Cincuenta años de homicidios

Paz boyacense
Por:
Jorge Orlando Melo

Acaban de publicarse los datos sobre homicidios en el 2013, y no es fácil saber si subieron o bajaron. Las cuentas de la Policía dan 15.187, contra 14.990 del 2012, lo que indica un leve aumento. Pero, según Medicina Legal, hubo una caída. Las divergencias muestran cómo el país sigue sin manejar bien los datos sobre sus grandes problemas, que se usan para lograr impacto en la opinión y no para definir políticas eficaces: el Gobierno destaca las cifras que le convienen, mientras que la oposición trina de emoción con las que sugieren fracasos oficiales.

Hace años hice un artículo, publicado en Razón Pública, en el que calculaba los homicidios cometidos en Colombia desde comienzos de la violencia. Con los datos recientes, se puede concluir que entre 1947 y el 2013 el total de colombianos muertos a manos de otro colombiano es de casi 970.000. Como vamos, en cuatro años pasaremos del millón de víctimas de homicidio, algo espantoso.
Y aunque lo usual es creer que la peor época fue la de la ‘Violencia’, de 1947 a 1957, cuando murieron unas 165.000 personas, lo más duro fue entre 1985 y el 2002: en esos 18 años murieron 350.000.

Las fases de esta historia son claras: la violencia clásica de 1947 a 1957, la paz relativa del Frente Nacional (menos de 30 homicidios anuales por 100.000 habitantes entre 1958 y 1979), el rápido crecimiento de 1985 a 1992, época de guerra total a los carteles y de negociaciones de paz; la disminución de 1992 a 1996 (en parte por el acuerdo con el M-19 y la negociación implícita con los carteles que llevó a la entrega de Escobar), la disparada de 1996 al 2002 (60 homicidios anuales por 100.000) estimulada por la reacción paramilitar a la negociación del Caguán, y la disminución, muy rápida entre el 2002 y el 2006, por el acuerdo con los paramilitares y un Ejército más eficiente, y más lenta desde el 2007, pero que está acercando al país a las tasas del Frente Nacional: el año pasado hubo 32 homicidios por 100.000 personas, como en 1984, cuando se desataron los demonios.

A pesar de incongruencias menores, los datos de la Policía, municipio por municipio, permiten hacer análisis serios de lo que está pasando, además de comprobaciones curiosas: mientras Tumaco, Quibdó, Cali, Cartago y Buga están mal, y el noreste de Antioquia se agrava cada día, ¿quién hubiera creído que Boyacá, con su historia de violencia en 1932 y 1947, de chulavitas y esmeralderos, iba a volverse tan pacífico? El año pasado tuvo 72 municipios sin un solo muerto, y en 50 no hubo ninguno en dos años.

Un artículo de M. V Llorente y G. Escobedo, también en Razón Pública, muestra cómo esta información sirve para identificar tendencias y puntos críticos y para formular políticas serias. Apoyado en sus datos y su ejemplo, veo que la mitad de los homicidios ocurre en 24 municipios, y que hay unos 89 más que están a la vez entre los 200 con la tasa más alta y los 200 con el número mayor de homicidios. En estos 113 municipios están las dos terceras partes de los muertos, y parecería lógico concentrar los esfuerzos en ellos y medir resultados por lo que pase en ellos. Darles más policías, fiscales y jueces, y dotarlos de herramientas tecnológicas, de sistemas de vigilancia epidemiológica de violencia que permitan a sus autoridades prever cuáles son los sitios, tiempos y circunstancias de los homicidios, para tratar de evitarlos.

Colombia tiene hoy una gran oportunidad. Si se logra que la guerrilla abandone las armas y al mismo tiempo se diseña una política contra el homicidio que use bien la riqueza de información existente, que se apoye en datos precisos y bien analizados, podemos aspirar a que el país llegue al menos a ser como ese remanso de paz en el que se convirtió Boyacá.
Tomado de Eltiempo.com
29 de Enero del 2014


Cincuenta años de homicidios: tendencias y perspectivas

Por Jorge Orlando Melo

Una revisión inicial de las cifras de homicidios permite hacer una comprobaciones básicas y plantearse algunas hipótesis sobre los factores que han influido en el mantenimiento de una violencia relativamente elevada durante medio siglo en Colombia, sobre los resultados de algunas políticas públicas y sobre las perspectivas de que continúe el proceso de reducción de los índices de violencia que ha tenido lugar desde 2003. Este artículo da una mirada brusca, puramente descriptiva, a las cifras más globales sobre violencia, para tratar de identificar algunos de los procesos más evidentes y esbozar algunas hipótesis sobre los ritmos de cambio de este fenómeno, así como sobre las posibilidades de que continúe la tendencia de los años recientes a la reducción rápida de los niveles de homicidios en el país (ver cifras anexas)[1]
Las grandes tendencias.

1. En Colombia han muerto por homicidios, excluyendo los homicidios culposos en accidentes de tránsito, aproximadamente 709.000 personas entre 1958 y 2007. Esta cifra puede tener alguna subestimación por omitir los homicidios en los que no fue posible recuperar los cadáveres de las víctimas. Esto puede afectar un poco más las cifras de 1998-2003, cuando hubo muchos homicidios en los que las víctimas fueron descuartizadas, enterradas en fosas comunes o arrojadas a los ríos.

2. Estos años de violencia se dividen en varios períodos.

a. Entre 1958 y 1970 el número de homicidios disminuye firme y gradualmente. En el gobierno de Alberto Lleras la caída es fuerte, se frena pero sin revertirse bajo el gobierno de Valencia y cae otra vez rápidamente bajo el gobierno de Carlos Lleras Restrepo.

b. A partir de 1970 comienza un ascenso gradual, leve en el gobierno Pastrana, un poco más rápido en el de López Michelsen, con tres años de crecimiento más brusco en el de Turbay (cuando el número de homicidios subió en más del 50%.)

c. A pesar de que en el primer año del gobierno de Betancur disminuyen los homicidios, en los tres siguientes suben más del 60%. En 1983 comienza un período de nueve años, hasta 1991, en el que la violencia crece aceleradamente, y en número de homicidios casi se triplica (aumenta 2.9 veces).

d. En 1991 comienza un descenso rápido, cuyo ritmo va disminuyendo hasta 1998. En total hay una disminución del 20% del número absoluto de homicidios en estos años.

e. De 1998 a 2002 vuelve a crecer el nivel de homicidios, y se pierde la disminución reciente: en el último año del período se llega al número más alto de muertes desde 1958.

f. Desde 2003 comienza una reducción rápida de los homicidios. Entre este año y 2007 la caída absoluta es del 40%.

3. Teniendo en cuenta los cambios en la población se pueden destacar algunos momentos críticos:

a. Entre 1958 y 1970 las tasas de homicidio se reducen aproximadamente a la mitad, pues pasan de de 48 a 22 por cien mil, una tasa que está muy por debajo de la actual.

b. Entre 1983 y 1991 la tasa pasa de 34 a 79 por cien mil, el momento de mayor crecimiento.

c. Después de una disminución fuerte, vuelve a subir de 58 a 69 durante el gobierno de Pastrana.

d. En el actual gobierno la caída es fuerte, y pasa de 69 a 39. Como puede verse en las tablas anexas, todavía estamos 50% por encima de los promedios de las décadas de 1960 y 1970. Sin embargo, este avance es significativo, pues representa la primera disminución continua desde Carlos Lleras Restrepo, y se da después de un período en el que la violencia parecía insoluble.

4. Los factores más notorios en la violencia son la guerrilla, el narcotráfico y a finales de siglo los paramilitares. Una breve narración de los principales momentos es la siguiente:
a. En 1958 la violencia es más intensa en los sectores rurales que urbanos. Una parte alta de los homicidios la hacen bandoleros y otros grupos provenientes del conflicto político liberal conservador: la violencia se concentra en Caldas, Antioquia, Valle y Tolima. En 1958 el 57% de los homicidios se daban en estos departamentos, que tenían el 37% de la población. Caldas, Valle, Tolima, Meta y Norte de Santander tenían tasas muchos más altas que el resto del país.

b. De 1958 a 1971 se reduce bruscamente la violencia en las zonas mencionadas. Tolima, Caldas Valle y Antioquia están cerca de la media. Meta, Boyacá y Santander son ahora los departamentos más violentos: Santander ha sido el sitio de origen del ELN, y Meta es escenario de actividades de las FARC. En Boyacá probablemente la violencia se concentra en las zonas de producción de esmeraldas y en el área de colonización del occidente. Sin embargo, pese a la existencia de las guerrillas, 1970 es el año de más bajo nivel de homicidios desde 1948 a hoy.

c. Para 1973 los departamentos comparativamente más violentos son Boyacá, Meta y Santander, donde vive el 11% de la población y ocurre el 20% de los homicidios. Al disminuir la tasa absoluta de violencia, las tasas regionales son menos dispersas y en general los departamentos más grandes tienen el mayor número de homicidios. Caldas, Antioquia Valle y Tolima, que tenían el 57% de los homicidios 15 años antes, tienen ahora el 38%, para una población del 36%.

d. Para 1983 son evidentes cambios en la distribución de la violencia. Esta crece rápidamente (aumenta en un 50% en la administración Turbay) pero Antioquia, Atlántico y Córdoba tienen aumentos superiores al 100% en el número de homicidios, y Bolívar, Caldas, Valle, Cesar y Bogotá aumentan cerca del 80%. Antioquia, Córdoba, Bolívar y Valle son sitios de expansión de la guerrilla, en particular en el corredor de Urabá al sur de Bolívar. Pero estos son los años de expansión de la violencia urbana: fuera de Bogotá, crecen Medellín y Cali, y por primera vez, en 1984, Medellín supera a Bogotá. Lo que esto indica es el peso creciente del narcotráfico, que alimenta actividades delictivas de todo orden en varios núcleos urbanos. Antioquia, Caldas y Risaralda son ahora los departamentos con una mayor tasa de homicidios, y combinan en diversos niveles la influencia de la guerrilla y el narcotráfico: tienen el 18% de la población y el 34% de las muertes. Antioquia, Caldas, Tolima y Valle, ahora con el 33% de la población, vuelven a concentrar la mayoría de los muertos: el 52%.

e. Entre 1983 y 1991 se recrudece la violencia en Antioquia (sobre todo en el área metropolitana de Medellín, escenario de la guerra entre narcos y milicias urbanas, y en Urabá, donde se extiende el conflicto entre paramilitares y guerrilla). Allí vive el 13% de los colombianos, pero se produce el 40% de los homicidios. Otro departamento que sigue figurando con una alta violencia es Risaralda. Meta mantiene tasas altas y aparecen en las estadísticas, con tasas muy elevadas, Caquetá y Arauca. Entre 1991 y 1993 suben bruscamente Bogotá y Cali. Al comparar 1983 y 1991 se advierte, fuera de que Antioquia multiplica sus homicidios por cinco, y que Bogotá, Bolívar, Sucre y Caquetá crecen más rápido que el país: en estos tres departamentos están apareciendo grupos paramilitares para tratar de recuperar el control en zonas de influencia guerrillera.

f. De 1990 a 1994 las tendencias son contradictorias y terminan anulándose: la violencia crece, pero levemente, en el conjunto del país. Los aumentos se dan en Cali y Valle, en Bogotá y Arauca, mientras disminuyen mucho Medellín y el resto de Antioquia.

g. De 1994 a 1998 la violencia continúa descendiendo en el país, arrastrada sobre todo por la disminución de las muertes en las zonas urbanas: Cali y Medellín y aún más en Bogotá. Pero aumentan los homicidios en Chocó, Casanare, Arauca, Huila y Guaviare, y Turbo, zonas de presencia guerrillera y paramilitar. Entre 1994 y 1996, Urabá, uno de los centros del esfuerzo de recuperación paramilitar, sufre un aumento de la violencia de más del 135%; anticipa lo que pasará en otros sitios en el período siguiente.

h. De 1998 a 2002 se rompe la tendencia a la disminución de la violencia y esta crece bruscamente. Disminuye únicamente en Bogotá, donde cae en un 25%, mientras en el resto del país crece en un 30%: Medellín y Cali también aumentan. En el sector rural, sólo desciende en Urabá, donde el control paramilitar, en alianza con grupos ex guerrilleros y con apoyo público y empresarial, es muy fuerte. Aumenta a un ritmo rápido donde se está realizando el esfuerzo de consolidación paramilitar: En Nariño, Santander y Cesar la violencia sube más del 100% durante estos cuatro años. Crece también más del 60% en Arauca, Guajira y Huila y por encima del 40 en Guajira y Cauca. Los departamentos violentos de 50 años antes (Antioquia, Caldas, Cundinamarca y Bogotá, Tolima y Valle) que tenían más de las dos terceras partes de los homicidios, ahora tienen el 50%, concentrados en las ciudades grandes e intermedias. En estos años la expansión es explicable ante todo por el esfuerzo de los paramilitares de ampliar y consolidar su control militar, político y administrativo en zonas de antigua presencia guerrillera, como respuesta a la política de negociaciones del presidente Pastrana.

5. Entre 2002 y 2007 se produce una rápida disminución de la violencia. Para el último año, las tasas son similares a las de 1985. Una caída notable, pero debe notarse que la tasa de 2007 es todavía el doble de la de 1970, tasa esta que podría considerarse una meta razonable para los próximos años. La caída más fuerte se da en Medellín. En términos absolutos, el 50% de la disminución de estos años corresponde a las áreas metropolitanas de Medellín, Bogotá y Cali. Comparando 2002 y 2006, los años de más rápida disminución, se advierten algunos patrones interesantes. Fuera de Medellín y Bogotá, las disminuciones más notables corresponden a los sitios donde los paramilitares habían consolidado su poder en los años anteriores, o donde el ejército logró desplazar el control guerrillero: la región con una disminución mayor fue Cesar. Otros departamentos donde la violencia disminuye por lo menos un 50% (o dicho de otro modo, donde los homicidios son menos de la mitad de los que eran 5 años antes) son Cundinamarca, Norte, Chocó, Caldas y Arauca. Descensos menos pronunciados, pero significativos, tienen Bolívar, Sucre y Boyacá, Huila, Magdalena y Tolima. Urabá, que había anticipado la caída entre 1998 y 2002, sigue bajando. En general, los departamentos donde hubo una ola paramilitar antes de 2002, como Norte, Chocó, Bolívar, Sucre y Magdalena, y en los que subió la violencia bruscamente, ven una disminución brusca correlativa, que lleva la tasa de homicidios al nivel de 1996 o 1997. De 2002 a 2006 se borra el pico de los cuatro años anteriores. Caldas, Tolima y Cundinamarca son diferentes: allí la caída afecta una tasa de homicidios elevada que venía desde antes, y lleva las nuevas tasas a los niveles de 1984-1986.

6. Una revisión más detallada requeriría comparar las cifras municipales, y no he localizado cifras por municipio para 2006 y 2007. Las cifras divulgadas por la policía para 1990-2005 tienen obvias deficiencias: por ejemplo, Ituango figura en 1997 con 11 homicidios, cuando este año fue la masacre de El Aro, con 19 muertos; La Gabarra figura en 1999 con cero homicidios, cuando ese año hubo una masacre con 35 muertos.

7. Tomando los datos de 2005 y comparándolos con los de 2002, se advierten algunos patrones, que sugieren y respaldan la hipótesis de que buena parte de la caída corresponde a la eliminación del pico paramilitar parece razonable. Unos pocos ejemplos de esto:

a. En Antioquia, fuera de Medellín, la mayor disminución absoluta se da en la zona del oriente, en particular en el descenso al Magdalena: Cocorná, Granada, San Luis y San Carlos son los 4 municipios fuera del Área Metropolitana de Medellín donde disminuyeron más los homicidios. En todos ellos se había presentado un alza brusca de la violencia entre 1999 y 2002. Esta fue la zona de influencia de Ramón Isaza.

b. El municipio de Arauca sigue el mismo patrón, con alza repentina en 2002.

c. Tibú tuvo un alza brusca entre 1999 y 2003, que se compensa con una caída en 2004 y 2005; sin embargo, a pesar de que es la mayor reducción absoluta del país para un municipio no capital, todavía en este año el número de homicidios era superior al de 1998.
d. Carmen de Bolívar anticipa algo el patrón: de 1998 a 2000 suben los homicidios bruscamente, y más en la realidad que en los datos de la policía. En las solas masacres de Salado y Macayepo hubo 115 víctimas en 2000, aunque la estadística oficial registra solo 103 muertos para todo el año. Los homicidios comienzan a disminuir desde 2001. Lo mismo ocurre con San Onofre, donde también es evidente que las cifras oficiales incluyen solo una ínfima parte de las víctimas.

e. Montería tenía altos niveles desde fines de los ochentas, pero se había reducido mucho para 1998, cuando volvió a aumentar bruscamente hasta 2002; a continuación sigue el patrón general de reducción de zonas con antigua influencia paramilitar.

8. Por otra parte, las cifras de 1998 a 2003, años del pico paramilitar, pueden estar subestimadas. En especial, es probable que un número elevado de víctimas enterradas en fosas comunes o tiradas a los ríos no figuren. Con estas cifras, la tasa de crecimiento de homicidios de 1998 a 2002 sería más alta, así como la reducción durante el gobierno de Uribe.

9. La comparación de cifras ente 2002, 2006 y 2007 muestra que en 2007 muchos de los municipios que habían tenido las mayores disminuciones se estabilizan o comienzan a subir lentamente. La reducción fácil ha terminado. Sin embargo, no hay razones para pensar que es imposible continuar el proceso de reducción de los niveles actuales de homicidios. Tres categorías podrían identificarse en abstracto:

a. Municipios con un aumento reciente por encima de sus registros anteriores a 1998. En muchos municipios las tasas actuales son todavía muy superiores a 1997 o 1998: un ejemplo extremo es Tumaco, donde hubo en el 2005 más de 10 veces los homicidios de 1997. En Puerto Asís los homicidios del 2005 fueron 4 veces los de 1996. Estos municipios, podría decirse, tienen un "espacio" obvio para la reducción: los factores que causaron este brusco aumento son recientes y un buen análisis debe poder identificarlos.

b. Municipios donde la tasa de homicidios es muy superior a la media nacional o regional, lo que implica la presencia de factores locales perturbadores. Puerto Asís, por ejemplo, tenía una tasa de 324 homicidios en 2005. Son obvias las razones generales para esto.

c. Municipios donde el número de homicidios absolutos en alto. Por ejemplo, tienen más de 100 homicidios al año 27 municipios: Tame, Barranquilla, Soledad, Cartagena, Chinchiná, Manizales, Valledupar, Soacha, Bello, Itagüí, Medellín, Santa Marta, Villavicencio, Cúcuta, Pasto, Tumaco, Puerto Asís, Dos Quebradas, Pereira, Bucaramanga, Ibagué, Buenaventura, Cartago, Tuluá, Cali y Bogotá.

d. Hay municipios que están en las tres categorías, como Puerto Asís, mientras que hay otros, como Medellín o Bogotá, cuyas tasas son bajas y sus niveles de homicidio son inferiores a 1985, en los que el proceso de reducción de la violencia será sin duda difícil. Sin embargo, estas ciudades tienen administraciones comparativamente serias y capaces de promover programas de reducción de violencia significativos.

Conclusión.

La conclusión brusca de este análisis inicial es que la reducción reciente de la violencia tiene que ver en gran parte con la reversión del auge provocado por los esfuerzos paramilitares por combatir la guerrilla y controlar la política y los recursos locales, en especial los ligados al narcotráfico. Aunque esta reversión no ha concluido, y en algunas zonas todavía la tasa de homicidios es superior a la que existía bajo Samper o a comienzos del gobierno de Pastrana, la probabilidad de que los acuerdos con los paramilitares y su represión tengan un gran impacto adicional es cada vez menor. Si esto es así, el impacto en la tasa de homicidios de la lucha contra la guerrilla y los paramilitares, que debe por supuesto continuarse, va a reducirse poco a poco. Por supuesto, los factores de mejoramiento institucional que se han producido desde 1990, sobre todo en las fuerzas armadas y policiales, seguirán pesando a favor de una reducción continua de los homicidios, pero su impacto también puede ir siendo marginalmente decreciente.
Por eso es preciso encontrar estrategias novedosas para continuar atacando los factores que hoy se enfrentan y diseñar una política más polivalente, para llevar al país a tasas menos extremas de homicidio: una meta razonable es volver al índice de 1970, que aunque todavía superior al de los países del sur del continente, representaría un éxito indudable.
Para ayudar a definir una política continúa y de largo plazo, sería conveniente establecer un sistema claro, público y abierto, de metas nacionales, regionales y locales, para reducir la violencia en los municipios más críticos o prioritarios del país, por su intensidad, la existencia de factores recientes de violencia o el tamaño absoluto de su contribución a los homicidios del país.
Además de las acciones actuales que desarrollan las entidades nacionales, policía, ejército, etc., estos municipios deberían tener un seguimiento complejo de sus fenómenos de violencia, con sistemas epidemiológicos como el que se aplica en Medellín, y ojalá acompañados de evaluaciones e investigaciones sociales, económicas y políticas periódicas. Es esencial que la información estadística se publique en la forma más completa posible, con claridad metodológica y haciendo un esfuerzo para que las cifras de diversas entidades del Estado sean compatibles o, cuando haya razones para mantener esas diferencias, estas se expliquen bien.
El sistema judicial, hasta donde puede presumirse, ha contribuido poco a la reducción de la violencia en años recientes. Pero lo grave es que poco se sabe al respecto: si la información pública sobre homicidios es pobre, la que existe sobre la investigación judicial es prácticamente inexistente. Nadie parece saber cuántas aperturas de instrucción por homicidio ha hecho la fiscalía cada año, cuántas han concluido en acusación, en cuántas de ellas ha habido un juicio, en cuántas se ha condenado al responsable y cuántos han sido sancionados realmente.[2]
Colombia ha hecho un gran avance en la reducción de sus cifras de violencia en los últimos seis años, y puede seguir haciéndolo, pero para eso hace falta que se tome en serio la información disponible y que se diseñe una estrategia seria y de largo plazo contra el homicidio.

Notas de pie de página
[1] Este texto hace una aproximación inicial y resumida a un tema muy amplio. No presenta todas las fuentes, estadísticas y análisis que serían necesarios para justificar todas las afirmaciones que se hacen, ni discute las interpretaciones acerca de las causas o correlaciones estadísticas más pertinentes y fuertes. Publico sin embargo, como apéndice, unas tablas con los datos básicos y resumidos que sirven de base para el análisis. Por otra parte, la información a mi alcance es limitada: no he podido encontrar una base de datos en la que aparezcan los homicidios para todo el período analizado discriminados por municipios, ni tampoco una base de datos con datos mensuales, lo que sería clave para afinar y verificar algunas de las hipótesis. Lamentablemente, las entidades públicas cada vez publican menos información útil: o han dejado de publicar las bases de datos básicas, o han cambiado los criterios de clasificación, o han optado por publicar síntesis o resúmenes que impiden verificar la información y someterla a nuevas operaciones de análisis. La policía nacional dejó de publicar sus bases de datos anuales; la excelente revista Criminalidad dejó de aparecer; los informes de la vicepresidencia han dejado de actualizarse, en la página del DANE no existen estadísticas de homicidios, y nadie consolida la información dispersa y a veces diferente. Solo Medellín mantiene una información excelente en la web, con datos semana a semana y comuna a comuna, clasificados por una amplia gama de factores. Por otra parte, Medicina Legal, la Policía Nacional, el Ministerio de Defensa y las autoridades regionales y municipales manejan criterios metodológicos diferentes y los cambian intempestivamente, sin explicar los cambios. Muchas de las tasas de homicidios para los años recientes, e incluso para 2006-2008, se están calculando con base en las proyecciones del DANE basadas en las tendencias demográficas de 1985-1993, a pesar de que el DANE ya publicó nuevos estimativos revisados, más sólidos: algunos se niegan a usarlos con el argumento burocrático y leguleyo de que el censo no ha sido aprobado por el congreso, como si los criterios para el análisis investigativo debieran definirlos los padres de la patria. Los datos de Medellín, un modelo que debería ser adoptado por todas las ciudades, están en:
www.medellin.gov.co/irj/go/km/docs/AdmonContenido/EstadisticasGobierno/
DocumentosEstadisticasGobierno.htm?idPagina=1135?

[2] El Anuario Estadístico de la Fiscalía de 2004, por ejemplo, nos cuenta que entre 2000 y 2004 la Fiscalía comenzó 239.897 investigaciones por homicidio, y le dio "salida" a un poco más de 250.000 investigaciones por este delito, cuando hubo 100.000 homicidios en el país. Pero no nos dice cuantas de esas investigaciones por homicidio se concluyeron con resolución acusatoria: no deben ser muchas, pues las unidades de delitos contra la vida, la libertad y el pudor sexual, donde suponemos que se incluye el homicidio, en ningún año dictaron más de 7.500 resoluciones acusatorias., En el 2001, por ejemplo, hubo 3.258 acusaciones sin preso y 1.259 con preso, para un total de 4.517. Si recordamos que ese año hubo al menos 27.800 homicidios, y pensamos que se acusaron 1.259 presos, tenemos al menos un indicio débil de la probabilidad de que a uno lo acusen y apresen por homicidio: menos del 5%. Y por supuesto, tampoco parece divulgarse la información sobre lo que los jueces hicieron con estos acusados, pues es de suponer que algunos fueron absueltos. Lo grave es que mientras la fiscalía no sepa lo que hace ni el país sepa lo que hace la justicia, no importa cuántas reformas le hagan a la leyes, pues el problema principal es de aplicación de las leyes, de administración, de eficiencia, e incluso, muy simplemente, de información.


Tomado del Portal: Razon Publica


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Pleonexia Política

Por Mauricio Castaño H
Historiador
http://colombiakritica.blogspot.com/

Por ser la política cada vez cosa de mercado, del marketing, de los intereses particulares, cada vez se aleja más de su significado que le dio origen en su antigüedad griega, ocuparse del bienestar público, del bienestar común. Hoy las personas que van a la arena política hacen parte de la defensa del mundo del negocio, del mundo empresarial, del enriquecimiento a como dé lugar, y si aparecen con otras caretas fungiendo liderazgo de pueblo, sólo son maniqueísmos que ocultan a un depredador inescrupuloso, que como hienas salvajes van hambreadas a disputar carroñas, a usurpar la mejor tajada del tesoro público.

Las altas inversiones que hacen en el deformado sistema democrático para lograr un escaño no son gratuitas, sólo son migajas que luego recuperan en las ejecuciones de los dineros públicos. Los cálculos en pesos colombianos superan en más de diez veces a los permitidos por la ley. Se calcula que una curul al Congreso puede costar entre 2.000 y 5.000 millones de pesos, mientras que el dinero permitido para un candidato es de solo 301 millones. ¿Quiénes se permiten hacer el negocio de la política? Los audaces, los artistas del engaño, los seres inescrupulosos que en la compraventa de los votos posan de mansos corderos, lucen la mejor sonrisa pero que una vez electos son fieras devoradoras, temibles para las masas que ingenuas buscan cercanías. Ejemplos hay por doquier: el embaucador partido del movimiento cristiano MIRA, recién se le destapó sus grandes negocios con la mafia criminal en más de 14 países bajo la fachada espiritual religiosa, se les acusa de lavar activos y de tener vínculos con la temible banda de ultraderecha de los Urabeños. O en el inmediato pasado la mayoría del gabinete del alcalde Samuel Moreno con sus compinches ladrones empresariales de la familia Nule. Estamos hablando entonces de los que se dejan pillar o de los que les falló el negocio o de los que tropezaron con otros más depredadores. ¿En quién confiar?

Hombres de buena voluntad, si topas con cualquier protuberancia de Poder, no dudéis, arrojarla a la papelera. La concentración de poder alimenta lo peor de la condición humana. En vez de pedir un voto para acumular poder, hacer lo contrario, cederlo, desconcentrarlo, permitir que cada comunidad sea autogestionaria. Desconfiad entonces de esos ídolos que prometen y prometen salvación. La concentración de Poder embriaga, corrompe. Acaso no has experimentado que buscas y buscas al político elegido y nunca te concede la cita; se esconde con pendejas excusas de las supuestas miles ocupaciones, pero él está allá en su escondite con putas bebiendo whisky o con sus secuaces fraguando sucios negocios de lucro personal, en negociazos con los recursos públicos. 

Mientras los sistemas sean complejizados, más difíciles son de controlar. Los burócratas emiten circular tras circular para enredar, para crear confusión. En río revuelto todo mundo pesca. Divide y reinarás. Ejemplos son los inservibles sistemas de Salud, Pensiones, sólo sirven para engordar a sus dueños empresarios. O de las pésimas obras de infraestructura, los contratistas se han apropiado de los dineros. Todos quieren cobrarse favores, todos quieren riqueza fácil y rápida. Viene a bien la descentralización, hacer sistemas simples, menos complejos, en comunidades pequeñas los controles son posibles. Más que dejarse seducir por falsas sonrisas que quieren conquistar un voto con la excesiva publicidad por lo demás contaminante. Es mejor abrir caminos de autogestión al estilo de algunas comunidades indígenas, que frenan esos deseos ilimitados de tener y tener, la Pleonexia le llamaron los griegos. 

Pese a estos aires decepcionantes, existen algunas pocas motivaciones que devuelven algo de esperanza. El actual presidente candidato colombiano habla de la paz como finalidad de la seguridad o de los aspirantes a las legislaturas que han dado muestra de su lucha frontal contra las fuerzas oscuras que persisten en la guerra, en afianzar sus grupos de ultraderecha, en apropiarse por la violencia de las tierras de los campesinos para abrir sus corredores estratégicos para los tráficos ilícitos.



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El Ser Colombiano

Por Mauricio Castaño H
Historiador

¿Qué es ser colombiano? Si miramos en la pantalla chica las series de matones, putas y narcotraficantes, nos dan la idea de las variantes de violencia. Los noticieros no dicen nada distinto a los asesinatos por robos de un simple móvil o teléfono celular o los atracos de diversa índole. Y si se pasa a la sesión de la clase dirigente, el panorama en nada cambia: los políticos son asesinos que profesan ideologías de exterminio llevadas a cabo por sus grupos de ultraderecha o paramilitares que despojan de tierras a los campesinos en su provecho en el negocio del narcotráfico. Por algo se habla del tercer mundo, cada vez sus gentes se hunden más en la miseria sin extrañeza alguna, más bien hacen parte del paisaje. 

En cada período electoral se libran luchas violentas por ganar la contienda que asegura el zarpazo del presupuesto para favorecer negocios particulares bien sea en obras de infraestructura, en salud, educación, sector financiero, de comunicaciones, según sea el ganador llevará la mejor tajada, a los demás, para mantenerlos conformes, se les participará con algún premio de consolación. Puede decirse que todo se resume en el vulgar negocio que asiste a las voraces clases dirigentes agenciando sus negocios con los dineros públicos, esa es la lucha política en cada período, en cada contienda.

Nuestro espíritu histórico está cimentado con los aires excluyentes de la Colonia y potenciados en la vida Republicana, es una tradición acentuada en un incompleto Estado Social de Derecho, un poder violento y criminal, apenas, por exigencia de tratados internacionales, incorpora discursos de papel en Derechos Humanos, y nada que ver de los derechos naturales, pues la racionalidad capitalista es alérgica a ellos, los toman como frenos naturalistas para sus empresas. Los pobres se mantienen como recurso de mano de obra barata. Es una sociedad que está lejos de los ecos de la Fraternidad, Igualdad y Libertad. 

En términos althuserianos, los Aparatos de Estado obedecen a las lógicas de explotación capitalistas que engordan a sólo unos pocos ricachones. Esos aparatos movilizan ideologías para la aceptación de ese sistema cruel que irriga pobreza, violencia y muerte, y que son atenuados en la televisión, especialmente por presentadoras de la belleza femenina que todo lo convierten en banalidades, se pasa del más horrendo crimen con una sonrisa sensual a la vida doméstica de algún famoso de aquellas series pendejas de la tv.

Todo confluye en una especie de menjurje que mantiene sedada a la población, a la cual se le suma unos sentimientos de impotencia, de derrota que carcome esos espíritus de los perdedores, se aprecia que cuando las cosas van mal, tenemos tendencia a refugiarnos en una forma cualquiera de exceso, que se transforma en casi dependencia. Discursos como el de la ética protestante y espíritu capitalista desembocan en un ascetismo en provecho de acumulación de bienes, protección del hogar y del patriotismo, se gana una fuerza obrera que cifra su vida en tener un trabajo. Se riega sobre los cuerpos máquinas pedagógicas que los disciplinan, sirven en el adiestramiento de mano de obra barata y obediente. La cultura dibuja o esculpe el cuerpo ideal, lo moldean. Adecuan el sexo y el género, la medicina bien presta sus servicios, decreta las enfermedades y sus fármacos que deben comprarse. 

El ser colombiano no se aleja del de otras patrias del hemisferio, en unas prevalece mayores injusticias, en otras menos como en Europa. Ese piso biológico violento y depredador sigue sin doma, la solidaridad es cosa rara o discurso fofo. Si bien las fronteras delimitan los territorios, la humanidad pertenece al registro universal que bien vale reflexionarse en la bondad que nos edifica.


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¿Qué es una comida lograda?


Gagnaire, This, Etchegoyen.  
por SVEN ORTOLI

Mi primero es un artista de la cocina. Mi segundo, un químico, lleno de una curiosidad tan devoradora por el buen comer, que creó con un amigo suyo, físico, una disciplina: la gastronomía molecular.  Finalmente, mi tercero es un filósofo que, todos los días, nutre a sus prójimos.  Mi todo es una pregunta: ¿Qué es una comida lograda? para la que se sentaron a manteles Pierre Gagnaire, Hervé This et Alain Etchegoyen.
La historia del pensamiento occidental está jalonada de comidas memorables: tenemos el banquete de Platón y el de Kierkegaard, donde se come poco pero se bebe mucho –in vino veritas–.  Está el Festín de piedra en el que Don Juan desafía la estatua del comendador, y el Banquete de las cenizas en el que Giordano Bruno expone a sus invitados londinenses la teoría copernicana.  Está la revelación de la Cena y la del Seder; tenemos a Voltaire que regala a sus invitados de Ferney buenas palabras y excelentes platillos; y, más cerca de nosotros, en el cine, la Gran Comilona, el Festín de Babette o Festen.  De una manera o de otra, no gran comida sin construcción de una historia, ya esté o no acompañada de revelaciones.  Por esto la idea de reunir tres hombres de horizontes diferentes, forjados por disciplinas alejadas pero todos unidos por una misma pasión.  Pierre Gagnaire primero, chef dotado de tres estrellas Michelin, que él devuelve cuando se quiebra en Saint-Étienne en 1996, y que vuelve a ganar dos años más tarde en París, “con mi dignidad” precisa él. Alain Etchegoyen luego, normalista agregado en filosofía, antiguo comisario del Plan que navega igualmente bien en el mundo de la industria como en el universo agrícola, y que cuenta cómo, a sus 50 años, se ha dado vuelta sobre su fica para constatar que el hilo rojo pasaba por el verbo “nutrir”.  Alimentar, para comunicar, amar, desear. Hervé This, finalmente, investigador del College de France y en el Instituto Nacional de la investigación agronómica (INRA), que descubre una pasión por la cocina en su adolescencia y que se vuelve físico-químico para regresar sobre sus primeros amores.  Se reunieron en el restaurante de Pierre Gagnaire, en la calle Balzac, en París.

el menú
Insólito
Nabo blanco Buren, aceite de oliva en hojas frescas de wasabi.
Corazón de atún rojo entreverado, bonito con pimienta de sarawak. Chiboust con sal de Maldon.
Gruesas gambas de Palamos precisamente maceradas al amontillado, rellenas con una pasta de pimiento de Niora con cacahuetes.
Kokotxas de bacalao, salchichón de Vire, patata ratte confitada.
Ternero lechal
Nuez de lechecillas de ternera salteadas, revestidas con zumo de zanahoria con jengibre fresco, fondu de ruibarbo con habas.
Pera cortada en el corvejón, truffas blancas de verano.
Berza corazón-de-buey, mousselina con limón bergamota y buffala.
El gran postre de Pierre Gagnaire
Nueve postres inspirados en la pâtisserie francesa, elaborados a partir de frutas de estación, de mermeladas poco azucaradas y de chocolates.
Vino Condrieux 2005.

Hervé This: ¿Puede una comida ser lograda sin ser buena y puede ser buena sin ser lograda?  Para mí no es la misma cosa.  Una comida lograda no es solamente la cocina; una buena comida sí es eso.

Alain Etchegoyen : Exactamente.  No es la misma cosa si soy el que recibo y hago la cocina, o si voy al restaurante con mis amigos.  Vengo a tu restaurante para obtener placer, y recibo en mi casa para prodigarlo a otros; una buena comida depende de quien alimenta.  Una comida lograda depende del objetivo que se le asignó.  La comida puede ser lograda sin ser buena porque el objetivo no era precisamente la comida.

Pierre Gagnaire : Para mí, las dos se confunden.  Una comida es lograda cuando un cliente se va diciendo: “Pasé un buen rato en su restaurante”.  En el fondo, el éxito es la dosis de emoción que se logra dar.

H. T. : A contrario, una comida fracasada tiene mil causas, la mayor parte de ellas aparentemente insignificantes.

P. G. : Cuando se reciben cartas de insultos siempre tienen que ver con pequeños detalles.  Hace unos diez años, recibí en una mesa de diez personas a toda una familia de la que el mayor era claramente un notable.  Tuvieron una comida espléndida en la sala del segundo piso.  Los encontré abajo de la escalera, absolutamente enojados.  El mayor, cuando descendió, debió soltar la barandilla por un instante porque un mesero había subido a toda velocidad y no le dio paso.  Se había ofendido, y toda la familia con él.  Habían olvidado las cuatro horas pasadas en la mesa: “qué tal este personal, ¿qué piensan estos muchachos?”.  En veinte segundos se arruinó todo.

A. E. : Un detalle, una botella plástica de agua en la mesa, por ejemplo, es suficiente para romper la armonía, la coherencia, la estética de la comida…

H. T. : Si, la botella de plástico es el síntoma de una falta de cuidado.  Una comida lograda es una comida donde se lo ama.  Tirado a la cabeza de alguien, el mejor suflé del mundo no será bueno.  La buena comida debe tener un poco de técnica –un bufado que no esté inflado, es una crepe–, un poco de arte –se crea algo nuevo– y amor –no se le tiran los platos a la cabeza de los convidados.  Esto es, desde un punto de vista físico-químico la base de una buena comida.

P. G. : Una buena comida es una escenificación que le permite a los convidados revelarse, como en una película; hay un momento en el que uno se deja ir sin ocupar su tiempo en analizar los travellings o la posición de la cámara.  ¡Ay de mí! las gentes quieren cada vez más conocer los entretelones, ¡el “making of” como se dice!

A. E. : Detesto esta idea de transparencia.  Testimonia una falta de confianza.  En nuestra lengua, la cocina designa precisamente una alquimia, una caja negra ¡a veces de manera peyorativa!  Para regresar a nuestro tema, una comida, es como una mayonesa; se ve muy claramente cómo eso puede arruinarse y deshacerse si todo el mundo no está a la misma temperatura.

H. T. :  Estoy de acuerdo con la imagen, pero déjeme precisarle que la temperatura no tiene ningún efecto sobre la mayonesa.  He hecho la experiencia, con aceite y huevos a temperaturas diferentes, según las fases de la luna, con aceite que chorrea en sacudidas; esto no cambia nada.  La única manera de tirarse en una mayonesa es echarle demasiado aceite o no dispersarlo bien en el agua aportada por la yema de huevo y el vinagre.

A. E. : Hablando de fracasar, conozco gente que, a pesar de sus esfuerzos, yo sé que su comida va a ser una catástrofe culinaria.  Hoy, toda la organización de la cocina está girada hacia el tiempo; se encuentran habichuelas frescas ya listas, congeladas, el pollo lo venden pre-cortado…  Pero la cocina lleva su tiempo y una buena comida lo necesita antes y después.  Comprendido el necesario para la escenificación.  Cuando se recibe amigos, es necesario que se sientan atendidos, el tiempo pasado, la generosidad, e incluso el dinero que se ha gastado.  Si mis convidados no hablan de lo que he hecho, es una decepción, un fracaso.  Hacer y querer servir uno mismo, implican comentarios.  Es casi una obligación.

H. T. : Brillat-Savarin dice: «Conversar sin pretensión, escuchar con complacencia, no se requiere mas para que el tiempo vuele con suavidad y rapidez».

A. E. : Me encantan esas páginas.  Sin nunca decirlo, compara el placer sexual y el placer gastronómico: «Es un placer que se puede tener a cualquier edad.  Es un placer que se puede repetir tantas veces cuantas se quiera durante la jornada.  Es un placer en el que uno se restaura en lugar de gastarse».

H. T. : En otro género, Grimod de La Reynière dice que en una buena comida «los pedazos picaditos parecen mejores».
A su manera, es también lo que dice el episodio de la magdalena (que inicialmente era una tostada al horno) en Proust.  Como, digo que está bueno, soy un animal.  Como, digo que eso me recuerda algo, me vuelvo un ser de palabras.  Un poco como cuando el narrador va a ver representar a la Berma.  Él no está seguro de haber experimentado un gran placer, pero la cultura lo ha llevada a comprender… la cultura.  Como en la cocina donde uno “prueba” lo que se come, el niño tenía necesidad de Swann, de monsieur de Norpois para permitirle apreciar lo que él ve y escucha.

A. E. : Y cada vez que ve a la duquesa de Guermantes, él piensa…: no era sino eso.

P. G. : «No era sino eso…»; este es el temor que me habita desde que he sido mediatizado, y que siento la demanda de la gente crecer con respecto a lo que hago.  Cuando pienso en la muerte de Vatel, la dilucidación que mejor me cuadra, no es la del pescado que no llega a la cena ofrecida por Condé a Luis XIV, o la de su mujer que lo engaña con su mejor amigo.  Para mí que se suicida porque se dio cuenta que todo el mundo se le daba un pito ese pescado fresco tardío; yo me derrengué toda mi vida y ¿ellos no tienen nada que hacer?  Henos llevados a nuestra condición: ser modestos y no jugársela.  Se esfuerza uno toda una vida, y un fallo una noche y todo a pique.

A. E. : Y llegamos a la noción de sorpresa: no quiero encontrar en su casa lo que soy capaz de hacer; tengo ganas de sensaciones nuevas.

H. T. : Es el principio de la farsa.  Requerimos de la sorpresa; ella prueba que se han ocupado de uno.  Pero 

P. G. : Con las berenjenas a la bonifaciana estamos en pleno tema.  Traje requesón seco de Córcega.  Me dijeron: “No lo compres, no sabrás que hacer con él”.  Hace un rato, para satisfacer a nuestra periodista “escenógrafa”, me dije voy a crear algo.  Son berenjenas blanqueadas a las que se les retira la carne; se las rellena de pan con leche, ajo, sal, pimienta y sobre todo requesón seco en copos.  Se los hornea y se les vierte caldo de pollo con cebolla junca, cebollas rojas, pimiento de Niora, una base de piperade, todo mezclado subido con aceite de oliva, por encima con judias para aportar un poco de frescura.  Como Ud. ve, la cocina demuestra que no existe el defecto en sí.  El requesón seco es verdaderamente seco, pero al lado de lo acuoso se impone en tanto que sequía.

H. T. : Demasiada sorpresa, es el límite del arte culinario.  Somos primates, dotados de un reflejo que se llama la neo-fobia alimenticia. No comemos lo que no conocemos.  El primatólogo Claude-Marcel Hladik ha mostrado que, entre los monos, la amargura es reconocida como un signo de peligro, lo azucarado como un signo de energía.  Ponga azúcar en los labios de un lactante, se reirá.  Si es algo amargo, hace muecas.  Somos monos forjados por millones de años de evolución, y codificados para amar lo dulce.  Necesitamos años de aprendizaje para lo amargo y lo ácido.  Es por esto que la cocina es una obra de cultura.  El plato “insólito” que nos preparó Pierre Gargnaire lo es a tal punto que casi no tiene referencia.  Es a tal punto nuevo que no puede decir que yo reconozco, o incluso que me gustó.

P. G. : Algunos cocineros corren sus riesgos, exploran comarcas nuevas, desacomodan y pueden, a veces, no ser placenteros.  Para mí, lo que hace la diferencia, más allá de la técnica y de la rapidez, es que la emoción debe primar.  Como un funámbulo uno puede caerse, eso es lo más grave.
Mi gusto por lo nuevo me costó un enorme descalabro.  En la época, yo estaba en una ciudad de provincia muy conservadora.  Me dí cuenta luego que yo agredía las personas, pero me empeciné, entonces lo que hacía no era aceptable.  Gustos nuevos, una manera diferente de cocinar, de recibir, con la música que me gustaba… los clientes estaban desestabilizados.

A. E. : Lo que Ud. dice es que el placer gastronómico no es un placer empírico.  Es un placer que supone categorías intelectuales para aprehender lo real.  Experimento sensaciones, pero ellas son subsumidas por eso que yo busco…

H. T. : Se come cultura.

A. E. : Es la famosa fórmula de Locke : «Nada hay en el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos».  Y Leibniz tiene razón al añadir la no menos famosa rectificación: «… a no ser que sea el entendimiento mismo».
Nadie es capaz de reconocer un vino y apreciarlo sin tener algunas nociones sobre lo que él es.  Si se me dice es un côte-rôtie, lo sé y lo aprecio como tal.

P. G. : ¿Piensa Ud. que es preciso determinar el objeto?

A. E. : Pienso que es necesario tener punto de referencia.

H. T. : Gilles Morrot, del Inra de Montpellier, ha hecho la demostración haciendo catar y clasificar grandes vinos de Bordeaux entre los cuales introdujo un vino barato de mesa con una etiqueta prestigiosa: el vino de mesa lo colocaron en segundo lugar…

A. E. : Cuando algo está por fuera de las categorías de que se dispone, es difícil apreciarlo en todo el sentido del término.  Es decir ponerle un precio y afirmar que es bueno o que no lo es.
Una experiencia se llevó a cabo en la Villette con etnólogos: quesos Vache qui rit rellenos de mariquitas aplastadas se ofrecieron a los visitantes.  Luego, cuando se les decía que adentro había anís, estaban contentos; pero si se evocaba las mariquitas, se producían nauseas.  Por lo demás, nunca lo olvidarán; una mala comida, como una buena, se instala en la memoria.

P. G. : Y cuando es buena, es un encuentro feliz e incluso (lo digo con una palabra que me gusta mucho), elegante.

Traducción. Luis Alfonso Paláu.  Medellín, diciembre 31 de 2013.

Vatel: un suicidio gastronómico

Vatel, frustrado y preso de angustia porque el pescado fresco no llegaba, decidió suicidarse. Su honor profesional había quedado en entredicho

 por CARLOS IGLESIAS 



Vatel y Loiseau, franceses ambos, corrieron la misma suerte: los dos se suicidaron por motivos gastronómicos. Loiseau fue uno de los impulsores de la ‘nouvelle cuisine’, un movimiento que transformó la cocina francesa en la década de los 60, convirtiéndose en uno de los personajes más relevantes del país galo; funda varios restaurantes en París y crea platos preparados para las multinacionales de la alimentación, hasta el punto de que en 1998 entra en bolsa. Acostumbrado al éxito se encuentra de repente con que ‘Gault y Millau’, publicación que le había encumbrado, le rebajaba su nota desde 19/20 a 17/20. No pudo soportarlo y se suicidó. Ya tenía Francia su segundo mártir gastronómico. El primero había sido Vatel, un personaje muy conocido al ser llevado al cine por R. Joffé en el 2000, con G. Depardieu como protagonista.

Vatel descendía de una familia de campesinos pobres del Norte de Francia y gracias a su talento entró al servicio del príncipe Condé como ‘controlador de la Boca de su Señor el Príncipe’. En su magnífico castillo de Chantilly al norte de París, Condé tiene la ocasión de recibir al rey Luis XIV. Una recepción con la que piensa volver a alcanzar la gracia de su rey que había perdido (espera que se le otorgue el mando de las tropas en una nueva campaña contra los holandeses). Vatel era el encargado de llevar a cabo todos los preparativos. Una misión nada fácil de cumplir.  El ceremonial de la corte de Versalles tenía una complejidad enorme y, además, los invitados eran muchísimos: recibir la totalidad de la Corte de Versalles en el castillo de Chantilly; en número de personas podría suponer varios miles si se cuentan todos los acompañantes de los grandes de la Corte. Aparte de que a Luis XIV no era tan sencillo darle de comer; una de sus comidas podía constar, por ejemplo, de cuatro platos diferentes de sopa, un faisán entero, una enorme fuente de ensalada, una perdiz, una pierna de ternero aderezada con ajos, dos grandes lonchas de jamón y varios platos de dulces, frutas y confituras; su increíble vitalidad era capaz de soportar esto, aventuras amorosas abundantes y no descuidar los asuntos de estado. Y el acontecimiento duraba tres días con sus respectivas noches, y todo en la fiesta debía ser maravilloso. Era necesario dar de comer, divertir y alojar a cerca de dos mil personas. Para asegurarse el éxito, Vatel se pone al mando de un ejercito de sirvientes que trabaja incesantemente para sorprender, maravillar y satisfacer los deseos del rey. Vatel diseña fiestas temáticas, con menús extraordinariamente elaborados y espectáculos teatrales para el disfrute real.

De la muerte de Vatel se tiene noticia a través de la marquesa Sevigné quien eleva el hecho a un acontecimiento histórico. El relato de la marquesa viene a ser éste:
El rey llega un jueves y después de varias diversiones se sientan a la mesa. Hay varias mesas en las que falta el asado. Este hecho trastorna a Vatel: «He perdido mi honor, es una afrenta que no puedo soportar. La cabeza me da vueltas, hace doce noches que no he dormido ayúdame a dar las ordenes», dice un afligido Vatel a Gourville. El Príncipe le intenta consolar: «Todo va bien, Vatel, la sopa del Rey estaba esplendida»; pero la carencia del asado le ronda continuamente en su cabeza. Llega la noche y los fuegos artificiales que había preparado, y cuyo coste había sido enorme, no lucen lo suficiente a causa del cielo nublado. A las cuatro de la mañana, cuando todo el mundo duerme, Vatel va a recoger el pescado encargado a varios proveedores. Sólo dos cargamentos habían llegado, el resto de proveedores no habían llegado. Su cabeza se calienta, encuentra a Gourville y le dice: «Señor no sobreviviré a esta afrenta. 

Tengo un honor y una reputación que perder». Gourville se lo toma broma. Vatel sube a su habitación, coloca su espada contra la puerta y la atraviesa a través de su corazón, dos intentos fallidos y el tercero es mortal de necesidad. El pescado encargado llega y todo el mundo busca a Vatel. Suben a su habitación, la derriban y le encuentran ahogado en su propia sangre. Se lo comunican al Príncipe y éste al Rey: «Era su forma de concebir el honor», le dice. Gourville intentó reparar la perdida de Vatel y lo consiguió: se comió muy bien, se divirtieron los invitados de lo lindo, fueron a cazar y todos quedaron encantados.


Vatel pasaba a ser un personaje legendario y su gesto todo un símbolo. Por una parte simboliza de una época en la que las exigencias en cuanto al buen comer ocupaban un lugar de primera importancia entre los ‘Grandes’ del reino; la gastronomía era ya una cuestión de estado. Y en segundo lugar refleja hasta donde puede llegar el mantener el honor profesional y el precio que esto supone. No debe, pues, extrañarnos que Francia, con mártires gastronómicos ocupe ese lugar predominante en cuestiones del comer. También la Historia produce sedimentos muy difíciles de lograr en poco tiempo. Y, sin duda, Vatel ocupa un lugar de primera en el panteón de celebridades gastronómicas.

Tomado de: 
http://www.philomag.com/lepoque/dialogues/gagnaire-this-etchegoyen-quest-ce-quun-repas-reussi-5397?utm_source=Philosophie+magazine&utm_campaign=639a6c0497-pmfrweb20131231nlweb&utm_medium=email&utm_term=0_dee8ebacdf-639a6c0497-217936445



Un vasito para el camino

ALEXANDRE LACROIX

Entre las notas que Walter Benjamin dejó en el momento de su muerte, existe esta afirmación que puede parecer a primera vista muy extraña: 
«Habría que medir –escribe el ensayista alemán– cuál es la parte de la experiencia de la ebriedad en la declaración de los derechos del hombre»  Pero ¿qué quiere decir?  Retomemos la famosa declaración en esta perspectiva.  Artículo primero: «Todos los hombres nacen libres e iguales en derecho».  ¿Cuándo se tiene concretamente, la experiencia de esta igualdad?  Seguramente no en el trabajo, ni en la vida amorosa, ni en las relaciones entre padres e hijos. 

Sin embargo, cuando bebemos muchos, cuando se comparte el vino, llega un momento en que los estatutos sociales se anulan, en que todo parece posible, donde el vínculo de hombre a hombre se recrea sobre la base de la libertad de palabra…  «Nadie debe inquietarse por sus opiniones», encarece el artículo 10.  Luego de algunos tragos, Ud. puede decir todo lo que se le pase por la cabeza, en rigor no se le tendrá en cuenta.  Pero ¿hasta dónde puede llegar?  «Todo lo que no está prohibido por la ley no puede ser impedido», precisa el artículo 5…

¿Excéntrica esta lectura?  Por muy desconcertante que pueda parecer, hay sin duda experiencias de ebriedad ocultas tras toda gran idea política que le corresponde.  Es evidente en el caso de los dos principales modelos que se enfrentan hoy, el socialismo y el liberalismo.  Del lado del socialismo, Ud. puede filar todas las ebriedades que crean lazo entre los hombres, a las manera de las saturnales de los romanos en la antigüedad, en el curso de las cuales los amos les servían la mesa a los esclavos; o también lo “dionisíaco” tal y como lo definía Nietzsche, que arrastraba «al individuo subjetivo hasta aniquilarlo en un completo olvido de sí mismo».  En la actualidad, el alcoholismo mundano, así como las bebetas de los hinchas, la buena comida, los deportes de equipo, los paseos de olla, los conciertos al aire libre, e incluso la fiesta de La Huma… proponen éxtasis de tipo socialista.  Son reuniones calurosas, parlanchinas, caóticas, pero también –hay que reconocerlo– bastante groseras, bulliciosas, orgánicas.  En lo opuesto, las borracheras liberatles son completamente más higiénicas, más fulgurantes y más agudas: beber o caminar solo, escuchar música con casco, trabajar su musculatura en máquinas, hacer gimn. en la consola wii, conducir más allá de los límites de velocidad, bailar durante horas sin pareja, al sonido de la techno.; tantas experiencias donde la libertad individual no está entrabada por la promiscuidad, donde Ud. tiene el sentimiento de volverse el señor absoluto de su propia existencia.  El aumento significativo de los consumos de cocaína y de anfetaminas entre los muchachos, su desinterés por el vino en beneficio de los alcoholes fuertes, se inscriben en esta dinámica.  Las efusiones colectivas están perdiendo velocidad, mientras que las escapadas solipsistas hacia los paraísos artificiales tienen el viento en popa.

Lo que remite a un problema más grave: si las diversiones no están ya consagradas al intercambio, si la vida colectiva ya no está ritmada por tiempos fuertes, si más personas ya no sienten auténticamente el deseo de constituir sociedad, entonces los valores del socialismo ya no tienen asidero existencial.  Ya sólo remiten a una vaga exigencia moral de justicia y de solidaridad, que tiene todas las posibilidades de convertirse en letra muerta.  Importa pues encontrar experiencias vividas que vuelvan a darle un sentido al viejo ideal democrático, si por lo menos se lo quiere salvar…  ¿Nos tomamos un trago?

Traducción. Luis Alfonso Paláu.  Medellín, diciembre 31 de 2013.


http://www.philomag.com/lepoque/un-petit-verre-pour-la-route-2779


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