Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colimbiakrítica


Los cuerpos y los incorporales, lo sólido y lo blando, la materia y el espíritu. He allí dos caras de la misma moneda. Por alguna razón vamos hacia adelante y con la mirada puesta hacia arriba. La vida precisa de metas, de un plan, de un lugar hacia donde llegar. La mayoría de las veces se exagera con hacer planes, no se tiene en cuenta que la vida misma es caos y desorden. Por más que se quiera un sueño, la realidad dista mucho en materializarlo tal y como fue concebido. Por un lado ordenas y por el otro se te desordena, nadie prevé las variables nómadas, los llamados imprevistos, ellos son inéditos.


El deseo de hacer cosas, esa fuerza extraña que a todos nos asiste de movernos, viene muy de adentro de nosotros. Hay algo dentro de nosotros que quiere salir. No es gratuito que la vida se defina por el movimiento, quien no se mueva se tulle. Motivación viene de movimiento y es la fuerza que empuja para hacer algo, por eso se emplea la palabra motivación para expresar firmes deseos de convicción hacia un algo que se quiere. Y en esa medida se dice que la vida es exterioridad porque algo muy dentro de mí sale, ha salido hacia afuera, algo que tiene mi impronta y que ya no me pertenece. Voy por la vida buscando salidas, buscándome sin cesar para nunca encontrarme. 


La vida es movimiento. Pero también es el otro en el que me reflejo, en el que también me busco en vano, apenas sí logro reafirmarme de manera provisional. Yo soy el otro. La vida es la otredad. Me buscó en el espejo y no me reconozco. La vida es un juego de luces y de sombras como lo es el teatro. Voy de aquí para allá, reboto de un extremo a otro, oscilo entre la soledad y la compañía mutua de unos pocos. Esos otros que he privilegiado como compañeros de viaje, pero que también saben del momento oportuno para retirarse a su propia playa de intimidad.


La ilusión de la vida es dar un poco de orden al caos. Con nuestro propio yo, arando aquí y allá, logramos hacernos a un lugar en el mundo, algo de tierra firme hay en nuestros pies. Pero todo vuelve y se agita, flujos de sentires que nos tiran a mar abierto. Caminar, avanzar, la meta es el camino mismo. Se probará éste sendero, se errará aquel otro. Y así nos vamos, así vamos llegando en el ensayo y en el error. Seremos lo mismo pero también lo otro. Estamos en búsqueda permanente para medio encontrarnos en el espejo y en ese otro que juega a mi doble. Nuestra identidad es provisional en este moverse en la vida. Pero no olvidemos que la vida adopta el ritual, el tiempo circular de las conmemoraciones para soportar el flujo del devenir, dejamos algunas marcas por las cuales volver a pasar.


En suma, el caos más que desorden son fuerzas permanentes que van y vienen. Y que uno hace un paro, hace un trazo de quietud como lo es el entorno en el que vivimos, todo se está moviendo pero uno siente que está viviendo una realidad única. Uno capta las diferencias en una ola de repetición. Lo diferente que se repite. El eterno retorno. El caos se constituye en un adentro y en un afuera. Las diversas fuerzas dinámicas y fluyentes que se captan para plasmarse en un plano consistente. Buen ejemplo es el queso o el vino que captan fuerzas variadas para devenir un flujo diferente, una mezcla virtuosa.



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