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René Girard o la comprensión de la aptitud humana para la imitación

Por Luis Alfonso Paláu C.

I. - El mecanismo victimal: fundamento de lo religioso.
Cada vez que la ciencia triunfa de manera indiscutible, se repite el mismo proceso.  Se toma un misterio muy viejo, un misterio tremendo y oscuro, y se le transforma en enigma.  Los misterios insondables de antaño se van presentando poco a poco como un problema por resolver.  Asistimos pues a la transformación de lo religioso en una cuestión científica.
1.- Mímesis de apropiación y rivalidad mimética.
"En los comportamientos humanos no hay nada, o casi nada, que no sea aprendido; y todo aprendizaje se reduce a la imitación.  Si de repente los hombres dejaran de imitar, todas las formas culturales se desvanecería.  Los neurólogos nos recuerdan con frecuencia que el cerebro del hombre es una enorme máquina de imitar" (p. 17).
Las psicologías y las sociologías de la imitación elaboradas a fines del s. XIX están profundamente teñidas de optimismo y conformismo de la pequeña burguesía triunfante.  Gabriel Tarde, autor de la obra más interesante: Las leyes de la imitación (1895) considera a ésta como el fundamento único de la armonía social y del "progreso".
Pero la problemática de la imitación se remonta a Platón, quien se encargó de amputarla de su dimensión social.  Cuando habla de imitación se refiere a determinado tipo de comportamiento: maneras, hábitos, palabras, formas de hablar, siempre representaciones.  Pero Platón nunca habla de los comportamientos de apropiación y por este camino él y Aristóteles despojaron a la imitación de su dimensión conflictiva (la dimensión adquisitiva).
¿Cómo describir el fundamento psico-social del comportamiento de apropiación?  Si un individuo ve a otro de sus congéneres tender la mano hacia un objeto, siente inmediatamente la tentación de imitar su gesto.  La convergencia de dos o más manos igualmente ávidas de un mismo y único objeto desata el conflicto (los niños disputándose un juguete; las señoras arrancándose de las manos una prenda en las rebajas del Éxito; los hombres de la guerra asesinándose por el control de un territorio...).  Si se busca controlar el conflicto hay que lograr que los adultos aprendan a reprimir la rivalidad mimética.
Desde este punto de vista, el famoso "potlatch" aparece para Girard como una inversión de la mímesis de apropiación en mímesis de renuncia, que no obstante puede llegar a unas intensidades agonísticas igualmente desastrosa para la sociedad que se abandona a ella.  Recordemos que había sido Marcel. Mauss el que había analizado esta institución del noroeste canadiense entre los esquimales.  Se trataba de un fenómeno social total que comprometía a los grupos de la sociedad en intercambios generalizados regidos por la triple obligación de: dar, recibir y devolver con incremento.  En sociedades mal llamadas primitivas, sin moneda y por tanto sin comercio, se organizaban ciclos amplios de intercambios de bienes y servicios, valores y mujeres, etc... regidos por la lógica de la generosidad .  Lógica de la renuncia (regalarle al otro, no tanto apropiarme de algo) que sin embargo no suspende, sino que por el contrario exaspera su carácter agonístico: también se puede ofrecer un "potlach" a un rival al que se quiere aplastar o simplemente sobre el que se quiere prevalecer forzando una reorganización de la jerarquía social.  Si generosamente regalo a mi rival más de lo que sé que él podrá devolverme, lo hago descender en el estatuto social y me pongo por encima de él.  Por esto Girard dice que la intensidad puede llegar a ser desastrosa.
Incluso podemos añadir, de nuestra propia cosecha, una anotación de economía: siendo los bienes finitos, la declaratoria del derecho a la propiedad privada por parte de un número ilimitado de deseosos de apropiación, hace de ella la cima de la tensión social…  No hay bienes para todos y los pocos que terminan apropiándose los existentes, lo hacen expropiando al resto de los actores.
Por otra parte los etólogos han visto en los monos cómo se preocupan por reprimir el deseo de la mímesis de apropiación por las consecuencias que produce la rivalidad.
2.- Función del entredicho: prohibición de lo mimético.
No hay cultura que no prohíba la violencia en el seno de los grupos de cohabitación.  Y al lado de la violencia efectiva quedan prohibidas también las circunstancias que puedan conducir a ella, las rivalidades demasiado violentas.
Quienes se entregan al mimetismo de apropiación realizan siempre los mismos gestos y no dejan de imitarse mutuamente: cada uno se vuelve el simulacro del otro.  Nosotros ponemos el acento en la victoria o la derrota, en los resultados; las sociedades tradicionales o primitivas ponen el acento en la reciprocidad, en la imitación mutua de los antagonistas.  Lo que les choca es el parecido entre los competidores, la identidad de sus objetivos y maniobras, la simetría de sus gestos.
Dice Girard: "la violencia en las sociedades primitivas no se concibe nunca como la concebimos nosotros (los europeos).  Para nosotros la violencia posee una autonomía conceptual, un carácter específico (...)  Nosotros vemos sobre todo el acto individual (...)  Lo que nos permite abstraer intelectualmente el acto de violencia, ver en él un crimen aislado, es la eficacia de las instituciones judiciales que trascienden a los antagonistas.  Si no existe aun esa trascendencia judicial, si ha perdido su eficacia, si se ha hecho impotente para hacerse respetar, aparece enseguida el carácter imitativo y repetitivo de la violencia (...)  En la etapa de la venganza se trata del mismo acto, del asesinato realizado en la misma forma, por las mismas razones.  Y la imitación se va propagando, rompe las barreras de espacio y de tiempo, siembra la destrucción a su paso y se busca perpetuar de generación en generación.  La venganza es el paroxismo y la perfección de la mimesis.  Reduce a los hombres a la repetición monótona del mismo gesto del asesino.  Los convierte en dobles" (pp. 22-23).
La venganza se presenta como represalia, y toda represalia provoca nuevas represalias.  La venganza es un proceso infinito e interminable que tiende a invadir el cuerpo social.  "Pero el deber de no derramar nunca la sangre —dice Girard en otra de sus obras, La violencia y lo sagrado— no es en el fondo distinto del deber de vengar la sangre derramada.  Por consiguiente, para terminar con la venganza, o en nuestros días, para terminar con la guerra, no basta con convencer a los hombres de que la violencia es odiosa; precisamente porque están convencido de ello, se creen con el deber de vengarla" (p. 23).  En un mundo sobre el que planea la venganza es imposible alimentar a su respecto ideas inequívocas, hablar sin contradecirse.  En cualquier conflicto armado no existe ningún actor que no odie la violencia del otro y busque extirparla mientras la reproduce.  Las expresiones corrientes son más reveladoras que las teorías jurídicas: las tareas de "limpieza social" son llevadas a cabo por las gentes decentes que odian la violencia que sufren en sus bienes o sus personas por parte de los delincuentes...  Estas personas “decentes”, entre más eficientes sean en su labor, más criminales se vuelven ellos mismos.  La expresión "tomarse la justicia por sus propias manos" significa dar rienda suelta a la violencia imitativa...
Es cierto que en el sistema penal no existe ningún principio de justicia realmente diferente de la venganza...  pero no es menos cierto que el sistema judicial (y la prescripción que él conlleva) aleja la amenaza de la venganza.  No la suprime; la limita efectivamente a una represalia única (los delitos y su castigo no son heredables; el sospechoso debe ser vencido en juicio...) cuyo ejercicio queda confiado a una autoridad soberana y especializada.  Las decisiones judiciales son la última palabra de la venganza, el único punto final que se le puede poner.
"No hay ninguna diferencia de principio entre venganza privada y venganza pública, pero existe una diferencia enorme en el plano social: la venganza ya no es vengada; el proceso ha concluido; desaparece el peligro de la escalada" (p. 23).
En las sociedades primitivas que no poseen sistema judicial, que padecen venganzas privadas, el sacrificio se convierte en una medida preventiva a falta de la existencia de una medida curativa.  El sacrificio impide que se desarrollen los gérmenes de violencia y ayuda a los hombres a que mantengan alejada la venganza.
Una señal suplementaria nos es dada por la desaparición del sacrificio en los lugares donde se establece el sistema judicial (p. e. en Grecia, y sobre todo en Roma).  Puede que continúe durante mucho tiempo, pero ha desaparecido su sentido.  Se vuelve un cascarón hueco y por eso en las sociedades laicizadas parece que las instituciones religiosas no tienen ninguna función real.
El punto de ruptura se sitúa en el momento en que la intervención del sistema judicial pasa a ser apremiante.  Entonces los hombres quedan liberados del terrible deber de la venganza.  El sistema funcionará entre menos conciencia se tenga de su función.  Se organiza en torno al culpable y al principio de culpabilidad, en torno a la retribución debida pero erigida en principio de justicia abstracto que habría que hacer respetar.
Ya veremos en el Origen de la geometría el sentido jurídico de la sentencia de Anaximandro.
Es cierto que el sistema judicial no disimula el principio de venganza que lo rige, y será tanto más racional cuanto más se ciña a él.  La insistencia en castigar verdaderamente al culpable (presumiendo la inocencia de quien no haya sido vencido en juicio) sólo tiene este sentido.  "En lugar de ocuparse de impedir la venganza, de moderarla, o de desviarla hacia un objetivo secundario, como hacen los procedimientos propiamente religiosos, el sistema judicial racionaliza la venganza, consigue aislarla y limitarla como pretende; la manipula sin peligro; la convierte en una técnica de curación, y secundariamente de prevención" (p. 29).
Y esta racionalización de la venganza no tiene que ver con el arraigo comunitario; por el contrario, su desarraigo, la independencia soberana de los jueces acreditada de una vez por todas, contra los grupos sociales o contra la colectividad unánime, en el ejercicio indiscutible de sus decisiones... asegura un monopolio que sofoca la venganza.  El sistema judicial y el sacrificio tienen la misma función, pero el primero es infinitamente más eficaz.  Sólo puede existir asociado a un poder político realmente fuerte.  Cuando el sistema judicial hace crisis ya no existe diferencia entre su principio de justicia y la venganza.  Esto se percibe claramente en los alegatos de los partidarios de la pena de muerte: frente al crimen atroz piden la pena de muerte olvidando que el castigo judicial y la venganza están separados por el desarrollo del debido proceso penal.
“Solo una trascendencia cualquiera, haciendo creer en una diferencia entre el sacrificio y la venganza, o entre el sistema judicial y la venganza, puede engañar duraderamente a la violencia" (p. 31).  Veremos más adelante cómo la aparición de la matemática es contemporánea del género literario de los diálogos (de Platón), y cómo quienes dialogan (y quienes calculan, en el sentido en que Leibniz decía de Él “Deus calculat”) lo que están buscando es poner al margen, arrinconar la venganza, el ruido y la furia.
Los conflictos humanos se arraigan ante todo en lo mimético.   La violencia recíproca es la escalada de la rivalidad mimética.  Cuanto más divide lo mimético, más produce lo mismo.
El origen de la rivalidad mimética es la mímesis de apropiación, esto es, el objeto que los dos rivales miméticos intentan arrebatarse el uno al otro porque se lo asignan el uno y el otro como deseable.
"Basta leer en el Quijote el episodio de la bacía del barbero transfigurada en yelmo de Mambrino, por causa de la rivalidad mimética de la que es objeto, para comprender que hay en Cervantes (…) la intuición misma que hace desdeñar la literatura porque ella resalta de forma cómica la vanidad de nuestros conflictos.  También la crítica racionalista le reprochaba a Shakespeare que construía sus conflictos trágicos en torno a vulgaridades insignificantes, e incluso literalmente, en torno a nada.  Esta crítica veía una inferioridad en lo que constituye la superioridad prodigiosa de Shakespeare sobre la mayor parte de los autores dramáticos y sobre todos los filósofos (...)  Cervantes y Shakespeare saben de ello más que Platón porque tanto el uno como el otro ponen en primer plano la mímesis de apropiación" (p. 27).
La mímesis de apropiación está en el origen de todo y por eso los entredichos de objeto, los sexuales, los alimenticios... prohíben esos objetos porque están al alcance de todos los miembros del grupo.  Detonan las rivalidades que ponen en peligro la armonía del grupo.  Los grupos primitivos reprimen el conflicto mimético pero disimulándolo tras los grandes símbolos de lo sagrado, la contaminación, la suciedad, etc...
3.- Función del rito: exigencia de lo mimético.
Si las prohibiciones buscan alejar la crisis mimética, los rituales buscan reproducirla.
En ellos, las sociedades mal llamadas primitivas se entregan de buena gana a lo que le temen más durante el tiempo restante: la disolución mimética de la sociedad.  Pero también en el campo del arte se lo percibe: de las "peleas" y clamores desordenados, de cargas frenéticas... se pasa a los "simulacros de combate" y a los pataleos rítmicos acompañados de "gritos de guerra", que se transforman en "cantos guerreros"; luego las "danzas bélicas" dejan sitio a los cantos y a las danzas puras y simples.  En esas coreografías, las figuras más delicadas se presentan "en espejo", se trata siempre de dobles.  El modelo de las danzas más abstractas es siempre el enfrentamiento de los dobles, pero perfectamente "estetizado".  Esta aproximación abre así la puerta a la expansión estética, sustituto de la teoría de la sublimación.  Recordemos cómo lo describe Dagognet en el Cerebro ciudadela: “creemos reconocer más simplemente en el hombre los diversos grados de una psicomotricidad cada vez más cerebralizada: a)  al comienzo, ante un espectáculo, el niño lo vive.  Por lo demás se define por su exuberancia y sus excesos de  movimientos.  Va y viene, explora, recomienza, participa visiblemente.  Si percibe "un círculo" (hipótesis de escuela) lo juega, en el límite lo efectúa (lo imita, se tuerce, se da vuelta).  La educación condena e impide esta agitación-gasto, tanto más insoportable para el adulto cuanto que él mismo no se puede dedicar a ella.  b)  no sin dificultad, el niño aprenderá a poner fin a este frenesí desbordante.  Los "ojos" se limitarán a "expresar" la visión del círculo; ingenuo, no sabe ocultar su acompañamiento efectivo.  Se ve que él ve y lo que ve.  La motricidad no por ello ha dejado de cambiar de estatuto.  c)  por fin podrá "virtualizarla"; el cerebro asegura una motricidad que de alguna manera se satisface pero que de aquí en adelante sólo se despliega en la inmovilidad.  Distinguimos pues, en este caso particular, tres etapas: la real, la bosquejada, la interiorizada” .  La educación inscribe en el cerebro “una historia, la de la lenta y feliz mediación”.  Si todos los sistemas educativos, de todos los países, se construyen sobre la enseñanza de la lengua materna y de la aritmética, es por esta función que cumplen de mediar, de pararrayos de la violencia…
4.-  Sacrificio y mecanismo victimario.
Si el sacrificio es la conclusión de los ritos, entonces debe aparecer como el punto final de la crisis mimética escenificada en esos ritos.  En el paroxismo de la división, en el momento de discordia mimética, movida por los círculos interminables de represalias vengadoras...  se afirma la unidad de la comunidad en el acto sacrificial.  A la oposición de todos contra todos, sucede de repente la simplicidad de un antagonismo único: de un lado toda la comunidad, del otro la víctima.  El sacrificio es una violencia más que se añade a las otras pero tiene la cualidad de ser la palabra final de la violencia.  Freud fue el único que comprendió —dice Girard— la necesidad de un asesinato colectivo real como modelo del sacrificio.  El asesinato colectivo constituye el paroxismo y la conclusión de la crisis mimética.
"Quedaría así resuelta la paradoja que nos choca.  No habría contradicción intencional entre los entredichos y los rituales: los entredichos intentarían apartar de la crisis prohibiendo las conductas que la suscitan, pero si la crisis vuelve a comenzar o parece que se va a presentar de nuevo, entonces los ritos se esfuerzan en canalizarla por el buen camino y llevarla a su resolución, o sea, a la reconciliación de la comunidad a costa de una víctima que hay que suponer arbitraria.  En efecto, ninguna víctima individual puede ser responsable de la crisis mimética" (p. 37).
Veamos pues la lógica de fondo del conflicto mimético: cuanto más se exasperan las rivalidades, más tienden los rivales a olvidarse de los objetos que la causan en principio y más fascinados se sienten los unos por los otros.  La rivalidad se deshace de lo exterior y se purifica o se aprestigia.  Cada rival se convierte para el otro en el modelo-obstáculo adorable y odiable al mismo tiempo, al que necesita simultáneamente abatir y absorber.
En algún lugar Serres va a definir al hombre como el ser que es capaz de dotarse de objetos, y en el Contrato natural va a insistir —poniendo de presente la pintura de Goya: los dos luchadores en la arena movediza— que los que se enfrentan en la guerra no perciben el mal que le hacen a lo que los rodea; y es claro que la materiología, la objetología, y la exologías dagoñetianas tienen un propósito convivencial.
La mímesis es más fuerte que nunca, pero ya no se ejerce a nivel del objeto, que ha dejado de existir.  Ya no hay sino antagonistas, "dobles" inseparables.  Canetti también lo expresa: "Si tenemos presentes a ambos bandos beligerantes, la guerra ofrece la imagen de dos masas doblemente  entrelazadas (...)  El lazo resulta de que cada participante en una guerra pertenece siempre a dos masas a la vez: para su propia gente pertenece al número de guerreros vivos; para el contrario al número de los potenciales y deseables muertos (...)  El estallido de una guerra es antes que nada el estallido de dos masas" (Masa y poder.  pp. 66-67).  Y como ya no importa el objeto, la mímesis de apropiación cede su lugar a la mímesis de antagonismo.  En palabras de Canetti: "Siempre es el enemigo el que empezó.  Si quizá no fue el primero en decirlo, al menos lo planeaba; y si no planeaba ya lo habría pensado en breve plazo.  Recuerden cómo llevó Busch a su pueblo a una guerra: a punta de mentiras que decían que Sadam tenía armas de destrucción masiva.
La muerte como deseo existe por todas partes y no hay que ir al fondo del hombre para sacarla.  La notable e inconfundible alta tensión, típica de todos los sucesos bélicos, tiene dos causas: a) querer adelantarse a la muerte y b) actuar en masa (Canetti, p. 68).  "Si la mímesis de apropiación divide haciendo converger a dos o más individuos en un mismo y único objeto del que todos quieren apropiarse, la mímesis de antagonismo forzosamente reúne haciendo converger a dos o más individuos en un mismo adversario al que todos quieren abatir” (p. 38).  Y esa víctima expiatoria acabará necesariamente apareciendo y reconciliando a la comunidad, “ya que la experiencia misma de la crisis, ligada a un mimetismo cada vez más intenso, necesariamente tiene que suscitarla" (p. 37).
La observación de los sistemas religiosos nos obliga a pensar dos cosas: 1) que la crisis mimética se produce siempre; 2) que la unión de todos contra una víctima es la resolución normal y propiamente normativa de donde brotan todas las reglas culturales.
El mecanismo salvador sólo se dispara en el paroxismo de la lucha fratricida.  Es ciertamente del mayor desorden (del caos, de la furia, noise hemos leído en M. Serres) de donde surge el orden en la cultura humana, ya que el gran desorden supone la desaparición de todo objeto y el tránsito a la reunificación que implica el que todos se reúnan contra el chivo expiatorio.
A fin de cuentas hay que volver siempre a la crisis para dar origen de nuevo a la resolución pacificadora y ordenadora.
Girard no busca un culto de la violencia sino desentrañar el mecanismo victimario que requiere de su desconocimiento para funcionar.  Entre más y mejor se conozca lo que es el "chivo expiatorio" más pierde este mecanismo su vigor para asignarle tareas a la cultura humana.  La producción de lo sagrado es inversamente proporcional a la comprensión de los mecanismos que lo producen.
Shakespeare, por el contrario, arraiga todo efecto teatral y toda "crisis de identidad" en la misma contienda mimética y violenta de toda mitología y de todo asesinato colectivo, incluso cuando se trata de algo tan histórico como la muerte de Julio César, el fundador del imperio romano.
En resumen, tanto en los mitos como en los rituales, la víctima —el héroe— es matada en cuanto responsable de unos crímenes que forman una sola cosa con la desintegración de la comunidad.  Lo mismo que la acción central de los rituales es la muerte de la víctima, muchas veces colectiva, la escena central de los mitos es el asesinato, muchas veces colectivo, del héroe divinizado (léaselo en Roma, el primer libro de fundaciones, pp. 72-94).
En el linchamiento fundador, como hemos visto, la víctima pasa por responsable de la crisis; polariza los mimetismos entrecruzados que desgarran a la comunidad; rompe el círculo vicioso de la violencia; se convierte en el polo —único desde ahora— de un mimetismo ritual y unificador.  Con esta víctima la comunidad logra desembarazarse de una experiencia demasiado intolerable en el desorden y demasiado incomprensible en el regreso al orden, como para convertirla en objeto racional.  Todas las lecciones que se sacan de la experiencia pasarán como enseñadas por la propia víctima.  Puesto que la víctima parece causar los más graves desórdenes y luego reinstaurar un nuevo orden, habrá que remitirse de ahí en adelante a ella para decidir lo que hay que hacer y lo que hay que evitar.  Este saber pasa al primer plano: se considera que la víctima sólo se ha manifestado para ponerlo en manos de la comunidad; es lógico pensar que la cara terrorífica de la epifanía está destinada a imprimir en los hombres las reglas que la divinidad desea promulgar.  Esa divinidad aparece como fundadora tanto de un culto particular consagrado a ella (Cfr. el culto a Hércules, pp. 10-31 de Roma), como de la sociedad misma.  Comprendemos mejor por qué en tantos mitos es del cadáver mismo de la víctima de donde brotan todas las reglas culturales.  Si esta víctima, presente y viviente en la comunidad, le traía la muerte, y si, una vez muerta, le trae la vida, habrá que concluir inevitablemente que su aptitud para trascender los límites de la humanidad ordinaria, tanto en el mal como en el bien, se extiende a la vida y a la muerte.  Entonces, las fatalidades de la condición humana no afectan lo sagrado.  Están esbozados pues todos los rasgos de la trascendencia religiosa.
"Todas las culturas hacen remontar su fundación a unas fuerzas sobrenaturales que pasan también por hacer respetar las reglas que ellas infringen y por sancionar su trasgresión con los castigos más terribles" (p. 53).
La fuerza de lo religioso violento está en que dice realmente a los hombres lo que han de hacer, y lo que no han de hacer, para que las relaciones sigan siendo tolerables en el seno de las comunidades humanas, dentro de cierto contexto cultural.
La hipótesis de lo sagrado es que el espíritu humano se reconoce superado y trascendido por una fuerza que le parece exterior a él mismo, ya que parece hacer con la comunidad humana, en cada instante, lo que le plazca por razones desconocidas, pero que en último análisis parecen más benéficas que malignas.
En fin, Girard nos recuerda que toda su teoría se basa en el carácter ya interpretativo de los fenómenos religiosos respecto al acontecimiento fundador.  Es una interpretación de una interpretación que constituye el objeto de un desconocimiento propiamente fundacional.
II) Génesis de la cultura y de las instituciones.
1.-  Variantes rituales
La muerte de la víctima metamorfosea las relaciones en el seno de la comunidad.  El paso de la discordia a la concordia no se le atribuye al mimetismo unificador de la violencia colectiva sino a la propia víctima.  Al no percibir el verdadero principio de la restauración, el pensamiento religioso lo piensa todo en función de la víctima.  Una cuasi-sustancia maléfica (lo sagrado) se polarizaría en la víctima y se haría benéfica gracias a la operación sacrificial y a su explosión fuera de la comunidad.
2.-  La realeza sagrada y el poder central.
La realeza al principio solo es la voluntad de reproducir el mecanismo reconciliador.  Se intenta buscar una nueva víctima bien parecida a la idea que se tenía de la víctima original, y esa idea está determinada por la eficacia del mecanismo victimario.  ¿Cómo no se va a creer que la víctima fue la que cometió los crímenes, si una vez se lo elimine viene de nuevo el orden y la paz?  En todas las instituciones humanas se trata siempre y ante todo de reproducir, con nuevas víctimas, un linchamiento reconciliador.  Al ser fuente de la discordia y de la concordia, la víctima posee un prestigio sobrehumano y terrorífico que se convierte en el principio de toda soberanía política y religiosa.  El monarca tendrá cada vez más un dominio sobre la comunidad, y llegará a ser tan efectivo que ya se imposibilita el sacrificio del rey.  Y como el sacrificio es siempre sustitutivo, siempre es posible realizar una nueva sustitución.  Los sustitutos de sustitutos terminan por marginar el sacrificio y dar origen a la llamada monarquía moderna.
Aquí radica la diferencia entre la monarquía y la divinidad.  En el primer caso la interpretación acentúa el intervalo entre la elección de la víctima y su inmolación; en el segundo, se acentúa a la víctima ya sacrificada, es lo sagrado ya expulsado de la comunidad.   En la monarquía el poder sagrado opera en la persona del rey; en el segundo caso estará ausente, en la "persona" del dios.  En la realeza domina lo que viene antes del sacrificio; en la divinidad lo que viene después.
4.-  Domesticación animal y caza ritual.
Según Girard la domesticación es tan demorada que no pudo haber sido motivada por el utilitarismo.  Ha de empezar por instalar el animal a su lado, haciéndolo su vecino como si tuviera predisposición a llevar una existencia casi humana.  El sacrificio motivó la domesticación ya que el espíritu religioso sabe que para deshacerse de los aspectos maléficos, la víctima ha de haber residido entre los hombres y parecerse a ellos.
De la misma forma que el plazo sacrificial (en el caso de una víctima humana) es el origen del poder político, así mismo en el caso de animales propicios (aquellos cuyo comportamiento de huída los reúne en manadas) ha sido el origen de la domesticación.
Monarquía, sacrificio humano, sacrificio animal, cría de animales, canibalismo... proceden todos de una voluntad de reproducir la reconciliación sacrificial, fuente de todas las instituciones culturales de la humanidad.
Pero igualmente la cacería es una actividad sacrificial.  El animal es tomado como un sustituto de la víctima original monstruosa y sagrada, es decir víctima reconciliadora.  Del asesinato colectivo surgen las técnicas complejas que agrupan numerosos individuos.
En su libro de 1972, La sociedad contra la naturaleza, Serge Moscovici había sostenido su tesis de la hominización debida a la caza.  Durante mucho tiempo los grupos humanos mantuvieron las tareas de recolección de vegetales y de depredación de pequeños animales siguiendo las formas de la complementariedad de las tareas dentro de una división social y sexual del trabajo.  Las dos tareas son pasivas y las puede ejecutar cualquier individuo —independientemente de su edad, o de su sexo— tan pronto se constituye como biológicamente independiente.
Pero el impulso que llevó a perfeccionar los métodos de depredación y las destrezas de los individuos, terminó por vencer los obstáculos que imponía el cuadro material y mental de la recolección.  La depredación había enseñado a los hombres a matar pequeños animales y a alimentarse de los despojos de los grandes (origen carroñero del hombre).  Entonces las técnicas inventadas en la depredación se mejoraron y permitieron que la presa cambiara de dimensión, haciendo que las operaciones cambiaran de escala.  Los rebaños enfrentados, perseguidos, eran de talla imponente, más ágiles, recorriendo regiones muy variadas, dispersos en espacios más vastos.  Ahora era necesario partir al animal.  Nacen pues una serie de operaciones concernientes al despiece, la conservación, los usos diferenciales de la carne, de la piel, de los huesos.  "La caza provoca la cooperación desde la organización de la expedición hasta la captura de la presa, sin omitir la repartición de las tareas antes y después de ella.  El trabajo del individuo depende en cada momento del de sus compañeros.  La socialización general de las acciones, su articulación en un conjunto, se acompañan de un cuidado sostenido que se le concede a las cualidades intelectuales y físicas de los participantes, de una uniformización de sus capacidades teniendo por objetivo el éxito y la sobrevivencia de todos.  El hombre comienza así su tarea de producir hombres (...)  Las colectividades humanas pueden dirigirse —sin poner en peligro su supervivencia— hacia otras regiones, renunciando definitivamente al hábitat protegido que les ofrecían los recursos vegetales" (pp. 137-138).
Pero a diferencia de otros investigadores que presentan el asunto como una diferenciación que se acentúa en la división social del trabajo, Moscovici afirma que se opera una verdadera separación de los dos mundos: dos códigos de la realidad, dos lenguajes opuestos...  Se instaura no solo una comunicación difícil sino una incomunicación durable; la caza permite el despliegue social de una categoría de actividades y comportamientos sin equivalente en el mundo animal.
Entrampadas, atacadas, envenenadas, masacradas inconsideradamente, las especies animales estuvieron amenazadas de desaparición.  Los pueblos cazadores deciden entonces "cultivar" a la presa, producirla en el encierro.  No atacar a los más jóvenes, o en período de gestación, o en cualquier época del año...  Las “vedas” serán una forma de administrar el recurso para hacerlo sostenible.
Comienzan las interdicciones y los tabúes de la caza.  "La caza ha arrastrado a los hombres igualmente por la vía de la cooperación social global.  Con este fin, es necesario que los gestos, las informaciones, los signos sean convencionalizados, expresados de manera que sean comprendidos e intercambiados fácilmente.  Las postas, el ritmo de los movimientos, toman un aspecto colectivo y el organismo de cada uno es encarnado en la perspectiva de la tarea común.  Esta domesticación del cuerpo y de la inteligencia comienza desde que el niño varón apenas sabe caminar, y se prosigue hasta la edad en que se integra plenamente al grupo.  El cazador afirma su particularidad siendo el poseedor de una facultad, de un poder con el cual se identifica y que lo distingue.  Ya no es únicamente un depredador especializado, un hombre detentador de una habilidad definida, formada en el curso de milenios; es un hombre aparte, que se concibe como tal, alejado del resto de los hombres.  Y especialmente de la mujer" (pp. 145-146).
5. - Los entredichos sexuales y el principio del intercambio.
El principio de intercambio actúa en todos los terrenos y no sólo en el sexual y en el económico.  Si los objetos en entredicho son siempre los más cercanos y los más accesibles es porque son los más capaces de provocar las rivalidades miméticas entre los miembros del grupo.  Los entredichos paralizan a los grupos de cohabitación a tal punto que si sólo hubiera prohibiciones morirían de inanición.  El imperativo ritual impulsa a los miembros de esos mismos grupos hacia afuera, a la búsqueda de víctimas.  Por este camino los ritos sacrificiales son el fundamento de la cultura humana, especialmente los modos del intercambio matrimonial, los intercambios económicos, etc.
Girard resumirá (en la p. 92):
"Tanto si se trata de guerreros matados alternativamente por una parte y por otra, como si se trata de prisioneros capturados o de mujeres "intercambiadas", no hay ninguna diferencia entre las instituciones en las que la gente se entiende para poder luchar mejor, o sea, en las que por una y otra parte se las arreglan para no verse privados de enemigos rituales; y las instituciones en las que la gente lucha para entenderse mejor, o sea, para intercambiarse las mujeres o los bienes que no pueden guardar cada uno para sí.  En el primer caso es la función "catártica" la que domina, mientras que en el segundo es la función "económica"; pero estas dos funciones no son realmente distintas; no son mas que racionalizaciones hechas a posteriori por unos observadores que no ven el origen común de todas las instituciones en la reproducción de una violencia fundacional" (p. 92).
6. - La muerte y los funerales.
En el momento en que se interrumpe la violencia, en que se establece la paz, la comunidad tiene su atención fija en esa víctima que acaba de matar: descubre el primer cadáver.
Fue E. Durkheim el que tuvo la intuición antropológica "más grande de nuestro tiempo" —según palabras de Girard— la intuición de la identidad de lo social y de lo religioso, es decir de la anterioridad cronológica de la expresión religiosa sobre toda concepción sociológica.
La cultura se elabora siempre como tumba.  La tumba no es nunca sino el primer monumento humano que hay que levantar en torno a la víctima expiatoria, la primera cuna de significaciones, la más elemental, la más fundamental.  Ni hay cultura sin tumba, ni hay tumba sin cultura; en definitiva, la tumba es el primero y el único símbolo cultural.  Escribe Serres en Estatuas (p. 186): "Nuestro tiempo viene de la muerte, nuestra historia comienza en Egipto, nuestro saber y nuestra aventura toman su fuente en esos dos lugares que no son sino uno; el pueblo hebreo se evade del país y de los infiernos, el tiempo moderno parte de allí, punto de partida para Moisés y su texto; Orfeo saca su obra de los mundos subterráneos, entendamos: de la tumba, entendamos, del ritual egipcio; Tales viene a buscar su teorema en las Pirámides; traduzcamos: en las tumbas del Faraón; traduzcamos en lengua de historia: en Egipto, traduzcamos filosóficamente: en la muerte.  Nuestra ciencia viene de la muerte.  Jesucristo anuda a todos esos hilos en el tiempo cero.  Con una sola emisión de voz hablamos de ontología e historia, concepto y hecho, como si nuestra metafísica se enraizara en las técnicas mortuorias egipcias.  Ella nos prohíbe regresar a ellas".
Notas de Paláu usadas en el seminario “lectura de la obra de Serres” para presentar en su momento el trabajo de R. Girard.
In memoriam, noviembre 5 de 2015.


 1. Cfr. de M. Mauss.  "El ensayo sobre el don" in Antropología y sociología.

 2.  Cfr. de M. Mauss.  "El ensayo sobre el don" in Antropología y sociología.


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Entrevista a Alain Corbin



Le Point.fr - Publicado el 30/06/2012 a las 15:57
Entrevista realizada por SOPHIE PUJAS
Traducción de Luis Alfonso Paláu

Alain Corbin: “La exclamación (¡!) es una confesión de que se hace mala Historia” 


Inagotable Alain Corbin. Ya sea que evoque su infancia normanda, o las investigaciones de una vida, este historiador a propósito irónico, cultiva el mismo gusto  por el detalle, la misma precisión en la anécdota rica de significación. Nacido en 1936, Alain Corbin siempre ha preferido los caminos de través, a reserva de empujar violentamente una historiografía ronroneante. Desde los años setenta,este especialista en el siglo XIX escogió poner el cuerpo en el proscenio  de la escena histórica. 

Se hundió en temas hasta entonces reprobados: el imaginario de la prostitución (Les Filles de noces. Misère sexuelle et prostitution), el libro que lo lanzó a la celebridad, o las representaciones de la sexualidad (L’Harmonie des plaisirs. Les manières de jouirdu siècl des Lumières à l’avènement de la sexologie). Con el propósito de explorar las más inefables, como el olfato (Le Miasme et la Jonquille. L’odorat et l’imaginaire social, XVIIIe--‐ XIXe siècles) o el oído (LesCloches de la terre). E incluso las metamorfosis de la mirada, gracias a las cuales los hombres comenzaron un día a ver en la playa no un espacio salvaje sino un objeto de delicias (Le Territoire du vide. L’Occident et le désir du rivage).

Enseñó en París I y contribuyó así a escribir una historia de los sentidos que actualmente tiene sus émulos en las universidades del mundo entero. Su otro terreno de estudio son los campos, y la vida cotidiana de los campesinos del siglo XIX. Especialmente con Le Monde retrouvé de Louis--‐ François Pinagot. Sur les traces d’un inconnu (1798-¬‐1876), donde trató de recomponer –a partir de frágiles huellas– la vida de un rústico desconocido, elegido al azar en los archivos del Orne. Pero también con Le village des “cannibales”, donde buscó desenmarañar las causas subterráneas de un hecho diverso atroz: el salvaje asesinato en 1870 de un joven noble sospechoso de ser prusiano a manos de todo un pueblo. Una violencia bien real, nacida de un imaginario colectivo. Nos encontramos pues con un apasionado.

© Jacques Graf / JDD/SIPA

LE POINT.FR : La Historia, en su vida, fue primero la irrupción de la guerra…

Alain Corbin: En efecto. Hago parte de la generación cuyo sentimiento de existir es contemporáneo del sentimiento de estar en guerra. Uno de mis primeros recuerdos es el de mi padre que me dice: “Juicioso pues ¡es la guerra!” Me imaginaba el “tiempo de paz” del que hablaban los adultos como una especie de eldorado… En junio del 40, cuando tenía 4 años, mis padres me llevaron en su éxodo que los condujo hasta las Landas. Más tarde, en agosto de 1944, pasé un mes en casa de un campesino, un antiguo artillero de la guerra del 14, que había cavado una trinchera en pleno soto. Recuerdo también muy bien a esos soldados norteamericanos del ejército del general Patton que, en el momento de la Liberación, nos lanzaban limonada, chocolates, y después sus jeeps… 

El mundo de los campos que Ud. tanto ha estudiado ¿es también el de su infancia?

¡Por supuesto! Mi padre, un mulato antillano, era medico rural. Yo crecí en lo profundo del bosque normando, en una pequeña aldea que se llama  Lonlay-l’Abbaye, llena de encanto y de austeridad. Era un mundo cerrado ¡y muy arcaico! El cura dirigía todo. Los caminos, por los que ahora voy en bicicleta, ni siquiera tenían cascajo. Había muchos artesanos: talabarteros, guarnicioneros, siete tiendas de especias… ¡Para nada tuve que cambiar de costumbres o de ambiente cuando estudié los campesinos del siglo XIX!

¿Cómo nació su gusto por la Historia?

A partir de 1945, estudié en el seminario menor de Flers, en el Orne, que de hecho era un simple colegio confesional. Me aburría espantosamente. El reglamento era de 1858, y la disciplina era aterradora. Levantada a las seis de la mañana, misa en latín, no había calefacción, estaba prohibido hablar en la mesa, excepto en el momento del postre, luego de que el director tocaba una campanita… Me refugié entonces en la lectura de las novelas históricas como Notre-Dame de Paris de Victor Hugo. Y los manuales de historia ¡eran más divertidos que los de matemáticas! 

Pero ¿por qué apasionarse por una historia de las representaciones?

Estudié en la facultad de Caen, donde uno de mis profesores era un fanático de los Annales, la revista que Marc Bloch & Lucien Febvre habían fundado. Él me hizo leer precisamente a Febvre. Me dije que era exactamente lo que había que hacer: una historia de la sensibilidad, que por entonces se llamaba historia de las mentalidades. No he hecho nunca otra cosa. Luego leí con gran interés los trabajos de sus continuadores: Georges Duby, Robert Mandrou, Alphonse Dupront. Por mi parte, tenía unas ganas de hacer una historia de los gestos. Se me amenazó con que ¡nunca haría carrera con eso!

¿Fue pues por esta razón que Ud. comenzó por una tesis más clásica, sobre los trabajadores del Limousin?

Sí, ¡pero también por azar! Al día siguiente de aprobar la agregación, se  hacía la fila ante el inspector para escoger un puesto. Me dieron algunos minutos para decidirme entre Pau y Limoges, dos ciudades, en las que nunca había puesto mis pies. Opté por Limoges porque estaba más cerca de París. En 1959, el Limousin era una región abandonada por la historiografía. Escogí consagrarle mi tesis. Pero desde que la terminé, me pasé a la historia de las “muchachas de vida alegre”, que nunca había sido hecha en Francia. Los emigrantes limusinos que estudié fueron los que construyeron París. Se alojaban en el barrio de la Alcaldía, allí donde estaban las prostitutas. Se pretendía siempre que ellos le eran fieles a la mujer que habían dejado en casa, pero yo no me creía el cuento… Pasé pues muy fácilmente de las casas amobladas limusinas, a las casas de “farolito rojo” que estaban al lado. Y es ante todo el estudio de la miseria sexual de los hombres.

Ud. fue el primero en trabajar ese tema, a fines de los años setenta. ¿Por qué ese desdén de los historiadores por un tema tan “social”?

¡Era tabú! A causa del dolorismo y del deseo de respetabilidad del mundo universitario. Estudiar el dolor, la muerte, el hospital, ¡vamos que está bien! Pero los placeres, sobre todo no… Algunos colegas eran guasones cuando yo llegaba a los coloquios. A veces se me reprochó haber estudiado ¡a las “rameras”!

Y hoy ¿cuán lejos está la sociedad de ese moralismo?

Ud. sabe, hay muchos libros sobre la prostitución o la sexualidad, así como sobre otros placeres. Los ensayos sobre la gastronomía, por ejemplo, están en aumento constante… En literatura también, el erotismo se ha vuelto un objeto de estudio, pero sólo hace poco tiempo. La Pléiade esperó a los alrededores del año 2000 para publicar los autores libertinos. Antes había que ir a los libreros especializados en las curiosa, los libros eróticos. Actualmente están por todas partes presentes. 

Dedicándose a la historia de las sensaciones desde aquella época, Ud. se apropió de un objeto de estudio particularmente inefable…

Por supuesto, ¡es la evanescencia por excelencia! En el Perfume y el miasma, describí el imaginario social ligado a los olores. Mis trabajos sobre las prostitutas me habían conducido allí, puesto que se las llamaba putas, es decir literalmente mujeres que huelen maluco. Había muchas, pero muchas ocurrencias olfativas en los textos que trataban sobre ellas. Esto también me había sido sugerido por la novela A contrapelo de Huysmans, en la que el héroe, des Esseintes, busca reconstituir los mensajes sensoriales de antaño. Constato
que de mis libros es uno de los que más eco ha tenido; fue escrito hace treinta años y siguen apareciendo aún traducciones nuevas, y reediciones. Me contaron que, incluso el novelista alemán Patrick Süskind ha confesado que ese libro le había inspirado para escribir el Perfume. En la actualidad, la antropología, la historia de la recepción y de la emisión de los mensajes de los sentidos se ha desarrollado mucho. Se escribe libros sobre el tacto, sobre el olfato… en aquella época eso parecía extravagante.


¿Era natural pasar del imaginario del cuerpo al de los lugares, con El territorio del vacío. Occidente y la invención de la playa (1750-1840), de 1988?

La playa implica todos los sentidos. El tacto, con la arena, la vista, el olfato… Yo iba a la playa en el Cotentin cuando estaba niño. Muchos de mis temas de estudio están ligados a mi experiencia personal. Esto le hacía decir a uno de mis colegas que nunca había hecho nada mas que lo que me daba la gana y lo que me divertía… ¿Y por qué no? Por lo demás seguí con las Campanas de la tierra. Cuando era niño, en Lonlay-l’Abbaye, se escuchaba las campanas todo el día. Mostré que hasta el siglo XIX, si no se conocía la retórica
de las campanas se estaba por fuera del sistema de comunicación pueblerino. 

Pero este placer que lo apasiona tanto ¿estaba entonces presente en esos campos?

¡Por supuesto! Todo es relativo. Las necesidades no eran las mismas. Las gentes de campo tenían su huerto, su marrano, hacían su mantequilla. Y ¡tenían sus alegrías! Placeres que nos parecerían irrisorios, eran para ellos grandes placeres. Las relaciones entre muchachos y muchachas, las comilonas por primeras comuniones, las fiestas de la cosecha, los paseos de olla… Por supuesto que si los miramos con nuestros ojos ¡no podemos sino llorar por su suerte! La Historia consiste en hacer un viaje en el tiempo para cambiar de costumbres y de cabeza, exactamente como se lo puede hacer por medio de un viaje en el espacio. Es menester no indignarse retrospectivamente, es absurdo. Es necesario mirar, ver la felicidad como la desgracia. Pero si se desembarca allí con nuestras maneras de pensar, lo único que se ve es la miseria, y lo único que tiene para preguntarse es por qué no se suicidaron todos… Un poco como uno se indignaría ¡de que los indios de Amazonas no tuviesen televisión! Tratemos pues de comprender su goce, su bienestar, sus placeres. La exclamación (¡!), dado que supone un juicio de valor, es pues la confesión de que se está haciendo mala historia. No entremos demasiado en lo compasivo. La Historia atrae hacia el dolor porque el dolor produce texto, y denuncia. Incluso en los diarios íntimos, el bienestar produce poco texto… 

Sin embargo, el campo tal como Ud. lo cuenta no tiene nada de idílico… Así mismo Ud. ha descrito una masacre colectiva de una rara violencia, en ¡el Pueblo de los “caníbales” (1990)! 

Pero ¡porque la masacre constituye un objeto histórico fascinante! Los habitantes de Hautefaye, ese pueblito de la Dordogne, que amaba a Napoléon III, querían defenderlo. Juntos, en grupo, tomaron a un infortunado aristócrata por un prusiano republicano, lo quemaron, y quizás se lo comieron un poco. Pero este género de cosas no son hechos aislados. Pasé dos días en Hautefaye con ocasión de un reportaje para el periódico Libération. Un habitante nos contó que en el momento de la Liberación y de la depuración, las gentes borrachas habían masacrado a muchos… 

Estos pueblos son el juego de pulsiones colectivas. En 1988, a Ud. se le ocurrió trazar el destino de un individuo, Louis-François Pinagot. ¿Por qué?

En el cementerio de mi abuela se habían destruido muchas tumbas. Yo creo que es lo que los especialistas llaman una reducción. De este modo, las gentes de las que hablaba mi abuela habían desaparecido. Esta interrogación sobre la desaparición me llevó a tratar de resucitar a un desconocido. Me fui a los archivos de Orne para escoger a alguno al azar, y ver lo que se podía decir de su vida. ¿Hasta dónde puede ir el fracaso de la biografía? No se puede escribir la biografía de un hombre desaparecido sin dejar huellas, pero quizás se
pueda resucitar su entorno. Es el principio, en el cine, de la cámara subjetiva: se ve lo que veía el personaje; él no lo veía. Me parece que en historia no se pueden encontrar los sentimientos y las emociones de una persona que no ha dejado ni diario íntimo ni correspondencia, pero se puede ver lo que vio. Al lector le toca reconstituir la novela histórica de la que he dado los elementos.

Escribir la historia de la Historia, ¿es un envite de memoria esencial?

Por supuesto. En Les Héros de l’histoire de France expliqués à mon fils, mi último libro, mostré las fluctuaciones de nuestras glorias nacionales. Quería mostrar la historicidad de los resortes de la admiración. Mi hijo más pequeño está en el colegio. A su edad, me habían enseñado a admirar a Bayard & Du Guesclin, héroes a la Plutarco. A él se le ha hablado de Martin Luther King y de Mandela. La cultura de la victoria se hundió en Francia. Pero, curiosamente, se tiende a sustituirle una cultura del derrotado. Cuando se trata de hablar de Napoleón en la televisión, en la fecha de aniversario, se ha tenido ya mucho Trafalgar, pronto será Waterloo… Esto es algo no válido en los EE.UU., donde los ciudadanos han conservado la cultura de la victoria. Admiran al general Patton, por ejemplo.

Ud dice que los héroes de la República no le interesan a nadie…

¡Es un hecho! La fundación de la República, de la que tanto se habla, ¡aburre a la gente! Hay un número inmenso de colegios y de calles Gambetta, o Jules Ferry, todo el mundo es republicano, y sin embargo los fundadores de la República no apasionan para nada. Por lo demás no tengo ni idea por qué; quizás es algo muy cercano. Que los grandes militares no interesen ya es algo lógico; por ejemplo, el mariscal Foch, gran héroe por excelencia cuando yo era niño. Es una consecuencia del hundimiento de lo militar, del colonialismo, de la aventura. Antiguamente la aventura era un desafío a la muerte. Eso terminó con Malraux. Hoy, en la mar, los navegantes solitarios ¡tienen radio! Cuando Monfreid iba al mar Rojo, o Lawrence a Arabia, era otra cosa… Lo que es interesante es que el hundimiento de los modelos se produce por censuras subrepticias, que no tienen necesidad de ser dichas, que están en el aire del tiempo. A veces, me pongo a leer lo que subrepticiamente se me ha prohibido leer; es una manera de no ser víctima de la censura y de lo “políticamente correcto” de nuestro tiempo.

tr. Luis Alfonso Paláu, Medellín, febrero 15 de 2012.
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Anexo 1: 

La invención de la playa

BELÉN ALTUNA 1 JUL 2009

Siempre que llega el verano me sorprende comprobar el hambre de playa que tiene la gente. Es evidente que, para muchos, es algo parecido al paraíso. En gran parte, sin duda, porque lo relacionan con el dolce far niente, con un sentido lúdico y hedonista de la vida. Tan básica y sencilla parece la idea de ponerse un bañador y tomar el sol, pasear por la orilla y bañarse, que lo que maravilla es que sea una actividad tan novedosa en la historia. 

Alain Corbin relató esta transformación en El territorio del vacío. Occidente y la invención de la playa (1750-1840). Durante siglos la costa fue simplemente la prolongación última del mar, algo que inspiraba miedo y repulsión, un espacio utilizado únicamente por marineros, pescadores y traficantes. En el siglo ilustrado, en cambio, despierta una nueva sensibilidad: algunos artistas y escritores animan a ver la costa como el mirador del infinito, un territorio sublime en el que el vacío se vuelve emoción. Por otro lado, la medicina comienza a promulgar el higienismo, un modo de vida saludable que incide en las bondades terapéuticas de tomar las aguas, es decir, las aguas termales de los balnearios, y que pronto se extiende también a las aguas marinas. Así, recetados por sus médicos, numerosos aristócratas comenzaron a pasar temporadas en poblaciones costeras, tomando regularmente baños de mar.

A lo largo del siglo XIX, ésta fue una actividad practicada preferentemente por las clases altas, aquellas que contaban con el dinero y el tiempo libre necesarios para ese tipo de vida. Desde la década de 1880, la reina María Cristina y su corte veranearon asiduamente en San Sebastián, por ejemplo, consolidando así la ciudad como destino turístico. Si bien en las primeras décadas del siglo XX la excusa higienista fue cayendo en desuso, la industria del turismo pronto encontró otras buenas razones: la playa se convirtió en el lugar ideal para el ocio y la diversión. Al mismo tiempo, empezaron a proliferar las loas a los baños de sol como fuente de vida y energía. La aparición del turismo de masas a partir de los años 50 hizo el resto: las playas -pobladas de bañadores siempre menguantes- se convirtieron en destino preferente.

Así que ya ven, para que todos los años miles y miles de personas practiquen esa actividad que parece tan natural de ir a la playa, ponerse un bañador y tomar el sol, pasear por la orilla y bañarse, han debido de sumarse múltiples factores históricos. Un cambio de mentalidad que implica, para empezar, una visión hedonista de la existencia, muy alejada del valle de lágrimas; una conquista de la igualdad social que presupone el reconocimiento del derecho al ocio y al tiempo libre para todos; una concepción del cuerpo y de la sexualidad libre de la losa del pecado; un amplio desarrollo de la industria del turismo y del sector servicios, etcétera. En fin, que lo disfruten.

Anexo 2: Joel.jegouzo

Las campanas de la tierra


El Día de todos los santos resuena en lo sucesivo en la discreción de un paisaje sonoro entero bajo el yugo del flujo continuo de los ruidos de automóviles. El resto del tiempo, oímos (entendemos) sólo el sonido "cívico" del instrumento municipal por excelencia: la sirena de los bomberos. Sólo parecen deber sobrevivir en nuestras memorias (informes) el campanario de Saint- Hilaire, o la iglesia de Combray, tomando en la obra de Proust, y para la eternidad, conciencia de ella misma en " la efusion de su flecha " … Curioso, sin embargo, cuánto el día de los muertos le devuelve a nuestras memorias (informes) la existencia exótica del terruño, que parece tener que sobrevivir en estos momentos de borradura... ¿Cuándo pues se efectuó este balanceo de la cultura sensible? 

El lenguaje de las campanas ritmaba las relaciones entre individuos. ¿Cómo imaginar hoy su potencia (fuerza) emocional, la complejidad de los códigos entonces en juego? ¿Cómo comprender el funcionamiento del timbre comunitario como marcador simbólico de las identidades? Es todo este sistema de afectos desaparecidos -cuando el espacio de los sonidos fue fragmentado y cuando no existían ruidos continuos como los del avión- que Corbin describe magistralmente en su estudio. La desacralización del espacio y del tiempo, el sistema doble y temporal del siglo XIX (cojea contra reloj), la transferencia lenta de la emoción del ritmo cósmico al tiempo civil… Leyendo este trabajo, no podemos dejar de soñar con los espléndidos estudios de Eugen Weber al final de los terruños. Pero allí donde este último ponía la transferencia del sentimiento de la localidad a la identidad nacional, Corbin, muy justamente, habla de su captación, la República que jamás ha procurado a él erradicar. ¡Un estudio espléndido!


Anexo 3: http://canibalismoedhec.blogia.com/

El canibalismo, un tema artístico recurrente


La imagen de Cronos tragándose a sus hijos es una de las imágenes más fuertes y aterradoras del arte universal. Dante Alighieri cuenta en ”La Divina Comedia” la historia del conde Guido de Montefeltro, que estaba preso junto a sus hijos pequeños y que se los comió para sobrevivir. Los reyes aqueos Agamennon y Menelao estaban malditos: Atreus, su padre, había convidado a su rival Thyestes a una cena en donde el invitado no sabía que se estaba comiendo a sus hijos. Cuenta la leyenda que el hecho era tan espantoso que el sol dio vuelta sobre sus pasos y se negó a iluminar ese día. 

La literatura y el arte tratan al canibalismo como una terrible transgresión que lleva al hombre de vuelta al estado animal. Pero las transgresiones y tabúes tienen un gran poder de fascinación, nuestros  periódicos están llenos de caníbales. Pueden ser ficticios como Hannibal Lecter, interpretado por Anthony Hopkins en ”El silecio de los corderos” o reales, como el carnicero ruso al que la gente llamaba el ”Carnicero de Ucrania” o el alemán que anunció por Internet su propósito de matar a alguien y comerse el cuerpo. Hoy está en la cárcel y prepara un libro de recetas.

El cineasta británico Peter Greenaway presentó en su película ”El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” una estética del canibalismo, la transgresión más elocuente en un mundo en donde hay pocas cosas que
conmueven de veras. 

Un estudiante de arte japonés mató y descuartizó a su novia holandesa, estudiante de arte como él. Habían hecho un pacto, dijeron sus abogados, que consiguieron fuese repatriado a Japón como insano. Hoy da conferencias para públicos sofisticados, en donde explica los fundamentos artísticos y religiosos de su acción.

En el año 1729 el escritor irlandés Jonathan Swift, una de las mejores plumas satíricas de su tiempo, escribió el panfleto llamado ”Una modesta proposición”. El librito describía científicamente las ventajas de comer carne de niño en lugar de carne de vaca, cordero o cerdo. El panfleto escrito por Swift se convirtió en una poderosa herramienta política contra la colonización inglesa de Irlanda. La descripción de las diferentes maneras de cortar a un niño y de hervir o asar o freír la carne es magistral. Pocas veces la ironía fue llevada a esos niveles.

La comunión católica ha sido llamada por muchos antropólogos como ”canibalismo simbólico”. La frase ”Este es mi cuerpo. Comed y bebed en mi memoria” es un axioma filosófico y metafísico, lleno de significados contradictorios. Para entenderla es necesario usar elementos de análisis prestados tanto de la historia como de la etnología. 

Comer carne humana ha sido siempre castigado con la muerte. Para la iglesia fue siempre muy importante destacar que todo hombre, sin importar su clase social o su raza era parte de la divinidad. Costó varios concilios ecuménicos incluir, en esa humanidad que comparte el misterio de la salvación, a indios y negros, pero una vez acordados, también ellos empezaron a ser a imagen y semejanza de Dios y por lo tanto sagrados.

Los historiadores y los antropólogos han podido constatar los usos caníbales en diferentes momentos de la sociedad, el llamado ”canibalismo por hambre”, que fue usado como último recurso por los náufragos; y el discutido ”canibalismo ritual”. Según las crónicas de las Cruzadas tanto Joinville, Froissart y Villehardouin coinciden contando cómo los primeros ejércitos  cruzados estuvieron obligados a comer carne humana. La población del Cercano Oriente era hostil y se negaba a alimentar a los cruzados, que además venían de una cultura en donde la carne era extremadamente importante. El Cercano Oriente era una región pobre en carne. Como venganza, pero también por necesidad, los cruzados mataban niños de hasta un año y usaban la carne salada como provisiones de viaje.

En ediciones modernas de esas mismas crónicas toda referencia a los usos caníbales de los ejércitos cristianos fue expurgada, probablemente censuradas por respeto a la sensibilidad moderna, escribe el escritor tunecino Amin Malouf en su libro ”Las Cruzadas desde el punto de vista de los árabes.” También el conquistador español Alvar Nuñez Cabeza de Vaca cuenta como él y sus compañeros de infortunio estuvieron obligados a alimentarse con la carne de sus compañeros muertos, luego de un naufragio. 

El historiador de las ideas René Girard ha escrito un libro hermoso e importante sobre la violencia colectiva, la culpa colectiva y el olvido colectivo. El título del libro ”El Chivo Emisario” ilustra su tesis. El escribe que cuando el cuerpo social entra en crisis se suspenden las reglas y normas. Entonces el cuerpo social es atacado por una especie de enfermedad, un cáncer que hace metástasis y resulta en un vacío, una moratoria social. En esa moratoria las leyes son sólo el estado de excepción, y la violencia social se convierte en un incendio. Todos los ”diferentes” pueden ser castigados, la sociedad enferma se venga en sus miembros visiblemente más débiles, en los negros, los judíos, los gitanos, los homosexuales, los extranjeros y todos los disidentes.

El historiador francés Alain Corbin investigó una muerte con rasgos de canibalismo de acuerdo a la tesis de Girard. Su libro ”Le village des cannibals”, publicado en Francia en 1990, causó gran revuelo y creó un encendido debate entre científicos.

Corbin analizó un hecho ocurrido el 16 de agosto de 1870, en la Dordogne. Allí, en el pueblito de Hautefaye, el joven noble Alain de Money fue torturado y quemado en una hoguera frente a una multitud de por lo menos 300 personas. Nunca se supo bien por qué lo mataron, algunos lo habían oído decir ”Viva la República”, otros creían que era un espía prusiano. Pero lo que hizo la muerte del joven más peculiar es que su cuerpo fue descuartizado, se lo trató como a un animal, como carroña.

La acusación de que algunos de los presentes habían comido parte del cuerpo hizo que 21 personas fueran juzgadas colectivamente. Corbin analizó las actas e interrogatorios a 80 personas que fueron las más activas en el apresamiento y asesinato del joven noble. Casi todos los testigos coinciden en que la ceremonia y la hoguera y la atmósfera se convirtieron en una celebración dionisíaca, con carne y sangre como estimulantes.

Especialistas han estudiado testimonios de esos linchamientos y que cuentan de la euforia, del sentido de comunidad creado por la idea de que se estaba aplicando un castigo colectivo.

El arte visual y la literatura parecen seguir siendo los únicos territorios en donde la memoria y la expiación se encuentran.


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Sociedad de Consumo



Bernard Stiegler :  El marketing destruye todos las herramientas del saber 
Por la Redacción, 20 De Marzo De 2012


Realizada por Thomas Johnson & Marc Borgers para Soldes.
Traducción de Luis Alfonso Paláu C., Medellín, 15 de febrero de 2013.


¿Estáis fatigados por las frasecitas, por los análisis políticos y mediáticos incapaces de proyectarse más allá del próximo sondeo? ¡Basta!, compartiendo con Soldes, la revista “pop e intelli”, os propone una entrevista-río con el filósofo Bernard Stiegler. Discípulo de Derrida, dirige el Institut de recherche et d’innovation y co-fundó la asociación Ars Industrialis. Frente a la dominación del marketing y a la hegemonía del capitalismo financiero, que hacen retroceder a nuestras sociedades, es urgente, para Stiegler, cambiar de modelo: pasar de una sociedad del consumo a una economía de la contribución, que tuviera como pilar la revolución digital.


¿Se puede salir de la era industrial?

Tengo la profunda convicción que lo que se llama humano es la vida tecnizada. La forma de vida que pasa por la técnica, ya sea del silex tallado o del silicio, organizada como hoy por un microprocesador o por otra cosa. En todos los casos, tenemos que vérnosla con la forma técnica. La individuación psíquica, es decir la manera de devenir lo que soy, la individuación colectiva, la manera cómo se transforma la sociedad en la que vivo, y la individuación técnica, la manera cómo los objetos técnicos se transforman, son inseparables. Un hombre que vive en un planeta donde hay un millón de individuos no es el mismo hombre que el que vive en una sociedad de siete mil millones de individuos. Siete mil, ¡es decir: siete mil veces más! Son factores colosales. 

Cuando se aprehenden las cuestiones en su globalidad, es inconcebible hacer frente a este empuje demográfico con medios no industriales. No es posible. La cuestión no es salir del mundo industrial, porque eso es pura paja. Las personas que dicen eso ¡son irresponsables! La cuestión es inventar otra sociedad industrial, al servicio de la humanidad y no del capital. Mucha gente ha soñado con eso. Se los llamaba comunistas. Marx fue el primer filósofo en decir que el hombre es un ser técnico. Pero Marx y el marxismo, ¡es muy diferente! Es necesario repensar en profundidad, primero: qué es la técnica para el ser humano; segundo: su socialización; y tercero: el proyecto económico político que debe acompañar la industrialización. El problema no es la industria, sino la manera como se la administra. Ella está bajo la hegemonía del capitalismo financiero.

¿De dónde viene esa hegemonía del capitalismo financiero?

En 1977, en el momento del movimiento punk, fue el momento en que se armó una catástrofe anunciada. La derecha radical piensa: es preciso reemplazar el Estado por el marketing. En 1979, llegan Thatcher, luego Reagan, en Gran-Bretaña y en los Estados-Unidos, los conservadores sacan las consecuencias de lo que se llama la des-industrialización. La enorme RCA (Radio Corporation of America) es vuelta a comprar por un mendrugo, por Thomson, la electrónica se va a Japón, Thatcher comprendió que la gran potencia de la Commonwealth llegaba a su fin. Por tanto, para paliar el desastre de la potencia industrial, se lanzan los dos a la especulación financiera. Todo ese sistema que se derrumbó en 2008 fue puesto en funcionamiento en esa época, es la escuela de Chicago. Lo desarreglaron todo, las potencias públicas, el sistema social, y de manera sistemática. Todo lo van a golpear. La consecuencia de todo esto es la destrucción de los saberes y una nueva proletarización generalizada.

¿Cómo se opera esta destrucción de los saberes?

Las instituciones familiares, la educación, la escuela, los sistemas de cuidado, la seguridad social, los partidos políticos, los cuerpos intermediarios; todas las herramientas del saber fueron sistemáticamente destruidas, las
habilidades (los oficios, las técnicas), el saber vivir (el comportamiento social, el sentido común), el saber pensar (la teorización de nuestras experiencias). Los lugares donde se desarrollaba eso que los griegos y los romanos llamaban la schola. Todo eso cedió frente al gusto por la satisfacción inmediata, por la pulsión infantil egoísta y antisocial. Mientras que el deseo es el punto de partida de una catexización social.

Hoy, 180 millones de chinos están deprimidos y por todas partes las gentes son depresivas. Es grave, ya nadie pilotea, el avión está volando solo. No estamos aún en el apocalipsis, estamos en un “tono apocalíptico” que todo el mundo percibe. En las calles de París, en el cafecito del frente donde Ud. discute con la gente, hay de todas las nacionalidades y todos están de acuerdo en que todo esto va mal y que nadie ve cómo salir de esto. La organización de la destrucción de todo esto es el marketing. Es la punta de lanza programada desde 1979 por los economistas liberales de la escuela de Chicago.


¿El marketing que triunfa…?

Lo que se pone en funcionamiento en los años 1950, con el desarrollo de los mass-media, es el proyecto de Edward Bernays, el sobrino de Sigmund Freud. Edward Bernays, conceptuador del "public relation", estaba convencido de que para hacer adoptar ideas o productos por parte de los individuos, era preciso dirigirse a su inconsciente y no a su conciencia. Su idea era hacer consumir a los norteamericanos cada vez más desviando sus deseos, cortocircuitando sus pulsiones. Sobre la base de una teoría freudiana, Bernays construye una estrategia de desarrollo del capitalismo que permite captar, controlar, canalizar a cada individuo y orientarlo hacia los objetos de la inversión económica, los objetos de consumo. El objetivo es tomar el poder sobre el psiquismo del individuo con el fin de llevarlo a un comportamiento pulsional. Esta captación es evidentemente destructora. Se canaliza el deseo hacia medios industriales y para hacerlo se está obligado a cortocircuitar la energía libidinal y todo su dispositivo, porque la energía libidinal es producida en un segundo rango, no es una energía primaria, las energías primarias son las pulsiones. Esto es lo que nos acerca a los animales. Todos estamos habitados por pulsiones y podemos comportarnos como bestias. Somos testigos de una regresión de las masas, que no es una regresión de las masas políticas sino una regresión de las masas de consumidores. El marketing es una de las grandes causas de desafección del público por el progreso. Le marketing es responsable de la destrucción progresiva de todos los aparatos de transformación de la pulsión en libido.




¿Cómo contener esta regresión, no permanecer en nuestras pulsiones de consumidores?

Herbert Marcuse pronunció un discurso importante en 1953 sobre el proceso de desublimación. En aquella época, hacía seis años que funcionaba la televisión, y él ve ya cómo se va realizar el proceso. En 2011, se observa con una consciencia planetaria ese proceso de desublimación predicho por Marcuse hace más de cincuenta años. Muchos son del parecer de que la sublimación es un caso un tanto excepcional de la libido. En un texto preciso, Freud dice: « La libido, es la sublimación. » Es decir que de cerca o de lejos no hay libido sin idealización del objeto de ella. No hay idealización sin sublimación. Si amo un artista o si estoy listo a liberar mi país, se trata del mismo proceso. Tras esto está lo sagrado. Se hablaba de esto corrientemente antaño. Marcuse lanza la hipótesis de que no hay posibilidad de lazo social sin un proceso de ese tipo, sin
idealización.

¿Se puede reencontrar el gusto por la sublimación, por la idealización?

Es necesario aprovechar esta toma de consciencia para invertir el proceso, para transformar el pánico en una nueva catexis. La nueva lucha comenzó en el norte de África. Aprendamos a hacer la terapéutica. Se trata de reconstruir progresivamente los saberes y los sabores. Es el trabajo del artista, es la creación y la técnica. El artista debe ser un técnico. Lo que hacéis es muy importante. Incluso si el arte conceptual parece haber borrado toda la tecnicidad del arte. Lo conceptual es también técnico. En tanto que fabricante de
conceptos, me considero un artesano. Le puedo decir que mis conceptos, yo los fabrico (Bernard Stiegler pone sus dos manos en torno y luego las mueve imitando la fabricación de una pieza). Tengo un banco de artesano, necesito un torno para apretarlos bien, así pasa con la materia. Es una tecnología material.
Soy un ser manual.

¿Quiénes son esos artesanos terapeutas de nuestras sociedades en regresión?


Yo cuento medianamente con el mundo económico y el mundo político. Cuando digo “debemos”, cuento más bien con los científicos, los artistas, los filósofos, y todos en el sentido amplio: los profes, los juristas, los psicólogos, los que cuidan las personas, todos los que se preocupan por el mundo. Todos tenemos necesidad de abrir una discusión con la vida porque ya nada se hará sin una voluntad independiente de los poderes. Hoy, es evidente que la utilización de las redes digitales es fundamental porque son nuevos sistemas de escritura y de publicación. Vivimos la emergencia de una nueva politeia planetaria: nuevo tiempo, nuevo espacio, que se dicen en latín res publica, la cosa pública; en griego, politeia. Un retorno a los orígenes de la democracia.

¿Con Internet y las nuevas tecnologías de la información como herramientas?

La web es la era industrial de la escritura. Lo digital es escritura. Una escritura hecha con la asistencia de autómatas, de motores de búsqueda, de servidores, de computadores, que se propaga a la velocidad de la luz, es evidentemente técnica, y de dimensión industrial pues supone infraestructuras de tipo Google. Tomemos tres millones de servidores, tres por ciento del consumo eléctrico de los EE. UU. Es una industria de dimensión mundial que permite desarrollar toda suerte de cosas extremadamente interesantes. La revolución digital crea una situación nueva en el plano económico y político, y es acá donde Marx vuelve a ser interesante, pues él no piensa la política sin la economía y recíprocamente. Pensamos, en Ars Industrialis[2], que esto hace posible la emergencia de un nuevo modelo industrial. La evolución humana es
indisociable de la evolución técnica.



¿Puede la técnica también provocar regresiones…?

Pensemos una farmacología general en la que la técnica es un remedio (un factor de progreso) si contribuye a intensificar las posibilidades de evolución de los individuos psíquicos y sociales, y un veneno (un factor de regresión) cuando conduce a cortocircuitar a esos mismos individuos. Luego del protocapitalismo que describe Marx, después del capitalismo consumista que describe Marcuse, existe ahora un tercer modelo industrial que emerge luego de la crisis de 2008. Y no sé si seguirá siendo capitalista mucho tiempo, le diré que me importa un rábano.

Microsoft divulgó sus códigos fuentes porque terminó por comprender que la dinámica de los programas libres es mucho más fuerte que la de los propietarios. Un reporte de la comisión europea prevé que en 2014 el programa libre será mayoritario. Hoy, una multitud de dominios se establecen sobre el modelo libre (Linux, Wikipedia…). Es lo que llamamos la economía de la contribución. Es una reconquista del saber, una desproletarización. Grandes movimientos fundamentales se están acomodando, y es indispensable que
nosotros, terapeutas, acompañemos, teoricemos, critiquemos con ¡alegría, coraje y modestia!

¿Qué es esta economía de contribución?

La economía contributiva existe ya; es ya extremadamente próspera y se impondrá porque sólo ella es racional. Una política industrial contributiva está a punto de romper con el modelo consumista. Se desarrolla en el dominio de la  programación computacional, que está actualmente jalonado por el modelo contributivo. Todas las grandes cajas como Google reposan sobre esta cultura. Y esto es lo que está a punto de inventar el porvenir. Pensamos que estos modelos son expansibles a muchos sectores. Comprendido el de la construcción del mundo energético.

El problema no es pasar del petróleo a la nuclear, o de la nuclear a las energías renovables. La cuestión fundamental es crear redes, “smart grids” (redes inteligentes) contributivas. Allí hay sol, vamos a bajar las persianas, eso va a producir calor que vamos a canalizar y poner en común en los servidores de energía. Mucho mundo trabaja ya sobre esto. Conozco dos arquitectos de la escuela politécnica de Zurich, una de las mejores escuelas científicas del mundo, que sostienen que lo fotovoltaico es suficiente por entero para satisfacer las necesidades energéticas. Pero esto no se ha desarrollado porque es contrario a los intereses de los especuladores.

Pienso que se requiere volver a lanzar una crítica de la economía política que reposa en la sublimación, y hace que las gentes se impliquen en proyectos contributivos. En economía, los hay cada vez más. Como Wikipedia. Es inaudita. Siete personas hacen marchar Wikipedia, noventa y tres asalariados. Asalariados al servicio de centenares de miles de contribuyentes (entre los que me cuento) y millones de internautas en el mundo. Contribuyen por amor a hacer algo bien. Y lo bien que hacen produce mucho valor económico.
Wikipedia produce una utilidad social enorme. Y se necesita encontrar los medios de ¡valorizarla económicamente sin monetarizarla! Pues sino, se volverá un business, et los accionistas entran…

¿Qué papel le corresponde a las nuevas generaciones?

Este es el problema más urgente, el más fundamental; se necesita mostrarle a las jóvenes generaciones este reciclaje posible. Con ellos, uno puede volverse más inteligente. La inteligencia no es una competencia mental o neurológica, es una competencia social. Es necesario reconstruir una inteligencia intergeneracional, y esto pasa por la técnica porque hoy, lo que constituye a las generaciones, son las mutaciones tecnológicas. Luego del analog native, a la que pertenezco (los hijos del cine y de la tele), tenemos los hijos de la Net, que inventan montones de cosas. Es urgente hacer la crítica de las generaciones sucesivas, los analog natives, también los litterate natives, y los print natives; Lutero era nativo de la imprenta, Sócrates lo era de la letra. 

La técnica es fundamental en la construcción de lo intergeneracional. Dicho de otro modo: de lo que conecta lo inconsciente con la conciencia. Cuando hablaba hace un rato de las nuevas tecnologías, lo tomaba en el
sentido kantiano. Kant es la crítica de la consciencia. Quiero que se haga una crítica del inconsciente. Quiero también dejar que se exprese una crítica que viene del inconsciente. Y este es el problema del 68. No haber sabido pensar una crítica del inconsciente. Hacerla es urgente. Freud decía de sí mismo que él era un gran racionalista. Repensemos la crítica de las Luces a partir de la cuestión del inconsciente. Los únicos que la han hecho son los capitalistas, las  gentes del marketing, que son cada vez más aguerridos en estas cuestiones. Han sacado un máximo de ello, han hecho de ello verdaderos instrumentos de dominación.

¿Y esta economía de la contribución pasa por la educación?

En Ars Industrialis decimos que el modelo americano, the American Way of life, está agotado. Consideramos que una nueva industria está en vías de posicionarse, una industria de la contribución. Pensamos que tal industria, para que funcione, requiere desarrollar una política de investigación. Una política
educativa de un género completamente nuevo. No haciendo una décima reforma más de la Educación nacional, de una manera ridícula y administrativa, no. Más bien planteando los problemas como deben ser planteados.

Reunamos filósofos, matemáticos, físicos, historiadores, antropólogos… Esto no se hace la noche a la mañana, sino que es preciso meterse en los trabajos que ejecutó Jules Ferry en su época. Hay que darse el tiempo y saber razonar en dos temporalidades diferentes. El corto y el largo plazo. Y allá, se requiere efectivamente desarrollar prácticas completamente nuevas, nuevos media.

¿Se acabaron las universidades?

Como yo se lo decía, la escritura se produce hoy a la velocidad de la luz por intermedio de una máquina. Pero siempre es escritura. ¿Qué es una universidad? De hecho, la Universidad que apareció a comienzos del siglo XIX en Europa, viene de la Academia en el sentido de Platón. La Universidad, lo que llamamos el mundo académico ¿qué es? Es lo que transforma el carácter envenenador de la escritura en algo benéfico. «Se ha dicho que con la escritura los sofistas han destruido la vida colectiva; pues yo –responde Platón– yo voy a hacer una escuela que llamaré la Academia, que produzca libros, manuales, cosa que la escritura se ponga al servicio de las matemáticas, del derecho y de la filosofía» Es lo que tenemos que hacer hoy. Se nos dice que eso lo hará el mercado, pero el mercado, es necesario no contar con él. El mercado son los sofistas.

Los profes no están armados intelectualmente para seguir nuestra vida tecnicizada, no tienen de ella ninguna crítica actualmente. Requerimos pues repensar en su totalidad la Universidad. Sobre todo es preciso comprender que lo digital está a punto de hacer explotar lo que está en la base de la Universidad del siglo XIX. Hay que repensar todo esto. En su totalidad. De hecho, la informática está absolutamente por todas partes, y esto no se lo enseña en la escuela. Ni siquiera se lo ha enseñado a los profes. Entonces ellos no están preparados intelectualmente para hacer frente a una generación armada de smart phones, de cámaras, de transformadores. No hay ninguna reflexión sobre estos cambios, ni en Francia ni en Europa.


¿Y en los EE.UU.?

Debido a su historia, Norteamérica ha estado confrontada al hecho de desarrollar una cultura de la adopción. Adopción de emigrantes, de las nuevas tecnologías. Esta cultura de la adopción ha puesto al desarrollo de la industria, y de las industrias culturales en el corazón de los EE. UU., y el cine en particular.
Norteamérica ha sabido acoger a los grandes cineastas que huían de Alemania, como Fritz Lang, de Checoslovaquia, como Milos Forman. Y Norteamérica supo también acoger a Derrida. Es preciso saber que a él se le negó un puesto en Francia, a Jacques Derrida, y que terminó haciendo que fuera profe en USA. También acogieron a Foucault, Lyotard. En la actualidad, mis mejores estudiantes están en USA, en Google. La inteligencia ¿es lo que le falta a Europa? Se puede suprimir la enseñanza de la filosofía. Al menos eso se tenía. Puedo contarles que en los EE. UU., los franceses tienen una calificación de infierno, gracias a Derrida, Deleuze, Barthes, Foucault… Cuando enseñé allá, yo era un nabab, por ser un filósofo francés. En Francia quieren volver papilla la filosofía. Están a punto de ponerla opcional en primero, para poderla suprimir al final del bachillerato. Es absolutamente alucinante. También la enseñanza del griego y del latín. Es calamitoso. Nos las tenemos que ver con unos benditos…

EE. UU. sabe atraer las inteligencias. Europa es una calamidad. No tiene política industrial, no invierte en la cultura y en lo que se llama “los nuevos media”, mientras que Google se volvió hoy la más importante empresa del mundo. No lo digo porque sea la que más dinero gane, sino porque ella detenta las claves de la nueva era. Por lo demás, quizás no por mucho tiempo, pues todo esto va muy rápido. Durante años Google perdió plata, han sido sostenidos. Trate aquí de montar una empresa que de pérdidas. No puede. Porque aquí se tiene que ver siempre con cretinos que están en la lógica del “¡toma el dinero, y corre!”. No piensan sino en volverse ricos como unos pobres filisteos…

Lo que permitiría transformar el veneno en remedio es una política industrial pública que no consiste simplemente en conceder reducciones de impuestos parafiscales a las empresas. Tener una política industrial es tener una visión de su desarrollo a veinte años. En una época en que Francia era un país industrial muy importante, no se emprendió el TGV <tren de gran velocidad> reflexionando a sólo dieciocho meses; se requirieron cuarenta años de anticipación. Todo esto fue masacrado a partir de Giscard d’Estaing, luego
por Mitterrand, Chirac y por supuesto Sarkozy. Es el efecto del neoliberalismo que consiste en decir “entre menos Estado y política haya, mejor van las cosas”. Es el viejo discurso de Reagan y de la Thatcher.



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