Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Nacer, crecer, vivir, morir. Todos vamos por el caudal de la vida sin muchos reparos. Los tropiezos golpean, dejan algunas heridas pero una vez sanadas la marcha sigue. El eterno retorno, todo se repite pero de manera diferente. Las especies no mueren, se extinguen. La vida persiste sobre todos y cada uno de nosotros. Uno puede rebelarse a continuar la marcha, interrumpir el curso natural de la vida, los suicidas son ejemplo de ello, algún día motivados por alguna razón, decidieron su marcha, anticiparon el designio de que todo tiene que ser nada. 


Claro que son motivaciones muy diferentes y rebeldes a las de un individuo de una religión como las que creen en la reencarnación, esos mismos que aceptan vivir la vida que les tocó porque según esa creencia tienen que vivir un destino asignado. Éstas creencias en la India se viven al extremo en aquellos enfermos que se niegan a aceptar atención médica, porque de hacerlo, interrumpirían los designios divinos que le fueron impuestos para pagar o lavar sus pecados cometidos en otras vidas.


Es cierto que la vida se teje de sociedad, no existen comunidades de individuos solos, todos nos debemos unos a otros, interdependemos del conglomerado social. Pero también es cierto que existen grados de libertad en la sociedad para los individuos, hay flexibilidad para la invención como suele darse en la ciencia, en el arte que de vez en cuando sorprenden con sus percepciones, sus preceptos en sus sentidos como la pintura, la música, etc. Reclamamos nuestra mayoría de edad para poder balancearnos entre la individualidad y la colectividad, el yo y el nosotros, el ser y la sociedad, el individuo y el Estado. Nos pasamos trabajando duro no para permanecer los mismos, sino para cambiarnos, para ser diferentes. Una estética de la existencia le llamó Michel Foucault.


Vivir en sociedad conlleva exigencias para el individuo, se está en una tensión permanente de un lado y del otro. Aunque en las soledades forzadas puede darse la sensación de vacío, como si uno no tuviera nada dentro de su ser, todo resbala, las cosas pasan de lado, no se tiene ningún interés, no se tiene motivación alguna, es decir, nada nos pone en acción, en movimiento. De pronto se recobran fuerzas y se vira hacia un sentido, encontramos un algo que nos mueve, nuestro espíritu encuentra fuerzas para materializar algunos deseos que estaban en el rincón del olvido. 


Los mitos así como la razón de cada época se viven en cada individuo y se manifiestan en comportamientos cotidianos, ello constituye al ser humano en sus relaciones o juegos de verdad. Sujeto y objeto en su relacionamiento producen el pensamiento dominante de cada época, pero también, claro está, los pensamientos nómadas. Las cosas que me rodean y me constituyen. Pero también mi distanciamiento de ellas permite el pensar, problematizar para un mejor reacomodo. Con cada acción que el sujeto hace sobre las cosas produce una determinada manera de relacionamiento, imprime un pensamiento. En sí, mi vida es un acontecer.

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