Entrevista a Noam Chomsky

Noam Chomsky : “Es evidente que existe una naturaleza humana”
Mis en ligne le 16/02/2017 | Mis à jour le 16/02/2017
Noam Chomsky en 2017 © Édouard Caupeil

De paso por París, al día siguiente de la elección de Donald Trump a la presidencia de los EE. UU., el célebre lingüista y filósofo Noam Chomsky –quien también es un crítico feroz de la propaganda de los mass-media y del imperialismo norteamericano– nos concedió una entrevista exclusiva. Remontando el hilo de su itinerario y de su obra, la idea de naturaleza humana aparece como el resorte de lucha contra todos los poderes.

«Focus on what matters !» (« ¡Concéntrese en lo que importa! »), le responde Noam Chomsky a una joven que le pregunta: «¿Qué hacer, aquí y ahora, señor Chomsky?». Estamos en el Centro Wallonie-Bruxelles, en  París, donde el lingüista acaba de ser condecorado con la medalla de oro de la Sociedad internacional de filología. La ceremonia se iba a realizar en la Asamblea nacional, pero –debido a oscuras presiones – el grupo socialista que debía acogerlo cambió totalmente de opinión. Philosophie magazine, que tenía cita con el filósofo esa misma mañana, lanzó un llamado al público para que el evento pudiera tener lugar. Eminente lingüista, Chomsky es también un intelectual comprometido que a menudo se despacha contra la propaganda de los media y contra el imperialismo gringo. Pero las conexiones entre las ideas del filósofo sobre el lenguaje y sus tomas de posición políticas no es evidente, a tal punto que algunos han podido creer que había dos Chomsky. Sin embargo es claramente un solo y mismo hombre el que hemos interrogado, sobre su visión de la elección de Donald Trump, sobre su vida, su obra. En todos esos registros, su pensamiento zanja con nuestros hábitos intelectuales. A partir de Lévi-Strauss, Foucault y Derrida buscamos el signos de la libertad en la plasticidad humana y la multiplicidad de las culturas. Por su parte Chomsky defiende la idea de una naturaleza humana inmutable y de estructuras mentales innatas, y en ella encuentra el fundamento de nuestra libertad. Si fuésemos realmente maleables, nos da a entender, si no tuviésemos la roca de la naturaleza, no tendríamos la fuerza de resistir. Y de concentrarnos en lo esencial cuando todo está hecho para distraernos.


Noam Chomsky en 7 fechas • 1928 Nace el 7 de diciembre en Philadelphia • 1945 Estudia filosofía y lingüística en la universidad de Pennsylvania • 1961 Nombrado profesor en el departamento de lenguas modernas y de lingüística en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Boston.
• 1967 Llamando a la «responsabilidad de los intelectuales» (título de una de sus obras) contra la guerra del Vietnam y sosteniendo a los desertores del ejército con un «Llamado a la resistencia contra toda forma de autoridad ilegítima», termina por imponerse como uno de los críticos más virulentos de la política exterior de los USA
• 1979 Polémica en Francia en torno al apoyo que él brida a la libertad de expresión de las tesis negacionistas de Robert Faurisson.
• 1988 Publica La Fábrica del consentimiento
• 2016 Recibe la Medalla de oro de la Sociedad internacional de filología, en Paris La elección de Donald Trump a la presidencia de los EE. UU.


La elección de Donald Trump a la presidencia de los EE. UU. ¿marca según Ud. la entrada a una nueva era política?


Noam Chomsky: Tomemos una cierta distancia. Al salir de la Segundo Guerra mundial, el 6 de agosto de 1945 para ser precisos, nació una nueva era: la era nuclear. Con el arma atómica, la humanidad adquirió los medios de ponerle fin a su propia existencia. Con la diseminación de la nuclear, muchos insidentes no han colocado a algunos minutos del desastre. Sin embargo las oportunidades que se han  resentado luego para reducir o eliminar la amenaza, han sido ignoradas todas. Actualmente incluso, en la frontera rusa, el nivel de riesgo es elevado. Las cosas están pues bastante claras: o logramos ponerle fin a la edad nuclear, o será ella la que ponga fin a nuestra existencia. Pero lo que no sabíamos todavía en 1945 era que una segunda era había comenzado en el mismo momento: el Antropoceno, definido por el impacto destructor de la humanidad sobre el entorno y la extinción de las especies. Hace algunos meses, en el Congreso internacional de geología, los científicos recomendaron que el año 1945 sea considerado de ahora en adelante como el alba de esta nueva era geológica. El Antropoceno pues ¡comenzó en el mismo momento en que lo hizo la era nuclear! Y estas eras corren el riesgo de converger mañana, cuando las migraciones climáticas y los conflictos en torno al agua comprometan potencias nucleares <como la India y Pakistán>. El fin de la Segunda Guerra mundial aparece pues claramente como el momento en que la humanidad se instaló en una marcha disciplinada hacia el precipicio, una marcha tanto más misteriosa en cuanto que es disciplinada. Y el 8 de noviembre de 2016 nos ha hecho hacer un paso suplementario en esta marcha disciplinada hacia el desastre.

¿Sería la elección de Donald Trump un acontecimiento histórico tan importante como el Antropoceno?

Si juzgamos por el eco mediático que ha tenido el evento, no sería extravagante decir tal cosa. Vea no más la cubierta de la revista alemana que Der Spiegel dedicó al suceso: se ve la cabeza de Trump con sus cabellos en fuego y la boca abierta, que golpea con la tierra, como lo hizo el asteroide gigante que destruyó los dinosaurios en la precedente extinción de las especies. Y todo está acompañado con el título «El fin del mundo (tal como lo conocemos)». Sin embargo lo que hace del 8 de noviembre un día histórico no es tanto la elección de Trump, que ha focalizado toda la atención, sino otro acontecimiento que paso desapercibido; en Marrakech, en Marruecos, en el marco de la COP22, la Organización metereológica mundial rindió un informe mostrando que los cinco últimos años han sido los más calientes jamás registrados, que los glaciales funden más rápido que lo previsto y que el nivel de los océanos trepa por consiguiente. La conferencia de Marrakech estaba llamada a implementar los acuerdos de COP21 concluido en París el año anterior entre 200 países, entre los cuales EE. UU. y la China. Ahora bien, Trump anunció que él esperaba retirarse de tal acuerdo. Cuando la noticia de su elección cayó en Marrakech, súbitamente, todas las esperanzas parecieron vanas. Pero el espectáculo que produjo el colmo de la sorpresa fue que el único país que persistió voluntariamente en la exigencia ecológica fue… ¡China! Semejante régimen autoritario y opresivo resulta estar ahora a la cabeza de la lucha por preservar las esperanzas de la civilización, mientras que el líder del mundo libre pasa al primer lugar de las potencias que buscan destruir el planeta. Esto es claramente lo que hace del 8 de noviembre un día «en el que el mundo ya no es lo que era ».

¿Por qué una parte del pueblo estadounidense se reconoce en Trump?

Muchas décadas de políticas neoliberales causaron el estancamiento y la decadencia de la gran mayoría de trabajadores, mientras que las riquezas se concentraban en las manos de una minoría. Los trabajadores del mundo entero puestos a competir han desviado su cólera hacia otras personas más vulnerables aún, a las que se responsabiliza de su situación. Tienen la impresión de estar en la fila desde hace tiempos, de haber trabajado y defendido los valores de Norteamérica. Que por encima de ellos una minoría muy rica se desarrolla en la estratósfera de la nueva economía, y eso no les molesta, hace parte del sueño americano. Por el contrario, que los que acaban de llegar, que están detrás de ellos en la fila, sean ayudados por el gobierno federal y que eventualmente puedan pasar delante de la fila, eso es algo que suscita su resentimiento.

Según Ud. ¿cuál será la línea política de su administración?

El hombre es imprevisible. Todo es posible. Pero las grandes políticas han sido fijadas por Paul Ryan, el intelectual del partido republicano que está a la cabeza del Congreso y que busca proseguir las políticas neoliberales. Parece que Trump está decidido a invertir en infraestructuras, un proyecto de Obama bloqueado por los republicanos. Quién visite los EE. UU. podrá ver hasta qué punto el problema es serio. Los EE. UU. me hacen pensar en la devastación que la guerra había dejado en la Europa de comienzos de los años 1950. Sin embargo, el asunto es saber cómo actuar. Habitualmente es del presupuesto nacional donde se financian directamente las infraestructuras. Pero esto no es lo que va a hacer Trump. Espera distribuir subvenciones públicas a las compañías privadas para incitarlas a producir infraestructuras con las que se podrán quedar y de las que sacarán el máximo provecho. Distribuir los dineros del contribuyente a las empresas privadas esta no me parece una política muy eficiente.

Se habla de una era marcada por el fin de la verdad en política. Esto no sería nada nuevo. Si Ud. nació en la EE. UU. le han contado que la revolución americana estuvo inspirada por el deseo de emancipación de todo un pueblo contra la tutela inglesa. En realidad los líderes de la revolución americana eran todos, excepto John Adams, propietarios de esclavos y partidarios del exterminio de los indios. Rompieron con Inglaterra en el momento en que se enteraron que los ingleses iban a desterrar tales prácticas. Es tan simple como eso. Pero no vayamos tan lejos; considere no más la segunda guerra de Irak en el 2003 por parte de los americanos sobre la base de mentiras vergonzosas de la administración Bush.

¿Alguna vez ha sido reconocida como una agresión mentirosa? ¿Han sido juzgados los crímenes cometidos? Aplauden hoy a Obama porque dijo que había sido un “error”. ¿No le parece que es muy poco? ¿Está la política fundada en mentiras?

Digamos que incluye muchas mentiras. Y que los espíritus críticos muy rara vez logran estallar las mentiras colectivas. Pero esto también vale para la historia intelectual. ¿Quién tuvo que beber la cicuta? El hombre que fue condenado por corrupción de la juventud en Atenas, porque planteaba demasiadas preguntas… Sin embargo las cosas pueden cambiar. Depende de nosotros concentrarnos en los verdaderos retos… y no en los tweteres de Donald Trump. Esto tiene que ver con el debate intelectual y se lo puede cambiar. Las cosas están en la superficie, accesibles.

Hay que desarrollar una política de la atención. Volvamos sobre su itinerario. Ud. nació en Filadelfia en 1928, de padres inmigrantes huidos de Rusia. 


Mi padre era originario de un pueblito medieval de Ucrania. Abandonó Rusia en 1913 para escapar del reclumatamiento que se hacía de los niños judíos para el ejército, reclutamiento que equivalía a una sentencia de meurte segura. Mi madre era originaria de una ciudad de la actual Bielorusia, vino a los EE. UU. cuando aún era una niña. Su familia buscaba escapar de los pogromas.

Niño, Ud. fue a una escuela progresista inspirada en las ideas del filósofo John Dewey, al mismo tiempo que crecía en un medio de inmigrantes judíos. ¿Cuál era el clima de la época?


La lengua materna de mis padres era el yiddish pero extrañamente yo nunca escuché una sola palabra en la casa. Había en la comunidad de inmigrantes judíos de la época un conflicto cultural entre los partidarios del yiddish y los partidarios del hebreo, más moderno. Mis padres estaban del lado del hebreo. Mi padre lo enseñaba en el colegio. Y yo lo estudié con él desde pequeño, leyendo Biblia y literatura hebraica moderna. Mi padre también estaba interesado por las ideas nuevas en educación.
Entonces entré, como Ud. lo acaba de recordar, a una escuela experimental inspirada por Dewey: estimulación por la experimentación, espíritu crítico, creatividad… No había notas ni competencia entre los alumnos. Incluso me salté un año sin que nadie se diera cuenta. Fue cuando volví a entrar al sistema clásico, a los 12 años, que comprendí que era buen estudiante. Antes de eso nunca tuve notas ni fui evaluado.
Pero el regreso al sistema competitivo clásico fue muy doloroso, incluso si ya casi no me acuerdo de nada. Fue como un hueco negro. En cuanto al clima en el barrio, era ambivalente. Éramos la única familia judía, rodeados de catolicos irlandeses y de alemanes pronazis. No se hablaba en la casa; en la época los niños no contaban lo que se vivía afuera. Pero lo más extraño era que esos niños que regresaban de sus instructores jesuitas con la cabeza llena de discursos antisemitas, abandonaban todo aquello los fines de semana cuando se encontraban para juega béisbol.


Ud. se interesó muy pronto en la política. Ud. escribió su primer artículo de prensa a los once años, sobre la guerra civil española…

Fue cuando cayó Barcelona, en 1939. El artículo en cuestión trataba de la expansión del fascismo en Europa. Algunos años más tarde, me apasioné aún más por la guerra civil española que permitió ver la manera como los comunistas habían aplastado a los anarquistas antes que el fascismo ganara. Leía la prensa de izquierda y estaba al tanto del apoyo secreto que una parte de las potencias occidentales, americana incluida, le daban a Franco. A partir de los doce años pasé cantidad de tiempo en los locales de los anarquistas de Nueva York, en librerías frecuentadas por inmigrantes, especialmente españoles, al mismo tiempo que participaba en las discusiones de una franja un tanto alejada de mi familia que pertenecía a la clase obrera judía radical. Mi tio poseía un kiosco de periódicos. Fue allí donde me eduqué políticamente. La atmósfera de los años 1930 era muy diferente de la actual. Objetivamente era peor; había más pobreza y sufrimiento, pero psicológicamente era una época llena de optimismo y de esperanza. Todas las miradas estaban fijas en el futuro. El Estado providencia estaba menos desarrollado, pero la administración tenía un ojo benévolo sobre las reivindicaciones populares, y estaba obligado de responderlas. Eso era bien distinto al clima actual de desilusión y de resentimiento. Incluso si no es el caso entre los jóvenes, el sentimiento que domina es que no se puede hacer nada.


¿Fue porque creció en medio de muchas lenguas qeu el lenguaje se volvió la gran preocupación de su vida?

Se debió a una razón de fondo que se me apareció bien pronto, y que nunca dejé de cultivar desde entonces: hay una propiedad fundamental del lenguaje que aparece desde que uno se inclina sobre el fenómeno de la palabra. Todo locutor, Ud. y yo, integró un sistema finito de reglas que le permite producir una infinidad de expresiones significantes. Es el corazón del lenguaje, lo que hace de él una propiedad única y específica de los seres humanos. Ahí se tiene la fuente de toda la creatividad de la que somos capaces. La concreción de nuestra humanidad. Algunos filósofos clásicos como Descartes o los miembros de la escuela de Port-Royal abordaron este problema de frente. Pero ellos son pocos. A mediados del siglo XX, nuevas herramientas intelectuales salidos de la revolución de la información estaban disponibles y permitían pensar esa combinación infinita a partir de elementos finitos. Traté de adaptarlos al problema central del lenguaje y del espíritu.

Cuando Ud. comenzó a trabajar, el estructuralismo y el conductismo eran dominantes. Para ellos, el lenguaje es un sistema arbitrario de signos, adquirido por la educación, cuya función principal es comunicar en una comunidad cultural dada. Ud. se opone a esa concepción y sostiene que el lenguaje es una estructura universal, dada con la naturaleza humana y cuya función no es comunicar sino expresar sus pensamientos.

¿Qué es lo que hace que reconozcamos una serie de palabras como una frase “correcta” de nuestra lengua? Cuando me dediqué al asunto estaba establecido que una frase es gramatical si y solamente si significa algo. Ahora bien, ¡eso es totalmente falso! Pongamos un ejemplo. Voy a decir dos frases desprovistas de sentido: “Ideas verdes sin color duermen furiosamente” [“Colorness green ideas sleep furiously”] “Furiosamente duermen las ideas verdes sin color” [“Furiosly sleep ideas green colorness”]

Todo el mundo estará de acuerdo en reconocer que la primera es correcta, a pesar del hecho de que su significación es oscura. Mientras que la segunda no solamente no tiene sentido, sino que es inaceptable. Un locutor pronunciará la primera con una entonación normal y tratará de proponer una interpretación, mientras que tropezará en cada una de las palabras de la segunda; y podrá memorizar la primera mucho más fácil. ¿Qué es lo que hace la primera aceptable y excluye la segunda, sino es el sentido? Yo respondo: el hecho de que esté conforme con el conjunto de los principios y de las reglas de construcción de una frase de los que dispone todo locutor que hable esta lengua.

¿Cómo se pasa de la gramaticalidad propia de cada lengua a la idea más especulativa que el lenguaje sería una estructura universal de la que estaría dotado todo espíritu humano?


Partamos del funcionamiento bastante extraño del pronombre en la lengua francesa. Cuando digo que “John cree que él es inteligente”, el “él” puede remitir tanto a John como a otro fulano. Por el contrario cuando digo “John lo cree inteligente”, en este caso, el “lo” no puede referirse sino a alguien distinto de John. Un niño que hable francés lo comprende perfectamente, incluso en momentos en que evidentemente no se le ha enseñado, cosa que también ocurre con los adultos. Pues sería difícil imaginar que regla o que experiencia permitiría adquirir esta información. Las experiencias muestran que desde los 3 años, los niños comprenden que las reglas del lenguaje son estructuralmente dependientes la una de las otras, y que se conforman sin que uno se las enseñe expresamente. Todos los que hablan francés saben esto independientemente de un aprendizaje o de una experiencia. Algo está pues implantado en nosotros que nos permite comprender e integrar esas reglas por nosotros mismos.

Es lo que Ud. llama la gramática universal…

Es el conjunto de los principios inmutables de nuestro espíritu que nos permite hablar y aprender las lenguas. Esta gramática se particulariza en una serie de lenguas que son otras tantas opciones particulares en el seno de esta gramática universal. Por ejemplo el inglés y el francés son lenguas centrífugas donde el elemento central ocupa el primer lugar, mientras que el japonés es centrípeto. En japonés no se dice “John golpeó a Bill” sino “John Bill golpeó”. Pero más acá de estas variaciones, estamos obligados a presuponer una « forma interior del lenguaje», para citar a Wilhelm Von Humboldt [filósofo y lingüista prusiano, 1767-1835], una potencia generadora independiente de las variaciones individuales y culturales.
La idea de que el lenguaje es ante todo un fenómeno interior le ha conducido a afirmar que el lenguaje no sirve o sirve muy mal para comunicar…
Utilizamos sin cesar el lenguaje para comunicar, pero en realidad él no está construido para la comunicación. La estructura del lenguaje está modelada de manera que satisfaga las condiciones de una computación eficaz, de una composición significante de elementos, pero ignora las condiciones de una comunicación eficaz. Existen numerosísimos ejemplos de conflicto entre esas dos actuaciones, expresar y comunicar su pensamiento. En cada caso, la actuación comunicacional es sacrificada.

Y esto tiene que ver con que el lenguaje es un sistema de reglas que el espíritu despliega libremente. Considere una pregunta tan simple como “¿Qué lees?”

[« What do you read ?»]. normalmente, su interlocutor debe comprender inmediatamente que esto quiere decir “¿qué libro lees?”. Pero esto presupone de hecho que su espíritu llene los vacíos entre “¿qué” y “lees?”. Al final el espíritu entiende: “¿qué libro lees, qué libro?”. Mientras que los oídos sólo han percibido una distancia. Cuando son mal comprendidos esos huecos pueden parasitar la comunicación, pero esto tiene que ver con razones internas al lenguaje. El sistema combinatorio interno que me permite producir la frase es el mismo que la hace equívoca para mi interlocutor.

Si el lenguaje es un sistema combinatorio ¿significa esto que los ordenadores podrán hablar algún día?

Los computadores no hacen nada, literalmente. Lo que hace cosas es el programa, es decir una teoría que es implementada en el computador. La teoría debe ser evaluada como todas las teorías. Pero por sí misma, ella no hace nada.

¿Pero acaso los programas de inteligencia artificial no pretenden general conversaciones entre el hombre y la máquina?

Reina una gran confusión en estos asuntos. Tomemos el ejemplo de la comunicación de las abejas, su famosa agitación bailarina. Ud. puede tomar millones de videos de abejas que vuelan, hacer un análisis estadístico y buscar predecir el comportamiento de las abejas sobre esa base. Y esto no le va a dar acceso a la lengua de las abejas. La apuesta de las ciencias no es enfocarse en los fenómenos sobre una base estadística.

Es como si Ud. dijera: no tenemos necesidad de hacer física porque podemos tomar millones de videos de los cuerpos que caen y se escapan, hacer su análisis estadístico, y predecir su comportamiento. Lo que es extraño es que si se toma en serio un enfoque estadístico del lenguaje humano que se niega a usar para el lenguaje de las abejas o para el movimiento de los cuerpos. Google Traduction es una herramienta que puede ser útil, pero no tiene más que ver con una producción de lenguaje de lo que tendría que ver el enfoque tenido sobre la comunicación de las abejas.
Científicamente, es una perdida de tiempo.

Según Ud., el lenguaje no designa cosas sino significaciones. ¿esto es un tanto contra-intuitivo?

Una de las primeras cuestiones que plantea la filosofía es la de Heráclito. ¿Cómo se puede atravesar dos veces seguidas el mismo río? ¿Qué es lo que hace que sea el mismo río?
 Bajo el ángulo del lenguaje, conduce a preguntarse cómo dos cosas físicamente diferentes pueden ser designadas por el mismo término.

Ud. puede cambiar su composición química o invertir su sentido; el río seguirá siendo siempre un “río”. Por el contrario, si Ud. le pone barreras a los lados y lo utiliza para hacer pasar petroleros, se volverá un “canal”. Si luego, Ud. modifica su superficie, y se sirve de ella para desplazarse por el centro de la ciudad, lo volverá “una autopista”.

En suma, grandes cambios en lo real no le impiden continuar siendo río a un río, y pequeños cambios tienen el poder de hacerlo mutar. Esto porque un río es un concepto, una construcción del espíritu, antes de ser una cosa. Ya Aristóteles lo había subrayado. Extrañamente, el único lenguaje que se refiere directamente a las cosas es el lenguaje animal. Los animales tienen acceso a los símbolos pero los utilizan como signos; un grito de un mono acompañado de tales movimientos será considerado de manera unívoca por sus camaradas como una señal de alerta. Y todos huirán. Aquí el signo remite claramente a acontecimientos reales o a objetos exteriores. Ud. no tiene necesidad de saber lo que pasa en el espíritu de un mono para saber cómo funciona eso. El lenguaje humano no tiene esa propiedad, fundamentalmente no es referencial.


Ud. dice que el lenguaje no está ligado a las cosas, que es una producción del espíritu. Sin embargo Ud. recusa la idea de que las lenguas recortan diferentemente el mundo en función de la riqueza de su léxico.  ¿Qué suerte le deja entonces Ud. a las diferencias entre las lenguas y, por ejemplo, al hecho de que tal lengua distingue entre el rojo y el malva, y esa otra no?

Si observa con detenimiento, las diferencias entre las lenguas son a menudo superficiales. Las lenguas que no disponen de una palabra específica para el color “rojo” tendrán la expresión “como la sangre”. La palabra “río” cubre un amplio espectro en japonés o en swahili. Por el contrario, el inglés distingue entre un “río” (“river”), un riachuelo (“brook”) y un torrente (“stream”). Pero el núcleo de significación “río” está uniformemente presente en todas las lenguas. Y lo está por una razón simple: los niños no tienen necesidad de haber experimentado todas las formas de río, ni haber aprendido todos los matices del término “río” para acceder a tal núcleo de significación. Hace parte naturalmente de su espíritu y está uniformemente presente en todas las culturas.

¿Ud. es conciente de que es una de los últimos filósofos que sostienen la idea de una naturaleza humana?

No hay ninguna duda, existe una naturaleza humana. Nosotros no somos monos, ni gatos, ni sillas. Tenemos pues una naturaleza que nos distingue. Si no existe naturaleza humana esto significa que no hay diferencia entre yo y una silla. Es ridículo. Y una de las componentes fundamentales de la naturaleza humana es su capacidad de lenguaje. Es una propiedad que el ser humano adquirió en el curso de la evolución, pero que es propia de la especie y a la que todos tienen igualmente acceso; no se conoce grupo humano que tenga capacidades de lenguaje inferiores a las de otros. En cuanto a las variaciones individuales, ellas son marginales.

Si Ud. toma un niñito de una tribu amazónica que no ha tenido ningún contacto con otros humanos durante veinte mil años, y Ud. lo trasplanta a París, muy rápidamente hablará francés.

No hay subdivisión en la capacidad de lenguaje. Todas las investigaciones en paleoantropología como en neurociencia confirman hoy esta idea. Es una articulación necesaria. No hay creatividad sin sistema de reglas. Ud. puede ser creativo pintando un cuadro medieval con sus convenciones religiosas, o escribiendo sonetos. Cada vez requiere un marco.

Me gustaría volver sobre una polémica que data de 1979 pero que, después, impidió mucho la recepción de su trabajo en Francia. Ud. firmó una petición a favor del derecho de expresión del negacionista Robert Faurisson que cuestionaba la existencia de las cámaras de gas. Y Ud. luego redactó un texto de explicación que fue publicado, sin su consentimiento, como prefacio a un libro de Faurisson.

Ese asunto es extraño, me persigue en efecto cada vez que vengo a Francia, cuando ningún periódico en Francia ha aceptado desde entonces publicar mis respuestas argumentadas. En el fondo se trata de un conflicto sobre dos concepciones de la libertad de expresión. La primera es estalinista: si a mi no me gusta lo que Ud, dice, Ud. no tiene derecho de decirlo y se va a prisión. Pero hay otro, que es el de Voltaire y el de la Ilustración francesa: defender la libertad de expresión significa entonces defender la libertad de expresión para las opiniones que Ud. detesta. En la época, no se le reprochaba tanto el defender el derecho de expresión de Faurisson como el aportarle una caución moral y científica a sus posiciones negacionistas, hablando de su trabajo como de una “investigación profunda y seria del Holocausto”…

A Faurisson lo echaron de la Universidad, fue perseguido y juzgado ante un tribunal por sus publicaciones. Eso fue lo que me molestó. A mi me parece que se actúa así por una visión estalinista de la libertad de expresión. Si se arresta a personas porque dicen cosas falsas, muy pronto ya no habrá suficientes guardias para meter a la gente en prisión… Hannah Arendt sostenía que si los hechos históricos, como el Holocausto, adquieren el mismo estatus que las opiniones, no habrá más historia ni mundo común…

No hay necesidad de evocar a Hannah Arendt. La distinción entre hechos y opiniones es evidente para todo el mundo. Pero esto no autoriza a censurar y a meter a la cárcel a los que enturbian esta distinción.

¿No se arrepiente pues de nada? 


Yo no habría hecho nada si Faurisson no hubiese sido sacado de su profesión y llevado al tribunal. En este momento en Turquía, intelectuales, universitarios, académicos están siendo llevados al tribunal… El principio de la libertad de expresión no tiene excepciones.

Entrevista hecha y traducida por Martin Legros
Jefe de redacción.


tr. Luis. Alfonso Paláu, Medellín, febrero 22 de 2017

Tomado de: Magazine Philoshophie nº 107, marzo de 2017.
Noam Chomsky : “Es evidente que existe


Noam Chomsky en 2017 © Édouard Caupeil pour Philosophie magazine
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