Ben Fine
Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS)
Universidad de Londres


El concepto de “Capital Social” como se ha desarrollado últimamente, tiene un poco más de 20 años de antigüedad. Sin embargo, se ha convertido en uno de los conceptos más prominentes en las ciencias sociales, segundo en importancia quizás después solo del concepto de “globalización”. Aún en su corta historia, ya ha experimentado una evolución rica y compleja. Mi posición personal es que el capital social debe ser rechazado como una categoría conceptual y también como un marco de evaluación de la política pública. Esta opinión se ha venido fortaleciendo cada vez más a través de la corta vida del “Capital Social”. 

En parte esto se deriva de la misma lógica subyacente al “capital social”, pero también se deriva de las características y dinámicas que se han venido anexando al concepto. En particular, aunque las generalizaciones acerca de la naturaleza del capital social deben ser tratadas con precaución, mi extrema postura en contra del capital social, no es relativa sino absoluta, y esto se justifica por las siguientes razones:
Primero, el capital social ha desarrollado un gigantesco apetito en términos de qué es, qué hace y cómo es entendido. Empezando desde el mismo sermón, lo que importa no es lo que sabes, sino a quién conoces, lo que importa. El quién, el cuál es el saber y el cómo, se han expandido hasta incorporar cualquiera, sino es que todas las formas de interacción social. De esta manera, se han usado cientos de variables para medir el capital social, desde jardinería comunitaria hasta tener una mascota. Más allá, como recurso positivo, se presume que el capital social tiene la capacidad de facilitar casi cualquier resultado en cualquier estilo de vida. Y es igualmente adaptable a través de materias, disciplinas, métodos y técnicas que conciernan a las ciencias sociales. En resumen, el capital social ha incorporado en principio, y en la práctica en una gran medida, la posibilidad de ser más o menos lo que tú quieras, y en cualquier interacción social.

Segundo, esto imparte sobre el capital social la propiedad de poderse reinterpretar y de alimentarse de gran parte de todas las ciencias sociales previas a través de su propio y particular prisma. Por consiguiente, el capital social presume ser un enfoque más general que aquellos incorporados individualmente a nociones como redes, confianzas, nexos y similares. Además el capital social es igualmente cómodo cuando se utiliza como categoría residual o como categoría complementaria, explicando repentinamente lo que antes era inexplicable en su ausencia. Así, por ejemplo, inclusión social puede ser vista como una forma de capital social, puede ser explicada por el capital social, o puede verse reforzada por los efectos del capital social. Casi inevitablemente, sin embargo, los filtros de capital social retiene mas luz de la que deja escapar, reduciendo todo el portafolio de las categorías sociales a una sola forma simplista, negando así, ricas tradiciones de debates y significados impugnados. Por esta razón, el capital social tiene el efecto de degradar  la ciencia social que incorpora. Esta es la Mcdonalización, la Americanización y la globalización de la teoría social. Adicionalmente, el capital social responde a las críticas que se le hacen por falta de elementos simplemente adicionándolos. Es típico observar en los académicos del capital social, la naturaleza caótica y la falta de una definición concertada. Añaden elementos a su propia definición empeorando el caos al tratar de resolver lo insoluble. 

Tercero, a pesar de su referencia al término “capital”, el capital social casi nunca ha tratado explícitamente al capitalismo o a la naturaleza del capital económico (el mismo uso del capital social niega la naturaleza social de la economía capitalista, como si lo económico no fuera social). Ciertamente, el paradigma de capital social no es puramente neoliberal en el sentido de la creencia que los mercados trabajan perfectamente y que no existe ningún rol para el Estado, pero la naturaleza de la economía capitalista permanece sin examinarse seriamente, dado que se presume que el capital social tiene el rol de hacerla funcionar mejor de lo que lo hace actualmente. Sin embargo, nunca se identifican las fuentes de sus disfunciones económicas, ni que tan profundamente estas disfunciones no serán afectadas por cambios en el capital social, por no mencionar que tanto debe ser ampliado para que sea más efectivo.

Cuarto, a pesar del amplio alcance de su definición, el capital social en la práctica ha tenido un número importante de áreas que están fuera de su alcance, sin importar que estas áreas estén en el núcleo de la interacción social y de las ciencias sociales. Al generalizar sobre tan extensa literatura se corre el riesgo de cometer errores, pero las omisiones (aparte de la economía y lo económico) incluye los sindicatos y el Estado, partidos políticos y organizaciones, y género y raza. Estos temas ocasionalmente son esfuerzos de investigación mancomunados, aunque frecuentemente son fugaces, por modas intelectuales y oportunismos, como el mismo estudio del capital social. Por la misma razón, gracias al capital social, “cooperación” y “colectividad” han sido objetos de estudio destacados; a expensas de variables más importantes como “poder”, “clase” y “conflicto”. En estos temas, existe una notable ausencia de consideración acerca de lo global (lo internacional) y las élites de éstos ámbitos, así como las élites nacionales. La forma individual más importante de capital social hoy es sin duda la que tiene que ver con las finanzas en términos de sus organizaciones, su influencia y sus efectos. Sin embargo, este tema difícilmente aparece en la literatura sobre capital social.

Quinto, lo que la perspectiva de política pública induce (aunque nunca es puesta en estos términos explícitamente) es que el capital social sea un mecanismo de autoayuda elevado al nivel colectivo. De esta forma, si cualquier comunidad, desde una familia hasta una nación, está funcionando mal, se debe culpar a sí misma. Sin importar que tan malas estén las cosas, podrían ser mejores si las personas interactuaran más, confiaran el uno del otro y cooperaran más. El capital social ofrece una oportunidad dorada de mejorar el status quo sin enfrentarse a él. Es el activo menos costoso de las personas pobres por el cual pueden mejorarse a sí mismos. Es el culmen de la tercera vía, con la posibilidad de mejorar el capitalismo o el status quo sin enfrentarlo. A pesar de esto, es bastante poca la literatura que demuestra éxitos en una política pública basada en construír capital social para mejorar la situación. Pero si existe una considerable cantidad de literatura (tan marginalizada como abrumadora), que critica del uso del capital social como una justificación para predeterminar y/o imponer políticas controvertidas. A pesar de que usualmente, induce a que se vuelva a traer a colación para defenderlo el síndrome de las variables perdidas.

Sexto, precisamente por su abarcadora naturaleza amorfa, el capital social es una categoría ideal para el oportunismo. Esto es más obvio en la academia para realizar conferencias, conseguir financiación para investigación y para publicaciones, donde cualquier cosa que hayas hecho antes, lo puedes hacer de nuevo usando el capital social. Igualmente, el capital social es una etiqueta particularmente conveniente para ONG y proyectos de ONG. Está destinado a intervenciones ejemplares, de dudoso impacto y alcance como para ser replicadas, con recursos de poca escala, descentralización, empoderamiento de la participación y todas las demás palabras imprecisas y de moda de la industria de la asistencia no gubernamental en la que, como el capital social en si, inevitablemente debe su existencia y sus orígenes al Banco (del conocimiento) Mundial (Banco Mundial).

Séptimo, debido al caos en su definición, se han hecho intentos de subsanar las deficiencias y desórdenes del capital social  re agregando conceptos a través de sus complejidades. El ejemplo más significativo de esta perversión en su más oscuro y negativo capítulo, es el inevitable reconocimiento (aunque muchas veces pasado por alto), de que el capital social puede darse de maneras que nos son aceptables, especialmente cuando está involucrado el crimen, la opresión o la exclusión, entre otras. En efecto, existe un paralelo exacto entre corrupción y capital social en términos de su marco analítico, donde una de las prácticas condena la interacción de mercado y la otra la promueve (aunque cada una refuerza a la otra en enfriar o estar en contra de la intervención del Estado, con el capital social buscando soluciones dentro de la sociedad civil). Adicionalmente el capital social ha sido re agregado al apelar al enlace, la vinculación, y servir de puente para lo cognitivo, lo relacional y lo estructural. Pero estos conceptos son incongruentes con conceptos tradicionales en la teoría social como “clase”, “raza” y “género”.

Octavo, existe una tensión considerable entre capital social como categoría universal, aplicable de las misma manera a través del tiempo, lugar y circunstancia; y las específicas circunstancias en que se supone tendrá efectos. El capital Social ha sido extremadamente casual en su auto contextualización, como si, por ejemplo, una asociación fuera una asociación independientemente de la sociedad en la que se encuentra y los objetivos que establece para sí misma. Pero una vez se tiene en cuenta el contexto, incluyendo sus circunstancias históricas y sociales y los significados inmersos en las interacciones sociales, se muestra que en realidad existen pocas posibilidades de llegar a conclusiones a través de diferentes aplicaciones del capital social, como si sacar a pasear el perro en un país del primer mundo fuera equivalente a luchar por una letrina en un país del tercer mundo.

Noveno, el capital social fue ampliamente promovido por el Banco Mundial y ha ejercido su correspondiente influencia en los estudios sobre Desarrollo, especialmente con el ascenso del Post Consenso de Washington inspirado por Joseph Stiglitz. Cómo y Por qué esto sucedió es de importancia, pues involucra un intento de los no economistas del Banco Mundial para ser tenidos en cuenta de manera seria ante la influencia abrumadora de numerosos economistas. El capital social desde la mitad de los noventas fue un concepto estratégicamente escogido para este propósito, sin que la corriente económica del Banco fuera retada en lo más mínimo por los no economistas, lejos de influenciar y civilizar a los economistas para que tomaran lo social seriamente, el resultado fue permitir que los economistas se hicieran cargo del concepto de capital social y lo incorporaran en sus análisis sin necesidad de que esto implicara cuestionamientos sobre el tipo de economía que estaban impulsando. El resultado fue que lo “social” fue regalado a los economistas del Banco Mundial pero ellos no fueron forzados a civilizarse intelectualmente para reconocerlo, sobre todo porque se determinó como el “eslabón perdido” en ambos, el Desarrollo y los estudios sobre el Desarrollo. No obstante, cumplido el propósito del capital social, fue rápidamente desechado por el Banco a principios de los años 2000, precisamente por su potencial de disonancia con la corriente económica principal. No pudo sobrevivir más allá de cumplir su propósito de permitir que los economistas del Banco Mundial extendieran su alcance y discreción en direccionar lo social y la política social, sin exponer sus propias limitaciones en direccionar lo económico (y lo social en sí sobre la base de una ciencia económica errada).

La precencia del capital social a lo largo de América Latina se ha construido en estas mismas perspectivas, aunque añadiendo algunas variaciones propias. Paradójicamente, el aumento del capital social en América Latina coincide con el abandono del concepto por parte del Banco Mundial, dejándolo como un zombi a lo largo de los últimos veinte años. La última publicación oficial de importancia data de 2005 en un documento de la CEPAL, como resultado de una gran conferencia sobre el tema unos años antes. La parte de género tiene dos capítulos, ninguno de los cuales menciona para nada el capital social. Otro capítulo cubre el capital social y el Desarrollo Rural, con propuestas de acción a través de diferentes niveles: construyendo capital social, transferencias generacionales, asociaciones comerciales, organizaciones verticales, clúster de producción. Pero con aproximadamente treinta subcapítulos, no menciona los sindicatos y en la mayoría menciona el rol del Estado Central como una referencia histórica.

Sin embargo, el mayor uso que se le ha dado al capital social en los países en vía de Desarrollo ha sido en la lucha contra la pobreza y el crecimiento económico, pero cada región ha tenido una tendencia a elegir su propia especialidad: emprendimiento para el caso de África por ejemplo. Para América Latina la especialidad ha sido más genero, violencia y población indígena (y en algunos casos migración internacional). 

El resultado ha sido un reconocimiento mayor de lo normal, del capital social negativo, con un reconocimiento crítico de que los indígenas se han visto como un obstáculo a la modernización a través de una cultura anacrónica y aislada, así como una fuente potencial de cooperación para promover emprendimiento privado.  La violencia es percibida más cercana a la opresión de género y del capital social que sustenta la economía de la droga. En consecuencia, grandes recursos han sido invertidos en promover formas alternativas de capital social para apuntalar cambios en la actividad económica. Pero en general, estas iniciativas han tenido efectos mixtos y con la falta de interés del Banco Mundial en el capital social, una pequeña pero relativamente amplia proporción de la literatura ha sido crítica, tanto del uso del capital social como concepto, como en la práctica por las siguientes razones:

Primero, la observación común de cómo el capital social ha borrado los contextos y complejidades, no solo de los determinantes estructurales (macro determinantes), sino también en términos de las circunstancias y significados de la vida diaria en clave de la pobreza y la inequidad. Segunda, la presencia y efectos del capital social han sido altamente circunscritos a la ausencia de recursos adecuados sustentados en la poca disponibilidad de una adecuada infraestructura económica y social, empleo decente, exclusión social y segregación, para lo cual el capital social como activo de los pobres no puede compensar. Lo tercero es el impacto del capital social en las políticas públicas en la práctica, cuando las intervenciones fallan para proveer de una financiación de largo plazo que permita la sobrevivencia, ambas ONG y beneficiarios, han ganado al menos temporalmente de los recursos disponibles. Por último, existe negligencia en subrayar los factores estructurales, las vastas inequidades y sus causas, incluyendo las consecuencias directas e indirectas del Neoliberalismo y sus políticas asociadas, donde estas crean la justificación para la autoayuda comunitaria para construir más capital social mientras a la vez socaban su capacidad para desarrollarlo.

En breve, el capital social precisamente por su gran elasticidad y su inmunidad a la crítica al absorber lo que ha sido omitido, es capaz en principio de ser analíticamente más fuerte y progresivo en términos de política pública. Esto lo convierte en un continuo imán para aquéllos que quisieran dejar de lado los conflictos subyacentes, el ejercicio del poder y los determinantes estructurales de la inequidad, privación, anti estatismo y opresión. Pero a lo largo de su corta historia, el capital social ha probado una y otra vez que tales intensiones progresistas han sido simplemente absorbidas en un hoyo negro vacío, ocupando el espacio y los recursos que podrían ser mejor dedicados a descubrir y combatir la naturaleza económica y social del capitalismo en la era neoliberal, especialmente en el despertar de la crisis de la forma más avanzada de capital social: la del sector financiero internacional, aunque está seguido de manera muy cercana, especialmente en Colombia sin duda, por el “capital social” de las corporaciones multinacionales de la industria extractiva.

* Conferencia dada en el II Seminario de Desarrollo Socioeconómico Local, auspiciada por el IBSER.
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