Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com

Trasladaban a los policías a Medellín para que los mataran, en esa guerra que el capo de capos Pablo Escobar Gaviria tuvo con el Estado colombiano. Se pidió apoyo con Fuerza Púbica al entonces presidente Virgilio Barco y respondió que no se podía. Nos dejaron solos, ese centralismo fuerte y ausente hizo mucho daño, es el testimonio, palabras más, palabras menos, del entonces alcalde en 1988  Juan Gómez Martínez, dadas al noticiero Hora Trece de Antioquia en la emisión nocturna del 2 de diciembre de 2013, en la conmemoración de los veinte años del abatimiento del capo. Es la apreciación de un hombre de las familias más poderosas, más adineras de la región y de la ciudad. Viene una pregunta pertinente ¿A qué se debió esta actitud del Gobierno Central?

No entraremos en la falta de Descentralización tan aclamada pero que no interesa a la clientela política, nos incumbe más resaltar esa herencia si se quiere ontológica traída del mundo español, de su conquista en estas tierras de América. De los españoles aprendimos a conjugar el verbo Tener en primera persona, Yo Tengo, en menoscabo del lenguaje cosmogónico aborigen, ellos, nuestros hermanos, expresan la relación, la fusión que tienen con la Tierra, con su Pacha Mama. No es sino ver a un indígena caminar la palabra para escucharle esa relación vital y sentimental, de compenetración, hablan de Nuestro Territorio, Nuestros Árboles, Nuestros Animales, y si se trata de tomar, sólo captan lo necesario para vivir, luego lo devuelven con cuidados a su Tierra y con ofrendas a sus dioses. Una especie de simbiosis en donde quedan por fuera esas vulgares relaciones del mundo moderno, que funda las relaciones de propiedad, de la cerca, del límite, distinción férrea de lo Tuyo y lo Mío. Una lógica bien diferente a la instalada por la Corona Española, preñada de la Forma Estado Moderno y juzgada por los militantes de la voraz empresa de freno naturalista.

Nuestro mundo moderno nos enseña mal en deseos ilimitados, convertidos en seres insaciables hasta el punto de satisfacer gustos usando medios violentos para obtener la vanidad apetecida. Para saberlo no es sino prender la televisión e inmediatamente las pantallas inundan nuestros ojos y oídos de sangre: una mujer es violada cada día en la ciudad de Bogotá, niños violados y luego descuartizados, asesinatos domésticos, robos aquí allí por un teléfono móvil, atracos y asesinato en supermercados; muertos y más muertos a causa de la mezcal fatal: licor y gasolina, que alteran las sensaciones y comportamientos de jóvenes que van veloces en sus autos persiguiendo sus sueños dorados, emulando los galanes o reinas famosas y adineradas. Que la impunidad ronda el 98% y las cárceles atestadas, no pueden con el hacinamiento de más del 40%. Esa violencia cotidiana se traga al país, una cultura que cultiva el cóctel insaciable de la violencia.

O qué decir de las extorsiones a diestra y siniestra, por ejemplo, los gremios económicos de la ciudad de Medellín y pueblos aledaños, contabilizan en 50 mil millones de pesos, el 3% del presupuesto de la ciudad, de Rentas Ilegales que azotan a los comerciantes, sin contar ese otro rubro miserable de conminar a un obrero, un taxista, un vendedor informal de cachivaches o de minutos de celulares, el tema es bochornoso. Todos estos pillos han encontrado en el hampa la posibilidad de tener dinero, de proveerse de los gustos que la sociedad con su propaganda impone, buenos hijos del capitalismo, hacer dinero como sea para satisfacerse en las baratijas. Por allá corrupción de cuello blanco, acá hampones de matones de esquina de barrio que quieren también disputar su porción de la torta.

Pero bueno, esta retahíla es profusa y conocida, mejor insistir en esas lógicas diferentes que comportan los grupos humanos. Sabemos que la Organización Estado y con las llamadas naciones modernas, no son más que eso, una forma existente entre muchas otras como las sociedades nómadas o sin Estado, retomadas por Gilles Deleuze en Mil Mesetas. La referencia anima a pensar problemas de estas bandas urbanas que se desarrollan en paralelo y en desafío al propio Estado. La impotencia del gobierno de Colombia, lo llevó a negociar con miles de prebendas conocidas con los ejércitos asesinos de paramilitares que se enriquecieron o aumentaron sus riquezas de terratenientes a punta de despojar y desplazar a más de seis millones campesinos pobres, querían extender sus linderos o hacer corredores estratégicos para el tráfico de drogas ilícitas. Economía de guerra, de valores capitalistas.

Las enseñanzas con las bandas contra Estado, muestran la capacidad de éste último en capturar, en absorber esas destrezas y ponerlas a trabajar para sus propios intereses. Recién se pone nuevamente los ojos sobre los pactos criminales para frenar el derrame de sangre, los asesinatos en sus propias filas, asevera la revista Semana que la motivación de estos pactos de autorregulación de la violencia indiscriminada, es más por los gastos altos  que se les genera a sus economías criminales que por cualquier motivo de piedad. También cuenta que la presión de la Policía los ha hecho replegarse y pasar de manera inadvertida para no llamar la atención y evitar así confrontaciones o persecuciones de las fuerzas legales. 

Como quiera comprenderse, a tener en cuenta los procesos culturales que soportan la vida de una comunidad. La máquina de muerte nazi no hubiera sido posible sin las bases populares con las que contó. El pueblo creía en un Ser Superior auto proclamado Adolf Hitler. Pero sucede que la Lógica Viviente se sobrepone a la muerte. Esas fuerzas de vida con capacidad, inteligencia y creatividad han hecho inclinar la balanza a su favor. Donde hay vida, hay lucha que contrarrestan las fuerzas de muerte. Estos momentos difíciles no pueden ser la excepción.

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