Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com
El dinero explica el poder, es fuente de engaño, de rebatiñas, guarida de hampones. Algún Papa lo llamó el estiércol del demonio. Para el escritor Fernando Vallejo es la causa de causas que explica la larga historia colombiana, una lucha de unas cuantas familias de la clase dirigente por apropiarse del presupuesto público, para algunos de una quinientas familias, para otros de unas cinco mil personas. Es indiscutible que el principal cáncer que amenaza de muerte a este país como a muchos del hemisferio es la mayúscula corrupción en su compleja variedad: puestos públicos con altos salarios y escandalosas y oscuras prebendas, contratos para hacer puentes donde no hay ríos y así con los demás renglones fundamentales de la economía como son la salud, educación, vivienda, alimentos, pensiones… grandes flujos de dinero son captados y simulan ejecutarse o simplemente cumplen con engordar los negocios de las familias políticas. Es la manera de hacer dinero de nuestros empresarios.
Ejemplos los hay en miles, la irracionalidad por el tener como sucede con los magistrados que devenga alrededor de 25 millones de pesos, más de cuarenta veces de lo que gana un obrero con su sueldo básico. Pero esta cifra es baja, es representativa para un hombre ambicioso. El país conoce que esa alta dignidad así como la de otros muchos de altos cargos tan solo son posiciones estratégicas sobre el tablero del mundo de los negocios. Aquí le llaman la puerta giratoria, en un cargo público se preparan las condiciones para el mundo privado de los grandes negocios, de las grandes empresas, de los grandes empresarios del país, así la riqueza circula entre ellos.
Ilustra el escándalo del magistrado Pretelt, su alta salario no es lo importante, claves son las funciones de su empleo: definir fallos que favorezcan en dividendos económicos a sus amigos empresarios y las comisiones que ganan bajo la mesa, incluso participar de la repartición de la torta del mundo criminal. Sucedió con la apropiación ilegal de las tierras de campesinos, en alianza con los la delincuencia paramilitar se robaron más de cinco fincas, este magistrado acumuló tierras violando el tope de hectáreas que un ciudadano puede permitirse. En este tema de los altos funcionarios de la justicia que concentran mucho poder, se ha criticado las alianzas abiertas con el mundo del litigio, empresarial y político. Cuando terminan su período, los espera asegurar fallos millonarios, ocupar altos cargos políticos. Tienen mucha capacidad de influir, es la concentración del poder.
La vida se impone. El río del tiempo nos lleva y nos trae. A cada quien le llega su hora, pero la sociedad sigue su marcha. Los hombres son finitos, a cada quien le va llegando su turno, pero la sociedad se mantiene, a menos que a algún loco de atar oprima tan sólo un botón y haga estallar alguna bomba atómica. Mientras tanto se procura vivir en el mejor de los mundos posibles. Colombia tiene esa dura realidad de los chorros de sangre, de los hombres de poder y fortuna inmisericordes, ajenos a la solidaridad y al sufrimiento de sus congéneres pobres. En el presente se busca la paz con los insurgentes, no debemos olvidar que el perdón nos es menos vanidoso que la venganza.
En la mítica sociedad existen metodologías para aliviar la maldad, para cerrar el círculo de la violencia, los chivos expiatorios son vehículos que catalizan las venganzas y traen la paz. Se me ocurre que una forma de dar sanación, de dar vida es con la donación de órganos. Qué tal si los hombres que antes fueron fuente de maldad y muerte, en un gesto de generosidad donaran sus órganos a sus víctimas o a sus conciudadanos que los necesitaran. Con ello se restablecería la vida a quien la peligra con apagarse. La donación de órganos es una forma de prolongar la vida de quien ha muerto en su posible receptor, se extiende el espíritu de comunidad, nos enlazamos unos a otros cuando antes nos definía el distanciamiento.
Compleja es la sociedad y más aún con los grupos de poder que todo lo envenenan. El poder debe desconcentrarse. Y los daños causados a los hombres deben repararse, deben procesarse con rituales o metodologías que alivien el dolor para que cese el veloz círculo de la violencia. La ambición rompe el saco, la pleonexia llamaron los griegos a esos deseos ilimitados por el tener. En la necesaria organización social a los ratones no se les puede poner a cuidar el queso, pues sabido es que hacen fiesta cuando el gato no está. En las democracias de verdad es fundamental la separación de poderes para sus controles efectivos y evitar que un país se convierta en tan solo una guarida de hampones que rapiñan por la teta pública.
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