Papá Noel es una convergencia, un ensamblaje de ritos de diferentes culturas, una colcha de retazos de diversas creencias. En él se anuda la vida y la muerte en la persistencia de la inmortalidad de los dioses. Y a su vez evoca un viejo canoso con barba larga de risa monótona y aburrida. Bajo esa presencia se esconde un alguien que está allí para recordar que hay reglas, que hay regulación en los niños. Su objetivo es hacerlos obedecer bajo promesa de esperar premios por buenos comportamientos.

Fue fiesta pagana donde en democracia se sienta en una misma mesa a esclavos, amos y señores. Papá Noel es un mediador imaginario que reemplaza al papá real. Es lo otro, la muerte, es el viejo en cuya máscara se esconde una realidad poca conocida. Levi- Strauss rastrea las capas culturales, los retazos, piezas que constituyen ese muñeco símbolo que a todos atrae por sus regalos profundos y paganos en contraposición de la tradición cristiana del nacimiento del niño. En suma, la cultura es mezcla que toma de aquí y de allá, reafirmando lo más pagano que hay en la sociedad... este rastreo resalta a los niños, incluso a las mujeres en una sociedad que han sido invisibles... En el papel regalo, en las tarjetas son objetos en donde lo mítico se desplaza. El orden y la obediencia son funciones prácticas mantenidos en estos mitos y ritos. Por ejemplo, en las religiones paganas se rezaba a los muertos, mientras que en los modernas es por los muertos. En las preposiciones está la diferencia.

"Lévi-Strauss desdobla la aproximación al doble anciano en una pesquisa histórica y en otra etnológica. La primera lo lleva a leyendas medievales en las que sobreviven festivales del Imperio Romano y oscuras celebraciones en las que niños y muertos se confunden. La segunda sumerge al lector en una especulación acerca de la relación entre los vivos y los muertos que toman por excusa las katchina de los indios de Norteamérica. Al cabo, constata que está figura mediadora enmascara la presencia de la muerte y tiende a negarla."


Reproducimos tres últimas páginas de la conclusión de C. L Strauss:


"Las características aparentemente contradictorias de los ritos de Navidad se aclaran así: durante tres meses, la visita de los muertos a los vivos se hace cada vez más insistente y opresiva. El día de su partida, se les puede entonces festejar y darles una última oportunidad de manifestarse libremente, o, como lo dice tan fielmente el inglés, to raise hell. Pero, en una sociedad de vivos, ¿quién puede personificar a los muertos sino todos los que, de un modo u otro, no están completamente incorporados al grupo y participan de esta alteridad que es la marca misma del dualismo supremo: el de los muertos y de los vivos? No es sorprendente entonces que los extranjeros, los esclavos y los ni-ños sean los principales beneficiarios de la fiesta. La inferioridad de estatus político o social, la diferencia de las edades proporcionan al respecto criterios equivalentes. De hecho, tenemos innumerables testimonios de los mundos escandinavo y eslavo, que revelan el carácter de la cena de Navidad como una comida ofrecida a los muertos, don-de los invitados hacen el papel de muertos; los niños, el de ángeles; y los ángeles, el de muertos. No es raro que Navidad y Año Nuevo (su doble) sean fiestas de regalos: la fiesta de los muertos es esencialmente la fiesta de los otros, ya que el hecho de ser otro es la primera imagen que nos podemos hacer de la muerte.Estamos ahora en capacidad de dar respuesta a las dos preguntas planteadas al inicio de este estudio. ¿Por qué se desarrolla el personaje de Papá Noel, y por qué la Iglesia observa este desarrollo con preocupación?Hemos visto que Papá Noel es a la vez heredero y antítesis del Abad de la Sinrazón. Esta transformación es en primer lugar indi-cio de un mejoramiento de nuestras relaciones con la muerte; ya no es necesario, para estar en paz con ella, permitirle periódicamente la subversión del orden y de las leyes. Ahora en la relación predomina una suerte de benevolencia algo desdeñosa. Podemos ser generosos, tomar la iniciativa, ya que no se trata sino de darle regalos e incluso juguetes, es decir, símbolos. Pero este debilitamiento de la relación entre muertos y vivos se da a expensas del personaje que la encarna; al contrario, parecería que por ello se desarrolla mejor. Esta contradicción sería insoluble si no se admitiera que otra actitud frente a la muerte va progresando entre nuestros contemporáneos, actitud tal vez no hecha del temor tradicional a los espíritus y a los fantasmas, sino de todo lo que la muerte representa en sí y también en la vida en cuanto a empobrecimiento, sequía y privación. Indaguemos por el tierno cuidado que tenemos con Papá Noel, por nuestras precauciones y nuestros sacrificios para mantener intacto su prestigio con los niños. ¿No será que en nuestro interior está siempre latente el deseo de creer, aun-que sea un poco, en una generosidad sin control, en una gentileza sin segunda intención; en un breve intervalo durante el cual están en suspenso cualquier temor, cualquier envidia, cualquier amargura? Tal vez no podemos compartir plenamente la ilusión, pero lo que justifica nuestros esfuerzos es que esta ilusión, mantenida por otros, nos pro-porciona al menos la posibilidad de calentarnos a la luz de la llama prendida en estas jóvenes almas. La creencia en donde guardamos a nuestros hijos de que los juguetes vienen del más allá aporta una coar-tada al secreto movimiento que nos incita en realidad a ofrecerlos al más allá con el pretexto de darlos a los niños. Por este medio, los re-galos de Navidad son un verdadero sacrificio a la alegría de vivir, que consiste, en primer lugar, en no morir.Con mucha profundidad, Salomon Reinach escribió una vez que la gran diferencia entre las religiones antiguas y las religiones modern loas está en que “los paganos rezaban a los muertos, mientras que los cristianos rezan por los muertos”8. Sin duda el rezo a los muertos dista de este rezo mezclado con conjuros que cada año, y cada vez más, dirigimos a los niños —encarnación tradicional de los muertos— para que, al creer en Papá Noel, acepten ayudarnos a creer en la vida. He-mos desenredado los hilos que atestiguan la continuidad entre estas dos expresiones de una idéntica realidad. Pero la Iglesia no se equivoca en absoluto cuando denuncia la creencia en Papá Noel como el bastión más sólido y uno de los focos más activos del paganismo en el hombre moderno. Queda por saber si el hombre moderno no puede defender su derecho a ser pagano. Para terminar, una última anotación: del rey de las Saturnales al Buen Noel, el camino es largo; en el recorrido, un rasgo esencial —tal vez el más arcaico— del primero pareciera haberse perdido definitivamente. Frazer ya mostró que el rey de las Saturnales es heredero de un prototipo antiguo que, después de personificar al rey Saturno y haberse entregado a todos los excesos durante un mes, era solemnemente sacrificado en el altar de Dios. Gracias al auto de fe de Dijon, el héroe está reconstituido con todas sus características, y en este singular asunto, no es una pequeña paradoja que, con el propósito de poner fin a Papá Noel, los eclesiásticos de Dijon hayan restaurado en su plenitud, después de un eclipse de algunos milenios, so pretexto de destruirla, una figura ritual, comprobando así su perennidad."

Ver texto completo en link

8 S. Reinach, L ́Origine des prières pour les morts, en Cultes, Mythes,Religions, Paris, 1905, tomo I, p. 319. [Nota del autor



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