Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com
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Alboroto aquí y allá, en la cuadra, en la esquina, en todos los barrios. Un chorrillo, una papeleta, voladores, estallido tras estallido, la gente está alebrestada en medio de pólvora y licor, el motivo: la alborada. La ciudad es puro estallido, un goce total desfogado, no importa el peligro. Emerge el sentimiento popular de alegría alucinante. Prácticas mafiosas califica el burgomaestre local. Catorce quemados en Metrallo, diecinueve en Antioquia, la cifra más alta del país en sólo éste día. En el estadio en pleno partido de futbol sucede otro tanto de quema de pólvora. El hecho desdice a los gobernantes de ciudad y región, no se reflejan las tales innovaciones sociales ni educativas. La sociedad arde en su polvorín, la inequidad, la pobreza, la miseria, la angustia, la tristeza, todas ellas son suspendidas y entonces emerge el sentimiento popular en forma de festejo decembrino.
Cosa caprichosa, rebelde y espontánea es esa cultura popular, escapa a los guiones de aquellos refinados modales de la clase alta, es ajena al encanto burgués. El mundo resulta al revés, mundos imaginarios, mundos reales, el mundo ancho y ajeno, de todo hay aquí y allá. Sólo existe la masa, el individuo se diluye para integrar ese cuerpo gigante que es la masa a la cual se obedece por el solo reflejo, despavoridas van las multitudes, se corre siguiendo sólo su caudal arrollador. ¿Para dónde va Vicente? Para donde va la gente.
En el festín se impone la mezcla, el mestizaje. El licor es embellecedor, las penas olvidadas, en la calle todos son familia. El sentimiento popular bulle en su espontaneidad, fresco, real, sin aderezos, sin maquillajes esquivo de ciertos puritanismos de clase. La verdad es que al pueblo sólo se le ha tenido en cuenta para la represión y para darle migajas, si sus manifestaciones culturales son cuestionadas, primero habrá que preguntarse por los esfuerzos de la dirigencia por invertir y por trabajar en signos de cultura que dignifiquen la vida. Recordemos que la sociedad es un cuerpo viviente, sus modos de introyectar o modificar cultura, responde a procesos de enseñar, rememorar, representar y aplicar.
La aplicación de una norma no resulta de golpe y porrazo o con calificativos despreciativos. Las prácticas culturales definen una sociedad, y si las nuestras son degradantes es porque así lo hemos querido. Comportamientos mafiosos son los de los padres que acolitan a sus hijos sicarios para que traigan comida a su hogar. Comportamientos mafiosos son los de la clase dirigente que gobiernan para su negocio familiar, matan a campesinos para quedarse con sus tierras, lo dice el país corrupto que somos.
Más vale pensar en serio los procesos sociales y culturales y no seguir acudiendo a calificativos racistas y puristas. Nicolás Guillen nos lo recuerda en su poema: Yo no voy a decirte que soy un hombre puro. Entre otras cosas falta saber si es que lo puro existe. O si es, pongamos, necesario. (…)Soy impuro ¿qué quieres que te diga? Completamente impuro. Sin embargo, creo que hay muchas cosas puras en el mundo que no son más que pura mierda.
Nuestro espíritu es confuso y diverso. Nuestra cultura está esculpida en cada sociedad que se dicta sus propios valores de verdad, se dan sus propias reglas de autorregulación. Si lo festivo popular pone en peligro la vida, bien vale preguntarse por la necesidad de desfogue de la gente, que los oprime, cómo viven la inequidad, los desastres de la corrupción de esta inescrupulosa clase dirigente. La alborada, albor, felicidad por el nuevo amanecer. En nuestro sentimiento popular está ligado con acudir a la quema rústica de pólvora, pues nuestra dirigencia no se han preocupado por interpretar su sentimiento, como en Europa, el juego de luces son obras de arte ejecutada por expertos artistas que han integrado ese sentimiento popular.
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