Amor Sublime

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


El caminar es más lento, ya no hay tanta prisa, el tiempo se acaba, las energías para lo esencial. Las motivaciones se menguan, son esquivas y difíciles de pescar y más aún cuando la vejez vale tan poco, es un estorbo para la cultura occidental. Pero si hay vida, hay lucha. Y si hay lucha, hay resistencia.  Cada día abonamos nuestro suelo para recoger frutos al día siguiente. Todos tenemos un jardín qué cuidar, incluso el jardín filosófico. La vida se juega en el presente, en el
devenir intenso, reír un poco de vez en cuándo así sea de nosotros mismos. Aprendemos a hacer leña del árbol caído. El daño algo salva. Lo que no nos mata, nos hace más fuertes. «Allí donde hay peligro también crece lo que salva.» Poco a poco vamos dejando atrás los miedos imaginarios para habitar la calma en medio de la tormenta.


Un sueño, una meta común son las razones para levantarse de la cama cada amanecer. No importa si hemos perdido mucho o poco la fe en nuestras vidas o en la humanidad, no vemos gestos amables hacia esta casa común, hacia nuestra pacha mama que es este planeta tierra en el cual estamos como invitados. Por el contrario, los gestos destructivos son la cosa más común que ponen en cuestión la sostenibilidad de la vida entera. En verdad se pierde la fe por los días venideros. Sólo es el impulso vital que nos empuja y nos arrastra a seguir hasta el día desconocido.


El amor es un buen aliado. En él se distingue el erótico del trascendente. El amor pasional, sádico, masoquista es el placer egoísta, el regocijo del yo, puro narcisismo, el cuerpo del otro es un medio, una mediación para alcanzar mi placer. Leo en Alain Badiou en Elogio del Amor la siguiente precisión lacaniana que distingue este amor pasional de lo que podría llamarse amor sublime, trascendente: «El deseo es una potencia inmediata, pero el amor además pide cuidados, reanudaciones. El amor conoce el régimen de las repeticiones. 'Dime otra vez que me amas,' y también muy a menudo: 'dímelo mejor.' Y el deseo siempre recomienza. Bajo la caricia se puede escuchar, si está encantada por el amor, ¡Más! ¡Una vez más!... En el goce el cuerpo del otro es una mediación para la experiencia del placer individual, es un acto egoísta y no puede ser de otra forma, si bien el juego erótico empieza entre dos, luego lleva lejos a cada quién, uno muy lejos del otro, es el amor como potencia.»


Mientras que en la experiencia del amor se aborda el ser del otro, de la persona amada, va más allá del simple narcisismo. El otro es el medio para vivir la experiencia del amor que se vive en cada momento, es inmanente, en la práctica todos los días se renueva el contrato de amor, se recomienza una y otra vez, el amor es el deseo de durar, de enfrentar lo inédito, lo diferente que se repite.  “Vas a cumplir ochenta años. Has empequeñecido seis centímetros, sólo pesas cuarenta y cinco kilos y siempre eres bella, graciosa y deseable. Hace cincuenta y nueve años que vivimos juntos y te amo más que nunca. De nuevo llevo en el hueco de mi pecho un vacío devorador que sólo calma el calor de tu cuerpo contra el mío.” André Gorz en carta de amor a su esposa Dorin. En el amor se renuncia a todo pudor en el cuerpo que se ofrece al otro en esa prueba corporal.. Todos los días la duración se pone a prueba.


De acuerdo, el amor como la música nos vivifica porque es lo más próximo a la reafirmación de la existencia.


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Antioquia: ¿La misteriosa tierra de Ofir?

Por Norberto Vélez Escobar
Miembro correspondiente 
Academia Antioqueña de Historia



Recientes estudios genéticos han revelado un secreto largamente oculto sobre Cristóbal Colón: el célebre navegante, cuya identidad ha sido objeto de debate durante siglos, era de origen judío. Este descubrimiento, resultado de análisis de ADN de sus restos, cambia radicalmente la forma en que comprendemos su figura y exige una nueva lectura de la historia del descubrimiento de América. Colón, quien navegó bajo la bandera de los Reyes Católicos, con símbolos templarios en las velas de sus naves, emerge como un personaje cargado de simbolismos y enigmas aún por desentrañar.


Este hallazgo abre un capítulo novedoso en la historia, y permite plantear interrogantes acerca de los motivos que tradicionalmente se explican de su expedición. ¿Podría su travesía haber sido un plan de huida para salvar al perseguido pueblo judío? ¿Acaso su insistencia en este viaje durante décadas escondía un deseo más profundo: hallar los antiguos secretos y misterios del pueblo de Israel? Tal vez Colón dejó pistas deliberadas para que las generaciones futuras comprendieran su verdadera misión en esta gran historia.


Convencer al Imperio español de financiar su plan no fue sencillo. Según el investigador antioqueño Raúl Aguilar Rodas, en una época de crisis y dudas Colón logró mover las fibras más sensibles de la Reina Isabel la Católica, 

prometiendo el oro de tierras desconocidas, y claro está, la expansión de la fe católica. Pero fue aún más lejos, sugiriendo que con las riquezas provenientes de la nueva ruta comercial, España podría recuperar el Templo de Salomón, para entonces en manos musulmanas, y establecer allí el credo católico. Este argumento, que apelaba al fervor religioso de Isabel, fue clave para obtener el respaldo de la monarquía.



Entre los conocimientos que poseía Colón antes de embarcarse en su aventura, destacan extraños hallazgos en las playas de Porto Santo, en Portugal, donde aparecieron troncos tallados y cadáveres de gentes de pueblos desconocidos, evidencias de civilizaciones más allá de las columnas de Hércules. Además, según testimonios, el prenauta Alonso del Huelva le había hablado a Colón antes de morir, de una tierra virgen y rica en oro, situándola al oeste, lo que reavivó su propósito de encontrarla.


Esta conexión entre Colón y las antiguas historias judías nos remonta a la construcción del primer Templo de Israel por el rey Salomón. Con la alianza del rey Hiram de Tiro, Salomón encargó a los fenicios la tarea de traer las más exóticas riquezas del mundo antiguo, incluyendo el oro de una tierra mítica conocida como Ofir. Las crónicas señalan que estos viajes, desde el puerto de Tiro, duraban tres años y resultaban en cargamentos de oro y piedras preciosas. ¿Sería posible que este mito atrajera a Colón, guiando su travesía?


El almirante partió del puerto de Palos de Moguer el 3 de agosto de 1492, rumbo a lo desconocido. Impulsado por los vientos alisios y las corrientes marinas que alcanzan las costas portuguesas, españoles y africanas, para orientarse desde Gomera, una de las islas Canarias, hacia el mar abierto, con la brújula señalando el oeste. Ayudado de información recabada de navegantes como Alonso del Huelva, llegó el 12 de octubre a la isla de Guanahaní, una pequeña isla del archipiélago de Bahamas, situada al norte del extremo oriental de Cuba y que hoy lleva el nombre de San Salvador. Desde su desembarco, su obsesión por encontrar oro fue evidente, interrogando constantemente a los aborígenes sobre los “criaderos” del metal, el cual los nativos empleaban para cubrir partes de sus cuerpos. 


Siguiendo las indicaciones de los pobladores, la expedición se desplazó hacia el este a lo largo del arco de las Antillas. Una de las islas exploradas en el primer viaje fue Baneque, a la que bautizó con el nombre de “La Española”, isla que hoy lleva los nombres de República Dominicana/Haití. Uno de los caciques de Baneque informó a Almirante que los criaderos del oro se encontraban en una isla muy grande y muy poblada que estaba a cien leguas al sur; que en esa tierra recogían el oro con redes y canastos y que allí lo sabían trabajar. 


En su tercer viaje, el Almirante llegó a las tierras suramericanas; la expedición

desembarcó en las costas de la boca del río Orinoco, para enseguida bordear la península de Paria. Estando aún en Zuania, nombre con el cual los aborígenes denominaban la tierra americana, volvió a preguntar por los 

orígenes del oro que el Almirante observaba, recibiendo por respuesta que este provenía de una tierra alta y fría, situada al occidente.


En su cuarto y último viaje, el Almirante optó por modificar el rumbo de las expediciones anteriores, y se dirigió a explorar las tierras del occidente, de acuerdo con las informaciones obtenidas de los pobladores de Paria. De hecho, el Almirante se propuso circundar, o abrazar las tierras de donde se obtenía el oro que circulaba por todas las Antillas. Con este fin la expedición dio rumbo a Cuba y luego cruzó a Jamaica, isla que ya había explorado en su primer viaje.


Desde Jamaica se dirigió al sur, y tras sortear tormentas, enfermedades de los marinos y daños en las naves, Colón alcanzó la península que llamó “Nombre de Dios”, actual frontera entre Honduras y Nicaragua. Desde “Nombre de Dios”, continuó hacia el oriente siempre siguiendo las indicaciones de los aborígenes e indagando por los criaderos del oro, alcanzando a fondear en las bocas del río Veragua, actual Panamá, con el propósito de hacerse a un lugar seguro para reparar las maltrechas embarcaciones, conseguir alimentos y descansar la tripulación. Una vez más, siguiendo las indicaciones, continuó hacia el oriente, alcanzando tierras colombianas en Cabo Tiburón, Chocó. Sin embargo, debido al mal estado de las embarcaciones que hacían agua y debían ser achicadas, y a las enfermedades, la desesperación y la rebeldía de la tripulación, se vio obligado a regresar a España haciendo previamente escala en Baneque con el fin de reparar las naves y conseguir el alivio de los marinos que le acompañarían. Nunca llegó a la "montaña de oro" que tanto había anhelado encontrar.


Según el investigador Adam Szaszdi, los criaderos del oro que buscaba Colón, aquellos que los taínos viejos de Baneque o la Española, hoy Santo Domingo/Haití, ubicaban a "cien leguas al sur", se encontraban en las tierras antioqueñas de Buriticá y Dobaibe. Décadas más tarde, Vasco Núñez de Balboa y Juan Badillo, lograron alcanzar estas tierras, conocidas por su riqueza aurífera desde tiempos pretéritos. Tal vez no sea descabellado pensar que el territorio 

pleno de oro de Antioquia era la misteriosa Ofir, el destino de los navegantes fenicios en sus viajes de tres años desde y hasta Israel, y propósito secreto de Cristóbal Colón, judío sefardí, seguro conocedor de la leyenda de Ofir que se menciona en varios de los libros del Antiguo Testamento.


Así, la historia de Antioquia y la leyenda de Ofir parecen entrelazarse en un relato de oro, mitos y exploraciones que hoy nos invita a desentrañar sus 

misterios.


Rionegro, 20 de noviembre de 2024.


Notas

 

1 Para este trabajo se contó con la valiosa colaboración de la investigadora y escritora Gloria Montoya Mejía.

2 Este es un artículo de carácter divulgativo. No se le debe tomar como artículo académico.



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Nunca Fuimos Modernos

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


 Nunca fuimos modernos es el título de un ensayo de Bruno Latour. Pero ¿dónde está el quid del asunto? Es bien sabido que la modernidad era el vagón de moda al cuál había que subirse para no quedarse atrás. Y no sólo era eso, sino que había que extenderla, llevarla a todas partes en donde no estaba. Pero a todas estas que se entiende por modernidad, palabra de uso corriente que todo el mundo usa como decir buenos días, buenas noches. Todos dan por supuesto un significado consensuado que están refiriendo a lo mejor de lo mejor, lo último ya probado y conveniente por adquirir, el camino por transitar, so pena de quedarse atrás de lo que manda la moda.


La modernidad se tornó en empresa colonizadora y la más conocida fue de las conquistas de otros territorios, con cruz y espada llevaron el credo de la modernidad a pueblos que juzgaban atrasados, que no tenían ni ciencia ni cultura ni supuesto Dios verdadero. Eran pueblos considerados que ni tenían matrices lógicas para aprehender la realidad, carecían, según los colonos, de una dialógica, de un aparato científico y filosófico que produjera verdad. Ser y pensar diferente a la verdad establecida eran motivos suficientes para declarar salvaje o atrasados a pueblos diferentes, los consideraban sin acceso a la ciencia, a la cultura y a la religión que mandaba el ser moderno. Era el rasero con el cual se medía a propios y extraños, era la matriz lógica obligada, el imperialismo, la dictadura de los colonizadores que se creyeron modernos y por tanto imponer su credo.


La modernidad se erigió como una empresa que llevaba una civilización global en todos los campos de ciencia, cultura y religión, se imponía una matriz de cientificidad global para ser impuesta en cada localidad del globo terráqueo. Pero en nuestros días sabemos que lo global y lo local no se excluyen sino que se complementan, cada pueblo brinda cultura y técnicas que enriquecen al otro lado del océano. Cada territorio y cada población habitan su propio medio favorable y por tanto sus experiencias específicas. Así como naturaleza y cultura ni son oponibles sino más bien complementarias, no se sabe donde termina la una ni donde comienza la otra.


Pero más que poseer una verdad absoluta, una verdad cogida de la cola, de trascendencias, lo que se trata es de lo que se vive en el momento y en el medio donde se encuentre con sus condiciones particulares. Son las circunstancias, es de lo que se vive, de lo que pasa en el momento.  En sí, es un tema de redes, de intercambios, todo se juega en el medio, por donde se pasa, ir y venir, es un tema de mensajería, de intercambios sin perder cada uno la esencia, lo trascendente. Todo está en la Inmanencia, Inmanere quiere decir residir en. Lo global / local y lo natural / social son realidades que todo el tiempo se están intercambiando sin saberse donde termina la una y donde empieza la otra, son más bien flujos en constante movimiento, todo se juega en la intermediación, todo se juega en la membrana como en la piel en el cuerpo de un viviente que deja pasar en doble vía para constituir experiencias específicas, lo que vivo, lo que siento.


Pasar, mediación, estar en el medio, nunca nada definitivo, es decir ex-istir, estar por fuera, el ser que se va haciendo en la interacción con el medio favorable, con el entorno, siempre en el medio, en la mediación, todo se juega allí, en el pasar, en la mensajería, se parte del encuentro y no de la permanencia, el devenir es una bonita expresión para definirnos. No existe naturaleza ni cultura en estado puro, todo es mezcla, devenir. Los universales son más bien relativos, o mejor híbridos, diferencia y repetición, el eterno retorno que se repite de manera diferente, repetición y renovación. Todo se juega en la mediación, en el intercambio se muestra lo mejor. Lo local y lo global se complementan más que anularse. Nada está dicho de manera definitiva, ni con la ciencia del mundo moderno ni con la Ilustración de la época contemporánea ni mucho menos con el fracaso político del stalinismo o fascismo, todo es tránsito, todo es devenir, y de acuerdo nunca fuimos modernos


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Pasiones Más que Razón

 Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

Pienso, luego no existo. Mientras más se piensa menos se es, nos sustraemos de lo real concreto. No somos tan sólo cerebro, pensamos y sentimos con todo el cuerpo. Somos seres de sentires: oler, oír, ver, tocar, gustar. Se existe con todo el cuerpo, con cada poro, somos de pies a cabeza. Todos y cada uno de los sentidos nos proporcionan información, captamos el mundo, nuestro alrededor según las percepciones, según nuestras sensibilidades. Nuestro cuerpo con sus poros, con cada milímetro de la piel es esponja, membrana que capta lo que nos rodea. No hay saber sin encarnación.


El viento, el aire va y viene, micro partículas, pliegues, flujos que atraviesan las existencias, constituyen la vida, el espíritu y el cuerpo, corporales e incorporales. Polvo eres y en polvo te convertirás. Todo ir y venir, flujos de información, distribución, interferencias, intercepciones, transmisiones, mensajeros. Todo un mundo de comunicaciones, la sociedad pedagógica, formación constante, continuada que acompaña nuestras vidas productivas todo el tiempo. Primero humanidad agraria, después el hombre económico, industrial, luego avanza la era del conocimiento. "Comeremos saber y relaciones, más y mejor de lo que vivimos de la transformación del suelo y de las cosas, que continuará automáticamente.” (Michel Seres).


Todo el tiempo estamos en guardia, reaccionamos con las interacciones en el contacto con el mundo exterior. Por ejemplo, el miedo que paraliza; uno sabe con quién se casa pero desconoce de quien se divorcia; la ira de intenso dolor que mata y come del muerto, morir matando, no era yo, no supe qué me pasó, salirse de sí, de su propio ropaje normativo que preserva las normas sociales, de las buenas conductas comportamentales. Salirse de los cabales, el cuerpo gobernado por pasiones de amor o de odio y no por la razón. 


Pasiones sentidas por todo el cuerpo, cada poro nos trae y lleva información. Hoy con los medios de comunicación somos una sociedad antropófaga, comemos muertos y bebemos sangre todos los días, a cada hora en los noticieros, ángeles falsos, caídos. Todos nuestros crímenes vienen del deseo de poder y de gloria. Vivimos anestesiados. Es el infierno sobre la tierra, fábrica de odio. El eterno retorno de lo mismo. Por fortuna el sufrimiento nos advierte hasta salvar la vida.


Las pasiones


"¿Conoces la pasión de caminar suavemente, con suelas silenciosas como sobre el viento, el arte de pasar desapercibido, de partir como si nadie hubiese venido, dejando las cosas inmutables, para de repente, volverse transparente, más blanco que la blusa, vacío y puro como el aire del universo luminoso? La pasión forzada de dejarse atravesar por el viento, la quemadura o el espacio frío… aquella de callarse durante mucho tiempo, anónimo, de no tener lugar posible… donde se hilvanan los diálogos de los otros… La pasión de la partida, de lo lejano, de la carencia…. El placer refinado de borrar el cuerpo, la palabra y la sombra, de no contar para nada, de ocultarse, de aligerarse tanto cuanto se vuela. (Micel Serres., La Leyenda de los Ángeles, cap. Medianoche).


Compasión, Pasión humildad


Pasión más que razón, más que entendimiento definen a la especie humana. Humano, hombre, humanidad, humildad comparten la raíz común de humus que quiere decir tierra. Polvo eres y en polvo te convertirás, concibe la religiosidad cristiana. La tierra que se encuentra debajo de nuestros pies, el polvo que se esparce por todos lados nos constituye. No existe justicia sin misericordia. En nuestros días y en nuestra cultura no tenemos texto sagrado o literario para cantar nuestras desgracias como en otrora con los textos de la biblia, la Ilíada, la Odisea, por ejemplo.


Todas las enfermedades vienen de odiar el amor. El amor nos transforma a nosotros mismos y todo lo que alrededor existe, es la empiria de las sensaciones y no del imperio de la razón. Humus es tierra y también humanidad y humildad. La humildad produce simetría, hermandad, solidaridad. 


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Retorno de Pan y Circo

Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


El furor de estar en el tren de la modernidad embriaga a las culturas locales, lo de afuera y más sonado, lo más masivo o popular es el vagón en el que todos deben treparse so pena de quedarse rezagado, de no estar a tono con lo que impera en el mundo. Pero el éxito de una tal empresa vanguardista entre comillas, tiene que ver con lo popular, con lo masivo, de todo eso que gusta a la gente y que los hace sentir plenos pese a los problemas con los que cada uno puede estar cargando. Pero todo esto masivo no es más que un fenómeno de manipulación de la opinión pública.


Es posible que toda esta manipulación se diluya en lo festivo que da una sensación de bienestar y felicidad. Nadie pone en duda que la fiesta es una mezcla de todo en donde las reglas y rigideces de una sociedad normada entran en suspensión, allí el rico y el pobre se juntan, se mezclan, se ríen, gozan sin importar su clase social, la miseria se esfuma y la alegría festiva es de todos, popular, democrática, me refiero a la fiesta en la cual todo se mezcla y las diferencias sociales, económicas y espirituales entran en una especie de suspensión para abrir paso a la alegría, una especie de juego democrático en donde todos son iguales mientras está ese derroche festivo en donde el pobre y el rico, el feo y el bonito entran en hermandad.


Esto es cierto lo que sucede en la fiesta, pero no quita ese gran halo mediático que adormila y manipula a la opinión pública para anular la criticidad, rebelión a su situación de miseria. Esto puede decirse con una famosa expresión de pan y circo que define la metodología para mantener a las gentes conformes y adormiladas sin protestar por su condición de degradación y miseria. 


Y tan cierto es que ¿cómo es posible que ante tanta miseria y tanta gente en la inopia, no entren en estampida arrasando con todo lo que encuentren a su paso? no entren en estallido social sacando dentro de sí esa bestia salvaje y depredadora que todo viviente tiene como recurso para disputarse una presa, para no dejarse morir de hambre. De nuevo, insistimos, el pan y el circo, y desde luego la violencia y el miedo, entran a contener esa fiera salvaje que amenaza con la depredación.

 

Esto festivo descrito tan sólo es un sedante que adormila lo que puede haber de rebelde en cada espíritu. El ruido y el licor embotan hasta perderse uno mismo, el yo se diluye en una masa acrítica, todos están embriagados y felices con el pan y el circo. Y acá no hay que dejar de señalar que lo peor de lo global se impone ante lo local. Un formato de fiestas llamadas del retorno, de rumba y licor, alboradas o griterías que simulan alegrías a los cuatro vientos, son llevados a lo largo y ancho de la geografía colombiana, música de un mismo sonsonete que escurren entre nota y nota amargura y machismo.


Otra anotación que viene a lugar, refleja y favorece todo esto que anestesia a los espíritus dignos y rebeldes, es la prelación por lo mercantil y el desprecio por lo estético y bello que puede reflejar la historia de un pueblo. Es bien sabido que lo mero mercantil en desmedro de lo estético que enriquece el espíritu, ha sido el valor supremo de esta sociedad antioqueña, el negocio está por encima de todo al punto de ahorrar toda la vida para morir rico, es la ética del miserable. 


Lo propio sucede con la clase dirigente y adinerada, pasan por alto la configuración estética y espiritual del territorio, la arquitectura es extravagancia, sólo es encanto de mercado para cautivar ingenuos, y lo poco heredado de la colonia y del período republicano fue demolido o simplemente adaptado para la explotación comercial, opacando lo que otrora era símbolo majestuoso y referente del paisaje. Caminar, para corroborar, por las calles de Medellín, en cada esquina, en cada acera, verás cachivaches y baratijas chinas, nada de qué maravillarse ni con ojos, paladar, oídos...


Es posible que todo pueda reducirse a una estrategia de manipulación del Poder de turno, dar pan y circo para mantener felices a los súbditos, a los votantes.


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