Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com
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Ser o no ser. Vivir, morir, dormir. La dureza del poder y la rebeldía de los débiles. Clavarse el puñal así mismo para liberarse de la crueldad de la vida ¿pero qué pasa si al despertarse del sueño sideral se encuentran recriminaciones y castigos por la rebelión? La creencia en vidas de ultratumba frenan esta vocación de poner fin al sufrimiento, de adelantar acciones liberadoras ante lo que nos oprime. El bálsamo religioso doblega la rebeldía de los espíritus, es opio anestésico. ¿Aún estamos presos de este dilema?
Si hay vida, hay lucha. Se impone el destino biológico apartando las provocaciones de muerte. Pero frente a la opresión, a los poderes aplastantes siempre aparece la impugnación, la rebeldía, esa misma que evidencia lo distante que estamos de los automatismos biológicos como en la sociedad de hormigas, por ejemplo, cada una de ellas cumple un designio genético. Las sociedades humanas se diferencian por su aparato de confrontación llamado cerebro, cada grupo humano se da sus propias reglas continuamente sometidas a verificación, una regla es regla cuando arregla, lo contrario es estupidez, ciega obediencia.
Ante la uniformidad de los poderes surgen pequeñas rebeliones, resistencias civiles. Recuerdo las palabras de un burócrata, decía que las bandas criminales, los grupos de delincuentes en cada barrio eran una retaliación, una reacción frente a los gobernantes que se roban el presupuesto en alianza con su empresariado amigo, coimas políticas. Los pillos parecieran reflexionar sobre la injusticia y frente al mal, la solución es un mal menor. Los burócratas roban y roban para darse la gran vida, y los criminales en respuesta quieren también participar de la repartición del ponqué presupuestal, extorsionan aquí y allá, entre ellos se pelean los territorios para expandir sus negocios, aumentar sus rentas. El dinero es poder.
Los dioses en tanto invenciones humanas, son moldeados a nuestros gustos, hechos a nuestras medidas. Los dioses son comodines al servicio criminal, el sicario está forrado en lo sacro: lleva escapularios en el cuello, en los tobillos, en sus pistolas, bendice su munición con el agua bendita para no fallar en su acto justiciero, su razón le enseña que es preferible un mal menor a uno mayor. Raskolnikov asesina a una vieja usurera para quitar sus riquezas y repartirlas entre los pobres. La depredación justificaría la subsistencia, ante la escasez no valen los frenos religiosos que aconsejan el aguante.
Somos hijos de la guerra, ella nos orienta más que la paz. Hampones de cuello blanco y matones de barrio se equiparan en sus deseos desaforados por el tener para proporcionarse un confort ilimitado. Cada quien va en carrera para alcanzar una mejor parte del ponqué.
Vivir. Dormir. Morir. ¿Qué mantiene en vida a una persona sin importar los sufrimientos que lo sacuden de un lado para otro? ¿Qué hace que un obrero se levante agotado todas las mañanas a la fábrica y conformase con su mísera paga? El regocijo por la miga de pan será agradecido al buen dios tacaño. Para otros los dioses comodines permiten un deslizamiento hacia la rebelión conforme a los actos justicieros de cada quién. La vida proporciona un caudal inercial que nos lleva y nos trae para hacerle quite a las ambigüedades de la existencia.
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