Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com

Todo lo quieren menos estar en el aula escolar, el sistema educativo no interlocuta con los estudiantes. La ministra de educación recrimina que más del ochenta por ciento de los estudiantes colombianos del grado noveno, no son capaces de escribir un párrafo. Y hay más, no comprenden y mucho menos gustan del leer. Los contenidos son pobres y poco pertinentes. El maestro repite como una lora lo que está a un clic en el internet. Redundan los legados de la Revolución Francesa pero siguen en los deberes del vasallaje. Temen la cultura abierta, cierran en su claustro la señal de wifi a los muchachos con el pretexto de que la tecnología es enemiga distractora de su inexistente  concentración. 

Viejo modelo educativo que riñe con las nuevas dinámicas de la revolución informática. Y de allí que la calidad educativa hace la diferencia entre ricos y pobres. Dura realidad y ataque certero al gremio, acorralado sin respuestas para defenderse, sólo sacan arengas reivindicativas de lo neto salarial, aunque es cierto que la paga de los maestros es muy castigada, ganan menos de dos veces de lo que un profesional devenga en otros sectores. El salario no estimula, de allí que no se reclute ni se retenga a los mejores.

En esta educación descontextualizada y de pésima calidad, hace que los estudiantes sientan un encierro de cuatro paredes el aula escolar. El hacinamiento sofoca, cada quien saca sus gritos liberadores, el profesor adverso intenta contener, desea restablecer el orden para su su palabra desoída, apenas logra un medio silencio a punta de amenazas de poner notas bajas en su libreta de calificaciones. En la masa poco se puede hacer, ella tiene vida y ritmo propio, caos organizado, redes amorfas.

La escuela sólo sufre el mundo exterior. Los jóvenes están coronados por todo el mundo violento de la calle que les ha tocado vivir, las bandas criminales son parámetros para sus vidas, aprenden del ejercicio de la violencia a sacar ventaja de una simple riña escolar. Sus insultos verbales y por las redes sociales son fuertes, las palabras son de alto calibre, se repite una y otra vez que son mal nacidos, que su madre en vez de menstruar tuvo monstruos y todo tipo de calificativos que degradan y ofenden la condición humana. Los pillos, despiadados sicarios, son señores que van veloces en sus motos o carros, una de las mejores formas de conquistar a las muchachitas que caen rendidas a sus ruedas, van tras el dinero fácil que asegura una aparente vida de confort, de fiestas, licor y drogas.

La educación está en crisis. ¿Y las cabezas de dirección escolar? Aquí ni allá la cabeza no encabeza. Lo poco de autoridad que existe es para mantener el régimen disciplinario. Las cabezas de rectores encargadas de direccionar no se les ven en las instituciones, están por fuera, en reuniones dicen con los burócratas de sus patrones. Y los funcionarios de gobierno sólo les interesan la demagogia política, como asegurar los votos de la próxima contienda electoral. La pregunta por la calidad de la educación, ya caduca, debe hacérsela todo ciudadano, incluso indagar sobre sus nuevos registros como los avizorados en Pulgarcita por Michel Serres.

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