Por Antonio Caballero
Lo que martínez hace es contestar lo que robledo no le pregunta y defenderse de lo que robledo no lo acusa, sin contestar lo que sí le pregunta ni rebatir las acusaciones que sí le hace.
Quiso el senador Jorge Robledo hacer en el Senado un gran debate sobre el escándalo de Odebrecht que ilustra la corrupción –“sistémica”, dice él– del modo de gobernar este país desde hace por lo menos 50 años. No pudo. Porque para debatir se necesitan por lo menos dos, y lo dejaron solo. Como le sucedió hace un tiempo a Iván Cepeda cuando trató en vano de debatir con Álvaro Uribe y este prefirió escabullirse a hacerse embolar los zapatos ante la Corte Suprema para
no tener que oír las acusaciones. Lo mismo hizo esta vez quien hubiera debido ser el principal contradictor de Robledo, el fiscal general, Néstor Humberto Martínez Neira. Se excusó de asistir con el acrobático argumento de que se iban a tratar temas sobre los cuales él mismo está haciendo investigaciones. Pero es que en eso consistía el meollo del debate: en saber si esos temas los puede investigar él, o si no. Y lo que sostiene Robledo es que no, porque está untado en ellos hasta la coronilla como participante en su calidad de abogado y en su calidad de ministro, y debiera en consecuencia declararse impedido en su calidad de fiscal general: no puede investigarse a sí mismo.
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La defensa de Martínez es un nudo ciego de esguinces, de evasivas y de contradicciones. Empezando por la contradicción misma de que hay defensa, cuando se acaba de excusar de hacerla. No responde en persona, diciendo que le parece que responder es improcedente, pero a la vez responde largamente por escrito. Dice que no va a intervenir en la controversia por ser esta “de naturaleza estrictamente política” –aun cuando, añade, “gira alrededor de asuntos sometidos al conocimiento de la justicia”–; pero no obstante interviene, “por respeto al resto de los honorables senadores y a la opinión pública”, enviando por escrito sus comentarios para demostrar que “cada uno de los señalamientos personales que, con ánimo pérfido, el citante ha venido haciendo semana tras semana, son totalmente falaces, calumniosos e injuriosos”. Pero no lo demuestra. Aunque enumera del 1 al 16 los que llama “cargos” y los acota con lo que llama “mentiras”, lo que hace es contestar lo que Robledo no le pregunta y defenderse de cosas de las que Robledo no lo acusa, sin contestar lo que sí le pregunta ni rebatir las acusaciones que sí le hace.
El senador Robledo mostró en su debate, y había planteado en los cuestionarios enviados al fiscal general y a varios ministros (los cuales, dicho sea de paso, tampoco contestaron aunque sí asistieron al debate), la existencia de una docena de Néstor Humbertos Martínez distintos, según los nombres cambiantes de su bufete de abogados: Martínez Neira Abogados Consultores, Nesmar Ltda., Martínez Neira Inversores Ltda., Malegal Ltda., MNA Martínez Abogados, DLA Piper Martínez Beltrán Abogados… etcétera, etcétera. Pero no solo tiene Martínez ese don de la ubicuidad que le permite estar en todas partes a la vez, sino también la facultad contraria de no estar en ninguna: ni siquiera en la Fiscalía General de la Nación, a pesar de que el alegato enviado a los senadores lo firma como fiscal: pero solo para explicar que en realidad quien hace las investigaciones del fiscal no es él mismo, sino sus subordinados. Por si todo eso fuera poco, presenta un certificado de la Superintendencia de Industria y Comercio para probar que ni siquiera el más obvio de los Martínez imaginables existe: Martínez Neira Abogados. La superintendencia, en efecto, asegura que “tras haber agotado todos los procedimientos de búsqueda (…) no se encontró registro o solicitud de registro como marca de la expresión Martínez Neira Abogados a nombre de ninguna persona natural o jurídica”.
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Más asombroso todavía es que, de acuerdo con las afirmaciones de Martínez, tampoco son identificables las distintas personas –naturales o jurídicas– sobre las cuales se adelantan investigaciones acerca de los sobornos de Odebrecht: así resulta que el diario El Tiempo a cuya junta pertenecía Martínez no es el mismo diario El Tiempo del cual es dueño el banquero Luis Carlos Sarmiento; y este banquero, dueño también del Grupo Aval, no tiene nada que ver con la empresa Episol perteneciente a dicho grupo; ni Episol, a su vez socia del Consorcio Ruta del Sol para cuyos contratos se pagaron sobornos, está relacionada con los otros dos socios, que son Solarte y Odebrecht. Al terminar de leer el largo documento redactado por Martínez (¿el fiscal?, ¿el abogado?, ¿el exministro?, ¿ninguno de los anteriores?) queda uno frotándose los ojos, con la impresión desconcertante de haber presenciado el truco de alta prestidigitación de un mago de salón.
Concluye el fiscal Martínez explicando sus cambios de nombre por sus cambios de personalidad, así: “Martínez & Martínez Abogados pasó a denominarse Martínez & Martínez Inversiones Ltda. porque su principal accionista no podía continuar ejerciendo la profesión de abogado al asumir el cargo de ministro…”. “Estudio Jurídico Martínez Ltda. pasó a denominarse Ejumar Inversiones Ltda. porque su principal accionista no podía… etc.”. “Estudio Jurídico MNA Ltda. pasó a denominarse Inversiones Formentera Ltda. porque su principal accionista no podía continuar ejerciendo la profesión de abogado al asumir el cargo de fiscal general de la Nación”. Y pregunta a gritos (mecanografiados en letras mayúsculas):
¿ES ESO UN ENGAÑO?
Sin dudarlo, yo diría que sí.
Tomado de Revista Semana
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