Por Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica


Adán y Eva escaparon al determinismo, al mundo preformado. Escaparon de los automatismos biológicos a los que están condenadas las hormigas. Nos libraron de la aburrición de no hacer nada y nos pusieron en este mundo de sistemas abiertos, en permanente hacerse, somos hojas al viento. El marinero, el barco y el mar, también son buen ejemplo en donde todo se zarandea, todo está en complicidad con la simbiosis. El barco determina al timón para ejecutar sus designios teniendo en cuenta la marejada con el viento danzante en sus olas. Pero es el piloto quien talla el rumbo. Allí lo contingente, lo necesario, lo posible que contornea lo imposible. 


Por fortuna nos libramos del paraíso. El encierro desespera y nos empuja a salir. La ex-istencia se define bien por estar afuera. Con el homo faber fabricador de herramientas y el advenimiento del homo sapiens, con herramientas y pensamiento, experimentamos otra liberación más. Pero no hay ganancia sin pérdida. Con la domesticación del fuego y con el más mínimo descuido viene el riesgo del incendio. Así mismo el cuchillo tiene esa doble función de la caza pero también del asesinato. Es la angustia que acompaña al homo faber con sus invenciones (Ramas. Serres, 2004, p. 48). Es una historia apretada de la vida y por supuesto que involucra al cosmos, la sopa cósmica que no dejamos de ser, que nos constituye todo el tiempo. En todo caso, la idea es que todo está en construcción, todo está en permanente hacerse. Es la lógica modal en ese juego de lo posible explicada por Michel Serres en su libro Ramas, lo expresa en sus cuatro principios: imposible, necesario, posible, contingente.


Todo parece imposible hasta que se materializa. Lo necesario se impone comandado por una especie de destino, el clima, por ejemplo, que nos determina en vestimenta y en formas de vida. Y lo contingente perceptible en el tiempo que nos hace, lo emergente. Lo nuevo sale del tronco, un esqueje, del mismo árbol y de su tronco sale una rama diferente. Como la mala hierba que crece por los bordes, hace rizoma. Es lo contingente. Lo contingente es lo nuevo que se ramifica, que se abre paso, es lo necesario, lo imposible, lo posible. Lo singular excede a la ley, a la regla, y lo concreto a lo abstracto.


Ningún sistema está cerrado, siempre estará abierto, todo tiene un principio y un fin, se nace y luego se muere, mucho mejor, es energía que se transforma, simbiosis, metamorfosis, transubstanciación.  En la formación no hay preformas, no hay preformación. La obra se inicia sin ninguna finalidad, se sabe de dónde se parte, pero no adónde se llega. Así sucede con la evolución que nos está produciendo, es contingente. Todo está en permanente negociación, en simbiosis, todo se zarandea. Los hijos abruman a los padres, éstos se resisten mandándolos a la guerra, asesinándolos. Ningún sistema es cerrado, el formato se desequilibra. El cambio estruja lo caduco.


Del tronco bifurcado del árbol, del esqueje sale la rama impredecible como en la existencia que la vamos viviendo. Y así va sucediendo en la vida, muchas cosas escapan a nuestras intenciones, simplemente se impone lo contingente. Todo va surgiendo en el condicionamiento físico espacial, incluso según sea nuestra disposición genética y nuestro abrigo cultural. Así, la vida es deriva, inacabada, siempre en constante hacerse, y por eso mismo lo inventivo aparece ondeando el horizonte.


Errancia, inventar, formatear


Ex-sistir, estar por fuera, inquietud, no quedarse quieto, moverse. La vida es movimiento, es errancia. Toda partida es un riesgo pero se experimenta la sensación de libertad. (No importa también que toda partida es un regreso, hibernamos en nuestras raíces). Sin domicilio y sin abrigo se vive en la errancia para abrazar lo uni-versal, lo uno versátil, vertido. Mi identidad está en los devenires que traspasan los límites fronterizos, esquivo de formatos, de formateos. No hay historia lineal, todo es imprevisible. Todo aprendizaje brota, toda producción surge, toda existencia inventa. El desvío es rareza, cercana a la invención. ¡El río interrumpe el camino continuo, obliga al desvío. Obedeced, dejad la terquedad!


El Formateo


Estar en clausura es recortar espacio, reducirlo. El monasterio, la fábrica, la prisión, el coliseo, nuestra alcoba o caverna aplastados en la cama, todos ellos tallan el espacio con la determinación de los días decididos para su ocupación y en sus protocolos de uso como vestimenta y maneras de comportarse. La consagración, la rutina, el hábito hace al monje, la dedicación, el entrenamiento es necesaria para el trabajo bien hecho. Nadie sabe lo que puede un cuerpo si está bien entrenado. Al que le gusta, le sabe. Del latin devotio quiere decir sacrificio apasionado. Pero si se anhela la invención, el inventar hay que dejar el formato, el formateo, hay que correr riesgos. Formato es repetición y ésta produce ley. El formato, el formateo es repetición, es aburrición, es rigidez, no moviliza invención, solo reproduce estupidez, imbecilidad. (Serres, p.7) Ejemplos son de consagración que esculpen el cuerpo como la lectura en Don Quijote, y el rumor o chisme, técnicas para la regulación social.


En suma, en el formateo no experimentamos deseos propios sino los suscitados por las marcas publicitarias que incitan al consumo y al asesinato. Tallamos, modelamos la muerte en estatuas para perderle miedo.  Aquí yace: la muerte toma el lugar. Sujeto, sub jectus, arrojado abajo. Aquí yace, se lee en la lápida que anuncia que la muerte ha tomado el lugar. Se nace y se renace si se dejan los dogmas. En lo demás anticipatorio que mata el gusto, se promete la anticipación de saber si los hijos vienen con malformaciones, es el mundo de las tecnociencias. Finalmente, en el mundo todo gasto es una deuda contraída, todo lo que tomamos del medio está a la espera de su renovación. La naturaleza se manda obedeciéndola, en mora el contrato natural. Si en la servidumbre voluntaria no levantamos dedo sin pagar impuestos (aunque sin presa el depredador muere, tumbar al tirano pero asegurarse de no reemplazarlo) ¿por qué no cuidar de nuestro oikos, de nuestra casa común? Lo tomado de la pacha mama debe compensarse, los recursos no son infinitos. Hasta acá ésta contingencia serresiana.
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