La Incondicional Amistad

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Pocos, muy pocos son amigos, los dedos de las manos sobran  para contarlos. ¿Por qué son tan pocos los amigos? ¿Por qué su escasez? Si hemos de buscar una palabra para definirla, ella es precisamente la que refiere lo incondicional, y esto precisa la no exigencia de nada, no existen ataduras, no se piden explicaciones en ninguna eventualidad pero aún así se da hasta lo imposible por el amigo. La amistad sucede por acuerdo de voluntades, le preexiste a la presencia.  "La amistad….como cosa espiritual que es, se disfruta más cuanto más se desea; no se alimenta ni crece sino disfrutándola, y el alma adquiere aún mayor finura al practicarla,"  así fue sugerido por Montaigne en su ensayo sobre la amistad, al cual seguimos en esta breve disertación. 

La amistad transgrede los límites de lo imposible que bordea lo subversivo, es decir, subvierte las convenciones establecidas por la cultura y la institucionalidad. El silencio que no incomoda, que no perturba a las presencias es uno de sus signos para identificarla, esas que uno puede decir que está con su alma gemela. Dos experiencias insignes le refieren: al pensador Michel Foucault y Georges Remi (Hergé) el de las famosas tiras cómicas Tintín. A cada uno les bastó una primera vez, tan sólo un primer encuentro con un alguien incluso sin hablar el mismo idioma, sin poderse cruzarse tan sólo una palabra, tan solo gestos y ante todo ese algo, un no sé qué común contenido por cada quien en su piel, en su cuerpo entero. Las presencias están ahí largo rato, noches enteras sin cruzar palabra, tan sólo la compañía es suficiente para estar bien. Lo propio sucedió a Foucault, toda una noche, tomando vino en presencia de quien acababa de conocer para saberse amigos desde siempre, el dato está en su biografía escrita por Didier Eribo.

 A los amigos, y a nadie más, se les confía secretos que requieren estar muy guardados. Recuerdo dos curiosas asociaciones de la amistad silenciosa hecha por Borges: La amistad silenciosa de los gatos, la amistad silenciosa de la luna. Unos  y otra están ahí, te sabes acompañado sin cruzar palabras, pero te sientes acompañado. Yo arriesgaría otra palabra, la amistad posee una especie de magia en el sentido que escapa a lo racional, es un flujo que viene de adentro pero esquivo hasta la imposibilidad de explicarlo. Nada se espera del amigo. El vínculo no tiene ataduras y el desinterés le es común.

La amistad tan magnánima pero tan de pocos. Los griegos la tenían a un nivel superior a las leyes, al ser social, a la ética o demás relaciones imaginables. Ella comporta un desinterés total. Por ejemplo, entre padres e hijos no es posible una relación amistosa sino de respecto nos dice Montaigne, su razón radica en que aquellos no le pueden confiar lo más íntimo o sensible porque comprometen la relación a futuro, pueden quedar presos de secretos que han de guardar esos amigos desinteresados. Otro tanto ha de decirse de la relación entre hermanos cuyo vínculo superior que los une es la herencia que por sí misma genera discordia, siempre habrá uno más ventajoso que otro que se hará más rico contra la pobreza de los otros, el desbalance es ley de los codiciosos. Por lo demás, la parentela impone la ley de sangre que no existe en la Amistad que es libre y espontánea, nada la ata más que un vínculo puro de generosidad, cuando en dos seres la amistad los visita, el uno es para el otro de manera incondicional, son uno solo, el uno es la mitad del otro, y cuando uno falta queda ese vacío irremplazable porque es lazo único. 

Otras anécdotas, referidas por Montaigne, ilustran esa cosa liviana, alada y misteriosa que es la amistad. Cuando el filósofo Diógenes necesitaba dinero, decía que lo reclamaba a sus amigos, no se lo pedía. Y para probar cómo esto se practica en realidad: “Eudomidas tenía dos amigos: Areteo, corintio como él, y Carixeno, cioniano. Cuando murió, dado que él era pobre y sus dos amigos eran ricos, hizo así su testamento: «Lego a Areteo el cuidado de mi madre, de alimentarla y de mantenerla en su vejez; a Carixeno le encomiendo el casamiento de mi hija, y además que la dote lo mejor que pueda. En el caso de que uno de los dos fallezca, encomiendo su parte al que sobreviva». Los primeros que vieron este testamento se burlaron, pero, advertidos los herederos de su alcance, ambos lo aceptaron con singular alegría. Al morir Carixeno cinco días después, Areteo mantuvo con gran generosidad a la madre; y de su fortuna, que consistía en cinco talentos, entregó dos y medio a su única hija y otros dos y medio a la de Eudomidas.” Desde cualquier perspectiva que se le mira, la amistad no es más que todo aquello que dice de lo incondicional.


Texto de Mogtaine sobre la amistad:

https://colombiakritica.blogspot.com/2019/06/de-la-amistad.html



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Colombia en las pruebas PISA

Por José Fernando Isaza


El Programa PISA dio a conocer los resultados de la evaluación de estudiantes en educación media del año 2018. Colombia mantiene su posición en el último lugar entre los miembros de la OCDE. Comparado con los países de América Latina, Colombia tuvo resultados inferiores a Brasil, México, Uruguay y Costa Rica, aunque supera a Argentina, Perú, Panamá y República Dominicana. Comparado con los resultados del 2015, el país mejoró levemente en las áreas evaluadas: lectura, matemáticas y física.

En las pruebas, los niveles van del 1 al 7. Es importante evaluar el porcentaje de jóvenes que alcanzan el nivel 2, el mínimo para poder medio entender el mundo en el que se vive. Así, en lectura el nivel 2 permite comprender la idea principal de un texto de longitud media; en matemáticas, representar una situación simple como una distancia y entender una cuenta; en física, comprender la explicación de un fenómeno sencillo como la lluvia. Los niveles superiores al 5 en lectura muestran que se puede entender un texto de mayor longitud, manejar conceptos abstractos y contraintuitivos y, tal vez lo más importante, distinguir entre hechos y opiniones.

En Colombia solo el 1,5 % alcanza el nivel 5 y, aún más preocupante, el 40 % no alcanza el nivel 2. En los países de la OCDE, el 8,7 % de los estudiantes alcanzan el nivel 5 en lectura y el 76 %, el nivel 2. No debe sorprender, entonces, el auge de las pseudociencias en el país, pues la gente no distingue entre hechos y opiniones.

En todos los países, las muchachas tuvieron un mejor promedio que los muchachos en el área de lectura. En el área de matemáticas hay una pequeña diferencia en favor de los muchachos. En el área de física las mujeres los superan. Aquí hay más camino por recorrer. En el área de lectura, en la OCDE las jóvenes superan por 30 puntos a los muchachos, mientras que en Colombia esa diferencia es de solo 10. En matemáticas, en la OCDE los hombres tienes resultados cinco puntos por encima de las mujeres, en Colombia la brecha es de 20 puntos. En física, en la OCDE las jóvenes superan por dos puntos a los hombres, en Colombia la situación es inversa y la brecha es de 12 puntos. Para comparar las diferencias se debe tener en cuenta que los más altos puntajes alcanzados son de 550 puntos en promedio.

Considerando que las oportunidades laborales y de participación en la vida política y ciudadana son más reducidas para las mujeres en algunos países musulmanes, podría pensarse que los resultados de las pruebas serían inferiores para las mujeres, al reducirse la motivación, pero la realidad contradice esta opinión. En Turquía, Jordania, Arabia Saudita, Catar y Emiratos Árabes Unidos (con la excepción de matemáticas en Turquía), en todas las áreas los resultados de las jóvenes superan a los muchachos.

Se analizó la carrera que escogerían los mejores estudiantes, aquellos que tuvieron niveles iguales o superiores a 4. Se presentan grandes diferencias según el sexo, a pesar de los mejores resultados de las niñas. En Colombia el 36,2 % de los hombres se orientan hacia carreras científicas o ingenierías, y solo el 9 % de las mujeres muestran esta preferencia. En Marruecos se encuentra la mayor preferencia de las mujeres por las áreas técnicas o científicas: 45,4 %. En Arabia Saudita y Emiratos Árabes, el 11,7 % y el 16,2 % de las niñas escogerían áreas técnico-científicas, respectivamente.

Tomado del Espectador.com 28 oct. 2020


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Mis Profesores

Por Julio César Londoño

Si yo volviera a nacer y Dios me hablara así como Él habla, con gran aparato porque el trueno es su voz y las nubes son el polvo de sus pies y sabe tronar con divina altanería, Soy el que Soy, punto, y me dijera: Vea, chino, esta es su segunda oportunidad sobre la tierra, qué quiere cambiar del guion 01, le diría: ¡Oh, irascible e inescrutable deidad, la lista es tan larga que prefiero decirte lo que quiero conservar: ponme de nuevo los mismos profesores de la primera vez! Por ejemplo, Gonzalo Tobar, un profesor de literatura que nos leía los clásicos nuestros y los ajenos mientras dibujaba, con una monolínea perfecta, los camellos y las pirámides que cargan en sus jorobas los camellos de elásticas cervices de Valencia, o el signo de interrogación de los cuellos de los cisnes de Darío, o el mapa del tesoro de Stevenson. Éramos vándalos de ocho años que llegábamos del recreo sudando, gritando, alguno con el cuero cabelludo roto, pero en cuanto don Gonzalo —bajito, gordo, rubicundo, gnomo adorable— empezaba a leer, las fieras nos calmábamos.

O Édgar Mayor, un profesor de física y matemáticas cuyos tableros parecían páginas de un libro perfectamente diagramado porque los ordenaba en columnas, trazaba círculos perfectos a pulso y vectores capaces de mover el planeta de un palancazo. En sus clases la física era armónica y simple; la matemática, un palacio de precisos cristales. Entre leyes y teoremas, deslizaba herejías que sugerían que el diablo era un ángel con ambiciones de poder y que Dios y el neoliberalismo eran partes sustantivas del Eje del Mal, ¡y lo demostraba todo con un rigor francamente geométrico!

O Édgar Londoño, un profesor de química que era tan adorado por mis compañeros que un día me atreví a preguntarle cuál era su secreto. «Son dos —me dijo—: el primero es revelarles que la ciencia es una cosmología pagana, un tejido laborioso de las generaciones, y que muchos de los hacedores de ciencia no son científicos, solo personas muy observadoras, algunas muy jóvenes, como ustedes. El segundo es demostrar, con ejemplos sacados de la cocina de la casa, de la sagacidad eléctrica de los analgésicos o de los sótanos del sexo, que la química sabe cómo se cuecen los fríjoles en la cocina y cuál será el color de los ojos de tus hijos».

O el padre Jiménez, un sacerdote que dedicaba las clases de religión a debatir todos los temas del mundo, excepto los religiosos. Mucho antes de que se oyera por acá la palabra constructivismo, este sacerdote comprendió que los muchachos sabíamos 40 veces más cosas que él (música, películas, jergas, tendencias, recovecos urbanos y pecados inéditos) y convirtió las clases en un espacio de creación colectiva de conocimiento que era casi tan divertido como el recreo.

Luego llegaron unos paralelepípedos rutilantes: Borges, Valéry, H. G. Wells, Chesterton, Russell, Carl Sagan, Jacob Bronowski, François Jacob, Germán Arciniegas, William Ospina, Harari. En todos ellos he hallado una mezcla deliciosa de rigor y conjeturas, de lógica y paradojas, de cálculo y poesía. Fue la confirmación definitiva de que la clase no tenía que ser inferior al recreo.

Nota. Estudié en escuelas y colegios públicos, que eran los mejores, a tal punto que los ricos preferían matricular a sus hijos en estas instituciones. Luego, en los 80 el neoliberalismo metió la mano y empezaron los recortes a los presupuestos de la educación pública y los incentivos tributarios a la educación privada. Esta pérfida política se agudizó a partir de los 90 y
explica la enorme brecha que separa hoy a los colegios públicos de los privados, y la decadencia de la investigación en las universidades públicas.

Fuente: El Espectador 9 oct. 2020 


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Solo está el afuera

Tomado de:
¿Qué es la pop-filosofia?





S15
La pop-filosofía no es una captura, es una conexión; no es una manera de anexarse los recursos del mundo, sino una manera de
explorar las intensidades de un afuera que no se deja resumir en absoluto al mundo de los objetos. Comentando la idea de afuera en Deleuze, Alain Badiou propuso su formulación más radical: para él, solo está el afuera; no hay un auténtico adentro, refugio hacia el cual replegarse cuando llega el peligro7. Solo está el afuera, es decir que solo está el riesgo de lo que viene, y que es sí mismo, una vez que el sí mismo se encuentra forzado a ser; solo hay sí mismo como afuera a sí mismo, como expropiación de un sí mismo que nunca viene. Así sucede con la filosofía y con cualquier otra cosa, desde este punto de vista: está condenada al afuera, a menos que se contente con el machaqueo mórbido de la tentación del hogar, de lo que le pertenecería, de lo que sería. De modo que, tal como también lo recuerda Badiou, solo es posible cartografiar el afuera como diagrama de las fuerzas que empujan a la salida de lo que no tiene interior, a la expropiación de lo que no tiene más propiedad que su ausencia 38. Ahora bien, en el sueño de Deleuze, el prefijo "pop-" es lo que ocupaba el lugar de fuerza que abría la filosofía hacia su destinode no ser más que afuera de sí misma, no estar conectada más que con su propio afuera -o mejor dicho: con sus innumerables afueras-. Por lo tanto, hablar de pop-filosoffa significaba para él que efectivamente solo hay filosofía pop-filosófica, salvo porque hay filosofia, porque hay exclusión del afuera, porque hay tentativa de dominar el riesgo de no ser. Lo pop-filosófico en la historia de la filosofía no es ni su manera de enfrentarse al mundo, ni su aspiración a lograr educar a las masas, ni sus tentativas, todas un poco patéticas, de hacerse pasar por democrática. Lo pop-filosófico en la historia de la filosofía es lo que se niega a instrumentalizar los objetos, a dirigirse a los individuos como si fueran alumnos y a considerar que la democracia es algo que se distribuye. Hay un elitismo pop-filosófico, una manera de exigir a todos los que se entregan a una apertura ascética hacia lo que pasa, hacia lo que funciona -pues no hay nada más severo que el vibrar eléctrico-.


34 Ibid., p. 121.

Págs 37-38


37 Alain Badiou, Deleuze. "E! clamor del ser", Buenos Aires, Manantial, 2002,
p. 120.







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Melancolía de la aporía

Por Laurent Sutter
Tomado de la Fisolofía Pop 42

Esa severidad era quizás lo que distinguía a la empresa de Deleuze
de otros intentos por considerar la intensidad como el terminus adquem del pensamiento -o sino del pensamiento, de la existencia en cuanto que tal-. Como lo mostró muy bien Tristan Garcia, la dopción del criterio de la intensidad en la cvaluación de lo que sucede cs la marca misma de la modernidad tal como nació, precisamente, con la invención de la clectricidad9. En La vida intensa, demostraba hasta qué punto dicho criterio se había vuelto avasallante y, sobre todo, hasta qué punto su omnipresencia volvía invisible la aporía a partir de la cual se desplegaba: la de su propia aniquilación. En cfecto, solo hay intensidad en un punto singular de la existencia por vez, un punto que sucede y que precede a otros, en una suerte de línea de fuga a lo largo de la cual lo que ha sido experimentado como intenso se pierde a favor de la intensidad nueva. Para decirlo de otro modo: la intensidad solo es tal la primera vez; a partir de la segunda, ya es un poco menos, hasta que el desgaste y el hábito anulan su relieve a favor de una intensidad nueva, sca real o esperada. La aporía de la intensidad consiste entonces en que nunca es lo suficientemente intensa: en la verticalidad de su experiencia como en la horizontalidad de su competencia con las otras intensidades posibles, conduce siempre a su contrario. Lo que es intenso ya no lo será: tal es la condición melancólica de la intensidad, su vínculo ineluctable con la pérdida, el desvanecimiento o la desaparición de sí misma, que desemboca en su conversión en un sentimiento de vacío. Según Garcia, la historia de la modernidad puede leerse como la historia de la profundización de ese sentimiento de vacío en la multiplicación de las tentativas de vivir y pensar la intensidad, es decir de tropezar contra su carácter local y finito. Pues considerar la intensidad como el criterio de evaluación de lo que es, inscribe lo que es en el interior de un paisaje gobernado por la hipótesis de lo infinitamente intenso -de una intensidad cal que se transforma en lo que Deleuze no obstante rechazaba: el éxtasis-. Para el moderno, lo que es intenso debe devenir extático, so pena de admitir que no es suficientemente intenso, y por lo tanto, no lo es para nada -como si la auténtica intensidad solo pudiera ser absoluta-

Citas
.
41 Ibid., p. 130 y sigs.
42 Ibid., p. 113 y sigs.


39 Tristan Garcia, La vie intense. Une obsession moderne, Paris, Autrement, 2016,
p. 27 y sigs. [Hay ediclón electrónica en castellano: La vida intensa, Herder
Editorial, 2019).
40 Ibid., p. 61 y sigs.


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