Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El quince de febrero del corriente año, un grupo de amigos festejamos en la virtualidad el cumpleaños del profesor Luis Alfonso Paláu. Lo seguimos llamando "profesor" porque desde su jubilación no ha dejado de compartir sus traducciones de autores franceses, que emergen para estar en el filón de las discusiones más críticas de lo que puede denominarse: la historia y filosofía de las ciencias, y en general, lo que viene a ser lo mismo, del pensamiento contemporáneo. Y es lo mínimo que puede hacerse con el amigo que se ha caracterizado por su generosidad y rigurosidad cuando se trata de responder a sus estudiantes como ellos mismos lo han testimoniado. Palabras más, palabras menos, al día siguiente, el profesor se aparecía con un documento que había traducido la noche anterior y me lo daba diciendo: esto te puede ayudar a pensar lo que preguntaste ayer en clase (Cabe anotar que él se pagó de su propio pecunio una traductora de tiempo completo para estar al día con estas traducciones). Este proceder, Paláu mismo lo define como saber  escuchar a sus estudiantes. Él se esfuerza por entender sus inquietudes y proporcionar el mejor material bibliográfico que les pueda servir para ahondar en sus inquietudes. 

Y mucho material, centenares de documentos, de libros, es avasallador la bibliografía fundamental y complementaria que proporcionaba en sus cursos. He allí una virtud deleuziana: la velocidad. Recuerdo a otro maestro, Antonio Restrepo, también de la Universidad Nacional de Medellín, que decía de la rigurosidad de Paláu, que le es propia pero que luego será cincelada por Susan Bachelard, quien asesoró su tesis doctoral a finales de 1970. En este sentido pedagógico resaltado y que él mismo revindica, ésta impregnado de una ética o moral amorosa y de generosidad de la enseñanza, "quien no sea capaz de responder y por respeto a sus estudiantes, debería renunciar."


Este acto de generosidad que caracteriza al maestro Paláu, me recuerda a Serres quien dice sobre la enseñanza generosa, cuando refiere la anécdota de una maestra que es preguntada por un niño escolar de por qué ella se esfuerza en cuidar tanto a sus estudiantes. A lo que ella respondió que la misma pregunta se la hizo ella misma cuando niña a su profesor. Quien le respondió que cuando estuviera grande comprendería la generosidad amorosa en la enseñanza cuando ella misma lo hiciera con sus discípulos. Serres también precisará que es en la enseñanza, en dónde se puede apreciar mejor el don de la gratuidad. He allí, uno de los pocos procesos en dónde el intercambio fluye de manera libre y se beneficia casi hasta la infinitud: quien enseña ha entregado un saber que será aumentado por quién recibe, pero a su vez este valor agregado y aportado por el estudiante, será aprovechado por el profesor para un otro mayor avance, y así el proceso se repetirá en otros terceros en una cadena infinita o mejor una cornucopia. Es un proceso retráctil.

Otras palabras nos vienen a la mente pensando en definir al amigo generoso. Montaigne bien expresó que lo característico de la amistad es lo incondicional y que ella misma surge cuando menos se piensa por un acuerdo implícito de voluntades, en dónde sólo está el disfrute de las presencias, incluso toda ella es muy cercana a la ociosidad, incluso mucho mejor, la amistad es parasitaria capaz de dar todo por el otro a cambio de nada. La generosidad es el precio de la amistad.

Este ejercicio magisterial, esta enseñanza del maestro, me gusta entenderla en la definición de lo virtual que hace Fauré, cuando precisa que ello comporta una acción actualizada en doble vía: cuando la mano escribe un pensamiento sobre la hoja en blanco, lo hace exteriorizando lo que estaba en abstracto allá en el cerebro, pero de rebote o retráctil, lo ya escrito sirvió para mejorar las ideas o pensamientos que antes eran tan sólo abstracciones o divagaciones: "De la misma manera que el proceso de escritura no consiste simplemente en trazar sobre el  papel palabras y frases que ya estaban inscritas en el cerebro; sólo escribiendo uno puede darse cuenta de lo que es capaz, e «interiorizar» de rebote lo que ha sido «exteriorizado». El proceso de exteriorización entraña de regreso un proceso de interiorización; nosotros que a la vez hemos heredado y producido esas tecnologías digitales, precisamos actualmente preguntarnos lo que las tecnologías de lo virtual digital nos hacen de retorno."

Todo esto dicho en reconocer una labor pedagógica de formación y difusión de un pensamiento crítico y que cobra mayor relevancia en un país donde no se alcanza a leer un libro al año. Peor aún, en dónde los profesores no leen y sólo se ocupan de presumir el último modelo de camioneta cuatro puertas, full equipo de sonido. Y en verdad estas son las discusiones intelectuales o pedagógicas de quienes se encargan de formar a las futuras generaciones del país, en ellos está el encargo de formar en pensamiento crítico. Sobre todo ese terreno árido, es en el que nuestro pedagogo cumpleañero planta sus semillas. Pero la verdad, él mismo, es la roca firme sobre la cual mucho pupilo edifica su vida intelectual en compromiso de soñar un mundo posible que parezca mejor al que nos ha tocado vivir.

De seguro no ha de echarse en saco roto el repliegue recomendado por el profesor Paláu en estos tiempos difíciles de tensiones, polarizaciones e intolerancias con el ejercicio de un pensamiento crítico: en épocas críticas, es mejor no arriesgar todo y mejor es aconsejable la quietud: si se quiere tener alguna acción sobre el futuro, hay que cuidarse. En fin, además, nos quedamos con  su ética o moral de la enseñanza.

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