Cuerpo y Alma
Historiador
Colombiakrítica
Preámbulo
La Parca Muerte
El morir, la consciencia de la muerte, sabernos seres mortales aterroriza al humano existir, hoy y en tiempos remotos, desde cuando el humano tiene conciencia de sí, de su finitud. Las tumbas, los enterramientos, los ornamentos, los respetos, las flores que acompañan al acto fúnebre dan cuenta del respeto y sobre todo del terror a la muerte, del temor en vida por lo que pasará en el más allá de este mundo, ¿a dónde irán cada uno de los seres queridos ya muertos, ya yertos?
Y más allá de la vida terrenal, de un cuerpo que está destinado a los gusanos, a pudrirse, ese horror, ese miedo o temor experimentado por la humanidad en sus diversas y fragmentadas culturas, ha llevado a las creencias que mitigan esa dolorosa realidad de los seres queridos que parten, de los que se van para jamás volver, a los que son visitados por esa parca que no avisa ni el día ni la hora, ni el cuándo, ni el cómo ni el dónde. Aunque dicho sea de paso, la inmortalidad, su creencia, atormentará, no dejará en paz a los deudos que con vida quedan, por lo menos a los más creyentes.
Los Estoicos y el Pragmatismo, el Duelo
Esa experiencia del más allá de esta vida terrenal, fue resuelta por los estoicos con la emblemática fórmula expresada en la siguiente frase: «Para qué preocuparnos si cuando Estamos, No Está. Y cuando Está, ya no Estamos». Es simple realismo, puro pragmatismo, si estamos vivos es porque no estamos muertos. Y si estamos muertos es porque ya no estamos vivos. Entonces no hay de qué preocuparnos. Y con respecto al dolor, al recurso del duelo no es otra cosa que echar mano de ese puro espíritu impreso en cada uno de los idos y vuelto puro amor, puro espíritu, aquello incorpóreo, inmaterial de aquél que se alojó en mí en lo más hermoso y compasivo que me dejó, me enseñó, me marcó.
Por lo demás, la operatividad del duelo tiene por función sustituir una presencia física por un incorpóreo, por un inmaterial, un fetiche, un tótem, por ejemplo. Si nos quedamos patinando en el dolor, en el abismo de un recuerdo de aflicción, es añadir un mal a un mal. Ha de recordarse que el sólo dolor es un mecanismo biológico que informa a través de los sentidos, alerta al cuerpo para que acuda a su reparación, alerta del peligro, lo esquive, y entonces la vida siga su marcha. Es un sistema vital, funcional.
El Más Allá Persiste
Pero la mayoría de las culturas tomaron otros rumbos, tomaron partido por la existencia de un más allá después de la muerte, y para ello recurrieron a crear la inmortalidad del alma o del espíritu, pero más allá, a devaluar el cuerpo y en general a la materia. Esta curiosidad es la que se quiere esbozar para decir que no existe separatividad entre cuerpo y alma, entre materia y espíritu, que una y otra son solidarias, coexisten en tiempo real, que la materia está impregnada del espíritu, del alma que cada uno pone en su esfuerzo empeñado y que exterioriza en su obra realizada.
El escritor, compositor, el obrero, el albañil, el carpintero no tienen silencio absoluto, en su cabeza hay susurros, ideas que van y vienen, repercuten, se cruzan, luego salen pulidas, esculpidas a satisfacción de su creador para ser ejecutadas, materializadas, entonces impregnarán su obra con lo más profundo de sí, es decir, con su espíritu.
Cuerpo, Espíritu
Dos palabras tan comunes, tan usuales, tan de la vida diaria pero tan complejas por no decir incomprendidas que han llevado a separaciones con consecuencias incalculables. Cuerpo y Alma, Materia y Espíritu, dos realidades que van a la par, una junto a la otra, van juntas, nunca separadas. El espíritu, el alma se imprimen en la materia, somos lo que hacemos. En la obra realizada se impregna todo aquello que hay dentro de mí, dentro de cada hacedor. Picasso pintando como en la imagen que ilustra el encabezado de este escrito.
Animus, Anima
«Conocemos dos palabras que los antiguos distinguían: animus y anima. La primera corresponde a la intelectualidad, a la actividad ideal, a la cerebralidad en ejercicio; la segunda remite a la efectividad y a la individualidad. Y anima habría de dar alma. Ésta nombra sobre todo la vida (la animación) fue primero localizada o implantada en lo respiratorio, y respirar no se separa de lo espiritual, spiritus, en efecto, la muerte sobreviene con el último suspiro (entregar el alma); así mismo, el nacimiento o el comienzo de la existencia se reconoce en la entrada del aire en nosotros, lo que signa nuestra autonomía, porque antes vivimos aún de la sangre materna y de su oxígeno. El aliento, cuyos efectos se señalan sin que deje de ser invisible; esta situación doble corresponde ya al alma, una realidad sensible que sin embargo no se materializa verdaderamente.» (François Dagognet, Cien palabras para filosofar 2001).
Inmaterialidad, Incorporales
El respirar es inmaterial, y tanto el espíritu como el alma conservarán este estatuto de inmaterialidad, lo que no se ve ni se toca, como el sonido, el viento que registra nuestras sensaciones del oído, incluso la piel en su frotamiento, por ejemplo, en sí, es una inmaterialidad que corona la materialidad, lo corpóreo. «En algunos rasgos del rostro se logra discernir lo que la expresa, lo que anima el alma, por ejemplo, la mirada no deja de comunicar, según su dirección, su insistencia, su brillo, su intensidad. Por otra parte no dejamos de movernos: a través de gestos apenas esbozados, algunas pequeñas torpezas, una mímica animada (la musculatura fina). El alma se sitúa acá, a la vez por fuera del cuerpo o más bien en su cima y en él». (Ibíd. p. 5)
El Adentro se Manifiesta Afuera: El Sujeto se sitúa en el Objeto
El adentro, lo que hay en lo más profundo de mí, se manifiesta en el afuera, se despliega, se explicita en lo que hago, en la obra realizada. Estas mismas líneas que ahora escribo, que trazo en el alfabeto, salen de mi interior para develar un pensamiento que es el reflejo de lo que hago ahora mismo. «A decir verdad el sujeto se sitúa en el objeto en el sentido amplio y todo lo que lo rodea, tanto la conducta como el lenguaje, las herramientas, las instituciones.» El mundo es la obra realizada, el etnólogo, el antropólogo regresan de los pueblos olvidados con unas cuantas evidencias que dicen su cultura: herramientas, trebejos.
Materiología
Esta fusión, esta relación inseparable constante, permanente entre cuerpo y alma, es lo que François Dagognet denomina Materiología. «Nos referimos no al materialismo sino a la materiología, la disciplina que insiste sobre las potencialidades del sustrato (no es más un simple medio), que por él solo hace posible la realización del ideal». (François Dagognet Subjetividad, p.57) Somos lo que hacemos, el ser siempre está en vía de realización, de exteriorizarse, recordemos que ex-istencia quiere decir estar afuera, nos desplegamos a través de nuestros sentidos que se materializan en la obra ejecutada. Construimos la experiencia.
En suma, existencia implica el viviente y su medio, el ser que a través de su sentir, de sus sentidos se informa sobre el mundo que le rodea. Yo no pienso, el pensamiento se instala en mí, no participamos de su operación, sólo la cobijamos. En el espacio, en las calles, en las plazas, parques, en todo, en la ciudad, en todo en territorio está regado el pensamiento materializado, en todos los haceres, en todas las obras realizadas que albergan el espíritu de una cultura, de una época como suele decirse. El sujeto se inserta en el objeto.
El Homo Laboral
El homo laboral. Sin nada qué hacer nos perdemos, el hacer, el trabajo es ontológico, es la condición de posibilidad para que el individuo, el ser se realice. «La etiología de la neurosis: ella aparece porque el individuo más o menos desocupado siempre termina en la destrucción y la violencia, en lo fácil y lo rápido. No es la cárcel ni la farmacología anti tensional las que salvarán al desdichado que sólo se puede salvar oponiéndose. La reeducación le dará prioridades a una ergoterapia elaborada, mientras que solamente se ha preconizado un mantenimiento rudimentario y por lo demás culpabilizante.» (ibid. p.57)
Cuerpo y espíritu, alma y materia son parte de un todo inseparable, todo el tiempo nos estamos expresando, develando con el cuerpo a través de nuestros sentires, nuestras sensaciones, nuestro espíritu, nuestra alma que impregna todo lo que hacemos. La expresión configuración material y espiritual del territorio antecede a los asentamientos humanos. Y la materia inspira al cuerpo y al espíritu, no es gratuito que la propiedad despierte, enciende las mayores pasiones y los más álgidos conflictos, bien sea por la defensa de sus límites o por la heredad. En suma, cuerpo y espíritu, la materia impregnada del alma de de las manos y cuerpo de quien la ejecuta. «Yo sólo soy a través de lo que me rodea y me socorre, el tener entra en el Ser y lo constituye.» (Ibid. 2004, p. 32). Ser no es reolegarse sobre sí mismo, ni retirarse, sino afirmarse y exhibirse. Yo soy todo lo que me rodea, el tener entra en el Ser y lo constituye, el Ser no sobrevive sin el objeto como el pez fuera del agua, esto es cuerpo y alma.
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