Por Mauricio Castaño H
Historiador
http://colombiakritica.blogspot.com/


En el reino animal los límites son explícitos. La violación de una distancia que amenace integridad puede significar la muerte. “Un antílope huirá cuando el intruso esté a quinientos metros de distancia. El lagarto común en cambio tiene una distancia de fuga de 1.80 m.” Con el olfato del ratón nos volveríamos locos al captar al instante las expresiones de quien tenemos al frente, las segregaciones químicas transparentan las reacciones frente a un otro que representa una situación de peligro o de llamado. Una perra en celo atrae con el olor de las sustancias químicas a perros situados a kilómetros a la redonda. En reino animal la agresión es un ingrediente necesario de la vida, sin ella, la destrucción sobreviene, haciendo más próxima la muerte. La agresión es un mecanismo que hace conservar la distancia, previene ataques inesperados, preserva la vida en el territorio, previene de los depredadores y a la vez regula la población, su densidad. En los humanos estas reacciones desnudas del mundo fisiológico están cubiertas, ocultas por la caparazón del lenguaje, por la cultura que se diversifica en comunidades y naciones. A donde fueres, haz lo que vieras, aconseja la sabiduría popular. 

Los humanos olvidamos con frecuencia el piso biológico que nos asiste, ese ropaje cultural que nos cubre, enmascara y lo entrega a la variedad que toma el lenguaje en cada comunidad. Aunque existen situaciones que nos traicionan. Por ejemplo, si predominara en nosotros el olfato del ratón, nos volveríamos locos al estar captando de forma desnuda la gama  de los cambios emocionales que permiten las reacciones químicas de los variados comportamientos humanos. Con el olfato del ratón podríamos oler la cólera de los demás, la identidad de quienes nos visitan en casa estaría descubierta durante el tiempo que dure el olor, sería una vida intensa en preocupaciones. Los gatos también son unos magníficos conocedores por olor, nos huelen las impregnaciones tomadas en otros lugares, huyen cuando captan sentimientos de rechazo. 

Nosotros los homínidos nos evidenciamos cuando percibimos del mundo sensorial, el enrojecimiento de un rostro que acaba de sentir vergüenza, sus flujos sanguíneos nos develan. En otras ocasiones las tensiones se acumulan al límite hasta perder la calma, reflejados en esos cambios químicos develados por ese enrojecimiento colérico. Igual sucede con una mirada castigadora. En Colombia muchos campesinos desplazados dicen aguantar caras, mirar rayado, significando con ello desprecio. Una mirada también puede animar a la simpatía o establecer dominancia, distanciamiento, así como el tamaño de las pupilas puede indicar interés o disgusto.

Este entretejido fisiológico traducido en emociones está directamente relacionado con el territorio y la cultura de cada país que nos moldea, que nos domestica. El sentido del espacio es en el hombre una síntesis de la entrada de datos sensoriales de muchos tipos: visual, auditivo, cenestésico, olfativo y térmico. A esto le denomina estudio proxémico Edward T. Hall en su libro la Dimensión Oculta, el cual hemos tomado para hacer este escrito. Cómo las personas utilizan su aparato sensorial en sus diferentes estados emocionales, en las actividades que desarrollan, en sus estilos de vida que asumen. La construcción del espacio es una de las formas en las que nos desplegamos. Europa tiene un diseño espacial en estrella. París tiene alrededor de 16 vías principales que a su vez conectan con todos los demás terruños, la interconexión favorece. París está hecha para vivir, para la vida, en sus calles, bares y cafés, allí la vida privada se vuelca o difumina y desarrolla. 

Lo contrario sucede en los Estados Unidos. La vida privada se recoge en los hogares, en la alcoba, el afuera es extraño para la intimidad y muy adecuado para ir en veloces automóviles, sus gentes viven parte de sus vidas encerrados en esa concha de metal y vidrio que aparta del mundo, reduce la sensación de desplazamiento espacial. Sabido es que a más de 8 km perdemos cualquier posibilidad de experiencia con el espacio, a diferencia de cuando se va a pié o en caballo. Los jefes se cuidan de que su secretaria conserve una distancia prudente en su recepción para no permitir que converse pero que no parezca antipática. Esta ciudad de rascacielos que nos empequeñecen y nos intimidan, que acomodan la gente en cajones que van sumando verticalmente, son espacios poco amables. Europa con sus campiñas, calles estrechas, propicias para las interrelaciones humanas, acogedoras. 

Una París del afuera, una Nueva York del adentro. Espacio público para la vida, espacio público de la privacidad de los fríos negocios. Unos hablan con familiaridad en la calle, los otros se comportan en el sigilo, unos hablan duro a los cuatro vientos, otros en voz bajo guardando los secretos de la vida privada. Ciudades antieconómicas, en las que todos quieren escapar, nadie quiere estar, en las noches y fines de semana son vaciadas, sus gentes van a lugares más amables. La vida sale, todo se paraliza, la ciudad muere por unos días.

Se deduce que el apiñamiento favorece la participación sensorial. París de olores y sabores. Nueva York de enlatados insabores. Si bien es cierto que la cultura apacigua o domestica la máquina instintual, el piso biológico, no quiere decir su nulidad. Nuestras irritaciones, nuestros enojos persisten, los asesinatos no paran. Saber de sus razones  motivantes, fuera de las políticas que nos muestran a los empresarios aventajados, con metodologías y escuadrones de muerte sacan ventaja de un territorio. Develar la variedad sensorial manifiesta en la capa cultural, ayuda a entendernos mejor. Existen espacios diseñados que favorecen la convivencia, la interrelación, otros no. Una tarea interdisciplinaria a la espera para la toma de las decisiones inteligentes para llevar una vida más amable.

En América las céntricas ciudades viven atestadas, la periferia se vuelca allí en busca de esperanzas de subsistencia. De sus causas políticas y económicas mucho se ha escrito, todas ellas hacen referencia a la exclusión que produce la concentración de riqueza. Se ejerce allí mucha violencia. Otra lectura complementaria viene de la antropología, del estudio del sistema sensorial forjador de la cultura de la que cada pueblo se da para sí. Develarnos para conocernos y vivir mejor.

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