Sanciones pendientes en Hidroituango

Por: Margarita Pacheco


En medio de la sorpresiva inundación de bosques, laderas y playas que ocurrió hace más de un mes aguas arriba del río Cauca, cuentan pescadores y barequeros de Puerto Valdivia que a pesar de los intentos, no se logró salvar la vida de miles de animales silvestres que buscaban escapar de las aguas enfurecido

Hoy no hay quien responda por esa pérdida de fauna endémica de la región, incluyendo variedad de peces, base de la dieta familiar. El Puesto de Mando Unificado (PMU) no sabe, no responde, no es su prioridad.

La fauna doméstica y silvestre sufrió un impacto altísimo en Puerto Valdivia, Ituango, Toledo, Bélgica, en los lagos de Sabanalarga y en otros poblados, arrastrada por la violencia de las aguas represadas. Hasta la madera que había sido talada y enterrada salió a flote, quedó expuesta para podrirse al sol, generando olores nauseabundos. Los pescadores y barequeros, llamando de urgencia al personero de Sabanalarga para resolver el problema sanitario, generado por la aparición de tanto cadáver, recibieron una respuesta lacónica: el problema ambiental le queda demasiado grande a la Personería Municipal. Al salir descorazonados del despacho, en la pared blanca de acceso a la oficina, un aviso reza así: “Este espacio fue dotado gracias al plan integral Hidroeléctrica Ituango”. El aviso publicitario delata la respuesta, los muebles regalados al despacho del personero ejercen cierta presión para no intervenir.

Es cierto que a estas alturas, en pleno empalme de gobiernos saliente y entrante, la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (Anla) sigue sin pronunciarse, a pesar de la orden del ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, quien ya está de salida. Gracias, ministro, por dar la orden antes de irse. En el Ministerio, nadie responde y sigue el silencio sepulcral a nivel regional y local. Sí se oyen voces de amenaza de quienes realmente ejercen el control en el territorio. En Puerto Valdivia no hay un solo policía pero se sienten ojos oscuros que vigilan quién entra, quién sale y quién informa.

Ya varios líderes del movimiento Ríos Vivos Antioquia tuvieron que huir y arrumarse en Medellín donde algún familiar, para no exponer su vida o el secuestro de algún hijo o hija. La fauna ahogada, los bosques a medio talar y las familias apiñadas en albergues y autoalbergues en Valdivia, en ranchos de tela plástica y casuchas de lata al borde de las vías, constituyen un paisaje desolador, en medio del júbilo electoral y el período de empalme.

Mientras tanto, los exuberantes abismos del cañón del Cauca se siguen desmoronando naturalmente, dejando parches de arena amarilla en medio del paisaje de vistosos verdes y cascadas cristalinas que brotan del bosque de niebla. Esta belleza natural, a lo largo de la vía que va de Santa Rosa de Osos hacia Valdivia, la cabecera municipal. Sorprende. Valdivia, construida en una cresta, es el centro de operaciones y el lugar donde se está dando una especulación de arriendos sin precedentes. Cobran hasta 600.000 pesos por una pieza mínima donde viven dos familias, con seis a nueve personas. Si la ayuda de EPM no llega este mes, no tendrán cómo pagar el arriendo y estarán sujetos a expulsión.

A pesar de los retenes de policía a la salida de Yarumal, a la entrada de Valdivia, a la salida hacia el mar, a la entrada de Puerto Valdivia y en Tarazá, con controles estrictos de “no se puede pasar”, la vía sí es transitable y sí se puede acceder. Sin embargo, se quiere evitar a toda costa que la opinión pública sepa lo que está le ocurriendo a las gentes de la región.

Valdivia en los altos del Puerto, es un pueblo atestado de “autoalbergues” y refugiados de los pueblos amenazados. Es el centro de venta de pepitas de oro extraídas por los barequeros ancestrales (que no usan químicos) y es epicentro de operaciones de la cuestionada ayuda humanitaria.

Ver para creer: se prohíben visitas de familiares, la comida es a la hora que ellos digan y se impone una dieta con comida a la cual la gente del río no está acostumbrada. Esto ha producido afecciones y malestar en niños y adultos mayores. Súmele cortes frecuentes  de agua en los campamentos donde las duchas son ocasionales. Las mamás que dejen salir a sus niños se arriesgan a que el Bienestar Familiar (ICBF) se los quite y para completar el protocolo de sanciones, las relaciones sexuales están prohibidas en los campamentos. Allí si se aplican sanciones aunque aún no se hayan aplicado a ninguno de los responsables de esta desgracia socio-ambiental.

Las organizaciones campesinas entienden al cañón del río Cauca como un ecosistema integral que les da el sustento. Ellas sospechan que la megaobra pudo haber activado fallas geológicas y aún no se sabe si otras fallas se están despertando en las laderas. Los pescadores, conocedores de la vulnerabilidad de su territorio, tienen justa razón para estar muy angustiados, mucho más que los expertos en sísmica y geología que nunca han vivido allí.

Acostumbrados a vivir en una región azotada por la violencia y el narcotráfico (allí pasa el corredor estratégico para el golfo de Urabá), la subida abrupta de las aguas de Hidroituango volvió a traer cuerpos flotantes de NN de barequeros que quedaron enredados en los remansos. Otros quedaron enterrados en el fondo del lago improvisado. En esta región donde la ley la aplica una coalición de fuerzas innombrables, los cuerpos descabezados que han flotado en el río desde hace años, han generado la cultura solidaria del entierro de NN y de cementerios improvisados a lo largo del rio. Sanciones y ejecuciones sin compasión, sin levantamientos ni presencia de la Fiscalía. A estos verdugos no se ha sancionado.

En este año, en el río Cauca flotaron cadáveres de muchas especies silvestres, chuchas, reptiles, aves, insectos y otras que fueron arrastradas por la violencia del agua y otras atascadas entre palos en los meandros del río. Los señores motosierristas contratados para las talas programadas solo alcanzaron a llegar a un sector y sacar la madera con tres tractores. Talar, picar y recoger los arboles más grandes fue labor en una mínima parte de lo que había que deforestar. Se repite la historia del Quimbo, donde la putrefacción de la biomasa no retirada, envenenó la vida acuática en las aguas represadas.

Esa pérdida de biodiversidad no se ha evaluado ni ha tenido asomo de sanciones. La contabilidad satelital que suma los avances de deforestación en Colombia deberá incluir en su próximo informe, las miles de hectáreas que quedaron arrasadas por la megaobra. El mismo principio de sanciones que aplica para Hidroituango, deberá aplicar para la pérdida de bosque de Hidrosogamoso, del Quimbo, por citar unas de las más recientes. Las hectáreas de deforestación y la cuantificación de pérdidas en vida silvestre y especies domesticas deberán quedar en la contabilidad de compensaciones ambientales. Además deberán ser incluidas en las estadísticas de deforestación entregadas por el Ideam. 

En materia de sanciones que sí se están aplicando y para sombrear el panorama humano de las familias desplazadas, las familias que comparten una carpa, tienen serias restricciones en su vida familiar. El PMU, Puerto Unificado de Mando, en el cual no participa ningún representante de las comunidades afectadas, prohíbe las relaciones conyugales en las carpas. Las relaciones sexuales están sujetas a severas sanciones so pena de calabozo. Ya una pareja fue sancionada. El derecho a la vida íntima, que ayuda a bajar el estrés, está prohibido y no existe oferta de moteles en Valdivia para ejercer la vida conyugal. Tampoco hay lugares aptos para entretener a los niños o ponerlos a estudiar, mientras se define su futuro incierto. 

Este es uno de los “chicharrones” humanos que hereda el presidente electo, en la región más uribista de Colombia. Con este precedente, se esperaría que la lección de Hidroituango sirva para replantear la política minero energética y se aprenda a escuchar a las comunidades organizadas que vienen advirtiendo la tragedia desde hace años. ¿Cuáles gobernantes deberían recibir sanciones por omitir estas advertencias de la población? ¿Habrá sanciones para los empresarios y para los que ejercen el control de justicia a su manera en la región? Este será un reto para el sistema de administración de justicia ambiental del nuevo presidente. 

Es muy preocupante el informe del Ideam, afirmando que una de cada diez hectáreas deforestadas a nivel nacional se localiza en áreas de Resguardos Indígenas, identificando en términos generales la efectividad de este tipo de áreas para la conservación del bosque natural y control de la deforestación. No obstante, Resguardos como Nukak-Maku (3.435 ha deforestadas), Yaguara II (3.022 ha deforestadas) y Vaupés (2.100 ha deforestadas) reportan problemáticas significativas. Faltaría que el Ideam reporte cuántas miles hectáreas se han talado en las laderas del cañon donde barequean los descendientes del Pueblo Nutabe, pescan y cultivan los pueblos embera chami y embera katio en la región Hidroituango. 

En la espectacular vía hacia San Bernardo del Viento y San Antero, en Córdoba, cruzando el río Cauca, la vía entre Valdivia, Puerto Valdivia, Tarazá y Caucacia, en camino a Montería, reina una soledad vial que infunde temor. Entre los pueblos, solo motos locales circulan y observan, con recelo, quién pasa y quién sale. Los retenes de pocos policías verifican origen y destino y advierten mejor no parar en el camino. Ese es el ambiente que reina mientras se transita por una región resguardada por redes armadas que imponen su propia ley, como sucede en la región de Hidroituango.

Ojalá que el nuevo gobierno permita que las familias evacuadas puedan regresar a sus hogares, sin riesgos ni amenazas. Tal como lo solicitan miles de habitantes afectados, piden que se contemple el desmonte progresivo y planificado de la megaobra, que infunde tantas incertidumbres a la población. Mientras tanto, lo mínimo es que se compense dignamente ante los sufrimientos causados.

En el camino que lleva de Valdivia al mar, de la cuenca del Cauca a la del río Sinú, se siente el cambio de paisaje de montaña al de fértiles sabanas y extensos humedales, con praderas ganaderas. Por contraste, da gusto encontrar comunidades bien asentadas en su territorio, desarrollando modelos agroecológicos que mejorar sus ingresos. La asociación de pescadores, campesinos indígenas y afros para el desarrollo comunitario de la Ciénaga Grande del rio Sinú” ASPROCIG, miembro fundador del Movimiento Ríos Vivos, está demostrando que sí se puede poner en práctica el conocimiento ancestral del Pueblo Zenú en un territorio complejo de humedales y flujos de aguas saladas y dulces.  Ellos han sabido aprovechar las inundaciones cíclicas construyendo diques para la agricultura estacional y mejorar sus ingresos.

Estos ejemplos deberían inspirar una política de Estado para replicar en otras regiones con economías ribereñas, reconociendo el manejo ancestral de las culturas anfibias que existen a lo largo y ancho del país. Las tecnologías Zenú han contribuido al incrementar el ingreso familiar, evidenciando el mejoramiento de viviendas, utilizando materiales durables y manteniendo la arquitectura tradicional de la Ciénaga. Allí, los pescadores/ agricultores estacionales de Cordoba están preocupados por el posible  impacto que generarían la mega-obra de un puerto profundo de contenedores, justo donde confluyen las aguas marinas y las aguas dulces que han mantienen vivo y sano el río Sinú y los bosques de mangle.

Esta situación de preocupación se parece a la que manifestó el Movimiento Ríos Vivos  Antioquia desde muchos años antes de que iniciaran las obras de Hidroituango. Sería imperdonable cometer el mismo error en un ecosistema del cual viven hoy día, miles de pescadores. El ejemplo exitoso de agroecología debería inspirar nuevas políticas agrícola, de pesca artesanal y manejo de humedales, inspiradas en conocimientos ancestrales. Se debe reconocer que contribuyen a la convivencia pacífica y a la construcción de paz territorial. 

Tomado de: Revista Semana. 22/06/2018

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Imperativo Etico

La gente de bien
Juan Pablo Durán
Economist and Master of Science in Finance. Eafit University (Colombia).
Master of Science in Urban Studies and Planning. MIT (US

En Colombia hay bastante gente de bien. La gente de bien se levanta temprano diariamente a cumplir con su deber, a conseguir su sobrevivencia y la de su familia, a trabajar honradamente sin hacerle daño a nadie.
La gente de bien no roba, respeta lo ajeno y vive con lo que se ha ganado. La gente de bien se consigue las cosas con su propio esfuerzo. No usa su posición para arrebatarle las cosas a quienes han trabajado para conseguirlas. La gente de bien no amenaza al otro, ni usa la fuerza para robarle sus pertenencias a nadie, no importa si es rico o pobre. La gente de bien no apoyaría ejércitos ilegales que desplazan campesinos pobres para luego quedarse con su tierra. La gente de bien no hace negocios en las tierras, los ríos, o las montañas que pertenecen a otras personas, mucho menos si esas personas fueron robadas de manera ilegal.
La gente de bien trabaja en la legalidad. Se esfuerza para que sus socios sean personas legales, honestas, y cumplidoras de la ley. La gente de bien se aleja de la delincuencia y sus negocios, así sean más rentables y más rápidos. La gente de bien cree en el dinero bien habido. Hace esfuerzos para que dineros y negocios ilegales no entren en sus familias y empresas. La gente de bien se rodea de personas honestas y trabajadoras y evita al máximo hacer alianzas con delincuentes y asesinos. La gente de bien no financia ni está de acuerdo con el narcotráfico y la corrupción, y nunca apoyaría a personas que hacen parte de esos círculos.
La gente de bien cree en la paz y en la vida. La gente de bien no está de acuerdo con quienes matan a otros y nunca planearían un asesinato. La gente de bien arregla sus diferencias por métodos pacíficos y usando las instituciones del Estado. La gente de bien nunca evitaría que la justicia actúe asesinando a sus contradictores. La gente de bien no está de acuerdo con los asesinatos selectivos, y nunca calificaría de buen muerto a alguien que fue muerto a manos de un sicario.
La gente de bien es solidaria con el que tiene menos. Sabe que no todos nacieron con las mismas oportunidades y quiere un mundo justo donde el futuro de cada uno dependa de su esfuerzo. La gente de bien no irrespeta al que tiene menos, ni lo trata como una persona de segunda clase, ni como un delincuente. No lastima a las personas por el hecho de tener menos, mucho menos los mata. La gente de bien no engaña a los pobres con un trabajo para luego asesinarlos y conseguir dinero o prebendas a costa de ese delito.
La gente de bien piensa en el futuro de la humanidad. La gente de bien cuida la naturaleza y todo lo que vive en ella. La gente de bien no se conforma con acceder a hermosos espacios privados, sino que también cuida los espacios comunes que pueden disfrutar otros. La gente de bien no acaba con el agua, el aire, y los ecosistemas de todos para enriquecerse personalmente en el corto plazo.
La gente de bien sabe perdonar. La gente de bien discute las diferencias civilizadamente y no cree en acabar con el opositor. La gente de bien valora la diferencia. La gente de bien acoge a quien ha estado por caminos equivocados y lo apoya a seguir por caminos honestos e institucionales. La gente de bien trata de evitar la rabia y el rencor para tomar decisiones.
En Colombia hay bastante gente de bien. Cuando una parte de los dirigentes políticos, empresariales, académicos y sociales han dejado de serlo, la gente de bien procura cambiar esos liderazgos.

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Violencia de Hidroituango

Por Mauricio Castaños H
Historiador
Colombia Krítica


De pronto un día 12 de mayo a las cuatro de la tarde la ruina se ensañó con Puerto Valdivia, la festiva y alegre vida se rompió, la vida entró en un proceso de demolición, la desgracia fluyó por el río Cauca y la tragedia se apoderó de su territorio y sus gentes. El pescador lloró su suerte, llora su río ajeno y distante. La red, la atarralla, la barca, la pesca, el agua, el calor, sus gentes eran presente extendido (el hoy es mañana y es ayer). Hoy sólo viven del pasado y de un futuro que se precisa incierto.


Toda una vida construida por años, por décadas, por generaciones enteras, se viene, se vino abajo. Sucedió con el creciente y enfurecido río que amaga con tragarse poblaciones enteras. Aguas arriba la mega obra Hidrohituango resultó un monstruo de mil cabezas, defectuosa en sus construcciones y ahora símbolo de caos y muerte, ha robado la paz a más de 130 mil personas de 12 municipios de Colombia. La vida es zozobra en sus gentes desplazadas que van por las calles y sitios inéditos, desconocidos, son lugares ajenos a su existencia, sus miradas son huidizas como delatando esos mundos idos, agitados en lo más hondo de su ser.


El Puerto, sus casas, sus parcelas hoy tuvieron que ser abandonadas, hoy son ya pedazos de vida en el olvido. Los seres desplazados lloran su suerte, su casa humilde abandonada, su trabajo, su río, sus mascotas, sus animales, sus enseres, todo su mundo ya ido, hoy poco o nada queda. Hoy, contra su voluntad, están forzados a llevar una vida que no eligieron, nadie quiere vivir fuera de su propia casa que es su castillo. Hoy viven en esos horribles y hediondos albergues acostumbrados para refugiados, víctimas, desplazados o personas que sufren la expulsión de su territorio para abrir paso a las mega obras, a las grandes riquezas de unos pocos calculadas en billones que contrastan con miserables pagas a los campesinos para que no se mueran de hambre mientras dura la presión mediática. Otros muchos líderes críticos corrieron peor suerte con el asesinato.


Tan cerca pero tan lejos. Estamos próximos unos de otros, pero tan lejanos. Nadie siente la desgracia ajena. Los recuerdos, la cotidianidad, las propias cosas en las que extendemos la existencia, todo aquello que hace parte de nuestras vidas quedan atrás, quedan en la incertidumbre, casi en la existencia de la nada, en lo innombrable. Ayer se tenía todo, hoy no se tiene nada, sólo los chiros  que se llevan puestos.


Nos apegamos, nos arraigamos al territorio al punto de ser nuestra propia existencia, somos los otros en quienes nos reflejamos, somos las calles por donde caminamos, somos los lugares de encuentro, somos los lugares del rezo, somos el bar en donde festejamos, somos juego, somos cultura, somos todo aquello que nos rodea y nos constituye, pero también somos todo aquello que nos destruye, que perdemos.


Estos seres desplazados por la mega obra, van de allá para acá sin rumbo fijo, merodean de un lugar a otro, son nómadas inmóviles, sus miradas hondas guardan historias atropelladas, delatan su mundo incierto. Su inocencia, su desconcierto, su deambular es de alma desconcertada. Es la sensación que se siente cuando se está alrededor de gentes que viven tragedia. Mientras los espectadores van con rumbo fijo a sus trabajos o a un lugar para su pausa laboral, los desplazados por la tragedia no se hallan, sus mundos están convulsionados, agitados por una violencia llamada Hidroituango.

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