Por Mauricio Castaño H
Historiador
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De los griegos conocimos el cuerpo cívico, las personas eran un todo integrados al espacio, se consideraban bienes públicos. En el gimnasio, que quiere decir cuerpo desnudo, se ejercitaba el estar bellos para la ciudad. La palabra moderna «gimnasio» procede del griego gymnoi, que significaba «desnudos». “El cuerpo desnudo y bello era considerado un regalo de la Naturaleza, pero recordemos que para Tucídides era un logro de la civilización. El gimnasio enseñaba a los jóvenes atenienses a desnudarse. En Atenas existían tres gimnasios, siendo el más importante la Academia, que unas generaciones después de Pericles se convirtió en la escuela… Era en el gimnasio donde el joven aprendía que su cuerpo era parte de una colectividad más amplia llamada la polis, que el cuerpo pertenecía a la ciudad… Evidentemente, un cuerpo fuerte significaba un buen guerrero; una voz educada garantizaba que el cuerpo pudiera participar más adelante en los asuntos públicos.” Richard Sennet en Carne y Piedra.
La polis griega fue una excelente expresión de la exteriorización del cuerpo humano en la ciudad, integrado al espacio. Nuestros sentidos nos develan en lo que sabemos oler, oír, gustar, palpar, ver. Es una imagen en movimiento, dinámica, en el conocimiento de que la quietud nos paraliza y el aislamiento nos mata: la inmovilidad apaga los sentidos. Una comunidad está viva cuando sus miembros interactúan en la confianza y en el tejido solidario. Una vida se estimula de acuerdo a las dificultades y a las resistencias que va venciendo, es el conflicto un albergue de la vitalidad. En las calles se han sentido los ecos de los marchantes que reivindican sus luchas sociales y políticas, un espacio lleno de vital vibración. Cuando las calles y parques están vacíos es una señal de que algo anda mal, la experiencia de libertad se haya ausente. “… la resistencia es una experiencia fundamental y necesaria para el cuerpo humano: gracias a la sensación de resistencia, el cuerpo se ve impulsado a tomar nota del mundo en que vive. Ésta es la versión secular de la lección del exilio del Edén. El cuerpo vive cuando se enfrenta a la dificultad.” Sennet, página 331. La carne es el cuerpo, la piedra es el espacio, la ciudad que se habita. "Una ciudad está compuesta por diferentes clases de hombres; personas similares no pueden crear una ciudad» Aristóteles.
Antítesis de esa experiencia vital griega, es el mundo moderno en donde todo concurre para la privación de los sentidos, en donde el cuerpo se repliega sobre sí mismo y el espacio exterior es apenas para ir veloz en los automóviles, unos van detrás de otros en plena arriería, el caminar a pié, el estar en un parque público es sinónimo de sospecha o atrevimiento que apenas vence el miedo. Las ciudades cedieron al cemento, a las altas edificaciones y a las vías rápidas, la vida allí sólo es trascurrir de latas, movimiento individual pero rápido, veloz. Las ciudades han sucumbido al valor de la circulación. El valor de la circulación ha creado una ética de la indiferencia, equivalente a la pérdida del control de las propias vidas. Vivimos afanados para llegar a la quietud que nos mata.
Aplastados en la silla al frente a la pantalla, somos profundos espectadores, muy alienados, ausentes de la vitalidad sensorial. El consumo de miles de imágenes por minutos produce embotamiento de la conciencia, hecha indiferencia. La realidad vivida es la de imágenes que divierten, gozamos con baños de sangre y mientras más constantes pasen por la pantalla mayor es el goce. Y cuando de momento tropezamos con alguna cruda realidad de algún miserable mal oliente y sangrante, esquivamos la mirada con repudio y huimos lo más pronto a nuestro refugios privados. Los marginados aparecen como hombres irreales. Nuestra realidad es virtual hecha a la medida. Alienación es la forma real del poder. Hoy fabrican el asesinato, mañana nos tienen aplaudiéndolo, pasado mañana condenándolo a través de chivos expiatorios (Recuerdo el asesinato, uno de tantos, del genial humorista Jaime Garzón, el proyecto político de la ultraderecha lo asesinó, hoy quieren redimir a través de chivos expiatorios, simulacro y doble moral. La dirigencia cómplice calla su culpabilidad).
Antaño griego los hombres acudían en masas para ofrendar sacrificios a sus dioses que tenían cerca, que tocaban, plegarias por sus ideales de belleza, por una estética de la existencia, tenían confianza en sí mismos. Los rituales y mitos en el consumo de gestos corporales obraban con efectos de sanación ante los sinsabores de la vida, ante las ofensas y desprecios. El ritual constituye la forma social. Hoy en cambio la prohibición es regla, nada se puede tocar. Se evidencia la dogma cristiana que cambió el espacio real por la culpa y los hombres de espíritu bajo, soledad cívica, pérdida de la sensación de compartir, mientras más alejados del mundo estemos, mejor, el reino de los cielos precisa de alma volátiles, mi reino no es de este mundo. El mundo de hoy es dejado a la banca usurera, los planificadores urbanos son buenos soldados. New York es templo con sus copiosos edificios, sus trazos son los de un tablero de ajedrez, no hay centro para la reunión, todo exige el pasar rápido… se vive en el aislamiento, tu vecino es tu potencial enemigo, las diferencias son sospechas terroristas. La preponderancia de lo individual frena lo grupal. “El individualismo unido a la rapidez tiene un efecto letal sobre el cuerpo… el cuerpo individual puede recuperar una vida capaz de percibir por los sentidos si experimenta el desplazamiento y la dificultad.” Sennet op. 345
El mercado usurero traza el ritmo, los políticos ambiciosos e inescrupulosos son sus perros fieles. Para la alienación el demagogo casa muy bien en su sarta de mentiras. Ayer los conocimos pobres, hoy ricos, adinerados en francachelas en medio de drogas y putas. Mientras tanto las gentes ajenas de la política, desarrollan sus vidas en los centros comerciales, dando vueltas de un lado al otro como ratas de alcantarilla, la caverna moderna, así lo enseñó Saramago. El mundo moderno desestimula las conexiones, tejernos en lo social, los individuos se repliegan sobre sí mismo en la privación del mundo sensorial, quedan hombres insípidos, carentes de sentimientos, sin un destino común para compartir. Es un cuerpo individual y no colectivo, el diseño del espacio es para el mercado, no convoca a la reunión, al estar juntos, es para sólo pasar rápido y veloz. Movimiento puro, puro movimiento. Orden significa falta de contacto. En la ciudad actual nos anulamos. Mientras tanto lo que se nos vende como ritual, la llamada comunidad cristiana es inefectiva. El cristianismo alejado de la carne y la piedra, a despreciar nuestra sensibilidad y el mundo terráqueo, nos enseñó a estar en guerra consigo mismos.
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