Por Catherine François & Françoise Raes.
El Testimonio de la prostituta Sonia Palabra de prostitutas es una recopilación de entrevistas realizadas por Catherine François, trabajadora social, Françoise Raes, periodista, en la que las diversas experiencias de la prostitución en Bélgica se expresan en las propias palabras de las que las viven. Acá el testimonio de Sonia. Sonia tiene 49 años […] Lo dice de entrada; para ella la prostitución es un trabajo y nada más. Y esto a pesar de los sufrimientos que implica. Sonia tiene más de 25 años en el oficio
— ¿Considera Ud. que desempeña un oficio social?
— Sin ninguna duda. Cuando dicto cada año ese seminario en la ULB18, la primera cosa que el clínico le dice a sus estudiantes es que desempeñamos el mismo oficio. Cuando un cliente llega a mí, me cuenta sus dificultades, me abre su corazón, se desnuda, a veces llora y hace el amor. Mis clientes están angustiados. Ya sea con respecto a su soledad o a los problemas que tienen en casa, o en su camello. Vienen a mí y hablan mucho. El anonimato permite una grandísima libertad de palabra. Pueden inventar un personaje si se les antoja. Para mí es lo mismo.
Ciertamente hay algunos que deben contarme cuentos reforzados <carabistouilles> pero… si eso les hace bien…
— ¿Qué se requiere para encajar el golpe? —
Yo creo que es necesario amar la gente. Simplemente amarlos. Es muy fácil cuando uno trata de comprender la gente. Cuando un cliente tiene un fantasma, yo trato de comprender por qué. Trato de ir con él hacia ese fantasma, estar lo más cerca de lo que pide para que se tranquilice luego.
— ¿Luego Ud. olvida todo completamente?
— No, nada de eso. Aprendo. No renuncio a lo que yo soy, sino que trato de entrar en los destrozos del otro. Trato verdaderamente de comprender. Me tomo el tiempo de estar con él. Estoy a su disposición no solamente desde un punto de vista físico sino también con mis limitaciones, por supuesto. Trato de aportarle lo que necesita […] Se requiere empatía, paciencia. Porque, cuando uno no se ama y que uno no se respeta, uno puede estar de mal humor cuando regresa a casa. Cuando gentes como los políticos o las trabajadoras sociales están diciendo que uno no se respeta, no me los soporto. ¿Qué se creen esas gentes para estar diciendo que yo no me respeto? Me respeto y respeto mi vagina.
— ¿Nunca ha dudado de ese respeto que se tiene a sí misma? —
Sí, claro que he dudado. Es por esto que voy a terapia. Antes no me respetaba en tanto que persona, porque nunca me enseñaron a hacerlo cuando estaba niña. Y en este oficio, estuve confrontada con gentes que me respetaban a pesar de lo que yo hacía. Y son los clientes los que más a menudo me respetan más que las gentes de fuera. Es por esto que me siento bien en este oficio. Luego hubo un momento en que me dije: “En la vida, te dejas hacer por hombres lo que no te dejas hacer en tu oficio” […]
— ¿ha sido importante tener mucho dinero?
— Sí, eso ha sido importante. Para no tener dueño. Para no tener que rendir cuentas, para no depender de nadie, para ser libre, para no tener que decir gracias. Esta libertad era importante para mí […]
— ¿Y cómo hacía con los hombres de los que se enamoraba?
— Cuando estoy enamorada dejo de ser una prostituta y soy una mujer […] y soy muy querendona. Mis amantes han sido siempre antiguos clientes. Siempre, siempre. Nunca ha encontrado a ningún hombre por ningún otro camino. Palabras de prostitutas. Bruselas: Luc Pire, 2001.
El Testimonio de la prostituta Sonia Palabra de prostitutas es una recopilación de entrevistas realizadas por Catherine François, trabajadora social, Françoise Raes, periodista, en la que las diversas experiencias de la prostitución en Bélgica se expresan en las propias palabras de las que las viven. Acá el testimonio de Sonia. Sonia tiene 49 años […] Lo dice de entrada; para ella la prostitución es un trabajo y nada más. Y esto a pesar de los sufrimientos que implica. Sonia tiene más de 25 años en el oficio
— ¿Considera Ud. que desempeña un oficio social?
— Sin ninguna duda. Cuando dicto cada año ese seminario en la ULB18, la primera cosa que el clínico le dice a sus estudiantes es que desempeñamos el mismo oficio. Cuando un cliente llega a mí, me cuenta sus dificultades, me abre su corazón, se desnuda, a veces llora y hace el amor. Mis clientes están angustiados. Ya sea con respecto a su soledad o a los problemas que tienen en casa, o en su camello. Vienen a mí y hablan mucho. El anonimato permite una grandísima libertad de palabra. Pueden inventar un personaje si se les antoja. Para mí es lo mismo.
Ciertamente hay algunos que deben contarme cuentos reforzados <carabistouilles> pero… si eso les hace bien…
— ¿Qué se requiere para encajar el golpe? —
Yo creo que es necesario amar la gente. Simplemente amarlos. Es muy fácil cuando uno trata de comprender la gente. Cuando un cliente tiene un fantasma, yo trato de comprender por qué. Trato de ir con él hacia ese fantasma, estar lo más cerca de lo que pide para que se tranquilice luego.
— ¿Luego Ud. olvida todo completamente?
— No, nada de eso. Aprendo. No renuncio a lo que yo soy, sino que trato de entrar en los destrozos del otro. Trato verdaderamente de comprender. Me tomo el tiempo de estar con él. Estoy a su disposición no solamente desde un punto de vista físico sino también con mis limitaciones, por supuesto. Trato de aportarle lo que necesita […] Se requiere empatía, paciencia. Porque, cuando uno no se ama y que uno no se respeta, uno puede estar de mal humor cuando regresa a casa. Cuando gentes como los políticos o las trabajadoras sociales están diciendo que uno no se respeta, no me los soporto. ¿Qué se creen esas gentes para estar diciendo que yo no me respeto? Me respeto y respeto mi vagina.
— ¿Nunca ha dudado de ese respeto que se tiene a sí misma? —
Sí, claro que he dudado. Es por esto que voy a terapia. Antes no me respetaba en tanto que persona, porque nunca me enseñaron a hacerlo cuando estaba niña. Y en este oficio, estuve confrontada con gentes que me respetaban a pesar de lo que yo hacía. Y son los clientes los que más a menudo me respetan más que las gentes de fuera. Es por esto que me siento bien en este oficio. Luego hubo un momento en que me dije: “En la vida, te dejas hacer por hombres lo que no te dejas hacer en tu oficio” […]
— ¿ha sido importante tener mucho dinero?
— Sí, eso ha sido importante. Para no tener dueño. Para no tener que rendir cuentas, para no depender de nadie, para ser libre, para no tener que decir gracias. Esta libertad era importante para mí […]
— ¿Y cómo hacía con los hombres de los que se enamoraba?
— Cuando estoy enamorada dejo de ser una prostituta y soy una mujer […] y soy muy querendona. Mis amantes han sido siempre antiguos clientes. Siempre, siempre. Nunca ha encontrado a ningún hombre por ningún otro camino. Palabras de prostitutas. Bruselas: Luc Pire, 2001.
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