Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El respeto, el privilegio, la admiración recaen sobre el líder, sobre el hombre de poder sobre estimado, sobrevalorado, al que se le tiene un respeto desmedido, al punto de temerle. El poderoso es quien ha logrado interpretar y conectarse con un sentimiento popular: "no soy un hombre, soy un pueblo" arengaba el populista colombiano Jorge Eliécer Gaitán. Son flujos de deseos y creencias que se irrigan sobre la gran masa de hombres, sobre la sociedad. 


Lo micro se propaga alcanzando una dimensión de fuerza, de ley que todos se sienten en la obligación de cumplir... La costumbre hace ley. Lo micro tiene fuerza, tiene potencia de transformación: "El aleteo de una mariposa provoca una tormenta transatlántica," se dice para señalar el impacto de lo micro en lo macro. "Una nación no es más que un acuerdo de tradiciones, costumbres, educaciones, tendencias, ideas que se propagan, que se imitan por caminos diversos, pero que se subordinan, se auxilian en fraternidad." Escribió Gabriel Tarde en el libro  Creencias, Deseos y Sociedades. Editorial Cactus, en adelante citaremos así: (p. 47-48).


El hombre prestigioso está habilitado para abrir compuertas, irrumpir, está empoderado, legitimado por el sentimiento popular. No sólo desde el habla se le escucha y acata, sino también desde sus mismos actos y gestos, dignos modelos que todos quieren imitar: su forma de caminar, gesticular, el tono en el hablar; su vestimenta, usar el jeans y pelo largo en jóvenes buen mozos como símbolos de diferenciación alternativa al poder tradicional a vencer, así fue vendido, por ejemplo, un proyecto político en Medellín hace unas décadas. Por lo demás, recordar la actual ministra de minas y energía de Colombia, con el uso de tenis con ropa formal en eventos protocolarios de Estado, los medios vieron afrenta en ello, pero fue contrarrestado, el poder prometido de cambio y de vivir sabroso en el goce efectivo de derechos, va encontrando símbolos disruptivos que poco a poco dan el tono simbólico de su identidad. 


La obediencia es un acto consciente y querido por todo y cada uno de los miembros del organismo social, es un flujo deseado que arrastra a la gran mayoría, que terminará imponiéndose. (p.58) El demagogo busca conectarse con el pueblo. En contravía, el que quiere nadar a contracorriente trata de pelear con todas sus fuerzas para ser potencia que quiere hacerse escuchar: "Yo no soy un hombre, soy dinamita," gritaba Nietzsche con su voz solitaria para hacerse escuchar en sus propuestas disruptivas.


No importa si se es extranjero, a dónde fueres haz lo que vieres, el viajero dócil e indefenso se mimetiza imitando a los lugareños, se camufla ante la gran masa en el país visitado. "Pensar espontáneamente es siempre más cansador que pensar a través de otro." (p.61) ¿Para dónde va Vicente? Para donde va la gente, dejarse llevar por la fuerza de la cultura y no contravenirla, no resistirla, ser bien pensante para ser acogido por el gran sistema, por el poder en turno. No disonar para no entrar en conflicto, en guerra. Nuestros deseos se alimentan de los deseos de otros.


Obedecer es respetar, asimilar los conductos jerárquicos. No se obedece por temor si no por admiración, por encanto, todos quieren imitar al modelo, al gran jefe, al gran líder. Se manda obedeciendo sentencian los zapatistas mexicanos. Obedecer es creer, querer y desear lo que mi líder cree, quiere, y desea. Todos son ojos y oídos para el Gran Jefe, se les chorrea la baba, estaban extasiados cuando le vieron llegar, no lo podían creer, estaba cerca, allí mismo junto a nosotros, comentaba el admirador. (p.62). "El respeto, ante todo, es una impresión ejemplar de una persona sobre otra psicológicamente ejemplarizada," a la que se le cree superior. (p.64)

 

El verdadero líder, el verdadero jefe de Estado es el que se conecta con el sentimiento popular en sus creencias y deseos, todos querrán imitar a su gran jefe, a su gran guía. La Imitación procede por contagio, por propagación de deseos y creencias. El líder, el maestro, los admirados, tienen mirada microscópica, ven el más mínimo detalle dónde la gran masa desatenta la pasa por alto. Recordemos a Deleuze: el nazismo fue posible porque estaba encarnado en cada alma del pueblo, estaba en el sentimiento popular, en cada célula, el maquinista y su esposa convencidos de su labor, uno conduciendo la máquina de muerte, la otra ayudando, contribuyendo con la economía del cuidado en el hogar para dar fuerzas de continuar con la carnicería humana.


En nuestro terruño, por ejemplo, el gobierno actual se ve obligado a usar su propia voz y sus propios canales para contrarrestar a los grandes medios opositores de comunicación que desprestigian porque ven amenazados sus intereses de oligopolio. Es una lucha viva, a flor de piel, pero que en la lógica de Gabriel Tarde, el gobierno si está conectado con el sentimiento popular, esta tensión es fácil prever su desenlace: "Una democracia esclarecida nada tiene que temer de las singularidades y superioridades individuales; pues gracias a su difusión imitativa, el individuo superior o singular trabaja para la colectividad. Lo mejor del individuo se socializa." (p.84) Toda sociedad, toda civilización se soporta en el consumo de individuos, de hombres. La vida se gasta en deseos y creencias encarnados en nuestros líderes admirados y respetados.

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