pasión de pertenencia que explota el mundo. Espíritus libres para crear, construir. Cuerpos plenos que sienten. Salgámonos del juego de la guerra.
Mejor saber, saborear que sólo hablar, que dar la espalda al mundo, a sentir las cosas. La sabiduría emana del cuerpo. Lo más profundo es la piel. El buen catador saborea con boca y ojos cerrados, luego se deja llevar por las sensaciones que luego describe. El buqué no produce lenguaje, lanza a la conversación, arte consumado, perfumado, del espíritu efímero, fugitivo, vivaz. Huid de las filosofías y del entorpecimiento de la lengua. El alma y el cuerpo no se separan sino que se mezclan. No hay purezas más que la mezcla. Todo viene del cimiento, del asiento, del contacto a tierra. Retiraos al jardín epicúreo. Buscar morada fuera de esa razón. Se aconseja no discutir, más bien sentir, experimentar. La sensación inaugura la inteligencia, imponer silencio de lengua, pues el barullo distrae, dilata, desconcentra. El pensamiento empieza cuando la pesadez se va, libre como el viento, entregado a los viajes. Partir significa ir en todos los sentidos. Celebramos Los Cinco Sentidos de Michel Serres.
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