Historiador
Colombiakrítica
Una Voz en el Desierto
Este día arrastra consigo el día anterior. Flujos de vida define bien la existencia. Nada es estático, todo cambia. Por ejemplo, se dice del territorio es tan dinámico, la economía, los renglones económicos le inyectan, le imprimen su mayor dinamismo, lo que antes era una casa se convierte en un edificio, todo va a la par con el flujo de caja. Sí, las cajas registradoras no paran de sonar, allí se asentarán emprendimientos, bienes y servicios llaman a todo esto económico en cascada que se va generando, desprendiendo. Si llegan foráneos, turistas, entonces necesitan estos y aquellos servicios, comida, dormida, esparcimiento, diversión, por supuesto sexo y droga, todo fluye inclemente para bien o para mal, pasando por encima de los rezagos, justifican que lo viejo abre paso a lo nuevo. No es llorar sobre leche derramada.
Poco a poco ese dinamismo favorece esto o aquello. Tengo para decir, por lo visto en esta ciudad de Medellín y en este Valle de Aburrá, que este dinamismo territorial ha significado cambio de lo residencial hacia lo mayoritario comercial. La manecilla del tiempo que no se detiene, que todo lo hecha hacia adelante, nada hacia atrás. Para resumir y decirlo en una frase, el pulso de este dinamismo territorial lo gana lo comercial a lo residencial, en especial cuando la estética no prima sobre lo primario. Lo ordinario, lo funcional y especulativo primero; lo estético, sublime, hermoso para después, si existe, o si por lo menos es considerado por alguna mente abierta y sensible. Recordar el reparo de siempre, una ciudad, una dirigencia que no tiene en alta estima la Planeación, sólo el negocio de altos dividendos, direcciona las cuatro esquinas, las cuatro calles de la villa hacia la banca, hacia el aumento de la riqueza, del dinero, de la moneda contante y sonante.
Se ha visto el desplome de casas, de barrios enteros abrir paso a este edificio, a estos expendios de licores, a estos bares, tiendas y demás que hacen sonar sin cesar las cajas registradoras. Se ha visto, decimos, el desplazamiento de lo mero residencial para abrir paso a lo comercial imponente. Esta velocidad comercial sin compasión arrasa con todo lo demás que esté por fuera de esa lógica: familias empobrecidas, gentes humildes con sólo cuatro débiles paredes que no pueden detener su derrumbe para abrir paso a la construcción moderna. Vale sólo lo especulativo, ese vagón exclusivo de unos pocos que pueden comprar extravagancias de mansiones, parcelaciones, ilusiones que vienen a bien para la gran mayoría que sueñan con algún día emular estos patrones de una moral de la fortuna, de la riqueza. Por supuesto, desde luego que no existe moneda sin su revés, la pobreza, la miseria fluye en las calles, los sin nada, los nadie, los anónimos que divagan en busca de una miga de pan pululan en todas las direcciones. Todo aquello que peligra, mantiene amenazada a la vida. La vida es un intestino para quien está amenazado de morirse de hambre. La libertad es tan huidiza como esquiva, pero cuando se respira, todos los poros se oxigenan.
Este dinamismo territorial, este desarrollo tecno económico lleva implícito, arrastra consigo, consume hombres aquí y allá. Las gentes van y vienen a las carreras, todo tan de prisa marcha no sobre dos pies, sino sobre ruedas. La vida son estas movenciones, ya no del caminar sino del rodar, todo es veloz, quien respire pierde, la lentitud es sinónimo de atraso, lo viejo estorboso debe apurarse para dar paso a lo joven. Lo añejo para las exquisitez, sólo nos viene un leve recuerdo reverencial a lo experiencial, a los años vividos como allá en el Japón o en Oriente que valora el tiempo acumulado, el viejo es sagrado.
Lo veloz también viene con los amigos. Amigos: Sólo uno. Y ya son demasiados. Naderías, hablar sin parar como una máquina sin freno, como un robot que no tiene de dónde pausarse, arrastran una perorata de nunca acabar, nada propio, vomitan toda la basura que los atraganta. Angustias, miedos acumulados sin procesar, sin pasar la página, un tiempo incesante sin rumiar. Toda una vida a cuestas que pesa, que aplasta, que se va para dar paso a lo joven, a lo nuevo.
Una Voz en el Desierto
Todo este dinamismo que pesa sobre las vidas hasta que se derrumban, por más que se quiere manipular emerge esa sensibilidad estética, las vidas que se derrumban por no doblegarse a todo aquello de la mera producción comercial. Doy mi vida por una experiencia, voces que gritan en desespero, que no doblegan su lomo ante el mero peso comercial. Todos se revuelcan en el mismo estiércol, sólo escapan a escuchar lucideces en bocas ajenas, chupar pensamientos ajenos, mamar tetas culturales. Todos quieren voces inéditas, escuchar en exclusividad e intimidad algo esencial que llenen sus vidas, algo de afuera, no de construcción propia. Es la lógica del parásito que todo lo quiere pero nada produce, el mundo actual del capitalismo que sólo manipula para el consumo y poco o nada para la creación, para la creatividad, para la invención. Todo esto revuelve el estómago. Pero no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
Se ve la gente pasar, todas las gentes plasmadas en un masaico de fotografía que se ven, que son unas hojas resecas de un árbol marchito, aridez de estos bosques pausados entre edificios. Todo pasará, todo quedará atrás. Será como un sueño cuando uno vaya a la cama.
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