Historiador
Colombiakrítica
Circulación de Mercancías
La sociedad actual se distingue por su libre mercado, todo tan veloz. En particular el libre mercado, el libre albedrío se caracteriza por la circulación, agilidad para poner esto o aquello al otro lado del planeta, lo local se vuelve global. Intercambio y circulación entre individuos diferentes es la ley imperiosa. Nadie duda de esa magia y sus beneficios, la libre competencia traspasa fronteras no sin antes cumplir con las regulaciones de cada Estado, se protege los derechos económicos nacionales.
La Ley de la Selva
Pero una cosa sí es cierta: Hay más Mercado que Estado. Bien conocida es la consigna: El Mercado hasta donde sea posible, el Estado hasta donde sea necesario. Es la frase de combate de los mercaderes mundiales, la riqueza por delante y el Estado rezagado, subordinado a vuestra Majestad: El Dinero. La consecuencia salta a la vista, los más débiles son devorados por los más fuertes, por los más astutos, el pez gordo engulle al chico, sin Estado y sin Legislación fuertes no hay garantía de una Sociedad de Bienestar General. Es en la práctica una lógica de la ley de la Selva sin orden y sin ley. ¡Sálvese quién puede!
La Revolución Industrial Jalonó Cambios
Moverse para no tullirse, la inmovilidad mata. Nadie discute que el cambio jalona a los hombres, a la sociedad en general. Con la Revolución Industrial, que entre otras cosas fue una Revolución de las Cosas, la vida se facilitó y el mundo cobró cercanía, los motores, las vías, el transporte hicieron posible alejarnos del campo rústico y de su vida miserable, de la escasez y de lo vivir con lo muy poco o lo casi nada. Allí, en el campo, todo era lejanía y abandono, la vida estaba amenazaba en cada momento. Por lo demás, una vida amenazada es una vida esclava de la sobre vivencia, sólo hay tiempo para algunos cuántos bocados y estar pendiente del escape, del escondite para no morir en garras del depredador. Tan sólo mirar la expectativa de vida citadina hoy que está por encima de los setenta años, en tiempos de la ruralidad apenas si llegaba a los cincuenta, ello era todo una proeza.
Propiedad Privada
La propiedad privada fue insigne pero también la moneda corriente que agiliza y facilita el intercambio. Dice François Dagognet en Filosofía de la propiedad que la moneda es un meta objeto, con ella se puede tener a cambio cualquier cosa. Moneda o dinero tienen la virtud de ser acumulables, se atesoran, cosa que no pasa con los objetos o los frutos, pronto adviene el deterioro o en el caso de las frutas o alimentos sufren pudrición.
Todo lo contrario sucede con la moneda, se puede acumular, atesorar hasta enriquecerse. Todo esto en contravía del principio de la economía: es el gasto y no el ahorro a decir de Goerges Bataille. Es ley del mercado estimular al más fuerte y desproteger a los más débiles. El dinero es es estiércol del demonio, sentenció San Agustín, un sustituto, un tótem, un virtual que se hace efectivo, concretiza la cosa, el objeto deseado. Sólo el Estado y el Derecho pondrán límites a lo que se pretende desmedido, por lo menos es su razón de ser y así evitar entrar en la ley de la selva donde el más fuerte vence al más débil. Por lo demás, el tener esclaviza al ser. «La riqueza constituye la prisión más segura que asfixia la personalidad, no tanto poseedor como poseído.» (Filosofía de la Propiedad, 1992, p.7)
El Ser y el Tener
El Ser precede al Tener. Para tener, primero se debe ser, bien lo ilustra la expresión ¿La bolsa o la vida? El tener reviste al Ser. El tener y el ser van juntos, el uno se impregna del otro, solo con el paso de los años se borrarán las huellas. La herencia es una forma en que el ser ya ido, ya muerto, persiste en sus legados herenciales, los deudos preservarán su memoria en sus disposiciones dejadas, la herencia con condicionamientos, heredar con las manos atadas.
También es cosa bien sabida que el tener enciende pasiones y los más álgidos conflictos, y por esto mismo existe la disciplina del Derecho para dirimir lo justo de lo injusto. Incluso en lo que antes fue amor: «Nadie más terco y resuelto que el odio de los enamorados de ayer.» (François Dagognet, 1992). Pero también es cierto que con la Revolución Industrial y a la par el Liberalismo, el Libre Mercado, trastocaron el mundo feudal, campesino, lo pusieron patas arriba. En suma, La Revolución Francesa nos convirtió en ciudadanos libres y con derechos, la Revolución Industrial nos convirtió en clientes de una gran plaza de mercado.
Vale de nuevo la anotación de Georges Bataille: el principio de la economía es el gasto y no el ahorro, guerra contra el tacaño y el miserable de ahorrar toda la vida para morir ricos, adinerados. Desde luego si el tener, la propiedad implican: Uso, usufructo pero también abuso y por la misma razón se imponen unos límites, unos frenos para lograr un justo equilibrio de una Sociedad del Bienestar General. Entonces la consigna se invierte: Más Estado y Menos Mercado. El mundo no puede ser una gran techumbre que albergue sólo mercado, mercaderes. La vida es clara, abierta y undívaga como el mar.
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