Historiador
Colombiakrítica
El sentir, los sentidos se despliegan por todo el cuerpo, ellos nos informan del afuera, seleccionan para resguardar y para la mejor conveniencia de la vida, lo más profundo es la piel. La referencia es a un adentro y a un afuera. Y en el intermedio está la piel que opera como una interceptor, un filtro, un cedazo que percola, una intercepción, una intermediación entre lo más adentro que hay en mí y lo más afuera en el cual me despliego en lo que hago, en la obra realizada. Y es gracias a la herramienta y a la mano que la opera, que nos exteriorizamos. Un ser no puede estar condenado a replegarse sobre sí mismo, enloqueceríamos, el ser solo, en la soledad, se pierde.
François Dagognet en su libro Cambio de Perspectiva, el adentro y el afuera (2002). Todo el entrecomillado es de allí ... lo dice en su triple aserción: 1) La crítica del cerebralismo demasiado exclusivo y disociativo, le hemos opuesto el reconocimiento de la simbiosis ‹cerebro y piel› (captor). 2) El sentir no se reduce a un juicio, incluso si la memoria se añade a él y lo completa. 3) En fin, la sensación no nos entrega un ‹reflejo› de lo real sino más bien el efecto de nuestra presencia en el mundo, el anuncio de lo que nos ocurrirá. Y por tanto ya la acción posible, la respuesta a un espectáculo sensible. (p. 32)
Lo sensorio motor es vital para nuestra existencia, ella construye y nos entrega una realidad que representamos. Para ilustrar esta vitalidad de los sentidos que equivale en esencia a la vida misma, a nuestra existencia, leamos a Dagognet en este énfasis: «Sobre todo nos preguntamos si esta patología que es la ceguera psíquica o el reconocimiento de lo que percibimos, puede compararse en gravedad con el deterioro que resulta de la situación inversa, aunque menos sangrante y menos destructiva (aparentemente), es decir de la sola privación del juego sensorio-motor cuya importancia vital debemos admitir. En efecto, el experimentador coloca tanto a un hombre voluntario como a un animal dentro de un recinto hermético, una especie de caja concebida de tal manera que asegure un completo 'aislamiento' y que el viviente aprisionado escape a la menor solicitud venida de fuera.
El voluntario es acostado en una cama pero sus brazos son encajados en tubos de cartón resistente con el fin de evitar tanto la recepción como la auto- estimulación táctiles. Los ojos solo registran lo más débil de las luces debido a unas gafas apropiadas. Lo auditivo no funciona. Se alcanza la ausencia de toda ‹sensación›. Ahora bien, pocos sujetos pueden soportar un tal régimen. Rápidamente surgen alucinaciones, después, a la larga, se instala un estado de desarreglo. La policía habría utilizado, acá o allá, este castigo tanto más cuanto que los sujetos sometidos a este tratamiento no dejan de hundirse en la demencia y van hasta destruirse (un tal suicidio les es imputado mientras que él expresa lo intolerable; pero el poder puede lavarse las manos puesto que no ha participado directamente en esa muerte).» (p.17)
El Afuera y El Adentro
El afuera y el adentro son dos términos que definen al Ser, a nuestra existencia. El hacer nos define, el trabajo es ontológico, el hombre se refleja, se esculpe en la materia, en la obra realizada. Repitámoslo: El hacer es ontológico... Nos esculpimos en lo que hacemos, uno se expresa mediante su obra que sale del adentro hacia afuera, es un movimiento en doble vía, en el afuera me proveo para un adentro que esculpo, para mis adentros, para mi yo interior, es una dinámica de entrar y salir pero con un toque, con un sello personal, para decirlo de alguna manera. Aunque ocultarse también es mostrarse, como en la Carta Robada de Edgar Allan Poe, lo más vista es lo más oculto, pasa desapercibido... de tanto ver ya no vemos.
El Hacer es Ontológico
El Mundo se imprime en el Ser. Somos lo que fabricamos, la mano y la herramienta exteriorizan el cuerpo, lo que hay dentro de mí sale. Y a la inversa, el afuera, el mundo que me rodea se imprimé en mí, es el ser social que somos. Si estamos en este movimiento del adentro y el afuera, por lo tanto no podemos condenarnos a un repliegue interiorista. Esto no quita que de vez en cuando nos exiliemos en una parcela, en nuestra isla de intimidad, nos encerremos en sí mismos pero para luego salir fortalecidos, uno se prepara para luego entrar fortalecido al combate. «No defendemos el simple afuera sino el que construimos, el afuera de un adentro sin el cual el adentro se anemia y se deshilacha. A la inadecuada pregunta ‹¿Qué soy yo?› conviene entonces responder: sólo somos a través de lo que fabricamos o de lo que edificamos. En rigor incluso esculpimos nuestro cuerpo, nos imprimimos sobre él, podemos leer en él el ser que expresa y expone. » (p. 3)
Los Sentidos Alertan del Peligro
el sufrimiento Estéril
Sentir, los sentidos, las sensaciones nos informan del mundo que tenemos alrededor, son sensaciones de choque, es una reacción vital que tienen todos los vivientes como mecanismos de protección, de alerta para evadir el peligro. Vale anotar que las reacciones corresponden a solucionar las amenazas, los peligros, pero si se cae en el sufrimiento estéril es quedar paralizados, y así a un mal se añade otro mal. Otro tema es la polarización de los sentidos como ocurre con el olfato en alcohólicos y fumadores, y el oído en quienes están sometidos, expuestos a ruidos excesivos y permanentes. En fin, perder las fuentes de información para la vida como son los sentidos, las sensaciones, se puede pagar caro.
La tradición cartesiana que pesa y envenena
Nuestro interior, nuestro yo, van a la par con el mundo exterior, sobre las normas sociales, las reglas, descansa nuestro yo colectivo, el nosotros. En sí, el yo, es un mundo de intersecciones. El afuera no es más que un reporte de la victoria de los hombres. Por sus obras los conoceréis. Gracias a la herramienta, ya el cuerpo no es la cárcel del alma. La mano y la herramienta exteriorizan mi interior, lo que hay más adentro de mí. Todo lo de adentro sale. Pero todo lo de afuera se adentra en mí, la herramienta me saca de la prisión interiorista. Por lo demás, la memoria es selectiva, lo demás lo entregamos a las bibliotecas, a los repositorios, a la nube, a los dispositivos de almacenamiento.
Somos lo que hacemos
«El error fundamental del cartesianismo, que habría de invadir y envenenar las teorías del conocimiento, ha consistido en ‹insularizar› el pensamiento, absolutizarlo y separarlo de sus operaciones (la efectividad) para fabricar ‹un pensamiento que cree pensarse así mismo›. La aplicación es mal vista o más bien es vista como un riesgo de fracaso. El sujeto se imagina que posee en sí mismo, en su trasfondo, los instrumentos del saber, y por consiguiente, los fundamentos de la realidad; por esto esta creencia del metafísico según la cual ‹el mundo es y sólo es nuestra representación›, lo que descubrimos en nosotros puesto que ‹del conocer al ser la consecuencia es buena›, o también, en el mismo estilo, es suficiente con pensar claramente para conocer el exterior.» (p.36)
En suma, vivir es sentir. Sin los sentidos, sin el sentir estaríamos expuestos a los peligros más inminentes, o simplemente se estaría en una vida vegetativa. Una vida amenazada, es una vida en peligro, en zozobra, no tiene paz, apenas hay energías para resguardarse, para vivir huyendo. Nuestra existencia, nuestro Ser, tan sólo es el reflejo de la presencia en el mundo.
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