Historiador
Colombiakrítica
En el primer capítulo del libro La Condición Inhumana de Ollivier Dyens en la traducción inédita de Luis Alfonso Palau, nos habla de esa imposibilidad humana para comprender no sólo nuestra propia realidad sino las muchas realidades que nos orbitan. Al menos en nuestra tradición de la civilización homo sapiens se tomó partido por el lenguaje hablado, filtrado a través de sus cinco sentidos que ni siquiera da cuenta ni de su propia realidad ni de las otras existentes. Por ejemplo, el perro tiene más agudeza olfativa que el bípedo humano, también lo supera el águila con su visión de largo alcance, por lo demás, la gama de colores percibida es diferente en cada especie. Desconocemos nuestra propia realidad que se vive en nuestro estómago poblado del 99% de bacterias que filtran todo lo que allí llega desde nuestro paladar. Nuestro estómago en la práctica es una ciudad agitada de bacterias que trabajan día y noche para seleccionar nutrientes y enviarlos a distintos órganos, a distintas zonas de la geografía corporal. El viviente es un algoritmo tal como la inteligencia es su deriva. Vale el ejemplo de la música y poesía. Con base a programas computacionales se hacen analíticas para saber de las melodías y ritmos agradables al humano, entonces sugieren estos o aquellos cambios que encajen en los gustos humanos. "El programa de poesía de Ray Kurzweil es un ejemplo fascinante de esta mecanización, aunque también inquietante. Fundamentándose en las premisas del test de Turing, que plantea la cuestión de la inteligencia artificial... Sorprendentemente, los poemas así creados parecen verdaderos poemas. Pongamos algunos ejemplos”: “Página” (según los poemas de Wendy Dennis). Y desde luego, todo esto también comprende el gusto, la preferencia por la fabulación, por la narrativa de los hechos de este mundo. Acá el poema:
"Deslízate a lo largo de la página a través de la leona al asecho en mi alma “Imagina aquí, ahora, y canta”
Más allá de toda curiosidad, nos llama la atención nuestra limitada comprensión que tenemos de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, no conocemos nuestra propia realidad y mucho menos otras múltiples que nos circundan. Por ejemplo, nuestra realidad compleja está compuesta de un código genético que nos predetermina en muchos aspectos pero también nuestra vida se modifica con la cultura, el ejercicio físico, el manejo del estrés que impide que se desaten enfermedades, en una palabra es lo que se denomina epigenética. Tampoco somos los super genios de seres vivientes, recuerda el autor en mención que nuestro cerebro es más un dispositivo para la supervivencia que un gran aparato analítico. Y con razón, las máquinas nos superan en cálculos como la súper computadora de ajedrez que ha vencido a jugadores de alto nivel. Pero no solo la máquina nos supera en rivalidad sino en protección, nacemos y morimos en medio de máquinas, el quinto o sietemesino deben su vida a las máquinas. También la alargada o retardada vida del viejo se debe a las máquinas, sí se despega del respirador o se deja de limpiar la sangre en la unidad renal simplemente muere. La invención de la píldora anticonceptiva transformó la sociedad, puso control a la mera fisiología desatando transformaciones en el mundo laboral con las mujeres en la producción, el sexo reproductivo fue estallado para devenir placer y miles de combinaciones que superarán la mera binariedad sexual de masculino - femenino. Hoy todo eso fue explotado para devenir trans sexualidades..
Si se quiere decir de otra manera, la realidad de antaño era encontrar alivio al dolor, al sufrimiento en los cuales sólo estaban los sistemas filosóficos y religiosos que enseñaban a mitigar los sufrimientos enseñando a convivir con los entonces problemas sin remedio. Hoy el valle de lágrimas corre por cuenta no de los dolores o enfermedades, sino de nuestra incapacidad de comprender estás nuevas realidades, muchas de ellas venidas del mundo de las máquinas, de la inteligencia artificial. Acá nos viene a la mente la recordación que somos seres del exterior, todo el tiempo nos estamos exteriorizando, nos salimos de nosotros mismos para volvernos hacia el afuera, nos vaciamos.
El vacío nos define bien, no de otra forma puede explicarse que sin tener alas no tememos caer. Nosotros los humanos nos exteriorizamos todo el tiempo, el puño se perfeccionó en el martillo, el correr veloz se alcanza gracias al hombre y al caballo que se agencia o concreta en el dispositivo del estribo. Otros ejemplos son los programas de inteligencia artificial que encuentran patrones o estructuras de ritmos biológicos que se traducen en gustos humanos que optan por estas o aquellas melodías al punto tal que las compañías disqueras aseguran el éxito sugiriendo cambios con base a los patrones estudiados (ejemplo citado renglones arriba). Otro ejemplo es el de la super máquina jugadora de ajedrez con capacidad de crear combinaciones que superan a la inteligencia humana. A todas estas, al humano con cerebro flexible y no especializado, no le queda de otra que ser creativos. Estamos condenados a inventar, a crear ante toda la asistencia de la inteligencia artificial.
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