Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com

Dime en qué crees y qué deseas y te diré quién eres. Base de toda sociedad son los sistemas de creencias y de deseos. Por eso es bien pertinente hablar de los asuntos de mi barrio, de mi ciudad, de mi país, todos ellos son mis asuntos, me atraviesan todo el cuerpo.  Mi país y los terratenientes, la dirigencia y sus métodos violentos de hacer riqueza, su recursividad para hacer morir, echan mano de la motosierra y descuartizan campesinos, ciegan vidas y aterrorizan a los demás, así se vuelven amos y señores. Mi país está acostumbrado a la violencia de la bayoneta, del machete, del fusil, de la violencia física para saldar cuentas. De tanto pasar y pasar, como siempre, las cosas se nos vuelven comunes, cosas de todo día.

Recuerdo que en la década de 1980 se desató una guerra irregular de las fuerzas para estatales, paramilitares contra todo aquello que oliera a izquierda, el foco de atención fue el entonces partido político Unión Patriótica, cuyos líderes y militantes fueron exterminados, el partido entero fue masacrado, más de seis mil militantes asesinados. Y así fue abriéndose campo militar y legal los escuadrones de la muerte o mejor aún, la dirigencia colombiano tuvo éxito en la combinación de las formas de lucha, por un lado puso trabas en la vida civil a los hombres de sensibilidad social, los cuales eran tildados de comunistas por el solo hecho de tener una preocupación por el bienestar de los pobres, un ejemplo fue el médico higienista Héctor Abad Gómez, acribillado por tener estas ideas. Pero los escuadrones de la muerte también entraban armados de plomo a disparar, a enfrentar a las guerrillas urbanas, o a matar a civiles considerados auxiliadores de la subversión.

Bueno, son cosas que pasaron en mi país, cosas que pasan. En la vida actual el pensamiento y las fuerzas paramilitares siguen tan vigentes como decir que las costumbres son largas, de larga duración, que la violencia se nos enseñó hace siglos, que ella nos fluye en nuestro cuerpo, que ella mediatiza para resolver las diferencias de la vida cotidiana, según las estadísticas, más del 45% de la violencia la ponen en la alcoba familiar, la demás es de fusil, de los escuadrones de la muerte, paramilitares, guerrillas, bandas criminales, como se quieran llamar, todas ellas van detrás de disputas de las Rentas Ilegales, lo que la dirigencia les permite, pues entre bomberos no se pisan la manguera. Sí, las cosas pasan, dicen también las encuestas que las listas para las legislaturas que se avecinan, más del 35% representan el paramilitarismo.

Pero bueno, todo pasa y pasa, y en mí pasa una valoración personal de Justicia y Reparación. Ese nefasto capítulo del paramilitarismo sigue dando miserables batallas, pero también existen quienes lo enfrenten. Conozco a una persona que su padre fue asesinado por ser de la Unión Patriótica y que la vida lo ha llevado a develar esas fuerzas de muerte, es el candidato al senado Iván Cepeda. Y aunque no sea la Unión Patriótica quien lo avale, como persona ha mostrado que las pequeñas luchas pueden darse. Este partido ha recobrado su personería jurídica, una forma de hacer una reparación colectiva a quienes tanta muerte se les causó. Esperemos que estas pequeñas batallas equilibren esos grandes poderes que amenazan con aplastar las diferencias, los pequeños asomos de la diversidad democrática.

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