Historiador
Colombiakrítica
Ayer la ciudad deslumbraba por sus monumentales edificios adornando imponentes plazas o parques, hoy son las interconexiones sin fin en el horizonte, vías, puentes y edificios forman un complejo entramado que hace de la ciudad red de redes. La ciudad es un archipiélago de intercambios, en ella se concentran los mayores conglomerados humanos, la proporción es de 70% en población urbana y 30% en la rural. La ciudad es número y es lugar, gestión de la población y del territorio, allí se encuentran, se concentran los mejores bienes y servicios para la vida.
La ciudad entre más grande, más descentrada con múltiples centros satelitales. La ciudad es movimiento veloz, automotores particulares y públicos aligeran nuestros pies, nos llevan de extremo a extremo, todo depende de qué tan alejados estemos de casa o del trabajo, aunque el teletrabajo motiva otras lógicas en función de liberar tiempo para el disfrute.
La ciudad favorece la vida social, el ser social que nos vivifica. Desde hace aproximadamente 10 mil años emergieron los poblados, primero en círculo, luego en forma cuadrangular, y en nuestros tiempos las viviendas se caracterizan por ser colmenas verticales, complejas unidades residenciales que se repiten unas tras otras optimizando el espacio, celebrando la concentración humana (La ciudad que viene, Marcel Hènaff, 2008).
Todos estamos en la misma comarca, el mundo es un pañuelo interconectado en sus cuatro puntas por la red virtual, por el internet, por un vuelo de avión, por el tren veloz somos habitantes del mundo, nómadas digitales, las fronteras están en entre dicho, se trabaja en Sur América y se rinde cuentas al patrón en Norte América o Europa. El que convierte sí se divierte, con dólares o euros al cambio de moneda del país tercermundista se puede vivir en cuerpo de rey.
La ciudad es una mega máquina que refleja la vida misma, pero bien vale preguntarse hacia dónde nos llevan con las decisiones políticas y la manipulación de los mass media que hacen de la voluntad humana, somos una aldea global, hoy estamos aquí, mañana en el otro extremo del mundo, hoy trabajamos, mañana nos divertimos, cada vez ganamos más tiempo libre para el disfrute. Vale preguntarse en qué nos gastamos la vida, si es o no edificante, es decir, qué tanto estamos edificando sociedad, o si por el contrario la degradamos en algunos intercambios desiguales entre países pobres y países ricos.
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