Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakritca

El último hombre es el primero en entrar en la muerte, lo hace a través de la ventana desde donde mira el vacío, todo lo que se nos escapa, todo lo inaprensible, incluso hasta nosotros mismos, nuestra propia existencia. Existencia, ex-sistencia,   quiere decir estar por fuera, lo exteriorizado, todo lo que hacemos que sale de nuestro propio cuerpo. Nuestro Ser está en esa relación permanente con el adentro y con el afuera, lo que está dentro de mí, en mi espíritu y que luego sale en la obra realizada. Ese movimiento de adentro y de afuera produce agotamiento, nos tira al vacío. 


El espíritu entonces reclama un espacio propio para poder encontrarse así mismo, ese espacio puede ser la indiferencia de los otros y así evitar llegar al fondo mismo del vacío que amenaza con desfondarnos, en caer en la existencia de la nada. Es bueno para la salud encontrarse así mismo negando la compañía del otro: "¿Es posible vivir junto a alguien que escucha apasionadamente cualquier cosa? Eso te gasta, te quema. Uno desea un poco de indiferencia; uno reclama el olvido; el olvido, es verdad, no ha dejado de estar ahí: ante la profundidad apasionada del olvido era preciso hablar sin cesar, sin parar."


En el movimiento perpetuo de la existencia nos perdemos y nos buscamos. A nadie le gusta mirarse en el espejo en su doble proyectado y reconocerse como un extraño. Más bien su deseo gira en busca de un otro que le hubiera gustado ser: "Yo no estaba ahí para verle, sino para que él no se viera a sí mismo, para que, en el espejo, fuera a mí a quien viera, otro distinto de él —otro, ajeno, próximo, desaparecido, la sombra de la otra orilla, nadie— y que de ese modo él siguiera siendo hombre hasta el final." Es la voz de uno de los tres personajes del libro de Blanchot, El Último Hombre, todas las comillas son y vendrán de este libro. No es un libro de filosofía sino de literatura. 


La filosofía es un pensamiento ordenado, esquemático; en cambio la literatura es la creación de todo aquello que se nos escapa, que nos desgarra: "La filosofía es un trabajo donde el autor, con vistas a un fin, renuncia a la loca libertad de su andadura. Únicamente la literatura es un juego que tira los dados para alcanzar una cifra imprevisible." Bataille. La literatura está en el borde del pensamiento para rebasarlo, para devenir mundo de las sensaciones, esas mismas que dan cuenta del vacío que nos persigue con sus fantasmas inconclusos, la muerte que nos disuelve:  "Sin duda yo ya estaba muerto en muchas partes de mí mismo." 


La vida está confeccionada por instantes, por momentos. Las desgracias, los duros momentos serán reemplazados con recuerdos edificantes. Siempre se está en búsqueda de algo o de alguien. No se hace referencia a los autoengaños de inventar maravillas de miseria en esa suspensión del vacío, en ese inaprensible y real que es la mejor muerte. Dice Bataille en el apéndice del libro que referenciamos: "Los ritos y los ejercicios religiosos de todos los tiempos se han esforzado por hacer que la muerte entre en el dominio del espíritu humano. Pero esos ritos y esos ejercicios nos mantienen en la fascinación de la muerte. El espíritu fascinado por ella pudo imaginar que la muerte se convertía en su dominio: un dominio donde la muerte era sobrepasada."


Es en Blanchot donde puede verse ese rostro de la muerte que se desvanece pero que nunca se va, todo el tiempo está presente, es un incorporal difícil de aprehenderse, incluso de reconocerse. Michel Foucault le llama ficción a todo esto de lo invisible y cotidiano que somos, que es real pero que no tiene pedestal ni raíz, es una especie de magia el hacer ver lo que se nos presenta como invisible. 


La Ficción, es el vacío que se nos escapa, todo aquello intangible que nos cubre siempre en huída: «Las figuras de las ficciones de Blanchot están dibujadas en la grisalla de lo cotidiano y lo anónimo; y cuando dejan lugar a la maravilla, ésta no se halla en ellas, sino en el vacío que las rodea, en el espacio donde están depositadas sin raíz y sin pedestal. Lo ficticio no está nunca en las cosas ni en los hombres, sino en la imposible verosimilitud de lo que hay entre ellos: encuentros, proximidad de lo más lejano, absoluto disimulo allí donde estamos. Luego la ficción no consiste en hacer ver lo invisible, sino en hacer ver hasta qué punto es invisible la invisibilidad de lo visible». Foucault.

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