Entrevista
Por Jorge Gómez Pinilla
Para el exembajador Frechette, los autores
El embajador de Estados Unidos en Colombia durante el proceso 8.000, Myles Frechette —a quien Jaime Garzón llamaba “procónsul” y Horacio Serpa definió como “gringo maluco”— publicó en 2015 un libro-entrevista con el periodista Gerardo Reyes (Frechette se confiesa, Editorial Planeta), donde al ser preguntado sobre los posibles autores del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, habló de un grupo de militares retirados. Teniendo en cuenta que él era quizás la persona mejor informada sobre lo que ocurría en el país en ese entonces, y que en el libro confesó que “hay secretos de Estado que no los voy a contar”, viajé hasta Washington a entrevistarlo, en busca de que aportara nuevas luces que contribuyan a esclarecer ese crimen.
El resultado fue una conversación de cuatro horas sin pausa en la terraza interior del hotel Bethesda Hyatt, durante las cuales, a sus 81 años a punto de cumplir, no mostró la menor señal de cansancio y solo bebió un café americano acompañado de un vaso de agua. Allí hizo importantes revelaciones para una publicación que saldrá en próximos días, pero aquí he extractado sus puntos de vista sobre algunos temas de actualidad que tocó, como el “chantaje” que le estarían haciendo al presidente Juan Manuel Santos los militares agrupados en ACORE. A su vez, se refirió al expresidente Álvaro Uribe en duros términos; según Frechette, el desarme de los grupos paramilitares ocurrido durante su gobierno fue algo “completamente chimbo”.
En su libro, al referirse al golpe de Estado contra Ernesto Samper que se estaba fraguando y al que se le ve relacionado con el asesinato de Álvaro Gómez, usted dijo: “yo creo que ellos, los militares jubilados, le pidieron a él que encabezara ese gobierno”. Todo indica que se refiere a la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares (ACORE), y queda entonces la impresión de que usted sabe más sobre el papel que pudo haber desempeñado esa asociación en torno a ese crimen…
Bueno, mire: ACORE es una organización poderosísima en Colombia. Ya ve usted el chantaje que le están haciendo al presidente Santos para que no les den el mismo tratamiento a los militares que a la guerrilla por crímenes de lesa humanidad. Llega un momento en que ellos dicen “¡Ni puel carajo!”. Santos los oye y toma asiento con ellos, pero no están totalmente contentos y siguen presionando. Y van a seguir así, porque si yo fuera uno de ellos pensaría igual en cuanto a que es posible que yo haya hecho cosas brutales, pero lo hice por el bien de la patria.
¿Quién cree que saldrá ganador en ese pulso entre los militares y Santos?
Santos es una persona que tomó un rumbo diferente a su antecesor. Él tiene una visión internacional de Colombia. Comenzó con un acuerdo mutuo de no agresión con Chávez, porque eso estaba medio candela, ¿no? Y decidió hacer el acuerdo de paz con las Farc, hizo muchos acuerdos de libre comercio, y comenzó a abrir espacios y horizontes participando más y más en organizaciones internacionales. Muchas de las cosas que ha hecho Santos son cosas que le han hecho mucho bien a Colombia. Ahora, en lo de ACORE, es obvio que, si Santos no hace algo para eximirlos, ellos seguirán presionando.
Llama la atención cuando usted dice que ha habido militares que hicieron cosas brutales, pero lo hicieron por el bien de la patria. En el caso del crimen de Álvaro Gómez, ¿ve alguna posibilidad de que lo hubieran hecho también por el bien de la patria?
No. Lo hicieron simplemente porque querían borrar su rastro, borrar la conexión entre ellos y Álvaro Gómez. Cuando él les dijo que no, ellos pensaron “caracho, de pronto el tipo suelta la letra o se le sale algo”.
¿O sea, lo inmolaron?
Lo inmolaron, sí. El autor material pudo ser cualquier persona. Pero los autores intelectuales están ahí todavía, ahora. No sé a dónde, pero están en Colombia. No han sido apresados, no han sido detenidos, nada.
Esto encaja con la teoría de Claus Roxin sobre los aparatos organizados de poder: en los crímenes de autoría mediata, la voluntad conductora de la acción corresponde al autor mediato y no al ejecutor material. En el caso del asesinato de Álvaro Gómez todo indica que fue obra de un aparato organizado de poder desde el estamento militar, pero del que solo fue encontrado culpable un autor material, Héctor Paul Flórez, quien por cierto acaba de salir libre por pena cumplida. ¿Es ese aparato organizado de poder el que sigue impune?
No le puedo contestar, pero me llama la atención que el grupo de ACORE sigue presionando públicamente al presidente Santos para que les dé una escapadita. Yo no soy el único que piensa eso, también Human Rights Watch (HRW) y toda la gente que se ocupa de Derechos Humanos, todos ellos creen que es así. La presión de ACORE ha hecho retroceder varias veces al presidente Santos, y eso indica que tienen mucha influencia. No sé si él contempla que ellos pudieran tomarse el poder, lo dudo. Pero podrían arruinarle todo el esquema. Santos sigue bajo presión, y creo que los de ACORE están tratando de salvar su pellejo.
¿Ese “salvar su pellejo” incluye medidas desestabilizadoras?
No, yo creo que no. Ellos siempre han dicho, y usted lo ha leído: “Nosotros somos sirvientes del Estado. Si hicimos alguna cosa en forma errada, fue al servicio de la patria”. Tiene una cierta lógica, pero la cosa es que el Derecho Internacional Humanitario (DIH) establece que hay todo tipo de militares que cometen crímenes de lesa humanidad. Yo recuerdo haber leído un artículo que hablaba de unos militares que llegaron a un lugar y encontraron a ciertos hombres con uniforme de guerrilla, y no se les veía ningún balazo. Pero al quitarles la chaqueta, habían sido acribillados.
¿Deberían estar los autores de esos delitos, conocidos como falsos positivos, cobijados por el tribunal de la Justicia Especial de Paz (JEP)?
¡Claro que no! Y HRW y otras organizaciones están de acuerdo en que no debe ser así, y leí un informe de hace menos de una semana donde la HRW se opone, pero no solo en Colombia sino al nivel de la Corte Penal Internacional (CPI). Todos los esfuerzos de ACORE hoy están empeñados en torcerle el brazo al presidente Santos. Cuando yo llegué a Colombia recuerdo haber leído un informe sobre la mendacidad de las Fuerzas Armadas. En un lugar, creo que era Antioquia, había una base militar y a medio kilómetro de ahí había una base de los paramilitares. Y los militares, con una cara de yo no fui, decían ante la evidencia: “No es verdad”. Eso indica que en Colombia el poder de los militares es enorme.
¿Pueden las organizaciones de Derechos Humanos presionar por su lado para que esos crímenes de lesa humanidad no queden impunes?
Yo conozco gente de HRW y son personas decentes, muy creíbles, y están empujando. Si no fuera por la presión de ellos, al presidente Santos le habría quedado más fácil resolver el tema con ACORE. Pero en este momento está en una situación bien difícil. ¿Por qué? Porque Trump no sopla hacia Colombia con buena gana, y nadie sabe lo que pueda pasar. Los colombianos se metieron al proceso de paz creyéndole a Sergio Jaramillo, en cuanto a que la implementación de los acuerdos tomaría diez años y que habría mucha plata. Y Cárdenas puso la reforma tributaria, y mucha gente quedó descontenta con eso. Ciertos elementos del acuerdo de paz están cuestionados por personas serias. Seguir adelante como si no pasara nada, no es suficiente. Hay dudas en Colombia, hay un tufo de corrupción poderosísimo, y eso le está haciendo mucho daño a Santos. En su discurso de posesión de 2014, sacó una declaración donde dijo: “Una de las cosas que no me gusta hacer es ir a Washington a limosnear”. Y cuando un laboratorio de Colombia le dijo que el glifosato sí hacía daño, inmediatamente paró la aspersión aérea. Y ahora se está dando cuenta de que esa decisión fue errada, demasiado apresurada. Y esto lo deja a él en una situación dificilísima.
¿Se refiere al aumento de los cultivos de coca en el país?
Santos es una persona a la que nunca le gustó la aspersión aérea sobre los cultivos de coca, no obstante que en Colombia se usa el glifosato en productos agrícolas que se consumen en la mesa. Después de más de cien pruebas hechas por científicos, nunca se llegó a concluir que estaba causando daño a la salud a personas que vivían cerca. Y súmele a esto que las Farc son muy inteligentes. Vieron que el Gobierno estaba diciendo que “en regiones donde hay coca vamos a poner plata para hacer cambio de cultivos”, y salieron ellos a amenazar con rifle a los tipos que estaban en las regiones de coca, a que plantaran más coca para traer más plata del Gobierno. Es decir: las Farc pueden ser brutales, pero no son pendejos.
Cambio de tercio: usted habla en su libro de personas que le decían “no le tenga mucha confianza a Uribe, es un tipo ligado con los narcos, que apoya a los paramilitares”. Hoy, después de tantos años, ¿cree usted que Uribe apoyaba a los paramilitares… y viceversa?
Cuando yo fui a Antioquia a visitarlo siendo gobernador, él tenía una gran reputación como buen gobernador y gran político. Yo tenía varias preguntas que hacerle, y una de ellas era por qué le había dado el control de expedir licencias para avionetas a César Villegas, un tipo que estaba dándoles esos permisos a naves ligadas al narcotráfico. Era algo que él sabía perfectamente. Y bueno, me dijo que se puso a buscar en Colombia a ver si había alguien que sabía de aviación civil, y no había… Y me dijo que Villegas se había graduado para hacer eso en una universidad de Toronto, y que por eso le ofreció el puesto. Y le dije sí, entiendo lo primero. Pero lo que no entiendo es por qué no lo sacó. Y no pudo darme una respuesta creíble. Habló mucho, ‘cantinfló’.
¿Sabía usted además lo de las Convivir de Uribe, que nacieron precisamente en Antioquia?
Claro. Yo le dije: “mire, eso de las Convivir no nos convence”. Él me dijo “es que no van a cargar armas. Serán personas de la región que estarán vigilando los bosques e informarán por radio que hay personas desconocidas en esos lugares”. No niego que me comí el cuento. Y con el pasar del tiempo me di cuenta de que era un señor extremamente hábil, pero muy creyente en lo de los paramilitares.
¿Usted cree que Uribe tuvo algo que ver con el auge del paramilitarismo en Colombia?
Por supuesto. Las Convivir fueron la raíz de lo que después se convirtió en un enorme problema. Cuando Uribe como presidente se dio cuenta de que ya los gringos estaban oliéndose todo, entonces decidió hacer el desarme de los paramilitares. Un desarme completamente chimbo, como usted sabe. Había unidades completas que nunca habían sido Convivir ni nada de esas cosas. Y Washington se quedó dormido.
¿Cómo así, usted cree que Washington fue alcahueta de Uribe en el tema de los paramilitares?
Sí.
¿Y eso por qué…?
Porque al acabarse esas acciones de Uribe y los paramilitares, se reduciría la violencia. Washington quería reducir la violencia en Colombia, y le comió el cuento. Es más, no le voy a decir ante quién, pero yo hablé con personas de muy alto nivel del Departamento de Estado a decirles “este señor Uribe les está vendiendo una historia falsa”. Yo nunca me olvido del pilón de armas que dejaron los paramilitares: muchas de ellas eran nuevas cuando Napoleón fue Emperador de Francia. Es decir, a otro perro con ese hueso. Pero Uribe tenía apoyo en el Congreso y EE UU quería reducir la violencia. Esas son razones de Estado con las cuales yo no concuerdo.
¿O sea que usted cree que quedaron estructuras paramilitares intactas después de esa supuesta negociación?
Es que se fueron a otros lugares. En lugar de seguir operando en los lugares donde habían estado, se fueron al sur y al este del país, a continuar sus fechorías. Ellos son los que ahora se dedican a la minería ilegal, a minería de piedras preciosas. Y mientras tanto el ELN muy feliz haciendo volar el oleoducto…
Teniendo en cuenta la inconformidad que usted siempre tuvo por igual hacia Ernesto Samper y Álvaro Uribe, ¿si le pusieran en una balanza a escoger entre ambos, con quién se quedaría?
Eso es un falso dilema. Samper solo tuvo un período de gobierno, mientras que Uribe consiguió que se cambiara la Constitución para que le permitieran un segundo período, y no contento ¡pidió un tercer período…! Pero el Congreso no le aguantó el sablazo.
Tomado de periódico: Elespectador
30 de abril de 2017
Por Jorge Gómez Pinilla
Para el exembajador Frechette, los autores
intelectuales del crimen de Álvaro Gómez siguen libres en Colombia.
El embajador de Estados Unidos en Colombia durante el proceso 8.000, Myles Frechette —a quien Jaime Garzón llamaba “procónsul” y Horacio Serpa definió como “gringo maluco”— publicó en 2015 un libro-entrevista con el periodista Gerardo Reyes (Frechette se confiesa, Editorial Planeta), donde al ser preguntado sobre los posibles autores del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, habló de un grupo de militares retirados. Teniendo en cuenta que él era quizás la persona mejor informada sobre lo que ocurría en el país en ese entonces, y que en el libro confesó que “hay secretos de Estado que no los voy a contar”, viajé hasta Washington a entrevistarlo, en busca de que aportara nuevas luces que contribuyan a esclarecer ese crimen.
El resultado fue una conversación de cuatro horas sin pausa en la terraza interior del hotel Bethesda Hyatt, durante las cuales, a sus 81 años a punto de cumplir, no mostró la menor señal de cansancio y solo bebió un café americano acompañado de un vaso de agua. Allí hizo importantes revelaciones para una publicación que saldrá en próximos días, pero aquí he extractado sus puntos de vista sobre algunos temas de actualidad que tocó, como el “chantaje” que le estarían haciendo al presidente Juan Manuel Santos los militares agrupados en ACORE. A su vez, se refirió al expresidente Álvaro Uribe en duros términos; según Frechette, el desarme de los grupos paramilitares ocurrido durante su gobierno fue algo “completamente chimbo”.
En su libro, al referirse al golpe de Estado contra Ernesto Samper que se estaba fraguando y al que se le ve relacionado con el asesinato de Álvaro Gómez, usted dijo: “yo creo que ellos, los militares jubilados, le pidieron a él que encabezara ese gobierno”. Todo indica que se refiere a la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares (ACORE), y queda entonces la impresión de que usted sabe más sobre el papel que pudo haber desempeñado esa asociación en torno a ese crimen…
Bueno, mire: ACORE es una organización poderosísima en Colombia. Ya ve usted el chantaje que le están haciendo al presidente Santos para que no les den el mismo tratamiento a los militares que a la guerrilla por crímenes de lesa humanidad. Llega un momento en que ellos dicen “¡Ni puel carajo!”. Santos los oye y toma asiento con ellos, pero no están totalmente contentos y siguen presionando. Y van a seguir así, porque si yo fuera uno de ellos pensaría igual en cuanto a que es posible que yo haya hecho cosas brutales, pero lo hice por el bien de la patria.
¿Quién cree que saldrá ganador en ese pulso entre los militares y Santos?
Santos es una persona que tomó un rumbo diferente a su antecesor. Él tiene una visión internacional de Colombia. Comenzó con un acuerdo mutuo de no agresión con Chávez, porque eso estaba medio candela, ¿no? Y decidió hacer el acuerdo de paz con las Farc, hizo muchos acuerdos de libre comercio, y comenzó a abrir espacios y horizontes participando más y más en organizaciones internacionales. Muchas de las cosas que ha hecho Santos son cosas que le han hecho mucho bien a Colombia. Ahora, en lo de ACORE, es obvio que, si Santos no hace algo para eximirlos, ellos seguirán presionando.
Llama la atención cuando usted dice que ha habido militares que hicieron cosas brutales, pero lo hicieron por el bien de la patria. En el caso del crimen de Álvaro Gómez, ¿ve alguna posibilidad de que lo hubieran hecho también por el bien de la patria?
No. Lo hicieron simplemente porque querían borrar su rastro, borrar la conexión entre ellos y Álvaro Gómez. Cuando él les dijo que no, ellos pensaron “caracho, de pronto el tipo suelta la letra o se le sale algo”.
¿O sea, lo inmolaron?
Lo inmolaron, sí. El autor material pudo ser cualquier persona. Pero los autores intelectuales están ahí todavía, ahora. No sé a dónde, pero están en Colombia. No han sido apresados, no han sido detenidos, nada.
Esto encaja con la teoría de Claus Roxin sobre los aparatos organizados de poder: en los crímenes de autoría mediata, la voluntad conductora de la acción corresponde al autor mediato y no al ejecutor material. En el caso del asesinato de Álvaro Gómez todo indica que fue obra de un aparato organizado de poder desde el estamento militar, pero del que solo fue encontrado culpable un autor material, Héctor Paul Flórez, quien por cierto acaba de salir libre por pena cumplida. ¿Es ese aparato organizado de poder el que sigue impune?
No le puedo contestar, pero me llama la atención que el grupo de ACORE sigue presionando públicamente al presidente Santos para que les dé una escapadita. Yo no soy el único que piensa eso, también Human Rights Watch (HRW) y toda la gente que se ocupa de Derechos Humanos, todos ellos creen que es así. La presión de ACORE ha hecho retroceder varias veces al presidente Santos, y eso indica que tienen mucha influencia. No sé si él contempla que ellos pudieran tomarse el poder, lo dudo. Pero podrían arruinarle todo el esquema. Santos sigue bajo presión, y creo que los de ACORE están tratando de salvar su pellejo.
¿Ese “salvar su pellejo” incluye medidas desestabilizadoras?
No, yo creo que no. Ellos siempre han dicho, y usted lo ha leído: “Nosotros somos sirvientes del Estado. Si hicimos alguna cosa en forma errada, fue al servicio de la patria”. Tiene una cierta lógica, pero la cosa es que el Derecho Internacional Humanitario (DIH) establece que hay todo tipo de militares que cometen crímenes de lesa humanidad. Yo recuerdo haber leído un artículo que hablaba de unos militares que llegaron a un lugar y encontraron a ciertos hombres con uniforme de guerrilla, y no se les veía ningún balazo. Pero al quitarles la chaqueta, habían sido acribillados.
¿Deberían estar los autores de esos delitos, conocidos como falsos positivos, cobijados por el tribunal de la Justicia Especial de Paz (JEP)?
¡Claro que no! Y HRW y otras organizaciones están de acuerdo en que no debe ser así, y leí un informe de hace menos de una semana donde la HRW se opone, pero no solo en Colombia sino al nivel de la Corte Penal Internacional (CPI). Todos los esfuerzos de ACORE hoy están empeñados en torcerle el brazo al presidente Santos. Cuando yo llegué a Colombia recuerdo haber leído un informe sobre la mendacidad de las Fuerzas Armadas. En un lugar, creo que era Antioquia, había una base militar y a medio kilómetro de ahí había una base de los paramilitares. Y los militares, con una cara de yo no fui, decían ante la evidencia: “No es verdad”. Eso indica que en Colombia el poder de los militares es enorme.
¿Pueden las organizaciones de Derechos Humanos presionar por su lado para que esos crímenes de lesa humanidad no queden impunes?
Yo conozco gente de HRW y son personas decentes, muy creíbles, y están empujando. Si no fuera por la presión de ellos, al presidente Santos le habría quedado más fácil resolver el tema con ACORE. Pero en este momento está en una situación bien difícil. ¿Por qué? Porque Trump no sopla hacia Colombia con buena gana, y nadie sabe lo que pueda pasar. Los colombianos se metieron al proceso de paz creyéndole a Sergio Jaramillo, en cuanto a que la implementación de los acuerdos tomaría diez años y que habría mucha plata. Y Cárdenas puso la reforma tributaria, y mucha gente quedó descontenta con eso. Ciertos elementos del acuerdo de paz están cuestionados por personas serias. Seguir adelante como si no pasara nada, no es suficiente. Hay dudas en Colombia, hay un tufo de corrupción poderosísimo, y eso le está haciendo mucho daño a Santos. En su discurso de posesión de 2014, sacó una declaración donde dijo: “Una de las cosas que no me gusta hacer es ir a Washington a limosnear”. Y cuando un laboratorio de Colombia le dijo que el glifosato sí hacía daño, inmediatamente paró la aspersión aérea. Y ahora se está dando cuenta de que esa decisión fue errada, demasiado apresurada. Y esto lo deja a él en una situación dificilísima.
¿Se refiere al aumento de los cultivos de coca en el país?
Santos es una persona a la que nunca le gustó la aspersión aérea sobre los cultivos de coca, no obstante que en Colombia se usa el glifosato en productos agrícolas que se consumen en la mesa. Después de más de cien pruebas hechas por científicos, nunca se llegó a concluir que estaba causando daño a la salud a personas que vivían cerca. Y súmele a esto que las Farc son muy inteligentes. Vieron que el Gobierno estaba diciendo que “en regiones donde hay coca vamos a poner plata para hacer cambio de cultivos”, y salieron ellos a amenazar con rifle a los tipos que estaban en las regiones de coca, a que plantaran más coca para traer más plata del Gobierno. Es decir: las Farc pueden ser brutales, pero no son pendejos.
Cambio de tercio: usted habla en su libro de personas que le decían “no le tenga mucha confianza a Uribe, es un tipo ligado con los narcos, que apoya a los paramilitares”. Hoy, después de tantos años, ¿cree usted que Uribe apoyaba a los paramilitares… y viceversa?
Cuando yo fui a Antioquia a visitarlo siendo gobernador, él tenía una gran reputación como buen gobernador y gran político. Yo tenía varias preguntas que hacerle, y una de ellas era por qué le había dado el control de expedir licencias para avionetas a César Villegas, un tipo que estaba dándoles esos permisos a naves ligadas al narcotráfico. Era algo que él sabía perfectamente. Y bueno, me dijo que se puso a buscar en Colombia a ver si había alguien que sabía de aviación civil, y no había… Y me dijo que Villegas se había graduado para hacer eso en una universidad de Toronto, y que por eso le ofreció el puesto. Y le dije sí, entiendo lo primero. Pero lo que no entiendo es por qué no lo sacó. Y no pudo darme una respuesta creíble. Habló mucho, ‘cantinfló’.
¿Sabía usted además lo de las Convivir de Uribe, que nacieron precisamente en Antioquia?
Claro. Yo le dije: “mire, eso de las Convivir no nos convence”. Él me dijo “es que no van a cargar armas. Serán personas de la región que estarán vigilando los bosques e informarán por radio que hay personas desconocidas en esos lugares”. No niego que me comí el cuento. Y con el pasar del tiempo me di cuenta de que era un señor extremamente hábil, pero muy creyente en lo de los paramilitares.
¿Usted cree que Uribe tuvo algo que ver con el auge del paramilitarismo en Colombia?
Por supuesto. Las Convivir fueron la raíz de lo que después se convirtió en un enorme problema. Cuando Uribe como presidente se dio cuenta de que ya los gringos estaban oliéndose todo, entonces decidió hacer el desarme de los paramilitares. Un desarme completamente chimbo, como usted sabe. Había unidades completas que nunca habían sido Convivir ni nada de esas cosas. Y Washington se quedó dormido.
¿Cómo así, usted cree que Washington fue alcahueta de Uribe en el tema de los paramilitares?
Sí.
¿Y eso por qué…?
Porque al acabarse esas acciones de Uribe y los paramilitares, se reduciría la violencia. Washington quería reducir la violencia en Colombia, y le comió el cuento. Es más, no le voy a decir ante quién, pero yo hablé con personas de muy alto nivel del Departamento de Estado a decirles “este señor Uribe les está vendiendo una historia falsa”. Yo nunca me olvido del pilón de armas que dejaron los paramilitares: muchas de ellas eran nuevas cuando Napoleón fue Emperador de Francia. Es decir, a otro perro con ese hueso. Pero Uribe tenía apoyo en el Congreso y EE UU quería reducir la violencia. Esas son razones de Estado con las cuales yo no concuerdo.
¿O sea que usted cree que quedaron estructuras paramilitares intactas después de esa supuesta negociación?
Es que se fueron a otros lugares. En lugar de seguir operando en los lugares donde habían estado, se fueron al sur y al este del país, a continuar sus fechorías. Ellos son los que ahora se dedican a la minería ilegal, a minería de piedras preciosas. Y mientras tanto el ELN muy feliz haciendo volar el oleoducto…
Teniendo en cuenta la inconformidad que usted siempre tuvo por igual hacia Ernesto Samper y Álvaro Uribe, ¿si le pusieran en una balanza a escoger entre ambos, con quién se quedaría?
Eso es un falso dilema. Samper solo tuvo un período de gobierno, mientras que Uribe consiguió que se cambiara la Constitución para que le permitieran un segundo período, y no contento ¡pidió un tercer período…! Pero el Congreso no le aguantó el sablazo.
Tomado de periódico: Elespectador
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