Muere René Girard, antropólogo y teórico de la « violencia mimética »
LE MONDE | 05.11.2015 à 04h35 • Mis à jour le 05.11.2015 à 14h39 | Par Jean Birnbaum
El antropólogo René Girard murió el miércoles 4 de noviembre en Stanford, en los EE. UU. Tenía 91 años. Fundador de la “teoría mimética”, ese francotirador de la escena intelectual había construido una obra original que conjuga reflexión científica y predicación cristiana. Sus libros, comentados en los cuatro rincones del mundo, forman las etapas de una vasta averiguación sobre el deseo humano y sobre la violencia sacrificial donde toda sociedad, según Girard, encuentra su origen inconfesable.
“El renombrado profesor francés de Stanford, uno de los cuarenta inmortales de la prestigiosa Academia francesa, ha fallecido este miércoles en su domicilio de Stanford luego de una larga enfermedad” indicó la universidad californiana donde enseñó durante mucho tiempo.
Nacido el 25 de diciembre de 1923, en Aviñon, René Noël Théophile creció en una familia de la pequeña burguesía intelectual. Su padre, un radical socialista y anticlerical, fue curador de la biblioteca y del museo de Aviñón, luego del Palacio de los papas. Su madre, una católica de tendencia Maurras, apasionada de la música y de la literatura. Por la tarde, ella les lee a Mauriac o novelas italianas a sus cinco hijos. La familia no nada en plata, está preocupada por la crisis, por el aumento de los peligros. Más bien feliz, la infancia de René Girard sin embargo no ha dejado de estar marcada por la angustia.
Cuando se le preguntaba cuál era su primer recuerdo político, respondía sin dudar: las manifestaciones de la liga en 1934. “Crecí en una familia de burgueses fritos, que se empobreció por los famosos préstamos rusos al día siguiente de la primera guerra mundial –nos había contado él en una entrevista que tuvimos en 2007- Hacíamos parte de las gentes que comprendían que todo estaba a punto de irse al carajo. Teníamos una conciencia profunda del peligro nazi y de la guerra que se venía. Siendo niño siempre fui un poco apoltronado, camorrista pero no combatiente. En el patio del recreo me hacía con los pequeños; le tenía miedo a los brutales grandes. Y envidiaba a los alumnos del colegio jesuita que podían ir a esquiar en el monte Ventoux… ”
Larga aventura norteamericana
Luego de los agitados estudios (incluso lo echaron del liceo por mala conducta), el joven Girard termina por sacar su bachillerato. En 1940, se va a Lyon con la idea de preparar la Normal-Sup<erior>. Pero las condiciones materiales son demasiado estrechas, y decidió regresar a Aviñón. Su padre le sugiere entonces entrar a la Escuela de archivística paleográfica. Es admitido y conoce París en momentos difíciles, entre soledad y tedio. Poco entusiasta con la perspectiva de hundirse mucho tiempo en los archivos medievales, acepta una oferta para volverse asistente de francés en los EE. UU. Es el comienzo de una aventura estadounidense que solo terminará con su muerte, lo que hace que la trayectoria académica de Girard se haya desenvuelto esenciales del otro lado del Atlántico.
Llega entonces el primer chispazo: encargado de enseñar literatura francesa a sus estudiantes, comenta ante ellos los libros que han marcado su juventud: Cervantes, Dostoievski o Proust. Luego, comparando los textos, se pone a observar resonancias, que acercan por ejemplo la vanidad en Stendhal y el esnobismo de Flaubert o Proust. Emerge así el que será el gran proyecto de su vida: trazar el destino del deseo humano a través de las grandes obras literarias.
De la literatura a la antropología religiosa
En 1957, Girard entra a la universidad Johns-Hopkins, en Baltimore. Será allí donde acontezca el segundo deslizamiento decisivo: de la historia a la literatura, y de la literatura a la antropología religiosa. “Todo lo que digo me fue dado de repente. Era 1959, trabajaba en la relación de la experiencia religiosa y de la escritura novelesca. Me dije a mí mismo: esta es tu vía, debes volverte una especie de defensor del cristianismo”, le confesó Girard a Le Monde en 1999.
En aquella época, amasa las notas para nutrir el libro que se convertirá en uno de sus ensayos más conocidos, y que es aún de referencia: Mentira romántica y verdad novelesca (1961). En él expone por primera vez el marco de su teoría mimética. Aunque ella compromete envites profundos y extremadamente complejos, sin embargo está bien permitido exponer esta teoría en algunas palabras dado que el propio Girard la presentaba no como un sistema conceptual sino como la descripción de simples relaciones humanas. Resumámosla pues. Para comprender el funcionamiento de nuestras sociedades, es necesario partir del deseo humano y de su naturaleza profundamente patológica. El deseo es una enfermedad; cada uno desea siempre lo que desea el otro; este es el resorte principal de todo conflicto. De esta competencia “rivalitaria” nace el ciclo del furor y la venganza. Este ciclo sólo se resuelve por el sacrificio de un “chivo expiatorio”, como lo testimonian a través de la historia episodios tan diversos como la violación de Lucrecia, el escándalo Dreyfus o el proceso de Moscú.
Predicador cristiano
Es aquí donde interviene una distinción fundamental a los ojos de Girard: “la divergencia insuperable entre las religiones arcaicas y la judeo-cristiana”. Para captar bien lo que las diferencia, es necesario comenzar por señalar su elemento común; a primera vista, en un caso como en el otro, se tiene que ver con el relato de una crisis que se resuelve en el linchamiento transfigurado en epifanía. Pero allí donde las religiones arcaicas (de la misma manera como en las modernas cacerías de brujas) aplastan al chivo expiatorio cuyo sacrificio le permite a la muchedumbre reconciliarse, el cristianismo proclama alto y fuerte la inocencia de la víctima. Contra los que reducen la Pasión de Cristo a un mito como cualquier otro, Girard afirma la singularidad irreductible, y la escandalosa verdad, de la revelación cristiana. No solamente esta rompe la lógica infernal de la violencia mimética sino que devela el sangriento sustrato de toda cultura humana: el linchamiento que apacigua a la multitud y vuelve a soldar a la comunidad.
Girard, que durante mucho tiempo fue escéptico, poco a poco ha llegado pues a vestir los hábitos del predicador cristiano, con el entusiasmo y la pugnacidad de un exégeta convertido por los textos. De libro en libro, y de la Violencia y lo sagrado (1972) hasta Veo a Satán caer como el rayo (1999), exalta la fuerza subversiva de los Evangelios.
Un compromiso religioso criticado
Este compromiso religioso con frecuencia ha sido señalado por sus detractores, para los que su prosa tiene que ver más con la apologética cristiana que con las ciencias humanas. A ellos, el antropólogo les responde que los Evangelios son la verdadera ciencia del hombre… “Sí, es una especie de apologética cristiana la que escribo, pero ella está extremadamente bien amarrada”, ironizaba, con una risa revoltosa, aquel al que nunca le faltan ni pantalones ni humor.
Adoptando una escritura cada vez más panfletaria, por no decir: profética, estaba convencido de poseer una verdad que nadie quería ver, y que sin embargo laceraba los ojos. Para él, la teoría mimética permitía aclarar no solamente la construcción del deseo humano y la genealogía de los mitos, sino también la violencia presente, la infinita espiral del resentimiento y de la cólera, en suma el Apocalipsis que viene. “Actualmente no hay necesidad de ser religioso para sentir que el mundo está en una incertidumbre total”, prevenía (con el índice dirigido hacia el cielo) aquel que había interpretado los atentados del 11 de septiembre como la manifestación de un mimetismo de acá en adelante globalizado.
Hay aquí otro aspecto a menudo subrayado por los críticos de Girard: su pretensión de tener respuesta para todo, para explicarlo todo, desde los sacrificios aztecas hasta los atentados islamistas, pasando por el esnobismo proustiano. “Don’t you think you are spreading yourself a bit thin?” [«¿No crees que te estás difundiendo a ti mismo en demasía?»], le preguntaban ya sus colegas norteamericanos, cortésmente, en los años 1960… “No logro evitar dar esa impresión de arrogancia”, admitía él, socarrón, medio siglo después.
Relativo aislamiento
Si se añade a esto el que Girard se reclama del “buen sentido” popular, contra las abstracciones universitarias, se entenderá por qué sus textos frecuentemente son recibidos con una acogida glacial en el mundo académico. En particular los antropólogos no han querido para nada dedicarle un rato a sus hipótesis, exceptuando un encuentro internacional que tuvo lugar en 1983, en California, no lejos de Stanford, la universidad en la que Girard enseñó desde 1980 hasta el final de sus días.
Confrontando su modelo conceptual con sus trabajos de campo, algunos investigadores franceses aceptaron discutir las tesis de Girard. Y cada vez la apuesta de esta confrontación se ha concentrado en una pregunta: ¿los sacrificios rituales propios de las sociedades tradicionales si tienen que ver realmente con el linchamiento victimario? Incluso si este es el caso ¿se puede construir una teoría de la religión –para no mencionar un discurso universal sobre el origen de la cultura humana– fundamentándose en prácticas arcaicas?
Cordial o frontal, esta discusión siempre ha conducido a subrayar el relativo aislamiento, pero también el sitio singular, de René Girard en el campo intelectual. Habiendo hecho de los EE. UU. su patria de adopción, este autodidacta lanza una mirada perpleja sobre el pensamiento francés, y particularmente sobre el estructuralismo y la deconstrucción. Mezclando sin cesar literatura, psicoanálisis y teología, este espíritu libre no respetaba para nada los marcos de la especialización universitaria. Animado de una potente convicción cristiana, este hombre de fe no temía afirmar que su proceder evangélico equivalía a un método científico. Reclamándose de la antropología, este provocador nato cepillaba la disciplina a contrapelo optando por una reafirmación tranquila de la superioridad cultural occidental. En efecto, para Girard, quien pretenda descubrir el universal origen de la civilización, debe ante todo admitir la preeminencia moral y cultural del cristianismo. Ritmando sus frases con fórmulas del tipo “si tengo razón…”, confiando sus incertidumbres con respecto al plan que había escogido para tal o cual libro, seducía a los más reticentes por medio del virtuosismo aclarador de su relación con los textos. Exégeta de curiosidad sin límites, oponía a la ferocidad del mundo moderno, a la aceleración de lo peor, el virtuosismo tranquilo de un lector que nunca habría dejado de servir a las Escrituras.
tr. Luis Alfonso Paláu C., Medellín, noviembre 5 de 2015
Obras traducidas al español
• Girard, René (1984). Literatura, mímesis y antropología. Editorial Gedisa. ISBN 978-84-7432-198-2.
• Girard, René (1985). Mentira romántica y verdad novelesca. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0078-4.
• Girard, René (1986). El chivo expiatorio. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0081-4.
• Girard, René (1989). La ruta antigua de los hombres perversos. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-1325-8.
• Girard, René (1995). Shakespeare: los fuegos de la envidia. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-1396-8.
• Girard, René (1996). Cuando empiecen a suceder estas cosas. Encuentro Ediciones. ISBN 978-84-7490-392-8.
• Girard, René (2002). Veo a Satán caer como el relámpago. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-6169-3.
• Girard, René (2005). La violencia y lo sagrado. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0070-8.
• Girard, René (2006). Los orígenes de la cultura: conversaciones con Pierpaolo Antonello y João Cezar de Castro Rocha. Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-854-6.
• Girard, René (2008). Emociones de segunda mano (conversación con Ger Groot), "Adelante, ¡contradígame!". Madrid: Ediciones Sequitur. ISBN 978-84-95363-45-9.
• Girard, René (2006). Aquel por el que llega el escándalo. Caparrós Editores. ISBN 978-84-96282-09-4.
• Girard, René (2009). La anorexia y el deseo mimético. Barcelona: Marbot Ediciones. ISBN 978-84-92728-01-5.
• Girard, René (2010). Clausewitz en los extremos. Política, guerra y apocalipsis. Katz Editores. ISBN 9788492946044.
• Girard, René (2011). Geometrías del deseo. trad. María Tabuyo y Agustín López. Sexto Piso, México D.F. ISBN 9788496867857
LE MONDE | 05.11.2015 à 04h35 • Mis à jour le 05.11.2015 à 14h39 | Par Jean Birnbaum
El antropólogo René Girard murió el miércoles 4 de noviembre en Stanford, en los EE. UU. Tenía 91 años. Fundador de la “teoría mimética”, ese francotirador de la escena intelectual había construido una obra original que conjuga reflexión científica y predicación cristiana. Sus libros, comentados en los cuatro rincones del mundo, forman las etapas de una vasta averiguación sobre el deseo humano y sobre la violencia sacrificial donde toda sociedad, según Girard, encuentra su origen inconfesable.
“El renombrado profesor francés de Stanford, uno de los cuarenta inmortales de la prestigiosa Academia francesa, ha fallecido este miércoles en su domicilio de Stanford luego de una larga enfermedad” indicó la universidad californiana donde enseñó durante mucho tiempo.
Nacido el 25 de diciembre de 1923, en Aviñon, René Noël Théophile creció en una familia de la pequeña burguesía intelectual. Su padre, un radical socialista y anticlerical, fue curador de la biblioteca y del museo de Aviñón, luego del Palacio de los papas. Su madre, una católica de tendencia Maurras, apasionada de la música y de la literatura. Por la tarde, ella les lee a Mauriac o novelas italianas a sus cinco hijos. La familia no nada en plata, está preocupada por la crisis, por el aumento de los peligros. Más bien feliz, la infancia de René Girard sin embargo no ha dejado de estar marcada por la angustia.
Cuando se le preguntaba cuál era su primer recuerdo político, respondía sin dudar: las manifestaciones de la liga en 1934. “Crecí en una familia de burgueses fritos, que se empobreció por los famosos préstamos rusos al día siguiente de la primera guerra mundial –nos había contado él en una entrevista que tuvimos en 2007- Hacíamos parte de las gentes que comprendían que todo estaba a punto de irse al carajo. Teníamos una conciencia profunda del peligro nazi y de la guerra que se venía. Siendo niño siempre fui un poco apoltronado, camorrista pero no combatiente. En el patio del recreo me hacía con los pequeños; le tenía miedo a los brutales grandes. Y envidiaba a los alumnos del colegio jesuita que podían ir a esquiar en el monte Ventoux… ”
Larga aventura norteamericana
Luego de los agitados estudios (incluso lo echaron del liceo por mala conducta), el joven Girard termina por sacar su bachillerato. En 1940, se va a Lyon con la idea de preparar la Normal-Sup<erior>. Pero las condiciones materiales son demasiado estrechas, y decidió regresar a Aviñón. Su padre le sugiere entonces entrar a la Escuela de archivística paleográfica. Es admitido y conoce París en momentos difíciles, entre soledad y tedio. Poco entusiasta con la perspectiva de hundirse mucho tiempo en los archivos medievales, acepta una oferta para volverse asistente de francés en los EE. UU. Es el comienzo de una aventura estadounidense que solo terminará con su muerte, lo que hace que la trayectoria académica de Girard se haya desenvuelto esenciales del otro lado del Atlántico.
Llega entonces el primer chispazo: encargado de enseñar literatura francesa a sus estudiantes, comenta ante ellos los libros que han marcado su juventud: Cervantes, Dostoievski o Proust. Luego, comparando los textos, se pone a observar resonancias, que acercan por ejemplo la vanidad en Stendhal y el esnobismo de Flaubert o Proust. Emerge así el que será el gran proyecto de su vida: trazar el destino del deseo humano a través de las grandes obras literarias.
De la literatura a la antropología religiosa
En 1957, Girard entra a la universidad Johns-Hopkins, en Baltimore. Será allí donde acontezca el segundo deslizamiento decisivo: de la historia a la literatura, y de la literatura a la antropología religiosa. “Todo lo que digo me fue dado de repente. Era 1959, trabajaba en la relación de la experiencia religiosa y de la escritura novelesca. Me dije a mí mismo: esta es tu vía, debes volverte una especie de defensor del cristianismo”, le confesó Girard a Le Monde en 1999.
En aquella época, amasa las notas para nutrir el libro que se convertirá en uno de sus ensayos más conocidos, y que es aún de referencia: Mentira romántica y verdad novelesca (1961). En él expone por primera vez el marco de su teoría mimética. Aunque ella compromete envites profundos y extremadamente complejos, sin embargo está bien permitido exponer esta teoría en algunas palabras dado que el propio Girard la presentaba no como un sistema conceptual sino como la descripción de simples relaciones humanas. Resumámosla pues. Para comprender el funcionamiento de nuestras sociedades, es necesario partir del deseo humano y de su naturaleza profundamente patológica. El deseo es una enfermedad; cada uno desea siempre lo que desea el otro; este es el resorte principal de todo conflicto. De esta competencia “rivalitaria” nace el ciclo del furor y la venganza. Este ciclo sólo se resuelve por el sacrificio de un “chivo expiatorio”, como lo testimonian a través de la historia episodios tan diversos como la violación de Lucrecia, el escándalo Dreyfus o el proceso de Moscú.
Predicador cristiano
Es aquí donde interviene una distinción fundamental a los ojos de Girard: “la divergencia insuperable entre las religiones arcaicas y la judeo-cristiana”. Para captar bien lo que las diferencia, es necesario comenzar por señalar su elemento común; a primera vista, en un caso como en el otro, se tiene que ver con el relato de una crisis que se resuelve en el linchamiento transfigurado en epifanía. Pero allí donde las religiones arcaicas (de la misma manera como en las modernas cacerías de brujas) aplastan al chivo expiatorio cuyo sacrificio le permite a la muchedumbre reconciliarse, el cristianismo proclama alto y fuerte la inocencia de la víctima. Contra los que reducen la Pasión de Cristo a un mito como cualquier otro, Girard afirma la singularidad irreductible, y la escandalosa verdad, de la revelación cristiana. No solamente esta rompe la lógica infernal de la violencia mimética sino que devela el sangriento sustrato de toda cultura humana: el linchamiento que apacigua a la multitud y vuelve a soldar a la comunidad.
Girard, que durante mucho tiempo fue escéptico, poco a poco ha llegado pues a vestir los hábitos del predicador cristiano, con el entusiasmo y la pugnacidad de un exégeta convertido por los textos. De libro en libro, y de la Violencia y lo sagrado (1972) hasta Veo a Satán caer como el rayo (1999), exalta la fuerza subversiva de los Evangelios.
Un compromiso religioso criticado
Este compromiso religioso con frecuencia ha sido señalado por sus detractores, para los que su prosa tiene que ver más con la apologética cristiana que con las ciencias humanas. A ellos, el antropólogo les responde que los Evangelios son la verdadera ciencia del hombre… “Sí, es una especie de apologética cristiana la que escribo, pero ella está extremadamente bien amarrada”, ironizaba, con una risa revoltosa, aquel al que nunca le faltan ni pantalones ni humor.
Adoptando una escritura cada vez más panfletaria, por no decir: profética, estaba convencido de poseer una verdad que nadie quería ver, y que sin embargo laceraba los ojos. Para él, la teoría mimética permitía aclarar no solamente la construcción del deseo humano y la genealogía de los mitos, sino también la violencia presente, la infinita espiral del resentimiento y de la cólera, en suma el Apocalipsis que viene. “Actualmente no hay necesidad de ser religioso para sentir que el mundo está en una incertidumbre total”, prevenía (con el índice dirigido hacia el cielo) aquel que había interpretado los atentados del 11 de septiembre como la manifestación de un mimetismo de acá en adelante globalizado.
Hay aquí otro aspecto a menudo subrayado por los críticos de Girard: su pretensión de tener respuesta para todo, para explicarlo todo, desde los sacrificios aztecas hasta los atentados islamistas, pasando por el esnobismo proustiano. “Don’t you think you are spreading yourself a bit thin?” [«¿No crees que te estás difundiendo a ti mismo en demasía?»], le preguntaban ya sus colegas norteamericanos, cortésmente, en los años 1960… “No logro evitar dar esa impresión de arrogancia”, admitía él, socarrón, medio siglo después.
Relativo aislamiento
Si se añade a esto el que Girard se reclama del “buen sentido” popular, contra las abstracciones universitarias, se entenderá por qué sus textos frecuentemente son recibidos con una acogida glacial en el mundo académico. En particular los antropólogos no han querido para nada dedicarle un rato a sus hipótesis, exceptuando un encuentro internacional que tuvo lugar en 1983, en California, no lejos de Stanford, la universidad en la que Girard enseñó desde 1980 hasta el final de sus días.
Confrontando su modelo conceptual con sus trabajos de campo, algunos investigadores franceses aceptaron discutir las tesis de Girard. Y cada vez la apuesta de esta confrontación se ha concentrado en una pregunta: ¿los sacrificios rituales propios de las sociedades tradicionales si tienen que ver realmente con el linchamiento victimario? Incluso si este es el caso ¿se puede construir una teoría de la religión –para no mencionar un discurso universal sobre el origen de la cultura humana– fundamentándose en prácticas arcaicas?
Cordial o frontal, esta discusión siempre ha conducido a subrayar el relativo aislamiento, pero también el sitio singular, de René Girard en el campo intelectual. Habiendo hecho de los EE. UU. su patria de adopción, este autodidacta lanza una mirada perpleja sobre el pensamiento francés, y particularmente sobre el estructuralismo y la deconstrucción. Mezclando sin cesar literatura, psicoanálisis y teología, este espíritu libre no respetaba para nada los marcos de la especialización universitaria. Animado de una potente convicción cristiana, este hombre de fe no temía afirmar que su proceder evangélico equivalía a un método científico. Reclamándose de la antropología, este provocador nato cepillaba la disciplina a contrapelo optando por una reafirmación tranquila de la superioridad cultural occidental. En efecto, para Girard, quien pretenda descubrir el universal origen de la civilización, debe ante todo admitir la preeminencia moral y cultural del cristianismo. Ritmando sus frases con fórmulas del tipo “si tengo razón…”, confiando sus incertidumbres con respecto al plan que había escogido para tal o cual libro, seducía a los más reticentes por medio del virtuosismo aclarador de su relación con los textos. Exégeta de curiosidad sin límites, oponía a la ferocidad del mundo moderno, a la aceleración de lo peor, el virtuosismo tranquilo de un lector que nunca habría dejado de servir a las Escrituras.
tr. Luis Alfonso Paláu C., Medellín, noviembre 5 de 2015
Obras traducidas al español
• Girard, René (1984). Literatura, mímesis y antropología. Editorial Gedisa. ISBN 978-84-7432-198-2.
• Girard, René (1985). Mentira romántica y verdad novelesca. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0078-4.
• Girard, René (1986). El chivo expiatorio. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0081-4.
• Girard, René (1989). La ruta antigua de los hombres perversos. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-1325-8.
• Girard, René (1995). Shakespeare: los fuegos de la envidia. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-1396-8.
• Girard, René (1996). Cuando empiecen a suceder estas cosas. Encuentro Ediciones. ISBN 978-84-7490-392-8.
• Girard, René (2002). Veo a Satán caer como el relámpago. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-6169-3.
• Girard, René (2005). La violencia y lo sagrado. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0070-8.
• Girard, René (2006). Los orígenes de la cultura: conversaciones con Pierpaolo Antonello y João Cezar de Castro Rocha. Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-854-6.
• Girard, René (2008). Emociones de segunda mano (conversación con Ger Groot), "Adelante, ¡contradígame!". Madrid: Ediciones Sequitur. ISBN 978-84-95363-45-9.
• Girard, René (2006). Aquel por el que llega el escándalo. Caparrós Editores. ISBN 978-84-96282-09-4.
• Girard, René (2009). La anorexia y el deseo mimético. Barcelona: Marbot Ediciones. ISBN 978-84-92728-01-5.
• Girard, René (2010). Clausewitz en los extremos. Política, guerra y apocalipsis. Katz Editores. ISBN 9788492946044.
• Girard, René (2011). Geometrías del deseo. trad. María Tabuyo y Agustín López. Sexto Piso, México D.F. ISBN 9788496867857
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