Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

La vida es muerte que viene. Vivir es gastar el tiempo, es trasegar aquí, allá, rumbos a tomar… tomados según los gustos, las creencias y costumbres. Las huellas dejadas nos develan lo que somos, en lo que hemos dejado de ser. Lo único seguro que tenemos: la muerte. Dejaremos el mundo, seremos polvo estelar. Moriremos, todo se acabará para nuestras vidas individuales, es el tiempo irreversible, mientras tanto el mundo seguirá siendo mundo sin nosotros, sin necesitarnos. El firmamento es más que tachones de solo luces. Los planetas seguirán girando y girando, tiempos reversibles el de ellos, van y vienen con sus nuevos comienzos. En cambio nuestro tiempo es irreversible, nos vamos para jamás volver, la vida es muerte que viene. La muerte es vida vivida. En las cosas, en las pobres cosas dejamos nuestros rastros, nuestras huellas hasta que el tiempo lo permita. El tiempo que nada perdona, todo tiene que ser nada. "juego mi vida, Cambio mi vida de todos modos la llevo perdida… y sin remedio." (León De Greiff).

El trayecto de una vida humana tiene varias estaciones. Si se la ve en una especie de película, en sus imágenes congeladas, se apreciará velocidades de espacio tiempo diferentes, perceptibles en los cambios de una piel y sus gestos, hasta en la mirada que lleva la alegría o la tristeza del momento, que la propia cultura tejió, cinceló. De niño y de joven piel radiante; ya mayor, y más aún, viejo, piel arrugada, células muertas. Allí mismo dos tiempos irreversibles. Las distancias entre muy joven y muy viejo marcan y acentúan el tiempo que corroe, el tiempo que no perdona. Lleno de vida está el joven, el viejo muerto en vida está. El tiempo nos consume, el tiempo irreversible que marca las dos fechas del principio y del fin. El tiempo de los planetas en cambio sí es reversible, ciclos de nunca acabar, ellos giran incesantes sin parar. La materia no tiene principio ni fin, no se destruye, sólo se transforma.

Mi vida se refleja a mi alrededor. En mi hábitat, en mi casa está la disposición de los muebles y todas mis preferencias, mi amor o desamor las impregna. Su vida útil es también la mía que va pasando, envejezco y deterioro a la par con ellas. Los años van dejando su huella, y más que ellos, el mágico polvo colado que va coronando las propias cosas hasta colmarlas, asfixiarlas, consumirlas en su plenitud, hasta dejarlas inservibles como en la casa abandonada de Virginia Wolf (en ilustración del blog) Las telarañas asfixian las cosas, los objetos, los murciélagos, las ratas anidan allí dentro, hacen sus moradas allí, todo ese nuevo hábitat que desplaza a sus antiguos moradores. 

Pero es el tiempo el que pasa, se ha llevado a la mujer que allí era la vida y el espíritu impregnado, la que jalona los cuidados y la hermosura de los detalles y las cosas bien puestas. Al irse, al morir, todo muere con ella. Ya no está para poner orden, para limpiar aquí, allá, para impartir tareas a éste, aquel y a aquellos. Ya no está, sin ella, todos están en desbandada, todo se desmorona. Es el alma, es el espíritu que se impregna en las cosas, en la casa, pero que también muere con ellas. Nuestros gustos, nuestras preferencias impregnan a las cosas, nuestras cosas elegidas para decorar nuestro hábitat. Bonita expresión para definirle: Configuración material y espiritual: ser, espacio y tiempo. "Así mismo por el mundo pasan malos vientos, duros y destructivos, pero también corren esos soplos suaves que se parecen al espíritu (spiritus), el soplo." Serres.

Todo estos renglones escritos, no dicen más que percepción. Sin percepción no hay belleza en el mundo. Sin belleza solo queda la muerte. "¿Qué es la percepción?  Una fusión del que siente y lo que siente. Una casada que va al encuentro de su bien amado.  Preparada, encargada para fundirse por él, con él y en él…. de las percepciones y de las pinturas de Lascaux; hominiano porque sapiens significa: el que tiene buen gusto… Está relación trenzada de una vida con sus cosas es llamada por la filosofía animismo…. Philippe Descola que distribuye las culturas distinguiendo cuatro visiones del mundo —animismo, totemismo, analogismo, naturalismo… Dotados de dedos infatigables, los hilos de viento —anemoi, en griego, de donde viene el anima latina y el animismo universal— crujen las puertas y se insinúan entre los armarios." Todas las citas de Michel Serres son de Ante el Faro de la isla Virgen, julio de 2007 en la traducción de Luis Alfonso Paláu.

Insistir, en suma, en la relación con el mundo, quizá el sentido estoico de la palabra animación, las cosas tienen vida, el polvo colado que todo lo correo, la ventana que atrae el paisaje que nos pone la mirada en el horizonte sin fin, el valor dado a la mesita de noche heredada por nuestros padres, la silla mecedora que arrullaba a nuestros abuelos en su balcón. Un mundo que se va olvidando porque vamos por encima de él veloces sobre motores sin poder contemplar el paisaje, abrigados por latas, sin caminar, las calles hediondas y olvidadas, alejados del mundo, no sentimos, no lo percibimos, nuestros sentidos están anestesiados alejados del mundo y de las cosas, es el mundo sin alma, sin esa animación, sin esa interrelación necesaria para vivir sin destruir, sin percepción no hay belleza.
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