Por Mauricio Castaño H
Historiador
http://colombiakritica.blogspot.com/
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Lo mercachifle de la política se vive a todo dar, los hombres de dinero revuelcan nuestra democracia, el poco encanto que nos vino de los griegos se nos va, hace rato se nos fue. Aquí, en estas toldas, en estas montañas antioqueñas los señores dueños del dinero imponen las reglas del juego, dicen quién sí o quién no es candidato, escogen a su siervo. Vuestra majestad es el dinero, son ellos quienes deciden a quién financiar. Aquí se aplica a raja tabla el refrán: quien pone el oro pone las reglas.
Recordemos unos ejemplos. Se nos viene a la memoria una señora de esas lides que tiene por nombre Liliana Rendón, y era muy opcionada en los inicios de la campaña para la gobernación de Antioquia por su gran caudal de seguidores, aquellos adinerados ordenaron a su cacique no darle el aval de su Partido. Así fue, así sucedió, la señora quedó con los crespos hechos, en un abrir y cerrar de ojos la desinflaron igual como se hace con un globo. Así ha pasado con otras candidaturas para la alcaldía de Medellín, les cortan el chorro económico y caen al suelo como pollos muertos.
Sucedió con Luis Bernardo Vélez, Claudia Restrepo, Eugenio Prieto, ahora pasa lo propio con Alonso Salazar. A cada uno le cobraron sus pecados de manguala, cada quien cobró su venganza a su manera. Que Federico apoya a Federico, que aquel se torció por instrucciones de Fajardo para apoyar a Alonso, que los gremios económicos decidieron apoyar exclusivamente a éste, que días después se arrepintieron y se fueron en bloque con el Uribismo que representa la Ultraderecha que cuestiona el proceso de paz.
La gazapera divierte a los hombres de dinero, el poder económico juega con ellos a su antojo hasta que asestan el golpe mortal, deciden asfixia mecánica, no financiar aquellas campañas que no respondan a sus intereses. Entonces sus copartidarios corren en desbandada a venderse al mejor postor, no se dirigen al que tenga las mejores ideas sino al que ofrezca un bocado del botín público.
Nada de esas cosas de que las mayorías eligen o de que es el pueblo quien decide. Últimamente se han puesto de moda las denominadas Encuestas, son trajes hechos a la medida de quienes pueden pagarlas. Producen vértigo o risa, suben y bajan con la misma facilidad que una montaña rusa. Han sido tan bochornosas estas mediciones que el mismo gobierno no tuvo más remedio que anunciar su regulación. Pero el daño ya está hecho para aquellos candidatos que la ciudadanía le mostraba su favorabilidad, otras mediciones distorsionadas salieron para crear confusión, quienes tienen el dinero para pagarse encuestas, las mandan a confeccionar a sus medidas, y lo más importante, las conviertan en herramientas publicitarias, en marketing político, en piezas de proselitismo. Personajes sin ninguna opción política, de un momento a otro, con argucias publicitarias apalancadas en esas mediciones, aparecen como los más opcionados, la mercadotecnia asegura el tren de la victoria. Ayer decían que quien escruta elige, hoy se complementa que quien tenga más dinero para aparecer en los medios gana.
El poder está entre las drogas más letales de la humanidad, importa el fin y no los medios, todo vale con tal de obtenerlo. En la competencia está el designio de salir adelante como sea, dando codazos a tus contendores, en la politiquería ir tras el botín público para engordar, para favorecer los negocios privados de los hombres de negocio. El negocio maneja la fachada de la democracia, el político es la sombra de los amos del dinero y su arte la demagogia.
En la tumba han de estar los griegos revolcándose por lo que está hoy convertida la democracia. En los demagogos sus únicos principios son apropiarse del gran botín del presupuesto público y detrás de ellos una manada de zánganos que quieren carroña. En la tumba han de estarse revolcando los padres de los Estados Modernos y de la revolución francesa, en la tumba han de estarse revolcando los hombres de palabra y de principios que defendieron ideales, al ver hoy a sus hijos venderse por un plato de lentejas, ir tras el politiquero de turno, ir tras una sombra de político.
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