Historiador
Colombiakrítica
Ataraxia
Hiper exposición puede ser una buena expresión para dar cuenta en la actual sociedad de los excesos a los que el individuo es llevado, es sometido como ganado al matadero, bajo pretexto de estar vigente en los medios masivos de información, en las redes sociales y todo aquello que se le parezca, quien no registre en la red mediática es como si no existiera, afanan a decir los asesores del marketing empresarial; y la noche y el sueño son los enemigos, todos deberían estar despiertos día y noche pegados a una pantalla.
Ser, entonces, es siempre mostrarse, exhibirse todo el tiempo, en cada momento, que la selfie en el restaurante, en el gimnasio, en el centro comercial, en el volante del automóvil, y en una cantidad de pretextos con tal de dejar registro en la nube, en las redes sociales, el yo que no descansa de mostrarse, es decir, ocultarse, privarse de la intimidad, pues lo que más se muestra es lo que más se oculta, dime de qué presumes y te diré de qué careces, las privaciones que tanto mellan el espíritu, no ser uno mismo es una bomba de tiempo, las fisuras no se hacen esperar.
Es un afán enfermizo de estar aquí y allá en pantallas, en en el aquí y en el ahora, un afán por estar vigentes, entonces, y esto, muy a pesar, define la esistencia, la pobre existencia actual, el Ser, lo mediático que todo lo ha invadido, colmado. Y valga una claridad, el exceso está refererido a un bombardeo mediático que no da lugar a procesar, digerir, pensar, en todo caso no es añoranza por tiempos ya idos o mejores, es sólo saturación que no da lugar al pensar reposado, digerido. Cómo no recordar en estos tiempos de la inmediatez, los cuatro estómagos de la vaca para el bien digerir, la vida necesita su reposo para forjar una identidad propia.
Pero tanta exposición cansa, todo cansa, todo tiene su límite, al menos en ciertas existencias de reposo y de un vivir favorable en pro de forjar una cierta identidad del yo, de defender una isla de intimidad que hace bien al espíritu. Bien vale la pena un alto en el camino, un plantarse, poner freno para hacer valer la antítesis del Derecho a Desaparecer, a perderse en medio de la nada, cada vez recogerse en sí mismo y despojarse de esos excesos de información banal que nos quiere copar, manipular, no dejan ser uno mismo a cambio de un nosotros idiotizados, un yo colectivo con una identidad no propia y huidiza.
Los Infamados
Los antídotos se hacen necesarios. Evadir todo aquello que nos seduce bajo pretexto de mejorar, de mostrase, bien vale aplaudir a aquellos infamados, que nos les importa la fama, que no se han dejado alcanzar por el torbellino mediático del mostrarse, del estar rodando todo el tiempo, sin descanso. Ataraxia. Ya poco o nada me empieza a importar lo que sucede a mis alrededores, ya empieza a no afectarme mucho de lo que en otras circunstancias y épocas creía trascendente. Si las redes amenazan con atraparnos, entonces viene a bien desenredarse, evitar vínculos excesivos, incluso innecesarios, el reposo es necesario para habitar la paz de nuestro espíritu. Alcanzar un estado en el que importe muy poco o nada lo que pasa alrededor, no dejarse involucrar donde no haya necesidad de nudos, de ataduras.
Desvincularse, desintoxicase en la mayor medida de todas estas redes que nos quieren atrapar, desear un estado de ataraxia, una vida que se cuida de no dejarse perturbar, y reducir los vínculos sociales a lo mínimo, a su mas mínima expresión, llegar a un estado en que seleccionamos muy bien las luchas que queremos dar, las que son inevitables por razones de nuestra propia existencia. Se anhela un antídoto que ponga barreras a este remolino mediático. El mutismo hace bien, apagarse como las flores del guayacán de manera silenciosa sobre el asfalto, es la belleza que se muestra discreta sin ruido. Uno tiene derecho a emprender la huida hacia caminos poco transitados hasta habitar nuestro alejamiento, ser clandestinos de un viaje inmóvil, irnos yendo poco a poco, habitar el derecho a desaparecer.
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