Por Mauricio Castaño H
Historiador
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Todo el mundo simula que no ve, no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Se quiere aparentar lo que no se es, no es verdad de que la mujer del César no sólo debe aparentarlo sino serlo. El demagogo esconde, malicioso discursea sobre pendejadas para hacer perder de vista lo esencial. En las pequeñas historias, en los acontecimientos de una serie de discontinuidades, Colombia es ejemplo de la especie humana en su carrera violenta por sobrevivir, sus clases de Poder libran una lucha por quedarse con el trono, por asegurar el ejercicio de gobierno nacional. En el cuerpo se inscriben los acontecimientos, el lenguaje los marca y las ideas los disuelven. En el cuerpo está impresa la historia. El cuerpo está dentro una serie de regímenes que lo moldean; es roto por ritmos de trabajo, de reposo y de fiestas, de amor; forjado, confeccionado por leyes, valores, hábitos; el también construye sus resistencias.
Una sociedad se expresa en sus silencios, en sus chistes, es la genealogía, es la historia un carnaval concertado, en cuya escena actúan no almas inmortales, sino muchas almas mortales, en su ambición de trono, sale lo peor de la condición humana, muchos pensamientos viles, promesas de sangre. Esta mañana amanecí con sed de violencia, el amanecer los exalta si tienen cadáveres de compañía, pupilos de la madre muerte colombiana, pichones de escuelas neonazis, y detrás de las máscaras se esconden los maestros, el precandidato, los empresarios que viven a merced de los asesinatos, sus riquezas se las juegan en la vendetta de armas, municiones, negocio y diversión, grandes sumas de dinero pero han aprendido lo festivo en la desgracia, se divierten con las masacres, trozando los cuerpos de sus víctimas con motosierra, cortando cabezas y jugando con ellas como balón en las canchas de futbol. El ojo al principio fue entrenado para la caza y la guerra, el castigo subordinado a la necesidad de vengarse, de excluir al agresor, de liberarse de la víctima, de espantar a los otros. Cita de Michel Foucault en Nietzsche, la genealogía y la historia, el cual inspira todo el presente texto.
Cuando la sociedad entra en crisis se suspenden las reglas y normas. Es atacada por una especie cáncer que hace metástasis, entonces la sociedad entera resulta en un vacío, en donde los débiles son los más vulnerados. La metafísica les promete en su justicia divina, en su recompensa de ultratumba, un dios aliado que se regocija en la sangre derramada, ellos dirán ofrendada. Estos hombres de muerte, que respiran guerra de violencia son profundos creyentes. La metafísica les ayuda a respirar aires de sangre. La economía y dios van de la mano, deidades de la guerra y de la economía, Júpiter y Quirino.
Todo emerger, sobresalir, adviene, designa un lugar de enfrentamiento, y está allí en el intersticio. Se adviene un teatro en el que está representada siempre la misma obra: es la que repiten indefinidamente los dominadores y dominados. Unos hombres dominan a otros, unos hombres se apoderan de las cosas que se necesitan para vivir, les imponen duraciones que quizás no tengan. De Cada momento en la historia se hará un ritual, fijan reglas, satisfacciones de violencia. Las reglas están hechas para servir a esto a aquello, se pliegan al gusto de tal o cual. Quien interpreta es quien se apodera de las reglas. Por eso la historia es la genealogía de las morales, de los ideales, de los conceptos. Las fuerzas de la historia no obedecen ni a una mecánica ni a una obstinación, sino más bien al azar de la lucha, tampoco es la continuación de un devenir, y mucho menos eterno.
En los juegos de poder, unos se acercan más a valores nobles, otros van en el jinete de la muerte, prometen sangre, quieren arrastrar a la carnicería humana. Y los individuos en la sociedad se identifican, expresan con sus silencios, con sus ruidos, con sus risas esto o aquello. Unos quieren el tronar de la guerra, otros prefieren caminos que dignifican la existencia con los vientos de paz.
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