Por Mauricio Castaño H
Hace poco escuché decir a un economista no necesitar de políticas públicas para hacer empresa, incluso fue más allá, tampoco era necesario el gobierno de un país o territorio, bastaba con una ciudadanía informada y empoderada trabajando de mano del empresariado, en otras palabras construir economía social sin aparato estatal. (Pareciera un imposible pero en la historia han existido sociedades sin Estado). Ésta imagen se puede complementar con otras autoridades en la materia cuando evidenciaron en distintos foros económicos cómo los políticos desfilaban para donde los empresarios a pedirles favores para sus gobiernos tales como instalar sus sedes fabriles en sus territorios. Otro tanto sucede en la bolsa de New York, allí desfilan los mandatarios y ministros de hacienda de los países para hacer lobby, para agradar a los grandes inversores que tienen esos poderes de hacer subir o hacer bajar los precios de las acciones, tienen el poder de hacer riqueza para sí y sus aliados, pero también tienen el poder de hacer pobres a sus adversarios sí así lo desean, crean cualquier pánico financiero y el arte de la magia se cumple.Ésta pragmática empresarial me hace recordar temas complementarios tales como la ética o el cuidado de sí y lo iluso o abstracto de los gobiernos, o en palabras borgianas de la superstición estadística que es la democracia. O mucho mejor, la constatación histórica de sociedades sin o contra Estado.
Se puede plantear que a mayor ética menos gobiernos se requieren, a mayor capacidad de saberse conducir así mismo se requiere menos de gobernantes que decidan por nosotros o nos dicten órdenes. Las referencias bibliográficas sobre el tema ético o de los cuidados de sí, puede consultarse a Michel Foucault en sus últimos trabajos como en la historia de la sexualidad y los publicados después de su muerte. Para las sociedades sin Estado a Deleuze y Pierre Clastre.
De Borges referenciamos unas intervenciones sobre su concepción no favorable a los gobiernos, “descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística,” pues solía decir que lo democrático es ilusorio en primera instancia porque no es fiable que quién comanda recursos para proporcionar bienestar a la población general sea precisamente el menos adecuado, pues quien ostenta concentración de poder lo usa para sí mismo y para su grupo de poder. En fin, su proclama era un máximo de individuo ético y un mínimo de Estado … creo que si cada uno de nosotros pensara en ser un hombre ético, y tratara de serlo, ya habríamos hecho mucho; ya que al fin de todo, la suma de las conductas depende de cada individuo.” o “Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos
Este pasaje ilustrativo y cómico a la vez, cómico por el poder de subvertir: Pregunta el personaje Eudoro Acevedo:
“¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más completa que este resumen.”
Y dice Borges “… para mí el Estado es el enemigo común ahora; yo querría -eso lo he dicho muchas veces- un mínimo de Estado y un máximo de individuo. Pero, quizá sea preciso esperar… no sé si algunos decenios o algunos siglos -lo cual históricamente no es nada-, aunque yo, ciertamente no llegaré a ese mundo sin Estados. Para eso se necesitaría una humanidad ética, y además, una humanidad intelectualmente más fuerte de lo que es ahora, de lo que somos nosotros; ya que, sin duda, somos muy inmorales y muy poco inteligentes comparados con esos hombres del porvenir, por eso estoy de acuerdo con la frase: “Yo creo dogmáticamente en el progreso.”
Y de los que encarnan el Poder, de los que se drogan, de los que acumulan poder, de los que en Colombia se hacen pagar con los recursos públicos carros blindados, conductores, escoltas para presumir y ostentar su poder, de ellos, de los politicos expresó:
– “No. En primer lugar no son hombres éticos; son hombres que han contraído el hábito de mentir, el hábito de sobornar, el hábito de sonreír todo el tiempo, el hábito de quedar bien con todo el mundo, el hábito de la popularidad….La profesión de los políticos es mentir. .” … “Creo que ningún político puede ser una persona totalmente sincera. Un político está buscando siempre electores y dice lo que esperan que diga. En el caso de un discurso político los que opinan son los oyentes, más que el orador. El orador es una especie de espejo o eco de lo que los demás piensan. Si no es así, fracasa.”
A esta expresión estética, a esta intuición literaria, sumamos la mirada histórica y antropológica. Gilles Deleuze, Pierre Clastres a evidenciado las sociedades sin Estado o contra Estado. Estas sociedades eran distintas a las que formaron grandes imperios en donde la categoría de mandar obediencia fue lo común como en la Europa con sus grandes imperios o en América con los Aztecas o los Incas. Pero al margen de estos sistemas se dieron otras sociedades que no recurrieron a esas concentraciones de poder, por el contrario, lo menospreciaron, sus necesidades o intereses fueron otroas. Referenciemos algunas apreciaciones de Claestres.
En las sociedades sin Estado no hay poder político ni poder obediencia, ni existe el mandar ni el obedecer.... Son sociedades con ausencia de poder político. Contrario en la sociedades en las que sí existe, su característica es que el poder es coercitivo, allí la lógica de relación orden obediencia se despliegue como si fuera natural. En este ejercicio de poder es inherente la violencia, se dice en los Estados modernos que conservan el monopolio de la violencia, son los únicos que se autorizan así mismos ejercerla contra quienes ellos deciden son enemigos, se estila decir también hacer justicia.
Las sociedades sin Estado tienen alto sentido de la democracia y el gusto por la igualdad: "Los primeros viajeros del Brasil y los etnógrafos que los siguieron lo afirmaron repetidamente: la peculiaridad más notable del jefe indígena consiste en su falta casi completa de autoridad"
Por lo tanto, deben tenerse como rasgo pertinente de la organización política de la mayoría de las sociedades indígenas la carencia de estratificación social y de autoridad de poder: algunas de ellas, como las ona y los yagan de Tierra del Fuego, no poseen siquiera la institución de liderazgo; y se dice que los jíbaros que poseen su lengua no tienen término para designar al jefe."
En suma, se percibe en las comunidades sin Estado una intuición sutil de advertir los peligros del Poder Político, de la concentración de Poder, de esa relación de servidumbre del mandar - obedecer. Y se percibe también, que fuera de ese desprecio por la concentración de poder, está el gusto de que todos deciden, no requieren ni esperan haya un supra hombre que los preceda en las decisiones que han de tomar para sus vidas.
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