Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombia Kritica

Nuestro Ser colombiano no deja de ser problemático. Si tomamos el eje estructurante de la economía de nuestra historia más reciente del siglo veinte, tenemos la producción textilera, relevada por la bonanza cafetera, y a su vez ésta por el renglón de la economía del narcotráfico en toda su nefasta diversificación conocida como economía ilegal. En la revista Dinero, especializada en negocios, aseveran que de lograrse la paz con las Farc, no sería suficiente para acabar la guerra en este país. Tres renglones de lo que podemos llamar Paraeconomía seguirían: Paramilitarismo, Minería Ilegal y Narcotráfico. 

La minería ilegal de medio país, es la fuente de financiación de 10.200 Paramilitares con presencia en 347 municipios o de su nueva denominación Bandas Criminales o Bacrim. Sus ganancias anuales son de US$60 millones de dólares. Producto del Narcotráfico son US$ 2 billones, en una extensión del territorio de 25.000 hectáreas de estas siembras ilegales distribuidas así: “región central (15.000 hectáreas); Meta y Guaviare (8.000 hectáreas); Putumayo y Caquetá (7.000) y la Orinoquia (3.000 hectáreas).” El otro tema bien complejo son las más de 15 millones de Minas antipersonales sembradas, con 9.397 víctimas. Y para remover cada una estas trampas, vale entre 211 y 725 euros. 

Sumergida en este marco de economía ilegal, yace la sociedad que no puede sustraerse a esta realidad que trastoca los valores de las personas. Quien esté entrado en años, recordará la época de la industria textilera cómo un gran grueso de la población, era motivada o regida por unos principios que bien expresaba el mundo obrero. Ellos soñaban con tener un buen empleo en una fábrica, una familia en buenas condiciones, estilaban decir salir adelante, con el producto de su trabajo y su esfuerzo, tener una buena casa, brindar a sus hijos una carrera profesional, símbolo de progreso, pues la idea era que el hijo realizara lo que sus padres no habían podido hacer. En suma, ser obrero de una fábrica y tener una familia expresan unos valores de vida de esfuerzo y dedicación. Unos valores ya idos, ya corroídos por esa paraeconomía. Richard Senett ha estudiado este fenómeno en su libro la Corrosión del Carácter.

Esta economía ilegal y de muerte, este Hacer, determina en gran
medida la configuración del Ser y del Pensar, y a su vez, como una epidemia, se riega, se irriga en la sociedad en donde ser honrado y honesto, No Paga. Hoy nuestros jóvenes sólo piensan en cómo tener dinero fácil y rápido, para vivir al máximo los disfrutes del consumo a los que están convocando permanente los medios publicitarios. Saramago radiografió este problema en su libro La Caverna, en el cual los modernos Centros Comerciales, Templos del Comercio, son las nuevas cavernas de la época en donde los chicos se van como ratas de alcantarilla, a dar vueltas y vueltas,  olisqueando las mercancías. Y no sobra reiterar que este deseo desenfrenado, inescrupuloso, esta pleonexia o deseo desmedido, sin ninguna medida como llamaron los griegos, es terreno abonado o carnada para ir a la caza de nuevos mercenarios para estos ejércitos de la economía ilegal. 

En esta transvaloración, es pertinente recordar la novela La Virgen de los Sicarios del escritor colombiano Fernando Vallejo. La economía ilegal y del narcotráfico, se proveerán, se asociarán, tomarán como aliada a la Patrona Virginal y Santa María Auxiliadora. A ella piden los rezos para no fallar con el próximo muerto, en el próximo asesinato, en el próximo negocio, cometido por el ángel guardián del sicario, que va regando bala por todas las esquinas de Medellín, develando, llevando la buena nueva, los nuevos valores criminales por los cuales se regirá la sociedad. 

Sin lugar a dudas, para salir de este infierno, para proponer nuevos valores, una nueva sociedad, se tendrá que pensar en su soporte, en el zócalo económico ilegal que dicta unos antivalores de destrucción y muerte. Recordemos también la fijación de las reglas que comporta cualquier sociedad, tienen que ver con un canal que las armonice mediante procesos de Representación, Aprendizaje, Aplicación y Rememoración. En otras palabras, el diseño de una sociedad en la prevalencia de valores edificantes, pasa por el marco económico que determina, dinamiza y estructura los miembros de una sociedad. Y por lo que se ve en el horizonte, es un sueño lejano, nuestros gobernantes y dirigencia económica poco o nada les importa. El lenguaje de la paz, la reconciliación, el perdón, del desaprendizaje del odio y la violencia, sigue siendo para ellos mera charlatanería. Andan ocupados en el gran negocio de la guerra.

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