La Escasez de Respeto

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


El respeto es un bien bastante escaso, circula poco en la sociedad pese a que allí mismo se confecciona, se forja igual que el carácter y otros valores necesarios para vivir en comunidad, por lo demás es cosa bien sabido que somos  seres sociales. Quien goza de respeto será venerado o por lo menos se puede mover tranquilo por dónde vaya, sin sentir vergüenza en todo el cuerpo, caminará recto y sin ningún recato; quién carece de él, su autoestima será baja, mellada y la vergüenza le será más común. Pero ¿de qué está hecho este bien tan preciado? 


Richard Sennet en su libro El Respeto considera tres maneras que modelan el carácter de una persona y según sea se gana o se inspira respeto. La primera y mejor que lo virtuoso o lo innato, es el talento. La sociedad valora más al talentoso que al virtuoso porque implica esfuerzo y dedicación, pues se ha invertido mucho tiempo, mucho sudor y lágrimas para lograr el cometido. Es el que se esfuerza por salir adelante, ese que sale adelante, ese que ha triunfado con esfuerzo, es el mejor visto por la sociedad. Esta valoración del esfuerzo personal, por encima del aventajado virtuoso, tienen su razón de ser en el combate que la sociedad hace del parasitismo, de los zánganos. La cultura castiga el derroche y se premia el uso eficiente de los recursos. 


La segunda característica es el cuidado de uno mismo, no ser una carga para nadie, según el historiador Huizinga, esto se impuso a partir del siglo xix por el temor a perder el tiempo, cada segundo debe aprovecharse, el tiempo es oro, es también ese odio que se tiene al parasitismo. Cada quien debe hacerse cargo de sí mismo, la solidaridad no cuenta para nada. Autonomía es la capacidad de separarse de los otros. Es una poderosa vía de acceso a la igualdad.


El tercer aspecto es retribuir a los otros. Si se tiene lo suficiente y se es generoso, se gana el respeto. Dar es una manera de ganar respeto. Mientras quién recibe y no da, no devuelve, no tiene manera de devolver o retribuir se siente con una gratitud inmensa de no acabarse. En sí es una generosidad aplastante, que socava la dignidad del otro hasta sentirse humillado.


Este combate al parasitismo, aprovechar cada segundo de la vida porque el tiempo es oro, es toda una cultura del capitalismo. Por eso toda ayuda a los otros va encaminada a encarrilarlos por ese tren de la productividad. Cuidar de los demás al margen de la compasión… ayudar al otro sin que se ponga en riesgo su identidad, no diluirla con una descarga evangelizadora de tener que cambiar  o transformar al otro. No hay regalo gratuito.


La prodigalidad o el don, esa generosidad, el dar termina por aplastar, humillar al otro. La prodigalidad implica cualquier respuesta en su poder de manipulación. Deja una carga pesada de gratitud en quién recibe, sin nada qué devolver, nada más que sumisión. Lo mismo sucede con la compasión, humilla, incluso reemplaza a la justicia, ya más allá, despoja de identidad a los otros, el respeto por sí mismo, como en los internados o las corporaciones de asistencia social tienen un poder muy fuerte para entrar dentro de las personas y despojarlas de su identidad, no se puede estructurar el respeto mutuo, todo esto analizados por Michel Foucault en Vigilar y Castigar. 


Estos valores confeccionados en la sociedad y en especial con un sesgo muy de mercado, muy del mundo del capitalismo, tiene el agravante de poner en riesgo la identidad de las personas, pues el valor operante es el de un utilitarismo de mercado, las personas son vistas como un agregado más del mecanismo de la máquina que operan, son un pedazo de carne pegada a una palanca.


La flexibilidad y la Jaula de hierro


Lo que la dictadura de izquierda no logró, lo hizo el capitalismo: flexibilizar la burocracia, la verticalidad migró a la organización en red, se hizo creer que era una democratización con su organización horizontal o en red, pero lo que realmente se hizo fue perfeccionar el método de control de los trabajadores, en cada nodo creado se ha perfeccionado las técnicas de control casi que uno a uno, mi compañero más próximo, es la unidad de medida para comparar mi producción, pero también puede ser mi peor azote. Sennet lo compara esta flexibilidad de la burocracia capitalista con el rayo láser que hace una barrida por todo el disco cd, tiene una lectura de completitud. Igual sucede con la llamada democratización de la burocracia empresarial, existe un poder central invisible que da un barrido panorámico de todos y cada uno de los implicados en la producción, existe una eficiencia al cien por ciento. 


En el trabajo industrializado o robótico, el trabajo es episódico, se pasa de una tarea a otra, no se tiene noción de un proceso. Esto tiende a producir débiles cadenas de fraternidad entre los trabajadores. Los lazos de amistad así como personas con quienes conversar sobre algún problema disminuyen o son inexistentes y mucho menos se puede crear comunidades solidarias y duraderas. Sin hombres que no dan unidad a sus vidas, son seres más bien resquebrajados, vidas desestructuradas.


Sólo se migró de la burocracia vertical a un control más suave, más sofisticado pero angustiante para el trabajador. Sin a quien dirigirse, los trabajadores mantienen la cabeza baja y guardan obediencia ciega para así conservar su empleo, es una indiferencia emocional como estrategia de supervivencia. Por lo demás, rara vez el estrés laboral crea auténticos vínculos sociales ni de afabilidad. Es una deficiencia social que la vida comunitaria tendrá que sortear o enmendar. El Estado y empresa se descargan, se desentiende de lo social y se la endosan a la vida comunitaria o al mismo individuo, una manera de hipertrofiar, de sobrecargar en funciones hasta el aplastamiento.


El capitalismo en su desorganización, en su crisis, produjo un código de respeto por uno mismo. Las rutinas embrutecedoras de las fábricas así como sus pirámides burocráticas despojan al individuo de su inteligencia y de sus iniciativas. Lo carismático más que lo racional es la proclama evangélica del capitalismo y sus lugartenientes. Los obreros son un agregado más, una pieza más de la máquina, no comprende los procesos, es un pedazo de carne pegado a una palanca.


La esperanza en lo local comunitario


El Estado Benefactor mermó su esencia que era mantener un cuerpo social compacto de sus ciudadanos en sus servicios esenciales de salud, trabajo, educación, vivienda, pensión. Todo esto se trasladó al credo libertario de encárgate de ti mismo, tu eres el único responsable de tu vida si triunfas o fracasas. Esto mismo se aplica en la llamada descentralización, cada territorio se la verá para gestionar su pobreza.


La autonomía supone conexión y a la vez alteridad, intimidad y anonimato. Ello refuerza la identidad de la persona en vez de desestructurarla como en los valores capitalistas. La caridad en la estrategia del cara a cara no es amistad, es vulgar método de someter al otro. La reciprocidad es fundamento del respeto mutuo. Es romper el ethos capitalista que reza de a cada quien según su capacidad. El respecto es sentido y expresivo, se requiere inmersión, convicción.


Lo local comunitario es condición de posibilidad para crear genuinos lazos de afectos, de cuidar de sí mismos y a los otros, generar lazos de solidaridad, de materializar sueños colectivos, es poder conjugar el pronombre de nosotros que llenará de contenido y sentido comunitario el valor de Respeto. Y es la reciprocidad el fundamento del respeto, allí las equivalencias no proceden, se da en la medida de las posibilidades.


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El Mundo de las Prohibiciones

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

El hombre es una realidad productiva, social y religiosa. En sí, sagrada y profana. Y ante todo es el único ser que tiene consciencia de su propia muerte, sabe que va a morir, se sabe finito, es un ser discontinuo. Somos seres discontinuos en lo particular, nos reproducimos en la promesa de la continuidad, morimos pero otros nacen. Esta conciencia de la finitud produce un vacío existencial y toda búsqueda emprendida es para hallarnos a nosotros mismos en la ilusión de prolongarnos en algo o alguien para así hacerle un pequeño quite a la muerte en esa ingenua ilusión de continuarnos en otros.


Somos una realidad total, un hecho social total. El hecho social total está dotado a la vez de lo social y de lo religioso, mágico y económico, utilitario y sentimental, jurídico y moral. Somos seres sociales que por sus miedos y en el lenguaje, aliviamos las angustias con lo religioso y mágico dando respuestas a la finitud que nos amenaza.


El trabajo y el abandono de sí mismo


El hombre es un animal que trabaja, que renuncia a la exuberancia, al exceso sexual. Se conoce el mundo apartándose de sí mismo, el trabajo exige entrega, dedicación, un gran consumo de energía. El mundo del trabajo riñe con el mundo del goce y en general del ocio. Las normas, las reglas, las prohibiciones están allí para sustraernos, apartarnos de las distracciones que nos alejan de la producción, del trabajo. La razón manda, pero la obediencia no es ilimitada. Aunque toda prohibición está para ser transgredida, todo límite para se excedido, el anómico es un buen ejemplo. Pero existe un fondo del goce que no se puede extirpar. Por eso los dolores más profundos son los que no se manifiestan con gritos.


La Finitud y Conciencia de la muerte


El ser es finito, es discontinuo, la vida en singular tiene su fin, ese proceso de sabernos finitos ante la continuidad de la vida, produce una sensación de vacío, es el vértigo del abismo, morimos pero otros quedan después de mí, y así sucesivamente. En algunas experiencias se puede disfrutar de ese vértigo existencial, la muerte vertiginosa que fascina como en los que se sumen en el fondo de las drogas o de ciertos peligros, saben que existe ese fondo abismal de sumirse en la nada, pero mas sin embargo la fuerza del disfrute es mayor, tanto que si se precisa de matar y comer del muerto, se mata, el zángano tiene que proveerse de los recursos necesarios de sobrevivencia antes de morir. Por lo demás la angustia es materia prima del pecado, y éste de las Prohibiciones. Ese arar en el vacío es una respuesta a querer trascender en la infinitud, asegurar de cierta manera la supervivencia asociada a los sueños de inmortalidad, los sacrificios sagrados funcionan en esa lógica. Asegurar la supervivencia personal de la discontinuidad en el ser. 


Erotismo


El erotismo, el placer por el placer, así como las licencias de las fiestas, no van con el mundo de la producción y es contrario a las convenciones, a las normas, a las leyes sociales. En el erotismo por ejemplo su terreno es la violencia, la violación, la transgresión, dar rienda suelta o vivir ese estado puro de animalidad que nos compone sin las restricciones de las prohibiciones o frenos culturales que se instalan en el individuo, es lo más íntimo de violencia extrema que tiene el ser hasta el punto de desfallecer, poseer al ser amado en su plenitud total por el miedo a perderlo, incluso hasta matarlo, es la razón final del objeto del deseo, una entrega total sin contrapartida. La violencia no tiene lenguaje articulado para expresarse, el violento todo el tiempo está ocultando sus fechorías, todo el tiempo miente. «El ser amado es para el amante la transparencia del mundo», esto dice Bataille en su libro sobre el Erotismo el cual seguimos. 


Uno termina viendo el mundo con los ojos del otro a quien amo y con el cual me identifico en la plenitud, yo soy el otro, al punto de fundirnos en una sola realidad existencial, no puedo vivir sin el otro. Es la aprobación de la vida hasta en la muerte, cosa que no sucede en la mística sagrada de un cierto amor puro y divino, los éxtasis provienen de allí y son considerados puros, limpios. Mientras que en lo profano con lo erótico, la muerte está asociada, aliada con una idea libertina, el otro es objeto de placer, no importa si se llega a la muerte, es un sacrificio del puro éxtasis. Por ejemplo, en Sade la muerte se desvía hacia el otro.


El erotismo es el aspecto inmediato de la experiencia interior que se opone a la sexualidad animal. El hombre moviliza su vida interior a diferencia del animal con su naturaleza salvaje, bruta, sin ninguna elaboración simbólica o cultural. Y es el trabajo el que diferencia al hombre del animal, con la herramienta se producen formas y bienes culturales.


El tiempo humano se reparte en tiempo profano y sagrado. Tiempo de trabajo es el de las prohibiciones, el tiempo sagrado es el de las fiestas, es decir, el de la trasgresión de las prohibiciones, en el erotismo es el tiempo de la licencia sexual, de la soledad, porque es la búsqueda de sí mismo, soledad que ahoga, de gasto, de improductividad y que llama a la muerte. Lo sagrado es lo comunitario porque es entregarse, compartir con los otros, con los demás.


El trabajo y las Prohibiciones


La excreta sólo horroriza a los humanos. Pudor es el sentimiento de la obscenidad. Y la belleza, lo más bello, el objeto deseado, está para ser ensuciado, es la fuerza de la seducción. La vida es exuberante pérdida pero también está orientada al crecimiento, la reproducción por ejemplo, pero la vida se multiplica para ofrecerla a la muerte. Todo es del gusano. No importa que en nuestro propio afecto, nos prolonguemenos así mismos. Por eso una sociedad de zánganos harían que se desplomara la humanidad ante un relajamiento global sin imaginación y sin porvenir, la vida sin sabor y sin interés.


La vida es energía. Se produce y se gasta. El exceso se opone a la razón. La prohibición responde al trabajo, y éste a la producción. Con la actividad, con el trabajo, el hombre edificó el mundo racional, pero sigue subsistiendo en él un fondo de violencia. El trabajo exige una conducta razonable, todas las energías concentradas que no se la van con las fiestas, sino se frenan los impulsos no se puede llegar a trabajar. El mundo de las prohibiciones, el sistema de las cohibiciones hace posible el mundo de la razón y del trabajo. Los anómicos no tienen lugar en el mundo de la razón, de las prohibiciones. Sin prohibiciones no hay trabajo, no se podría frenar el caudal de violencia bruta, natural. Las prohibiciones detienen la violencia. La guerra es una organización colectiva de impulsos agresivos. Igual que el trabajo. En suma, las prohibiciones pretenden eliminar la violencia, controlarla, incluidos los impulsos sexuales. Y la guerra es una violencia organizada.


El amor es un impulso de mi muerte. La muerte es la experiencia de vacío sentido al desfallecer. Movimiento pródigo de la vida y el miedo a sus impulsos. Existe un fondo de violencia pura de animal, hay un matador posible, es la enseñanza que dejan las guerras inútiles. La guerra es el desencadenamiento global de los deseos de matar que rebasa en conjunto al ámbito de la religión.


El Sacrificio y la Sustitución


El sacrificio es el levantamiento de la prohibición de dar muerte. El sacrificio es considerado una ofrenda. El sacrificio busca sustitutos en el animal en lugar de los humanos. Hoy la simbólica cumple las veces de sustitución: la hostia es el cuerpo, y en la copa la sangre es el vino, un acto de antropofagia simbólica que ha perdido cualquier efecto escandalizador gracias a la sublimación.


Consciencia de la Muerte


Nosotros los humanos somos los únicos de los animales que sabemos que vamos a morir, tenemos consciencia de la muerte. Esto de sabernos finitos, seres discontinuos, nos produce horror. La vida es un proceso de engendrar a través de la reproducción pero también de aniquilar. La vida es exceso pero también de aniquilación de lo creado. Toda vida se ofrece a la muerte, es su destino final. Esto se croncretiza, lo más común en lo humano, En la cópula tanto uno como otro, están fuera de sí. Un matrimonio es el orden del caos, es el dominio de esa violencia primaria, natural. La unión es la convención de doma cultural que dos individuos hacen de manera voluntaria. La unión es una apuesta por la continuidad. El matrimonio es el marco de la sexualidad lícita. El hábito hace apagar la intensidad, el matrimonio implica costumbres.


El mundo de las Prohibiciones es el balanceo de la naturaleza y la cultura en el hombre, allí persiste un fondo de violencia que todo el tiempo intenta domarse.


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Prórroga de la Supervivencia

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Caminar por las vías públicas de Medellín es una odisea. Se pasa por allí de prisa  esquivando mendigos, indigentes, drogadictos, toldillos, carretas y toda clase de ventas informales en cada cuadra que con decenas de megáfonos martillan, bombardean con estribillos de venga mamita, acérquese papi, que buscas, aproveche la oferta.  Y pone un toque más colorido, los altavoces potentes de los almacenes con otro tanto de anuncios amenizados con sonsonetes reguetoneros de perrea mami, perrea mami, en castizo se traduce putea, entroniza al turismo sexual afamado de la ciudad. Es una verdadera guerra de la bullaranga. Para completar el concierto del ruido, se le une los ruidos y pitidos de carros, motos, motores afanados en la estrechez de estas cuatro calles. Nada de Medellín la más inteligente, en sus manos no hay prodigio de herramientas a mostrar, sólo se ven megáfonos y bocas anodinas. Todo es caos en esta economía formal, informal y criminal (o ilegal).


Desde luego que la formalidad, informalidad, la ilegalidad contribuyen en gran medida a configurar el territorio en una especie de tierra de nadie, de sálvese quien pueda en esta selva de cemento, todos van arañando la vida de una subsistencia dura y empeñada donde para muchos comer es un milagro. La pobreza, la iniquidad en Medellín y Antioquia es mayor que en el resto del país, incluso de América Latina según la medición del coeficiente de Gini. Un consuelo, quizá de idiotas, nos queda: el mundo cada vez gira hacia ese abismo de la pobreza: el mundo será del reino de los pobres, parafraseando el pasaje bíblico que es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos. Pero esos reinos ya están en la tierra. La pobreza desborda y acorrala todo lo demás.


Acá un pensar desprevenido de esa violencia cruda en la que es sumida la pobreza, esa economía de la subsistencia, en fin, el mundo en el que vivimos que tiene sus límites. El mundo de la razón en su expresión del mundo del trabajo es dominado o mezclado en alto porcentaje por la violencia cruda de nuestra naturaleza animal, la obediencia no es ilimitada, todo límite está para ser desbordado, la desobediencia en estas tierras de nadie suele ser lo más común, el pan de cada día: en las calles céntricas de la ciudad o de sus barrios aledaños las motos, por ejemplo, van en contravía, no respetan los semáforos, los transeúntes tienen que estar a cuatro ojos para no ser atropellados, ese es parte del infierno que estamos viviendo. 


En sí el mundo de la razón está subordinado a la naturaleza de la violencia desnuda, cruda, todo es agitación, todos como corriendo tras la presa para tener algo que echar en la boca. El no matarás, el no cometerás adulterio así como el castigo que sobreviene, nos causa risa, es una extravagancia para ese vivir descarnado, para esa violencia cruda y desenfrenada en el que se sumerge esta ciudad en su ir y venir. Se me viene a la cabeza la película titulada La Mujer del Animal de Víctor Gaviria, allí se refleja esa violencia cruda del hombre animal hacia su hembra que la quiere dominar, domar, someter en un ciento por ciento sádico, es decir, el placer más allá de la mera producción en la que está sometido el esclavo obrero. Esto y aquello aligera la muerte.


Eso que horroriza al hombre, la muerte, pareciera atraer con una fuerza despiadada a estos seres que somos de esta tierra de nadie… no matarás, la prohibición de la violencia, el freno inconsciente del matar, está en remojo, está de vacaciones… estar de prisa, ir de afán, ir siempre a las carreras, es huir de la muerte que nos acecha en cada esquina con su matón de barrio, en cada cruce de calle con los infractores motorizados. Estos personajes pero ya matones, fueron novelados en la Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo.  Toda prohibición es susceptible de ser transgredida. La subsistencia es una amenaza de muerte, y en su proximidad se da licencia para la destrucción, para abrirse paso con el lenguaje de la violencia. 


Es el cauce de la naturaleza prodigiosa y destructiva. La vida es gasto, es desperdicio de energía, se muere para dar nacimiento a otras vidas, la metamorfosis lo dice bien. Estar motorizado incrementa la fuerza, la potencia del riesgo, adelante, seguir siempre adelante y entre más veloz, mucho mejor, el riesgo satisface la adrenalina. Viene a bien recordar lo mitológico que nos constituye: los dioses tejen desgracias para ser vividas y luego ser contadas por los hombres. La literatura es la continuación de lo religioso por otros medios. El sacrificio, el sufrimiento de sus personajes son su materia prima. Los héroes tienen suficientes recursos morales para asumir los riesgos y los peligros. La supervivencia es una prórroga de la muerte que a todos sobreviene. Es una especie de sadismo en el que la soberanía de la afirmación se sustenta en la negación, todo límite está para excederse.


Una pregunta surge ante este panorama desolado de esa especie de negación de la vida, ¿qué sociedad, qué territorio ha diseñado la dirigencia regional y nacional? Por qué la solidaridad es ajena así como el gusto por un territorio que es esquivo y sobre todo adverso. Sólo se ve allí la confección de la destrucción, la subsistencia, la miseria que destruye la vida, se detiene. El vagabundo, el miserable es la negación del capitalismo, se es improductivo y se vive con lo mínimo. Diógenes Laercio y San Francisco de Asís eligieron la pobreza, otros dirán el sentido común, el bienestar común, vivir con lo necesario sin tener que quitar el pan al hambriento.


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Un Día a la Vez

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica 


Vivir de acuerdo a las necesidades, al impulso biológico que nos comanda y nos pone en movimiento, somos un eco vital particularizado con la identidad cultural. Un día a la vez. La prioridad en primer lugar, vivir la exigencia del momento. El flujo existencial atraviesa las decisiones. El calor de estar reunidos, estar juntos es el pretexto, dos soledades que se hacen compañía. Palabras necias. Un saludo, una sonrisa efímera. Todo tan monótono, quizá raya con la estupidez. 

Otros vivimos con las compañías ausentes del trino del pájaro que no llega, de las imágenes de los libros que aún nos esperan. Qué importa. Vivir es una fuerza incontrolable a la consciencia individual de cada persona, todo se vive en mí. Lo hermoso y tedioso se miden con la vara de lo relativo, mis gustos, tus gustos, todos tan variados y dispares. Juego mi vida, cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida sin remedio.


Lo demás, lo diferente me golpea, siento dolor por todo el cuerpo, pronto pasará, tan sólo es el reflejo de los miedos que no se van, están ahí para recordar un no sé qué, son las imágenes de un espejo que no me pertenece. En últimas nos jugamos un sueño, la vida es movimiento, sentimos motivaciones por esto, aquello y lo de más allá. Las rutinas del día a día van envolviendo la vida, automatismos que se van incorporando en nuestros cuerpos. Pero todo movimiento no es más que un afianzamiento de nuestras raíces, cada alejamiento es anclaje a nuestro terruño.


Momentos de felicidad, esperanzas, sueños, pequeños triunfos. Soñar es una palabra importante, da fuerzas para vivir, proyectarse en nuestro deseos que nos impulsan a mantenernos de pie. Esto no quita que primero está el disfrute. Después del gusto que venga el susto. Hacceidad, devenir, vivir el momento, encarnar el acontecimiento, el eterno presente. Nuestra vida y lo que nos rodea, las cosas que valen las relaciones que tejemos con ellas. Nuestra media naranja que complementa, dos soledades que se hacen compañía, dos flujos a contracorriente, el nado los une, pero todo es tan diferente como el día y la noche, pero uno y otro se contienen, no hay cara sin sello.


La vida con sus órganos son las funciones que contrarrestan la muerte. Si hay vida hay lucha, y si hay lucha, hay resistencia. Todos vamos por esas travesías de flujos existenciales que nos viven. Un día a la vez.


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Familia y Estado

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

La organización familiar es soporte social y sobre todo estatal. Ella es puente, es nervio, es vaso comunicante para moldear al ciudadano que todo sistema gubernamental proyecta. Sobre papá, mamá e hijos, muchas instituciones les interceptan, les intervienen. Toda familia tendrá un techo, una casa, un domicilio. Allí llegarán, para empezar, unas cuentas por cobrar, las facturas de servicios de acueducto, energía, predial, Internet, televisión. Y claro, no ha de faltar el recaudo de impuestos como el predial, entre otros gravámenes, que son fuentes para el sostenimiento de una Nación. 


Acá encontramos un primer escollo para la independencia individual o la vida en pareja. Para el sostenimiento de una familia se requieren de tres salarios mínimos, datos del mismo gobierno colombiano. Por lo menos, en las clases bajas esto se traduce en hacinamiento en donde en cuatro paredes conviven esposos, hijos, abuelos, tíos, primos, etcétera. La necesidad económica determina, configura un cierto tipo de familia ampliada, obligada, claro está, y por tanto, la conflictividad ante tantos y variados flujos existenciales. Tan sólo datos curiosos que ayudan a darse una idea: en Colombia son doce millones de familias y de trabajadores, tan sólo dos millones de personas ganan alrededor de trece millones de pesos al mes, ocho millones son trabajadores formalizados. Y más de doce mil niños en espera de adopción.


A la familia también le ha sido delegada la educación de sus hijos. Los padres sueñan, se proyectan sobre sus hijos en una versión mejorada de lo que ellos mismos no alcanzaron realizar, es una exigencia de doble punta que termina reventándose por la parte más débil, pues es cosa bien sabida que los hijos reafirman su existencia a contracorriente de sus progenitores, es la lógica de la búsqueda de una identidad propia. Esto, por supuesto, trae conflictos a los funcionarios de la salud, de la educación, inspectores de familia y de policía en general, ellos están allí para prestar su concurso con una única finalidad: enderezar al niño, al joven para que se desplace por los senderos derechos, correctos según los valores imperantes. Y palabras más, palabras menos, que sea un ciudadano productivo y autosuficiente, que no sea una carga ni para la sociedad ni mucho menos para el Estado.


La escuela moviliza competencias blandas como los valores, costumbres y creencias que caracterizan una determinada cultura local. Y competencias duras que entrenan en oficios o técnicas para el trabajo, para la producción. ¡Pero qué desgracia! Ni lo uno ni lo otro aporta, la escuela es un fracaso total. A las aulas llega lo peor de la calle, gustos traquetos, del mundo delincuencial o del hampa. La figura del profesor tan sólo es un maniquí, por lo demás felices porque se ajustan a la mediocridad, sin mayores exigencias. Son las redes sociales y los mass media en general las que llevan la delantera, el aula está embadurnada de todos esos ruidos de fondo que repiten una y otra vez los modelos a seguir: ser famoso, adinerado y estar de cabeza a pies de lo que manda la moda del momento.


Mientras tanto, los que son difíciles de adaptación van a internados donde los esperan sicólogos, psiquiatras, curas que tratan de quebrar la dureza del inadaptado. Si el joven es de clase pudiente, lo convencen de tirarse en el diván, el psicoanalista alquilará su oreja para encontrar el yo perdido, ese esquivo ser de la normatividad socioeconómica.


No es difícil imaginarse que ante tanta carencia, tanta pobreza de la mayoría de la población, la oferta criminal para remediar el empleo es una opción, en Colombia se tienen las categorías de las economías informales, ilegales y criminales, una triada que fluye y se blanquea, el dinero no huele para distinguir su procedencia y a la banca eso no le preocupa.


La familia, la sociedad y el Estado es una triada, una racionalidad administrativa necesaria para la vida, solo falta apelar a una justicia equitativa que elimine tanta desigualdad insostenible que prevenga estallidos sociales, porque es ley que ante la carencia, ante el hambre, la fiera busca la presa, la corretea hasta alcanzarla.


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La Epidemia del Ruido y Tabaquismo

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Cada quien puede hacer de su vida privada lo que se le venga en gana… pero hasta cierto punto... Mis derechos van hasta donde empiezan los de los otros. Nadie discute de la necesidad de ser nosotros mismos, de buscar y vivir una identidad anhelada, todos soñamos con nuestra isla de intimidad para hacer nuestros retiros y descansar de un día ajetreado o simplemente enajenarse de la dura realidad, dar paz y solaz a nuestro espíritu, incluso tratar de encontrar, allá en el extremo, un reposo absoluto, buscar, incluso, nuestra propia muerte, el Derecho a Morir en nuestras propias manos, el suicidio, por ejemplo. 


Todo eso es cierto. Pero no se puede olvidar que el Ser es social, somos lo que somos gracias a la sociedad, no existen islas de individuos, nuestra naturaleza se funda en el ser social. Y esto quiere decir que las acciones que realizo traen consecuencias para los otros, por tanto se está en la obligación de cuidar que mis acciones no perturben, no ocasionen daños a terceros. Vale a notar de paso las consecuencias registradas en la prensa de violencias de toda clase, incluso muertes ocasionadas por reclamos ante el ruido o el humo, es el pan de cada día, en especial fines de semana.


Todo esto a raíz de lo que puede llamarse la epidemia del ruido y del tabaquismo que perturban más allá de nuestras cuatro paredes, afectando a mis vecinos. Bien es cierto, reiteramos, que cada quien puede hacer de su propia vida lo que se le venga en gana, pero lo que si no puede permitirse es que sus decisiones y acciones afecten a otros. De un tiempo para acá y en especial con ciertos modos de vivir lith de eterna rumba y desfogue, de vida idílica emulando a ricos y famosos, cantantes, modelos. Esta perturbación de la vida privada se ha incrementado con los extranjeros que tienen a Colombia como un destino turístico de sexo, drogas y rumba ofertadas en las conocidas plataformas de Renta Corta para vivienda.


Reiteramos, el ruido y el humo salido de las cuatro paredes perturban la intimidad de los vecinos que no tienen porque someterse a una dictadura de un yo ególatra y enfermizo. No creo que la gente sea estúpida, más bien es la vanidad, una excentricidad pendeja, el deseo de exhibirse de una mala manera, darse a conocer, reafirmarse de una manera negativa. No hay razón para persistir en ser mal vecino, hoy existen soluciones variadas a la mano: cigarro electrónico, rumba silenciosa con diademas o audífonos fieles al sonido, espacios insonorizados sobre todo en discotecas que no quieren pasar los niveles de decibelios permitidos. 


Las autoridades tienen mucho por hacer, por el momento se cuenta con Ley de Propiedad Horizontal 675 de 2001 en su artículo 74: establece en su artículo 74 la prohibición de olores, partículas u otros elementos que trasciendan al exterior y que afecten los niveles tolerables para la convivencia. “Las señales visuales, de ruido, olor, partículas y cualquier otro elemento que, generados en inmuebles privados o públicos, trascienden el exterior, no podrán superar los niveles tolerables para la convivencia y la funcionalidad requerida en las Unidades Inmobiliarias Cerradas. En este caso, el administrador está en la obligación de hacer cumplir la Ley Antitabaco en la propiedad.”


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Metamorfosis

 Por
Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Un paso a la vez. Soy larva, soy oruga, soy crisálida, ahora soy mariposa. Metamorfosis quiere decir más allá de la forma, sus variaciones nos recuerdan los procesos de cambios a los que estamos sujetos: niños, jóvenes, adultos y ahora seniles. El tiempo que pasa pero que a la vez queda, tiempos acumulados, tiempos idos, que retornan y regresan, van y vienen. Un día nuevo, un nuevo amanecer es una nueva batalla por dar, ir hacia adelante, en zigzag, quizás retroceder un poco, coger fuerzas, afianzar impulsos esquivos.


De niños la familia es pilar para romper el cascarón, queremos salir a buscar nuestros propios caminos, la edad adulta significa ganar independencia, el individuo se reafirma caminando a contracorriente, uno se reafirma en la negación de los propios modelos parentales, por ejemplo. Crecer es ganar independencia hasta poder fundar la propia familia que nos identificará incluso hasta la tumba, busco a otro en el cual me reafirmo, no importa si se pasa de uno a otro, ensayo y error no es rareza hasta encontrar la media naranja como suele decirse. 


El encontrarse así mismo es el motor vital que nos impulsa a seguir hacia adelante, a sacar de adentro, de lo más hondo de nuestra existencia, ex- istir quiere decir afuera, ese algo que nos da cierta plenitud, nuestro sentido de la vida pasa por esas pasiones que logramos identificar y lucharlas, las mismas que nos mantienen con vida, sin ellas la vida fallece, está seca, vacía, vamos de aquí para allá dando tumbos, dándonos contra las paredes hasta encontrar ese algo huidizo.


El ser es social nos vivifica, en la soledad nos perdemos. La vida es mejor en compañía así sea con nuestros propios fantasmas, no importa que al final, en el acto final de la muerte estemos solos, aunque sería mucho mejor decir: en ese acto final nos entregamos a la transformación, a la metamorfosis, todo es del gusano, seremos humus, tierra, del polvo vienes y al polvo te convertirás. Pero sobre todo, la vida es movimiento, es motivación, algo porqué luchar. Todo tiene que ver con todo, la hormiga que cruza mi andar puede ser el resurgir de mi más próximo, de mi prójimo, incluso del ser que ya es nada, es decir, es metamorfosis.


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Vida, Trabajo y Lenguaje

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


La vida y sus pliegues que nos viven. Nadie está a título personal en su propio cuerpo: la vida, la economía y el lenguaje. La vida con sus órganos y sus funciones nos impone sus reglas para habitar la salud o la enfermedad. Ganar el pan con el sudor de la frente, se requiere trabajar para satisfacer necesidades y deseos no sin sortear conflictos con los semejantes, los recursos no son suficientes para lograr un bienestar general. Se requiere trabajar para escapar a la inminencia de la muerte. Y de allí los intercambios que oxigenan la vida y la economía. 


El hombre, por supuesto, es lenguaje, expresa la lengua viva, es portador de las costumbres de la cultura que le ha tocado vivir, somos hijos de nuestro propio tiempo, y más allá, como suele decirse, somos uno solo de muchos millones de años con las singularidades de la cultura local. El lenguaje nos encarna para sacar o esconder lo de adentro que nos aprisiona. El grito es ahogo de algo que nos atraganta, la literatura es la voz, las palabras que sangran en la carne que duele, Artaud, Batialle nos los enseñaron. Las palabras no son más que sedimentos de la cultura, de una época, de un tiempo vivido. Y mucho mejor, la dispersión, el caos nos define bien, la vida con su sombra detrás, la muerte que camina a la par. Estamos atados a la finitud, la muerte que roe la vida sin remedio alguno. La vida es corta y los días tan largos.


Vida, trabajo, lenguaje son pliegues de la existencia humana. Sistema, estructura, devenir, dispersión, somos el momento inédito develado con los otros y las cosas. Por lo demás, las cosas valen según las relaciones que tenemos con ellas. El hombre se revela en sus pliegues no sin los esfuerzos por ocultarse, incluso en la suerte de borrarse como la figura que desaparece en el espejo sin dejar rastro.



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El Gobierno de Sí

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Nadie pone en duda que un gobierno de una nación es una extensa familia y como tal se quiere el bienestar de todos sus integrantes. El origen del Estado Nación tiene allí sus aspiraciones. Pero pocos, por no decir ningún Estado, logran tal propósito del Bienestar General, por tanto, el diagnóstico desde el nacimiento del Estado Burgués es el fracaso, la inequidad, la pobreza en la mayoría de la población. Y la riqueza sólo está en unos pocos, es la cosa más común. El problema, para resumir, ha sido impedir la distribución de la riqueza que se produce en la Nación misma. En el relato religioso se llama el ángel caído o maldito a quien no permite la circulación.


El actual gobierno colombiano con su actual presidente Gustavo Petro encarna ese sueño esquivo de una democracia real, que como ya señalamos, es un proyecto que nació muerto en manos de los burgos, de la burguesía, de los mercaderes que se abrían paso contra los señores feudales, éstos, defensores a ultranza de los valores agrarios o campesinos, aquellos, los burgos, defensores de la ciudad y sus valores de libre comercio y sobre todo de la especulación.


Estos sueños de una democracia real de la mano del Estado Nacional burgués no ha sido posible en ningún país de este planeta Tierra, y con razón, no se puede dar de lo que no se tiene, su espíritu  es la especulación que aviva la energía del libre comercio, y para nada el bienestar general según la consigna más sensata de a cada quién según sus capacidades y necesidades. Y la demagogia oculta y engaña a todos sobre ésta realidad, hace creer lo contrario y vende sueños a incautos de un futuro de bienestar general.


El actual presidente hace parte de una generación de soñadores de paz y amor tan de moda en los años sesenta. Por eso su insistencia en un gobierno social, un gobierno de y para la gente, el gobierno de uno, de uno mismo, de un individuo con conciencia ciudadana, muy a la par con el tan anhelado gobierno descentralizado, en cada calle, en cada barrio, es decir, un ejercicio de poder directo, no delegado, por eso mismo es tan insistente en salir a las calles y no seguir con esos poderes delegatarios del yo quiero ser senador o representante del Congreso, yo quiero este puesto, yo aquel ministerio, es decir más de lo mismo, eso no tiene gracia para quiénes pretenden lo diferente. 


Por eso sus esfuerzos reformistas en el marco del Estado Nación Burgués por bien lograr que la masa de trabajadores se pensionen en un sistema sostenible en el tiempo, que la salud y la educación tengan cobertura para toda la población. Pero sobre todo parar la corrupción tan propia de los Estados, que como ya dijimos, su razón de ser es no permitir la circulación de la riqueza, que se irrigue a toda la población y así lograr su Bienestar General.


Sabemos que la corrupción y el rezago de una clase feudal en sus alianzas con el ejército y paramilitarismo son el talón de aquiles de todo anhelo democrático. Se dice que los dioses tejen desgracias para que luego los hombres las cuenten en relatos que agradan a los oídos. Soñar no cuesta nada, soñar con un mundo mejor para la mayoría, para todos. Quizá algún día asistiremos al gobierno de sí, de sí mismos, sin tener que delegarlo a un tercero.


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Ciudad Red de Redes

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica 


Ayer la ciudad deslumbraba por sus monumentales edificios adornando imponentes plazas o parques, hoy son las interconexiones sin fin en el horizonte, vías, puentes y edificios forman un complejo entramado que hace de la ciudad red de redes. La ciudad es un archipiélago de intercambios, en ella se concentran los mayores conglomerados humanos, la proporción es de 70% en población urbana y 30% en la rural. La ciudad es número y es lugar, gestión de la población y del territorio, allí se encuentran, se concentran los mejores bienes y servicios para la vida.


La ciudad entre más grande, más descentrada con múltiples centros satelitales. La ciudad es movimiento veloz, automotores particulares y públicos aligeran nuestros pies, nos llevan de extremo a extremo, todo depende de qué tan alejados estemos de casa o del trabajo, aunque el teletrabajo motiva otras lógicas en función de liberar tiempo para el disfrute.


La ciudad favorece la vida social, el ser social que nos vivifica. Desde hace aproximadamente 10 mil años emergieron los poblados, primero en círculo, luego en forma cuadrangular, y en nuestros tiempos las viviendas se caracterizan por ser colmenas verticales, complejas unidades residenciales que se repiten unas tras otras optimizando el espacio, celebrando la concentración humana (La ciudad que viene, Marcel Hènaff, 2008).


Todos estamos en la misma comarca, el mundo es un pañuelo interconectado en sus cuatro puntas por la red virtual, por el internet, por un vuelo de avión, por el tren veloz somos habitantes del mundo, nómadas digitales, las fronteras están en entre dicho, se trabaja en Sur América y se rinde cuentas al patrón en Norte América o Europa. El que convierte sí se divierte, con dólares o euros al cambio de moneda del país tercermundista se puede vivir en cuerpo de rey.


La ciudad es monumento, son las huellas de manos dejadas por el hombre, el hombre objetivado, este mixto transforma la materia en meta objeto, metafísica. La ciudad es configuración material y espiritual, alberga las huellas impregnadas, el espíritu de quien la moldea, de quien le da forma, la ciudad no escapa a ello.

La ciudad es una mega máquina que refleja la vida misma, pero bien vale preguntarse hacia dónde nos llevan con las decisiones políticas y la manipulación de los mass media que hacen de la voluntad humana, somos una aldea global, hoy estamos aquí, mañana en el otro extremo del mundo, hoy trabajamos, mañana nos divertimos, cada vez ganamos más tiempo libre para el disfrute. Vale preguntarse en qué nos gastamos la vida, si es o no edificante, es decir, qué tanto estamos edificando sociedad, o si por el contrario la degradamos en algunos intercambios desiguales entre países pobres y países ricos.


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La Imagen

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Vivir es moverse hacia adentro y hacia afuera, nada está en quietud, hasta en la propia muerte todo se mueve en su descomposición, en su metamorfosis. Todo lo de adentro sale, se exterioriza, siento, experimento vergüenza, mi cuerpo se frunce, siento tensión en ciertos músculos, el rojizo rostro me devela ante al otro que tengo al frente. Una radiografía nos pone al descubierto lo más adentro que nuestra carne cubre, oculta. 


Por lo demás, la pura idea del platonismo será matriz de larga data para declarar la guerra a todo aquello que se pretenda ser imagen, ser copia, ser reflejo, ser doble. Fue y es el purismo de la sola idea que se reclama lo verdadero del Ser, lo demás, consideran ellos, el platonismo, es falsedad. Pero acá, de la mano de Dagognet en Filosofía de la Imagen, decimos lo contrario, la imagen devela al ser en lo más profundo de esta vida que se escapa en el continuo movimiento.


Es en el espejo en donde nos volvemos extraños, no nos reconocemos, allá, en él, en el espejo, sentimos que nuestro ser es diferente, no soy el mismo, no hay fiel copia de mi yo, de mi ser, es otro bien distinto, diferente, quizá el ser huidizo que se escapa. Pero la captura de la imagen es tan sólo un reflejo, un aparecer, un simulacro del ser en un momento preciso de ese movimiento continuo que es la vida. Es por eso del reparo en el doble, en la copia que se nos presenta frente a nuestros ojos, por más fidedigna que sea la imagen siempre habrá algún reparo, es difícil reconocernos a nosotros mismos. La imagen es captura de algún rasgo espiritual que nos define, la parte vale por el todo.


Todo es cambiante, pareciera que nos acostumbramos al movimiento perpetuo que la imagen retenida no da cuenta, es irreconocible. Y es comprensible que la imagen, por ejemplo en la fotografía, nos entrega solo un momento, capta un momento fugaz en huida, resalta un rasgo muy particular que caracteriza a ese ser específico. Lo mismo puede decirse de la literatura, ella es un acopio, un baúl, un gabinete de imágenes. Ha de comprenderse que percibir, percepción es inmovilizar. En este movimiento del adentro y el afuera todo se mezcla a su paso, el ocaso es el día en la noche, mezcla de luz y oscuridad.


Somos el adentro y el afuera. El inconsciente sólo sueña con comunicarse, mientras callo, hablo con la punta de los dedos. Lo más profundo es la piel, todo lo de adentro se manifiesta en la superficie, recordar el sonrojo que me delata en la vergüenza sentida. El afuera es inducido por el adentro.


La concentración favorece los intercambios, como en los centros poblados o ciudades, cruzadas por avenidas y puentes para múltiples ires y venires, para movimientos permanentes, toda una red de intercambios. La multiplicidad reunida y ordenada, preferencia por el compendio, lo mucho en lo poco. En aislamiento morimos, como en la soledad del campo, en medio de la nada, en el olvido de dios, los campesinos viven con lo casi nada, la miseria es constante amenaza. Salta a la vista el ser social que somos.


Nos alojamos en la carne, nuestro ser se inscribe, habita en un cuerpo, allí somos vertidos y luchamos por preservar la esencia que creemos nos particulariza. Vivir, luego morir, y así, unos mueren para dejar espacio a otros que vienen en camino. La finitud nos da cuerda para trascender en obras más duraderas, quizá simple vanidad de sabernos mortales. Desaparecer es el destino inscrito en la misma vida, todo tiene que ser nada. En nuestro propio interior está nuestra propia amenaza, sólo es cuestión de esperar que se desate y se desarrolle la enfermedad que nos habita, la genética, la epigenética puede retardar o ayudarnos a suavizar la dureza del sufrimiento pero el momento final nada ni nadie lo puede detener.


En suma, una imagen es una representación que agranda, una imagen no es mera apariencia. Accedemos al cuerpo en esa especie de bosque impenetrable gracias a la imagen que captura una esencia de un momento preciso. La imagen no es una vulgar copia del ser, ella devela momentos y rasgos esenciales que nos definen, la parte vale por el todo.


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Fraternidad Fallida

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Somos dos mundos tan solos, tan aparte uno del otro. Puedo entender que en la reafirmación del individuo, del yo, cada quien se construye en lo torrencial, en esa contra corriente del otro que tenemos al lado pero que amenaza con absorberemos hasta robarnos de pies a cabeza, hasta dejarnos con el yo diluído. Es cierto que para reafirmarnos libramos una lucha con el más próximo que nos rodea. Se  comprende la necesaria búsqueda en la que cada quien se embarca para saber encontrar los caminos por dónde caminar, como las mariposas que al salir de su metamorfosis, requieren de la libertad para volar por esas cuatro puntas del pañuelo que es este mundo.


Pero esta búsqueda en la reafirmación individual, no puede confundirse con una guerra de todos contra todos según la consideración de que el hombre es un lobo para el hombre. El problema es más bien un proyecto fallido de sociedad empezando por la Escuela, siguiendo por lo Jurídico y terminando por lo Religioso. La escuela en compañía de la familia prepara al ser para entrar en sociedad, entregan competencias de valores sociales y laborales. Y como sociedad en general, la Ley procura la justa balanza, dirimi los conflictos permanentes que surgen en el relacionamiento entre los seres. Y la religión establece una brújula moral del buen obrar, una hermandad universal.


En otras palabras, esta tríada equivale a un ideal de sociedad fraternal. Pero sucede todo lo contrario, la escuela no es emancipadora, no prepara para la vida, no modela y no influye en la sociedad, más bien en ella entra lo peor de la calle, de la sociedad. Luego está la Nación que no unifica en un sentimiento patrio, y lo religioso está lejos de convocar a un sentimiento piadoso en la humanidad, ella está perdida en lo abstracto y al servicio de los poderosos.  Lo real en esta sociedad es lo inequitativo y envenenamiento por los conflictivos interindividuales, el hombre es un lobo para el hombre pero por obra y gracia de sí mismo.


Reiteramos, estos pilares esenciales sobre los cuales se sostiene la sociedad son frágiles: la Escuela no da verdaderos cimientos de formación, ella más bien está subordinada a la calle, a la sociedad y a lo peor del afuera. Y la Justicia sólo apacigua el conflicto, no apaga el incendio. La religión tampoco es fuente de inspirar una sociedad edificante. Ni educación, ni la Justicia ni la Religión son pilares para sostener el edificio social de proyecto de Estado que nos rodea.


El sufrimiento es lo común para la mayoría de los hombres privados de lo más necesario para su existencia, el frágil cede ante el más fuerte. El culto al individualismo ha triunfado, individualismo mortífero. En el mundo presente ha triunfado el proyecto del sálvese quien pueda, el más próximo me genera toda la desconfianza posible, el prójimo no es el más próximo de mis semejantes, sino mi enemigo a vigilar, la fraternidad es tan rara como escasa.


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