Historiador
Colombiakrítica
La vida es un juego de luces y de sombras, somos el actor y el teatro, noche y amanecer. Somos clandestinos de un viaje inmóvil. El alimento del alma es luz y es espacio, del cuerpo los alimentos. Ponernos en movimiento, caminar hacia algún destino, hacia alguna búsqueda. Vamos de aquí para allá a toda hora, todo el tiempo, la quietud es tan rara, tan escasa, y sólo es provisional, la absoluta es del morir, de la muerte. Un alto en el camino para tomar respiro, para un reposo, descansar del caos, del barullo. Entrar en campos de calma, en templos propicios al silencio, en esa cosa alada y rara que es la imaginación, otros dirán la loca de la casa, en todo caso esto afín del sentir, de flujos del vivir, del existir, del solaz, del caos.
Entonces imaginar un escenario, un lugar de verdor variado, coloreado, un parque silencioso cruzado por mariposas vagarosas y pájaros fugaces, veloces. Entrar en campos alejados del gran barullo, del goteo de imágenes, sonidos que filtran todo el cuerpo. Viene a bien ser parque, ser árbol, escuchar a todos los que allí van, angustias, miserias humanas, lógicas de derrumbe que tropiezan, chocan con las ventiscas, las corrientes de aire que van hacia un horizonte opuesto.
Se piensa estar en tierra firme, pero todo tiembla, todo es inestable, todo se hunde bajo nuestros pies. Es un retiro existencial, espiritual, en todo caso es un alejamiento de todo aquello que noche y día nos martilla por todos los poros, haz esto, haz aquello, piensa así, adhiere a satán, a dios, al diablo, al gran salvador, a tu gran hermano. El ser copado, invadido, embutido de información, no te dejan respirar ni un minuto, todo está cubierto, que las redes sociales, la televisión. Mucha miseria junta. Todo va y viene, es el caos que nos envuelve y nos suelta, para lo mejor y para lo peor.
Viene a bien rebelarse, salirse del gran rebaño, intentar algo nuevo, renovar alma y cuerpo para el solaz del espíritu. La estupidez se anida en lo repetitivo, lo diverso innovador rompe con la idiotez. El alma necesita aire y espacio. Incluso revolcarse en la miseria para abrir nuevos caminos hasta ver la luz al final del túnel. El planeta tierra es la patria del humus, del hombre, de la vida. Todos estamos en el mismo barco, y si se desfonda, todos nos hundimos. El mundo convertido en una tumba, todos vamos luchando por ganar una muerte decente. Salirse del redil es respirar peligro y catástrofe. La ciudad y sus calles son demencia, por eso ir a buscar nuevos aires, retrotraerse para que emerja lo diferente. Estoy tan solo amor, que a mi cuerpo sólo llegan recuerdos vagos de tiempos ya idos, pero un pensamiento intempestivo lleva hacia un horizonte despejado.
Salirnos del mundo que nunca fue el nuestro. Voy veloz por dentro de un túnel, un placer enorme invade mi cuerpo entero, siento, vivo una eternidad de alegría, placidez, escucho voces confusas a lo lejos, poco a poco deletreo mi nombre, luego vienen otras palabras, otras frases que murmuran bienestares, despertar interrumpido. Volver a la realidad, cuerpo desvencijado, brotan gotas de sudor, viene la calma. Un viaje al más allá del éxtasis. Una placidez de un dormir despierto, la pequeña muerte. Un sueño sin yo, me diluyo en el paisaje, en el canto del pájaro, en el atardecer, aire fresco en el rayo de luz. Ya no sentir los órganos, se deviene flujos, cuerpo sin órganos… un vacío. Se puede esperar toda una vida por un momento así.
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