Por Mauricio Castaño H
Aporte
Consejería para la Convivencia y Reconciliación Medellín
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La violencia es la herramienta eficiente que los poderosos desalmados usan para garantizar sus intereses, en esencia económicos. La emplean de forma frentera asestando golpes militares o la usan con solapo armando escuadrones de muerte o paramilitares, Colombia es ejemplo de ello, sus movimientos sociales y disidentes fueron acribillados, aplastaron la protesta, en especial la que chocaba con los intereses económicos de unos cuentos empresario dueños de los macro negocios. Y a ellos se les suman los carroñeros mercaderes que negocian con armas, quienes siempre se les verá insistir en avivar la guerra y en ser cicateros con la paz, las jugosas ganancias privadas pueden más que el bienestar colectivo. Su moral les dicta que su vendetta de armas y balas por si sola es buena, que el problema es que la gente se eche tiros. Pero bueno, sin desconocer esa premisa, ni que por cada mercenario que muere también fallecen cuatro civiles, ni que más del noventa por ciento de las balas disparadas no dan en el blanco al que apuntaban sino que es plomo perdido que matan a seres inocentes. Pero bueno no hablemos del negocio de la guerra, hablemos de las víctimas, en particular las de la Ciudad de Medellín, las cuales no han tenido un hecho de Reparación Colectiva por parte del Estado Colombiano, que permita a las víctimas cerrar heridas y elaborar duelos, aliviar o mitigar miedos y angustias acumulados, que posibilite reflexionar y reconstruir el tejido social deshecho por el obrar violento de la narco criminalidad.
El Estado Colombiano fue incapaz de proteger y evitar la arremetida violenta de narcotraficantes contra la población medellinense durante la década del ochenta hasta entrado el año 2003. Hubo muchas víctimas de los atentados indiscriminados con bombas y balas hacia la población inerme, ciudadanos comunes y corrientes, líderes sociales, social demócratas, militantes de izquierda y policías fueron asesinados. Los cálculos varían desde cuatro, seis o diez mil personas fallecidas. La ciudad medellinense sufrió lo bastante, tanto como para decir que el miedo propagado se convirtiera en costumbre, haciendo parte de la cultura de las gentes. Puede ser que haya sido un antídoto, de dos males el menor, una manera de no perder el optimismo, pues ha sucedido en la historia humana que de las tragedias más horrendas, la vida se antepone, surgen fuerzas inéditas en las vidas que se sobreponen a lo peor, es la resiliencia.
Este episodio de violencia además de cegar vidas, también generó cambios en la vida económica, cultural y política de la ciudad y del país. Durante esta época la industria automotriz aumentó sus ganancias y los vehículos entrados al país a precios asequibles para personas que antes no podían permitirse un carro propio a bajos costos, gracias a la entrada ilegal de dólares o lavado de dineros como le llaman, los cálculos de riqueza del capo Pablo Escobar rondan los 30 mil millones de dólares. Estos flujos de dinero se irrigaron en la población satisfaciendo los gustos mafiosos que compraban conciencias, sin resistencia los fajos de billetes ofrecidos doblegaron ciudadanos, Políticos, líderes sociales, empresarios, muchos de ellos sucumbieron en estos negocios ilegales. Los embambados se pusieron de moda, gruesas cadenas y anillos de oro, lucían gafas oscuras de marca, sus fiestas con mariachis a bordo, y en la francachela no podían faltar las hermosas mujeres. Y su dese en el canto popular: “…Cuando me muera levanten / Una cruz de marihuana, / Con diez botellas de vino,/ Y cien barajas clavadas…”
La historia más reciente de la nación vivió el feroz capítulo de la crueldad del narcotráfico, de la narco criminalidad. Medellín sintió en carne propia esta guerra despiadada que retumbó en el país entero, las 250 bombas hicieron estremecer, miles de víctimas, y pocos hacían de ellos un festín de guerra, un negocio lucrativo. Para no darse cuenta de ello, tenía que tenerse los oídos bien tupidos con cera. La ciudad fue el laboratorio de la violencia, la revista Semana, una de las publicaciones periodísticas más importantes del país, describió así este capítulo del narcotráfico con Pablo Escobar a la cabeza: “No dejó gobernar a tres presidentes. Transformó el lenguaje, la cultura, la fisonomía y la economía de Medellín y del país. Antes de Pablo Escobar los colombianos desconocían la palabra sicario. Antes de Pablo Escobar Medellín era considerada un paraíso. Antes de Pablo Escobar, el mundo conocía a Colombia como la tierra del café. Y antes de Pablo Escobar, nadie pensaba que en Colombia pudiera explotar una bomba en un supermercado o en un avión en vuelo. Por cuenta de Pablo Escobar hay carros blindados en Colombia y las necesidades de seguridad modificaron la arquitectura. Por cuenta de él, se cambió el sistema judicial, se replanteó la política penitenciaria y hasta el diseño de las prisiones, y se transformaron las Fuerzas Armadas. Pablo Escobar descubrió, más que ningún antecesor, que la muerte puede ser el mayor instrumento de poder.” Revista Semana.
La ineficiencia del Estado, la inequidad en la ciudad, la pobreza, el desempleo, fue un terreno fértil para que creciera la empresa criminal del narcotráfico. En suma, es una violencia estructural vivida en el país y en el territorio que poco o nada se ha reflexionado, haciendo irrompible el círculo de la violencia. Fue el narcotráfico un motor incitador de la violencia sufrida por Medellín impactando todas las esferas de la vida.
Decir sociedad medellinense, es decir una suma de heterogeneidades que la enriquecen, la complementan. El sufrimiento, el daño, los olvidos, tocaron a todos, sin distingo alguno, de raza, creo político o religioso. Por lo demás, es de anotar que los seres somos sociales, sentimos un placer de estar juntos, en los parques, en las aceras, allí nos reunimos en la familiaridad para compartir. Pero este gusto de reunirnos, de estar juntos fue menguado, el tejido social deshecho, vinieron las desconfianzas, los miedos a los espacios abiertos, ganó la empresa de la muerte, esa cultura de la ilegalidad y de la violencia. Los ciudadanos tenían que acostarse temprano no fuera que los alcanzara la metralla o la explosiva bomba, prohibieron las motos de alto cilindraje y el parrillero, pusieron obligatorio un chaleco que exhibía por delante y por detrás las placa; en los carros cuando empezara a oscurecerse tenían que encender su bombilla interior. Se estipulan que los daños sufridos perduran por cuatro generaciones.
Este tema poco o nada se ha reflexionado, ni si quiera hay percato del tejido social destruido, de los cambios de vida que el dinero fácil incorporó. La ciudadanía está en mora de conocer lo que nos ha hecho tanto daño: historia de conflicto armado en Medellín. Reconocen los expertos la particularidad en el conflicto urbano de esta ciudad, sobresale esa lógica de combos, muy propia del mundo mafioso, del mundo del narcotráfico, a diferencia de otras regiones del país en donde las motivaciones son ideales políticos. ¡Cuando conocemos la enfermedad y sus causas, es fácil buscar el remedio para la cura! Medellín está preparada para la Reconciliación, la certeza viene de las mediciones realizadas en la ciudad que indican su favorabilidad, pero también lo muestra la sociedad por sí misma, que sigue adelante, sigue ahí pese a los daños y sufrimientos causados por las arremetidas violentas.
La Reparación Colectiva en su aspecto general, comprende medidas de Restitución, Compensación, Rehabilitación, Satisfacción y Garantías de No Repetición en los componentes político, material y simbólico; en sí, es el conjunto de medidas a que tienen derecho los sujetos de reparación colectiva que hayan sufrido daños. En sí, el énfasis dado es más de social y cultural, de recomponer el tejido social, de reflexionar la cultura en sus herencias mafiosas que la degradan.
El sentido es de asumir el daño social causado a la sociedad en general, los miedos, los sufrimientos, la extorsión que se irrigaron en la sociedad convirtiéndose en algo normal, en parte del paisaje, en rutina. Por ejemplo, los comportamientos preventivos en seguridad son eximidos al Estado y son delegables al individuo como parte esencial de la vida, quien no los practique, vive sus consecuencias como un robo, atraco, sufre una especie de regaño social, lo convierten en culpable por su descuido. Estas inseguridades afectan los comportamientos humanos. Por ello, y por las razones que manifiestan muchas de las víctimas que sintieron de forma directa los daños, reclaman más que una reparación material o en dinero, que los ayuden a elaborar el duelo, a sanar su dolor. Este mal también es sentido por quienes escucharon los estruendos de las bombas, de las metrallas, que sintieron la muerte de cerca, y fueron afectados en la medida que estos miedos fueron incorporados en sus cuerpos, en sus vidas; a esto nos referimos cuando hablamos de los altos impactos de esta violencia en cuanto que alcanzaron al conjunto de la sociedad, pues frente a un hecho violento, el mismo era transmitido y retrasmitido de forma inmediata y repetida, los medios de comunicación, sirviendo de canales brutos para que se irrigara el narcoterrorismo sin medir las consecuencias, sin posturas críticas que permitieran un distanciamiento, un rechazo a la avanzada violenta de la mafia. Es decir, los medios no jugaron un papel en donde ayudaran a elaborar duelos, hacer del horror un duelo sacrificial, no dejar tanta muerte en la inutilidad.
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